José Gómez.Y no puede ser.El muy gran hijo de mierda cómo llegó a dar con la cabeza de su mujer, su llamada me advirtió en debo llevarme a Juliana lejos de aquí, la miré y sus ojos están anegados en lágrimas.Escuchó todo, está conmovida.Pero me vale madres lo que sienta ahora, debo sacarte.Me acerqué a la ventana de la sala de la cabaña y aún no arriba Roberto.Lleva quince minutos de retraso.Debo actuar ahora, no esperaré a que arribe, sé que Francesco es muy ágil en esto.Desde muy joven fue hábil en todo, incluso cuando menos lo esperó ser.Me acerqué a Juliana, la tomé por el cuello y le apreté un poco.—Él vendrá a rescatarme. —dice con la voz baja, el apretón le impide poder hablar bien.—Ay, sí, el vendrá a rescatar a su princesa muerta. —le digo mirándola y me río. —No seas estúpida. —zanjé y le doy una bofetada.Su cara se giró del golpe. Pero, enseguida me miró.—Eres un traidor, Gómez. —suelta con voz dura, está queriendo mostrar agallas, pero conmigo está equivocada.
Elena Voncelli.Estar a su lado es sentirse en las manos de Dios, no quiero alejarme nunca de él, jamás pensé llegar amar, no con todo el lío en el que estoy involucrada.Sin embargo, pasó, y muy pronto para ser real, pero pasó.Me entregué a él sin límites, sin dolor ni arrepentimiento, no sé si en la vida es permitido llegar amar a alguien en sólo un par de días, si no lo es, sería un delito, pero en la vida uno se apaña, iría a prisión por él, por amarlo.Haría lo mismo por lo que él hizo por mí.Él ha dado su vida por mí, me rescató de ser un cadáver, y no deja de idear una vida sin mí.Qué increíble.Al principio pensé que era un cómplice del mal, lo apunté con un arma y lo amenacé con una verdad que no procesa en él.Qué estúpida soy.Pero, él, Alessandro lo comprendió, y no me juzgó por lo que hice, sino que me tomó de la mano y me ayudó a salvarme del mal que me persigue. Y lo agradecí, y se lo agradeceré por el resto de mis días.Me doy una ducha fría, me doy mi momento, est
Elena Voncelli.No puedo con tanto, la emoción de entrar de nuevo a mi país me llena de muchas ilusiones y de tantos recuerdos que viví junto a ellos, mis padres.Una lágrima recorre por mi mejilla de felicidad, y a la misma vez de soledad, por más que pasen los años, el dolor de la traición sigue doliendo como si fuera sucedido ayer.Miro a Alessandro y él me extiende sus brazos, en sus ojos podía ver el amor y la comprensión que me tiene, es como si lo supiera todo, especialmente de mí.Lo abracé, llore en su hombro, y susurre en su oído. —Gracias por ser tan especial, estar a tu lado es sinónimo de felicidad y amor. —y lo apreté más hacia mí y el sonrió.—Elena, daría la vida por ti, haría lo que fuera por hacerte feliz, porque lo mereces. —susurró él en mi oído y lloro aún más.—No llores, princesa. Al corazón quiebras cuando lo haces. —expresa él mirándome y con sus dedos sacándome las lágrimas que recorren por mis mejillas.Asentí con una torcida sonrisa.La tripulante de cabina
Elena Voncelli.El dolor de cabeza me golpea fuerte, abro mis ojos y estoy en una habitación de un hospital, miré alrededor y él no está.El corazón palpitó al no estar a mi lado.Alessandro lo es todo para mí.Una punzada en mi costado me muerde, duele demasiado. Respiré hondo para no quebrarme en llanto, duele muchísimo.Intento levantarme un poco, necesito saber que me sucedió, porque llevo una herida en el costado de mi cadera, por qué él no está aquí, qué fue lo que sucedió.El pánico se apodera de mí, la ansiedad de irme de aquí aprieta en mi pecho, intento soportar pero me es imposible.Duele un carajo.Cierro mis ojos, respiro hondo, abro las palmas de mis manos, una y otra vez, intento estabilizar, no quiero perder la razón.Debo calmarme.Procedo a buscar en mi cabeza el recuerdo, indagar un poco qué pasó.A los minutos la imagen llegó a mí, habíamos llegado al aeropuerto privado que él contactó para el viaje a Italia, yo iba a su lado, con mi mano derecha entrelazada con la
Francesco Voncelli.Me sumerjo y emerjo del agua, mi piel se arruga, mi cuerpo duele de lo mucho que intentado nadar, pero la presión de la corriente es muy fuerte, doy un paso hacia adelante y retrocedo dos.Pero un objeto pesado golpea contra mi, lo miré y la vida volvió a sonreírme.Inhalo y exhalo, poco a poco me acerqué al pedazo de madera que flota en el agua, extiendo mi mano, y la agarro.Me aguanté en la madero y me emerjo para subirme, y al estar un par de minutos queriendo subirme, lo logro.Quedo bocabajo, y sonrío. Estoy a salvo.Extiendo mis brazos y con mis manos comienzo a paladear y la madera con la fuerza de la corriente de agua empezó a andar sobre el agua.Grito de felicidad, en medio de la inmensidad de un mar, en su centro, y le doy un beso al pedazo de madera."Eres mi héroe, nena" —le digo al objeto.Le rezo a Dios por su ayuda, y le pido por ella, por el amor de mi vida, por Juliana, y un pálpito se afincó en mi pecho.Y en mi cabeza apareció su nombre.Elena,
Roberto Ramírez.Acabé con él, con el hijo de perra de José.El Tiburón.Es una alegría de hacerle pagar como se debe pagar al que traiciona, al que roba y al que destruye lo que no le pertenece.Él se echó de muy buena onda, muy cabrón, trabajó conmigo por años. Pero, resultó ser un traidor, y es un error inaceptable.Jugar al que soy un grande siendo aliado de mis pies, no le va bien, en un abrir y cerrar de ojos el sol ya deja de alumbrarle.Sonrío, y continúo la búsqueda de Juliana, la hija del pecado, la mujer que nunca debió nacer. Sólo está de muy fresca por la vida, sin nada, su vida para mí ya no vale.La vendí, sí, y el dinero se duplicó más, vendí su corazón, y la vendí al líder de la mafia en Italia, un precio invaluable. Me llevó al éxito, sí, pero deseo más.Y la seleccionada es Elena, la niña de la mentira, la que jamás llevará un nombre real, ni un apellido que la cuide, es una mala influencia, en la que debo acabar.Soy lo único bueno que el mundo a traído a la vida,
Alessandro Cowell.Maldigo una y otra vez. Revisé toda la habitación y no consigo nada. Ni una pista de ella.Salí de la habitación y me voy a la recepción de la enfermería.Al llegar todas están reunidas conversando, aseguro que es de ella, de Elena.—¿Tienen cámaras? —inquiero con la respiración acelerada.Todas asienten.—Quiero ver qué evidencia encuentro, a Elena la pudieron haber secuestrado y nadie cuidó de ella. —les digo, y decidí colocar más presión. Usaré el poder de ser parte de la DEA. —Y si no quieren hacerlo, serán cómplices de su desaparición, soy agente de la DEA. —añado mostrándole el carnet que Roberto y el director de la DEA me dieron.Todas quedaron bocaabierta, mirándose una a otras, sé ocultan alguna información.Una de ellas se levantó. —Señor, Cowell, no puede culparnos de un hecho que no hicimos, sólo cumplimos con nuestro trabajo. — me dice en defensa con voz firme. Y me reí.Me creyó ser un pendejo.—¿Qué trabajo? Si hubieran hecho su trabajo.— me acerco a
Francesco Voncelli. Abro mis ojos, y miro a mi alrededor, veo a lo lejos una isla, veo pisar tierra.Mi cuerpo está engarrotado por el gran esfuerzo de paleadar, de sobrevivir, de pensar por ellas, por todo. Sin embargo, no me detendré en lo absoluto, no descansaré hasta no verlas a mi lado, siendo lo que somos, una familia.Respiro hondo, extiendo mis brazos sobre la madera y continúo el labor, mi objetivo por ahora es salir del mar.A las cinco horas de haber comenzado, de luchar contra la corriente, entré en zona baja, más fácil de andar. Estoy a un metro de distancia de la orilla del mar.Me bajo de la tabla de madera, inhalo y exhalo, recupero un poco de aliento y presión en mis pulmones, e inicio a nadar.A los minutos arribo a la orilla, al salir del agua, salto de la emoción, extendí mis brazos al cielo azul, al sol y agradecí.Miro hacia atrás, una imponente belleza de isla o selva está frente a mí, es un laberinto del que tendré que colocarme andar.Camino, y respiro el air