Juliana miró con ansias, con los ojos contraídos en lágrimas el reloj analógico colgado en la pared de la habitación del hotel, en el que se llevaría a cabo la ceremonia nupcial. En un par de horas se convertiría en su esposa, la aclamada señora De Voncelli, sólo de él.Su respiración subía y bajaba con rapidez, deseó que las agujas del reloj se detuvieran, que la realidad impuesta por su padre fuese una idea descabellada, que todo fuese irreal, una pesadilla. Pero no, en cada pálpito sentía la presión del tener que cumplir el propósito que jamás quiso conceder, menos con él. El pánico cubrió su delgado cuerpo; que estaba envuelto en una toalla de baño color blanco. Después de aquel día, en que fue vendida a él, al hombre que amó en su adolescencia, al mismo que en un trágico accidente acabó con su vida de modo esporádica.Porque para él jamás estará con vida, ni vivir para amarlo.El hecho de recordar la llevó a tocarse la cicatriz que traza en medio de su pecho, mientras que en su
Elena Voncelli.Hoy soy libre de ir, y de tener el placer en mis manos. Por muchos años esperé estar en el lugar que me hará ganar el deseo, y es el indiciado para el comienzo de todo.La vida no era justa conmigo, sus días estaban en contra de mí, las expectativas de la existencia son inválidas a la sed de venganza. Pero, nació lo real, lo inicial de una ardua competencia. Y no me dejaré vencer, no ésta vez.Ser Voncelli es un desafío, un riesgo, un peligro, llevar el apellido marcó mi vida, la historia de mi destino.No existe el ser bueno, sólo maldad.Veo la fotografía de mi madre abrazada con mi padre, y la ausencia de no tenerlos aquí en mí clava fuerte. Su dolor es el motivo de la razón de lo que soy, y de lo que seré por siempre.Estoy anclada a la cruel verdad, a lo que otros labios dicen de mí.Sin embargo, decidiré apostar, a dar lo mejor.Dejo de ver la fotografía, inhalo hondo y doy salida.Mi padre, Francesco Voncelli está en prisión, la deuda del pasado me arrojó a la
Elena VoncelliSolté el gatillo del arma, sin tener noción a quién apuntaba, el forcejeo entre él y yo, al sentir la bala fría adentrar a mi cadera solté un aullido de dolor, me doblé en su regazo.Él se quedó mirándome con horror de lo que había hecho. — Joder, pequeña, ¿por qué lo hiciste? — me aborda con las manos nerviosas tocando la herida. Yo sentía mi respiración irse, el dolor agudo me descolocó por completo, y sin más lo miré fijamente. — Sálvame, por favor— rogué con la voz débil y caí inconsciente.Francesco Voncelli.La llamada de Alberto alteró lo peor. El plan perfecto terminó siendo un absoluto desastre.Camino de un lado a otro con las manos en mi cabeza, en mi celda, el policía que vigila de mí me observa bajo perfil, y se posiciona en caso de alguna acción que pueda hacer.El deseo de acabar con él crece cada vez más.El policía recibe en su radio la orden de visita. Y en un sólo gesto de sus ojos lo entendí.Alberto al llegar a mi celda, soltó todo. — Roberto la e
Elena Voncelli. Apagué mi cabeza de sus razones retumbar que lo que ideé está mal. Desabroché mi sostén y lo tiré a la cama. Él aún seguía con sus ojos cubiertos y cerrados, no decía ninguna palabra. Se quedó porque sintió lo que sentí, ningún hombre lo hizo cuando estaba conmigo. Era sólo desahogo y ya.Sin embargo, con Alessandro es diferente. Él lo desea, en sus ojos, en su piel lo puedo ver. Me acerco a él a pasos lentos. Y estando frente a él, quité sus manos sobre sus ojos.— Yo…— tartamudea al verme ante él.— Tómame, ahora. — le ordeno con voz suave.— ¿Segura?— Hazlo.Tomó en sus manos mi cintura y la acercó a su boca, y comenzó a besarme.Dio con mi deseo en qué parte quiero, y cómo lo quiero.Su lengua en mi piel me llevó dejarlo todo atrás, a dar un gran nivel gusto.Se apoderó de mi cintura con su boca, pero con sus manos me estaba dando lentas acaricias en zona intima.Al sentirlo gimo de placer, tomándolo por sus cabellos. Y prosiguió en hacerme suya con su
Elena Voncelli.Desperté abrazada a él, sintiéndome diferente, protegida, con mi respiración en calma, a su ritmo normal, de una manera que jamás la sentí en mi vida.Al principio me negué a tener que traer a la realidad aquel sueño, pero la razón apagó todo y dejé hablar al corazón. Estoy experimentando una experiencia única a su lado, y sé que apenas es el comienzo de un todo. Sé que no lo conozco completamente, pero el corazón sí, en mí percibo de conocerlo toda una vida, como si Dios lo encomendó sólo para mí. Aunque en mi cabeza están las razones que no deseo escuchar, ni las haré.En mis pensamientos apunta a dejarlo, a irme al lugar en el que estaba presa día y noche, en realidad, no tenía vida allí, pese a que mi padre me decía."Allí estarás a salvo, hija. Confía en mí"Un hecho que en mí no procedía a tener, la había arropado la duda, el dolor, y más la muerte de mamá.El modo de ser de Alessandro es atractivo, aventurero, es… ¿me enamoré?Me sonrojé al preguntarlo interna
Alessandro Cowell.La invitación a viajar a las mejores playas del mundo, es un lujo. Nunca en mi vida viví una vida llena de dinero, de comida, de ropa, de todo que quiera. Crecí un barrio llamado “La muerte” aquí en Colombia, mi madre vendía empanadas en las calles, y mi padre era un adicto al alcohol. Éramos escasos en todo, jamás llegué a tener nada, lo poco que mi madre Esmeralda me daba, mi padre Octavio lo destruyó en sus peleas.No crecí en cuna de oro, por la razón que conocí al camino fácil, el mismo que conllevó a cometer delitos, tras delitos, creando un peligroso expediente. Me involucré con los mayores narcotraficantes para la entrega de mercancías, ajustar cuentas con los deudores que hoy en día son cadáveres. Duré muchísimos años en ello, envuelto en la mafia, pero en una perdí todo, y caí en manos de la justicia.Pasé diez años en la cárcel, intentando salvarme de todo, enfrentarme a grandes y peores hombres que yo, sus acciones eran múltiples y pesadas que las mías
Francesco Voncelli.—No lo quería hacer, Alberto. Pero él muy desgraciado, hijo de perra me amenazó con matarla. —le digo a Alberto. Y me llevo las manos a la cabeza.—La vendiste al diablo. —anuncia él y sé lo dice y por qué lo dice.—La mandé al infierno en una firma, Alberto…— vocifero dolido.—Y sí, porque hoy Elena ya no está en Colombia. — suelta él mostrándome fotografías de mi hija en una sala de un aeropuerto. — Recibí la información por la mañana. —agrega mirándome.Tomé las fotografías y las comencé a ver, y el corazón se partió en pedazos.Mi niña…En una está sola, y otra está al lado de un hombre.—¿Quién es él? —le pregunto Alberto señalándolo en la fotografía.Alberto suspira.Y yo me alerto.—Lo llaman “El tigre” trabajó por años contigo en un buen momento muy atrás en Italia, ahora es un aliado de Roberto. —saca un sobre blanco de su maletín.— Aquí está su expediente.— dice extendiéndome el sobre.Lo tomé enseguida y lo comencé a leer el documento del sobre.—Su nomb
Alessandro Cowell.Y al fin llegamos a Cancún, y la buena vibra del ambiente nos embargó. En el aterrizaje todo fue chiste, el miedo me invadió y Elena aprovechó, tomó mi celular y grabó.Nos reímos al ver el vídeo, yo gritando como un demente, pidiendo auxilio y ella riéndose a carcajadas.—Qué divino hotel, Ale. —dice con la boca entreabierta. — Es ideal.—Bienvenida a Cancún, y a la suite más exquisita del lugar. —anuncio como un promotor de turistas. Y Elena se ríe. —Vivirás la mejor experiencia de la mano de expertos….Me empuja. —Cállate, que nos sacarán de aquí a patadas. —dice sonriéndole a las personas que nos veían mientras caminaban.—Ay, no, pues, qué molleja. —digo mirándola colocándome las manos en mi cintura.Elena se ríe. — ¿Hablas maracucho? —inquiere un poco cohibida.—Para usted. —le un gesto de reverencia. — Sé hablar en todos los idiomas y acentos del mundo.Elena se sonroja con una sonrisa. Su expresión es hermosa.—Eres un bilingüe… — dice mirándome.—Lo que qui