Romeo.Estaba absorto en el trabajo como cada día, no podía dejar de pensar en los ojos de Caroline, en sus labios, en su sonrisa, en su candidez, estaba muy clavado con su persona, y eso no estaba bien, así que decidí evitarla, así como la buscaba para encontrármela a toda hora y en cada momento en casa, me propuse evitarla, no era difícil, normalmente no tendría por qué cruzármela.Si lo hacía antes era porque yo procuraba tenerla cerca y buscaba excusas para acercarme a ella, hasta que decidí abrir mi boca y confesar mis sucias intenciones.Arturo se quedó mirándome.—¿Pasa algo?Negué con la cabeza.—Nada.—Te ves distraído.—Es que llevo mucho tiempo en este lugar. Necesito que salgamos del asunto de la herencia.—Al menos pusiste en su lugar a Ricardo, ahora debe actuar por la línea recta.—Aun así, necesito irme de aquí lo más rápido que se pueda.—Pero todo está bien —dijo.Asentí. Era cierto, nada nos impedía manejar mi imperio desde allí, de hecho viajaba cuando era necesar
Arturo se acercó, yo no apartaba la vista del médico que se acercaba, me frotaba las manos, ansioso por oír noticias.—¿Familiares de Caroline Evans? —preguntó, me relamí los labios y me acerqué.—Soy su jefe, sus familiares son menores de edad.—Comprendo, ya está estable, logramos detener el derrame interno, se comprometió su vaso y un riñón, pero ya está fuera de peligro, tiene una costilla fracturada, así como una pierna.—¿Puedo trasladarla a una clínica privada?—En par de días podrá hacerlo, este hospital era el más cercano al sitio del accidente y requería ser atendida con urgencia.—Lo entiendo y lo agradezco, ¿puedo verla?—No, por ahora no será posible, está en observación, le informaré cuando pueda verla.Se alejó para hablar con otros familiares, mis manos temblaban, me preocupó que quedara muy mal, enseguida pensé en que le daría los mejores cuidados, la atendería lo mejor que pudiera hacerlo, inevitablemente recordé el día que perdí a mi esposa, cerré los ojos y suspiré.
Pasé por la sala dónde los niños hacían sus deberes, los tres estaban atentos a sus tareas; a Valentina no le quedó más remedio que atender a los hermanos de Caroline como a Ximena misma, yo no tenía tiempo de ayudarlos con sus obligaciones, y Ana tampoco, ya había preparado la habitación para los niños, Ximena insistió en dormir con Lucy, y se preparó una habitación para Alan, también hice preparar una para Caroline.No podía creer el cambio que había dado mi hija, era feliz, sonreía, hacía sus tareas, jugaba, nunca más me hizo escándalos llorando, se comía toda su comida, vivía animada.Ana se acercó.—¿Será que hoy sí podremos verla?—No lo sé, según el médico sí, ya han pasado dos días, podremos trasladarla a una clínica también.—Esos niños me tienen sorprendida con lo educados que son, vio como vivían y ni una mirada de recelo, son agradecidos y educados, Caroline vale oro —dijo.Estuve de acuerdo.Justo recibí la llamada del hospital, podíamos ir a verla. —Es hora, podemos ir —
En la nueva clínica me siguieron atendiendo las heridas, aún tenía la boca muy hinchada y sentía dolor, él no se apartaba de mi lado, yo sabía que tenía mucho trabajo, aun así no me abandonaba.Salió solo a buscar a los niños, los subió, al verlos mis ojos se llenaron de lágrimas.—Hermana —gritó Alan.—Hermana-mamá —gritó Lucy brincando y dando vueltas, los dos se acercaron, pero no podía abrazarlos, el señor Romeo cargó a Lucy y la sentó al borde de la cama.Con sus manitas me lanzó cientos de besos, Alan no saltaba mi mano, y Ximena también se quiso subir, así que su padre la puso del otro lado de la cama, acarició mi cabello.Estaba feliz.—Nos hemos portado bien —se apresuró a decir Lucy.—Así me contaron —respondí.—Ahora vivimos en la casa de tu trabajo y dormimos en camas grandotas, y todo es grandote.Le sonreí, aunque me dolía hacerlo.El señor Romeo solo nos observaba en silencio.Ver a los niños me hizo bien, al cabo de un rato, Ana entró por ellos, se despidieron de mí con
Entre dos de los guardias de seguridad, el señor Romeo y Alberto, me llevaron en la silla de ruedas hasta la habitación que prepararon para mí, él había tenido que salir de la ciudad de urgencia, me sentía rara, los tres niños bailaban y brincaban a mi alrededor cantando y riendo felices, yo solo podía ver la cara de Valentina, la niñera.Me veía con una expresión seria, y los brazos cruzados, yo quería cerrar los ojos y desaparecer por completo, estaba feliz por la reacción de los niños, pero avergonzada por el trato que me daban como si fuera la señora de la casa o alguien importante, Ana junto con las muchachas me esperaban arriba en la habitación que ocuparía, también me decían palabras de aliento y me felicitaban por regresar a casa.—Entre todas te vamos a cuidar, Caroline.Sonreí como timidez.Cuando entré a la que sería mi habitación me quedé con los ojos muy abiertos, quise llorar, era amplia, limpia, hermosa, con sabanas blancas y decorada con muy buen gusto, estaba junto a
La primera cita, nuestra primera cita.No cabía en mí de emoción, nervios y expectación, no sabía que ponerme, qué decir o cómo peinarme, agradecí que aún estuviera un poco convaleciente, así que si me veía mal sería a causa de eso, reía de mis pensamientos tontos, me sentía ilusionada y eso era nuevo para mí.Ana me subió el desayuno, los niños quisieron comer conmigo por lo que habilitaron una mesa en la habitación que yo ocupaba, Ana nos acompañó.Movió la silla de ruedas que usaba, y Carmen la ayudó a ubicarme en la mesa, luego ella acomodó a los niños que reían y se veían felices.—Valentina no está muy contenta, el señor nunca consiente estas cosas.—Qué vergüenza.—Deja de decir eso, se lo has pedido tú y ha accedido, los niños extrañaban comer contigo.—¿Esmeralda va a venir? —pregunté preocupada, hacía días decía que me visitaría, pero no aparecía.—El mismo señor Mason se ofreció para ir a buscarla, en cualquier momento viene.—¿Cuándo llegará el señor?—Esta noche —respond
La vista de la ciudad desde las alturas me tenía hipnotizada, froté mis manos y sonreí emocionada al señor Romeo, bebí otra copa de champán y sentí como las burbujas hacían estragos en mi boca.—¿Te gusta? —preguntó.—Sí, supongo que sí —grité, él se echó a reír.Nunca habría podido tener una vista así de la ciudad.El aparato aterrizó en la azotea de un lujo restaurante de la ciudad que funcionaba junto a un enorme castillo, miré mi ropa y esperé lucir lo suficientemente bien, pensé que seríamos solo él y yo.Debió notar mi mirada preocupada.—No te preocupes, he manado a cerrar un lugar solo para nosotros, pensé que podrías tener un poco de ansiedad, sé que no estás acostumbrada a esto.—No, la verdad no.Me sentí aliviada, y caminé junto a él, me tomó de la mano y quedé a punto de desmayarme, era también la primera vez que me tomaban de la mano.Entramos al lugar que estaba iluminado, sacó una silla para mí, me senté y esperé a que él lo hiciera.Me eché a reír.—Ya estás muy bien.
Romeo Scavo.Parecía una locura, pero era la única forma en la que ninguno de los dos saldría lastimado, o eso pensaba.La cara de contrariedad de Caroline, la podía comprender por completo, esa noche, la tomé de la mano y la regresé a casa en el mismo helicóptero que partimos, pero su cara ya no era de emoción y alegría, se mantuvo seria y con una expresión de confusión en su rostro.Al llegar a casa, en la zona del helipuerto, alcé su rostro de nuevo, la miré con el deseo contenido que me empezaba a enloquecer, ella me miró con sus dulces ojos.—Te deseo, y muero por hacerte mía, sé que no tienes experiencias, sé que te dije que no te diría nada para no influir en tu decisión, pero quiero que sepas que de verdad te deseo como mujer.—Soy tan insignificante.—Basta, no digas eso. No lo eres, tienes mi mundo revolucionado, tienes mi mundo patas para arriba.Sonrió con timidez.—Nunca nadie me había dicho algo así.—Sé que cualquiera diría: claro, ella es una joven virgen, quiere tomarl