Capítulo Doce.

Alessandro Cowell.

La miré de reojo y sonreí.

Está molesta por lo frío que decidí estar, sólo por hoy.

Estoy enamorado de Elena.

—No iré. —zanjó cruzándose de brazos y fijó sus ojos al mar.

Qué delicioso perfil, una admiración de arte contemporánea.

— ¿Ah, no? — y me acerqué a ella con la expresión dura, me divierto en ello.

Amo verla de una forma que pocos no aprecian, el enojo.En mi caso, soy un monstruo al sentirlo arder por mis venas.

La coloqué a pruebas, no daría una puntada sin hilo. Le dolió la indiferencia que le apliqué, sé que el debe ser, es de esa manera, no habrá de otra, pero quiero aprovecharme de ello, de los días a su lados, a qué nivel seré capaz de llegar por amor, aunque lo esté arriesgando todo.

Inclusive la vida.

Sé que nadie me observa, soy el ángel de la guarda de Elena, es bien verlo de ese modo, a lo que realmente es.

Y a Elena le da un alivio de que sea así, pese a que la conocí hace una semana, directamente, obviando enla noche que la miré en la habitación
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