Conversamos durante todo el camino, me hablaba de cosas que yo no conocía, se mostraba paciente y recordé aquella noche, cuando lo conocí, estaba de bastante mal humor, había aprendido a ver una cara suya diferente.Recibió una llamada de Mason.—Entendido —respondió y colgó. Me miró —, ya están ubicados, dos de mis hombres de seguridad están con ellos para evitar cualquier situación indeseable.—Gracias a Dios, ojalá todo salga bien.Le indiqué que ya debíamos bajarnos. Me eché a reír y él se quedó viéndome con gesto divertido.—¿Qué pasó?—Me da mucha vergüenza, hay que caminar como cuadra y media hasta su casa.Alzó los hombros y me sonrió.—Soy un hombre joven, Caroline, puedo caminar, estamos cerca de casa. Caminamos entre risas hasta su casa, me miraba de vez en cuando y reía sin decir nada, mis manos temblaban, le sonreía también, era como si no pudiéramos dejar de vernos, durante el camino a casa me explicó por qué eligió esa casa tan amplia y alejada.—En casa la prensa me
Desperté a los niños y comencé a prepararlos para llevarlos a la escuela, ya hacía dos meses que trabajaba para el señor Romeo y mi vida había cambiado para bien, tenía dinero para pagar el colegio, transporte, comida y médicos para mis hermanos, aproveché de ir a médico yo también, me revisé mis dientes, me hice exámenes.Las cosas en la casa de mi jefe eran más complicadas, desde la confesión que me hizo, él me evitaba, y yo, a él, se había complicado el asunto por el que viajó y se la pasaba encerrado con su asistente, que era el tío de Ximena, había comenzado a viajar mucho también.Al principio extrañé sus conversaciones e incluso sus miradas, pero poco a poco comprendí que lo mejor era que no nos viéramos o nos habláramos, yo era solo una sirvienta y él, el dueño de un imperio.—Hermana —dijo Alan —, ya estoy listo, ¿por qué no llamas al chófer?Negué con la cabeza.—Estás malacostumbrado, no es nuestro chófer y solo lo usamos cuando es necesario, cuando llueve y así.—Pero pare
Romeo.Estaba absorto en el trabajo como cada día, no podía dejar de pensar en los ojos de Caroline, en sus labios, en su sonrisa, en su candidez, estaba muy clavado con su persona, y eso no estaba bien, así que decidí evitarla, así como la buscaba para encontrármela a toda hora y en cada momento en casa, me propuse evitarla, no era difícil, normalmente no tendría por qué cruzármela.Si lo hacía antes era porque yo procuraba tenerla cerca y buscaba excusas para acercarme a ella, hasta que decidí abrir mi boca y confesar mis sucias intenciones.Arturo se quedó mirándome.—¿Pasa algo?Negué con la cabeza.—Nada.—Te ves distraído.—Es que llevo mucho tiempo en este lugar. Necesito que salgamos del asunto de la herencia.—Al menos pusiste en su lugar a Ricardo, ahora debe actuar por la línea recta.—Aun así, necesito irme de aquí lo más rápido que se pueda.—Pero todo está bien —dijo.Asentí. Era cierto, nada nos impedía manejar mi imperio desde allí, de hecho viajaba cuando era necesar
Arturo se acercó, yo no apartaba la vista del médico que se acercaba, me frotaba las manos, ansioso por oír noticias.—¿Familiares de Caroline Evans? —preguntó, me relamí los labios y me acerqué.—Soy su jefe, sus familiares son menores de edad.—Comprendo, ya está estable, logramos detener el derrame interno, se comprometió su vaso y un riñón, pero ya está fuera de peligro, tiene una costilla fracturada, así como una pierna.—¿Puedo trasladarla a una clínica privada?—En par de días podrá hacerlo, este hospital era el más cercano al sitio del accidente y requería ser atendida con urgencia.—Lo entiendo y lo agradezco, ¿puedo verla?—No, por ahora no será posible, está en observación, le informaré cuando pueda verla.Se alejó para hablar con otros familiares, mis manos temblaban, me preocupó que quedara muy mal, enseguida pensé en que le daría los mejores cuidados, la atendería lo mejor que pudiera hacerlo, inevitablemente recordé el día que perdí a mi esposa, cerré los ojos y suspiré.
Pasé por la sala dónde los niños hacían sus deberes, los tres estaban atentos a sus tareas; a Valentina no le quedó más remedio que atender a los hermanos de Caroline como a Ximena misma, yo no tenía tiempo de ayudarlos con sus obligaciones, y Ana tampoco, ya había preparado la habitación para los niños, Ximena insistió en dormir con Lucy, y se preparó una habitación para Alan, también hice preparar una para Caroline.No podía creer el cambio que había dado mi hija, era feliz, sonreía, hacía sus tareas, jugaba, nunca más me hizo escándalos llorando, se comía toda su comida, vivía animada.Ana se acercó.—¿Será que hoy sí podremos verla?—No lo sé, según el médico sí, ya han pasado dos días, podremos trasladarla a una clínica también.—Esos niños me tienen sorprendida con lo educados que son, vio como vivían y ni una mirada de recelo, son agradecidos y educados, Caroline vale oro —dijo.Estuve de acuerdo.Justo recibí la llamada del hospital, podíamos ir a verla. —Es hora, podemos ir —
En la nueva clínica me siguieron atendiendo las heridas, aún tenía la boca muy hinchada y sentía dolor, él no se apartaba de mi lado, yo sabía que tenía mucho trabajo, aun así no me abandonaba.Salió solo a buscar a los niños, los subió, al verlos mis ojos se llenaron de lágrimas.—Hermana —gritó Alan.—Hermana-mamá —gritó Lucy brincando y dando vueltas, los dos se acercaron, pero no podía abrazarlos, el señor Romeo cargó a Lucy y la sentó al borde de la cama.Con sus manitas me lanzó cientos de besos, Alan no saltaba mi mano, y Ximena también se quiso subir, así que su padre la puso del otro lado de la cama, acarició mi cabello.Estaba feliz.—Nos hemos portado bien —se apresuró a decir Lucy.—Así me contaron —respondí.—Ahora vivimos en la casa de tu trabajo y dormimos en camas grandotas, y todo es grandote.Le sonreí, aunque me dolía hacerlo.El señor Romeo solo nos observaba en silencio.Ver a los niños me hizo bien, al cabo de un rato, Ana entró por ellos, se despidieron de mí con
Entre dos de los guardias de seguridad, el señor Romeo y Alberto, me llevaron en la silla de ruedas hasta la habitación que prepararon para mí, él había tenido que salir de la ciudad de urgencia, me sentía rara, los tres niños bailaban y brincaban a mi alrededor cantando y riendo felices, yo solo podía ver la cara de Valentina, la niñera.Me veía con una expresión seria, y los brazos cruzados, yo quería cerrar los ojos y desaparecer por completo, estaba feliz por la reacción de los niños, pero avergonzada por el trato que me daban como si fuera la señora de la casa o alguien importante, Ana junto con las muchachas me esperaban arriba en la habitación que ocuparía, también me decían palabras de aliento y me felicitaban por regresar a casa.—Entre todas te vamos a cuidar, Caroline.Sonreí como timidez.Cuando entré a la que sería mi habitación me quedé con los ojos muy abiertos, quise llorar, era amplia, limpia, hermosa, con sabanas blancas y decorada con muy buen gusto, estaba junto a
La primera cita, nuestra primera cita.No cabía en mí de emoción, nervios y expectación, no sabía que ponerme, qué decir o cómo peinarme, agradecí que aún estuviera un poco convaleciente, así que si me veía mal sería a causa de eso, reía de mis pensamientos tontos, me sentía ilusionada y eso era nuevo para mí.Ana me subió el desayuno, los niños quisieron comer conmigo por lo que habilitaron una mesa en la habitación que yo ocupaba, Ana nos acompañó.Movió la silla de ruedas que usaba, y Carmen la ayudó a ubicarme en la mesa, luego ella acomodó a los niños que reían y se veían felices.—Valentina no está muy contenta, el señor nunca consiente estas cosas.—Qué vergüenza.—Deja de decir eso, se lo has pedido tú y ha accedido, los niños extrañaban comer contigo.—¿Esmeralda va a venir? —pregunté preocupada, hacía días decía que me visitaría, pero no aparecía.—El mismo señor Mason se ofreció para ir a buscarla, en cualquier momento viene.—¿Cuándo llegará el señor?—Esta noche —respond