Capítulo 31

Me levanté para entrar a la casa y evitar oír lo que tuviera para decirme, pues no quería pelear con ella, quería evitar problemas.

—Eres una perra barata.

Alcé la cara, la miré de forma fija, mi cuerpo se tensó.

—¿Disculpa?

—Sabía que a eso venías, lo supe desde el primer día que te vi, vi como le coqueteabas al señor de la casa, a mí no me engañas, eres una mosquita muerta.

—No voy a responder a insultos, Valentina, eres la que educa a los niños, no voy a discutir contigo.

—¿A los niños?, no, a la hija del dueño de la casa.

—Está bien, sí, solo a ella, de mis hermanos me ocupo yo, y en adelante, de verdad, no importa lo que diga Romeo, yo me ocupo de ellos, y de su tarea.

—Me parece bien, acostarte con el dueño de la casa, no es trabajo suficiente, eres una puta cara, al menos ocúpate de tus huérfanos.

Apreté los puños y las lágrimas comenzaron a recorrer mi cara, me dolió que se expresara así de mí, pero mucho más que hablara así de mis hermanos.

—¿Cómo te atreves a hablar así de
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