Elena Voncelli
Solté el gatillo del arma, sin tener noción a quién apuntaba, el forcejeo entre él y yo, al sentir la bala fría adentrar a mi cadera solté un aullido de dolor, me doblé en su regazo.Él se quedó mirándome con horror de lo que había hecho. — Joder, pequeña, ¿por qué lo hiciste? — me aborda con las manos nerviosas tocando la herida.Yo sentía mi respiración irse, el dolor agudo me descolocó por completo, y sin más lo miré fijamente. — Sálvame, por favor— rogué con la voz débil y caí inconsciente.Francesco Voncelli.La llamada de Alberto alteró lo peor. El plan perfecto terminó siendo un absoluto desastre.Camino de un lado a otro con las manos en mi cabeza, en mi celda, el policía que vigila de mí me observa bajo perfil, y se posiciona en caso de alguna acción que pueda hacer.El deseo de acabar con él crece cada vez más.El policía recibe en su radio la orden de visita. Y en un sólo gesto de sus ojos lo entendí.Alberto al llegar a mi celda, soltó todo. — Roberto la encontró.—No es posible, Alberto. Elena no debió estar ahí, no lo debió…—solté airado mirando Alberto con los ojos fuera de sí.Un nudo en la garganta se apodera de mí.Mi niña bonita...— Voncelli, está jugando con fuego. Roberto enfocó cada punto para atacar, la vida de Elena está en peligro…— Me advierte Alberto mirándome con preocupación con las manos en los bolsillos de su pantalón.Es mi hija, el único ser que me quedó en el mundo. Y Roberto quiere cobrar venganza por lo que le hice, como lo hizo con Juliana, mi esposa.— Lo sé, Alberto. Elena no está en el deber de buscar la salida. —respiré hondo, debo conservar la calma. — Ella no… qué razón tendría para escapar… —inquiero acercándome a mi amigo. Los ojos se me llenan de lágrimas.Huir del lugar que acomodé para tenerla a salvo, es una daga lanzada al corazón.— La razón está a la vista, Elena no cree en ti. Su huida da a entender que permanece la duda de lo que dices, en fin, busca la verdad que no es verdad. —expresa Alberto viéndolo desde una perspectiva que revienta en mi corazón. Y escucharlo decirlo con certeza quiebra en mí.Una lágrima rueda por mi mejilla. El antojo de comérmelo vivo me embarga aún más.— Es así, amigo. — continua diciéndome. — Los aliados de Roberto dieron señal de datos de todo, incluso el plan que se usó para salvarla quedó en evidencia que es una mentira de lo que dicen ser que eres, o mejor dicho, de lo que le dices a Elena ser. —Aseguró Alberto con los ojos con cautela, no es fácil para él decirme todo aquello. Y lo sé, el alma se me retuerce en dolor.— Su equipo encubierto realizó el sabotaje para darle cabida al escape de Elena, uno de ellos sabían quienes somos, y a qué íbamos…— continúa diciéndome.Solté una maldición dándole un fuerte golpe a la pared. Alberto se acercó a mí tiende su mano en mi hombro. — Francesco…— dice con la voz caída.Es una guerra de años, y que cada vez es desesperante.— Es hora de actuar contra todo pronóstico , la vida de Elena está en juego, pero sobre todo su corazón, Elena conoce de lo que es verdad, sin embargo de él me espero lo peor, por su culpa Juliana nunca despertó… mató a su hija. —cierro mis ojos, y una lágrima brota. — Y lo hará con Elena.— Y es ahora, un minuto más y Elena es parte de Roberto Ramírez. —sentencia Alberto.Alessandro Cowell.El corazón golpeó fuerte en mí al decirme aquello, dolió en lo más profundo de mi alma.Enseguida la cargué en mi hombro, tomé mi bolso. —Te salvaré, mi princesa. — susurré en su oído y besé sus labios fríos.Todo era un caotico encuentro de enemigos en el casino, el sonidos de los disparos era perturbador, todo el lugar estaba destruido, miré con cautela cada rincón, tenía a la pieza, al corazón que buscan, a la mujer que me enamoró desde aquella que la ví por la ventana llorando con fotografía en sus manos pegada a su pecho.Y ahora que salvaré.Sé que no puedo decirlo, ni hacerlo, pero de una forma Elena Cooper será mía.Al salir del casino corrí al estacionamiento del lugar, de repente una camioneta negra se estampó frente de mí y rápidamente hombres apuntado con sus rifles.—Suéltala, idiota. —me exige un hombre, pareciendo familiar su perfil.Se acerca a mí.Pero de inmediato, he sido respaldado, y agradecí por ello.Y el enfrentamiento comenzó.Sin embargo, yo me esquivé de cada hombre, soltaba golpes como podía, sin lastimarla.Y de un pasó abordé a mi auto, le quité el seguro, la acosté, y arranqué al subirme.Elena Voncelli.Un mal recuerdo me despierta de golpe, su muerte me azotó otra vez. Mi pecho sube y baja en una acelerada respiración, mi piel bañada en sudor, mis ojos llenos de lágrimas.La extraño.Puedo sentir en mis oídos sus gritos desgarradores, erizándome, el miedo a perderla se apoderó de mi cuerpo, su sangre corría por mis manos, sus ojos mirándome en un ahogo de dolor, intenté en darle lo que podía, pedí a gritos auxilio; pero el silencio de la noche era mi respuesta.Lloro por ella, sé que no debí insistir en ir, sin embargo, no conocía nada de lo que sucedía, hasta que lo vi a él, a mi padre, tras las rejas por múltiples delitos que desconocí hasta ese momento.Yo lo admiraba, él nunca dio razón de dudar de lo que es. Pero, una probabilidad de culpabilidad lo involucra a todo.Poco a poco, el creer en él se apagó en cada día que transcurría, estando sola en mi habitación, a pesar de que lo visité, ya no era lo mismo.Jamás le di a entender lo que me ocurría, decidí no hacerlo por salvarme. Pensé que al expresarlo me convertiría en su enemiga, y acabaría como mi madre, Juliana.A veces divago en lo que un día fue, vivir una vida feliz, estar bajo sus brazos y sentir su calor, amor. Añoro esos momentos que nunca volverán.Ahora estoy a la deriva de un altamar de versiones, y todo apunta al hombre que rige el país.Roberto Ramírez.No conozco el motivo en el que me involucran a él, no he llegado. Pero, si sé que en mi corazón está una razón.Antes que él me salvara, tenía otro pensar, su acción a mí lo cambió completamente.Y de pronto la puerta se abre.Es él.— ¿Estás bien? — inquiere al entrar a la habitación mirándome de pies a cabeza.Llevaba puesto un short de pijama color azul marino una camisa de tirante color blanco. Su físico a mis ojos es irreconocible, sus brazos agrandados por músculos trabajados, su abdomen rígido, su piel bronceada, es un completo manjar.En sus manos está mi desayuno, pero no fijo en ello. Lo observo directo a los ojos. — Gracias por lo de anoche, me salvaste…— digo con voz baja, adormilada aún.Y él sonríe. —No me agradezca, pero sí, lo importante es que estás a salvo. — comenta sentándose a mi lado. Y el olor de su jabón llegó a mí, y sentí dentro una sensación.Sin embargo, decidí ignorarla. No daría más a las hormonas, con lo de anoche fue suficiente. Aunque sus ojos fijos en mí me eriza.Y proseguí en conocerlo más. — Tu nombre…— inquiero juntando mis manos con mis piernas.— Oh, sí. Alessandro Cowell — dice extendiendo su mano derecha con una sonrisa.Qué nombre, escucharlo me recordó un momento, pero al instante se distorsiona en mi cabeza. — ¿Eres italiano? — pregunté de inmediato.Él se echó a reír. — No, soy colombiano, mi padre lo es. — dice sonreído.Y verlo decir aquello me llevo a él, a Francesco Voncelli, mi padre. Contraje mis labios.Alessandro frunció el ceño al notar mi reacción. — ¿Todo bien?Asentí, y en minutos desayuné con la cabeza vuelta un rollo mientras él me explicaba lo de la herida y el resposo que debía guardar.Él continuó hablando de temas triviales, en veces reía con él, en otras lo miré con desagrado.Su atención atraía mucho en mí.Después que culminé de comer, decidí asearme un poco, y dormí un par de horas más, me levanté habiendo olvidado que estoy sólo con mi ropa interior y en un lugar que no es mío.Al verlo de verme de arriba abajo me miré.Dios mío, me sonrojé.Alessandro soltó gesto de asombro. — Tranquila no veo nada. — y cubrió sus ojos con sus manos.Yo reí de la vergüenza. Pero, saber que él está aquí, lo intensifica todo.Elena Voncelli. Apagué mi cabeza de sus razones retumbar que lo que ideé está mal. Desabroché mi sostén y lo tiré a la cama. Él aún seguía con sus ojos cubiertos y cerrados, no decía ninguna palabra. Se quedó porque sintió lo que sentí, ningún hombre lo hizo cuando estaba conmigo. Era sólo desahogo y ya.Sin embargo, con Alessandro es diferente. Él lo desea, en sus ojos, en su piel lo puedo ver. Me acerco a él a pasos lentos. Y estando frente a él, quité sus manos sobre sus ojos.— Yo…— tartamudea al verme ante él.— Tómame, ahora. — le ordeno con voz suave.— ¿Segura?— Hazlo.Tomó en sus manos mi cintura y la acercó a su boca, y comenzó a besarme.Dio con mi deseo en qué parte quiero, y cómo lo quiero.Su lengua en mi piel me llevó dejarlo todo atrás, a dar un gran nivel gusto.Se apoderó de mi cintura con su boca, pero con sus manos me estaba dando lentas acaricias en zona intima.Al sentirlo gimo de placer, tomándolo por sus cabellos. Y prosiguió en hacerme suya con su
Elena Voncelli.Desperté abrazada a él, sintiéndome diferente, protegida, con mi respiración en calma, a su ritmo normal, de una manera que jamás la sentí en mi vida.Al principio me negué a tener que traer a la realidad aquel sueño, pero la razón apagó todo y dejé hablar al corazón. Estoy experimentando una experiencia única a su lado, y sé que apenas es el comienzo de un todo. Sé que no lo conozco completamente, pero el corazón sí, en mí percibo de conocerlo toda una vida, como si Dios lo encomendó sólo para mí. Aunque en mi cabeza están las razones que no deseo escuchar, ni las haré.En mis pensamientos apunta a dejarlo, a irme al lugar en el que estaba presa día y noche, en realidad, no tenía vida allí, pese a que mi padre me decía."Allí estarás a salvo, hija. Confía en mí"Un hecho que en mí no procedía a tener, la había arropado la duda, el dolor, y más la muerte de mamá.El modo de ser de Alessandro es atractivo, aventurero, es… ¿me enamoré?Me sonrojé al preguntarlo interna
Alessandro Cowell.La invitación a viajar a las mejores playas del mundo, es un lujo. Nunca en mi vida viví una vida llena de dinero, de comida, de ropa, de todo que quiera. Crecí un barrio llamado “La muerte” aquí en Colombia, mi madre vendía empanadas en las calles, y mi padre era un adicto al alcohol. Éramos escasos en todo, jamás llegué a tener nada, lo poco que mi madre Esmeralda me daba, mi padre Octavio lo destruyó en sus peleas.No crecí en cuna de oro, por la razón que conocí al camino fácil, el mismo que conllevó a cometer delitos, tras delitos, creando un peligroso expediente. Me involucré con los mayores narcotraficantes para la entrega de mercancías, ajustar cuentas con los deudores que hoy en día son cadáveres. Duré muchísimos años en ello, envuelto en la mafia, pero en una perdí todo, y caí en manos de la justicia.Pasé diez años en la cárcel, intentando salvarme de todo, enfrentarme a grandes y peores hombres que yo, sus acciones eran múltiples y pesadas que las mías
Francesco Voncelli.—No lo quería hacer, Alberto. Pero él muy desgraciado, hijo de perra me amenazó con matarla. —le digo a Alberto. Y me llevo las manos a la cabeza.—La vendiste al diablo. —anuncia él y sé lo dice y por qué lo dice.—La mandé al infierno en una firma, Alberto…— vocifero dolido.—Y sí, porque hoy Elena ya no está en Colombia. — suelta él mostrándome fotografías de mi hija en una sala de un aeropuerto. — Recibí la información por la mañana. —agrega mirándome.Tomé las fotografías y las comencé a ver, y el corazón se partió en pedazos.Mi niña…En una está sola, y otra está al lado de un hombre.—¿Quién es él? —le pregunto Alberto señalándolo en la fotografía.Alberto suspira.Y yo me alerto.—Lo llaman “El tigre” trabajó por años contigo en un buen momento muy atrás en Italia, ahora es un aliado de Roberto. —saca un sobre blanco de su maletín.— Aquí está su expediente.— dice extendiéndome el sobre.Lo tomé enseguida y lo comencé a leer el documento del sobre.—Su nomb
Alessandro Cowell.Y al fin llegamos a Cancún, y la buena vibra del ambiente nos embargó. En el aterrizaje todo fue chiste, el miedo me invadió y Elena aprovechó, tomó mi celular y grabó.Nos reímos al ver el vídeo, yo gritando como un demente, pidiendo auxilio y ella riéndose a carcajadas.—Qué divino hotel, Ale. —dice con la boca entreabierta. — Es ideal.—Bienvenida a Cancún, y a la suite más exquisita del lugar. —anuncio como un promotor de turistas. Y Elena se ríe. —Vivirás la mejor experiencia de la mano de expertos….Me empuja. —Cállate, que nos sacarán de aquí a patadas. —dice sonriéndole a las personas que nos veían mientras caminaban.—Ay, no, pues, qué molleja. —digo mirándola colocándome las manos en mi cintura.Elena se ríe. — ¿Hablas maracucho? —inquiere un poco cohibida.—Para usted. —le un gesto de reverencia. — Sé hablar en todos los idiomas y acentos del mundo.Elena se sonroja con una sonrisa. Su expresión es hermosa.—Eres un bilingüe… — dice mirándome.—Lo que qui
Alessandro Cowell.El aliento expiró de mí.El oscuro pasado llegó en el equivocado momento, y al lado de la persona menos indicada.Elena.— ¿Diego Torres, eres tú? —volvió a insistir él, al hombre que jamás deseé en la vida.Elena me miró con los ojos entrecerrados, confundida. Está esperando por mí reacción.No puede conocer mi verdadera identidad, no.Y él me tomó por el hombro, y me volteó de un solo jalón. Me miró, y agrandó sus ojos.Oh, por Dios, no.Estoy a espalda de ella.—Señor, está usted equivocado. —digo en un acento desconocido, es para despistar, y me quedé mirándolo con la frente arrugada.—Oh, perdón. —le sonríe a Elena. — Te asimilé a un viejo amigo. — dice él tendiéndome la mano. — Pensé que eras…—Pues, como ves, no lo soy. —contesto interrumpiéndolo y dándole una mala mirada.Él conoce que sí lo soy, pero sé está colando el muy cabrón.—Ah, sí. —dice y tiró sus ojos a Elena. — ¿Usted es? —le pregunta dándose un paso más delante de mí.—Mi novia. —zanjé con los d
Elena Voncelli.Me desperté a unos minutos de llegar al hotel en el que nos estábamos hospedando. Y él me tomó de la mano y la lleva a sus labios, y la besa.—Qué delicioso duermes, Elena…— expresó mirándome con los ojos llenos de brillo.Pero, me frené.¿Me llamó Elena?¿Cómo conoce mi nombre?Todo en mí cabeza está hecho revoltijo.Lo miré con los ojos entrecerrados. — ¿Cómo conoces mi nombre? — pregunto. — Creo no habértelo dicho. —declaro.Y sí, yo poco digo mi nombre. Porque la mayoría del mundo me conoce.Soy la hija del líder de la mafia de Italia.Es imposible que nadie pueda reconocerme, salí en pantallas por meses, y lo peor, en las secciones de noticias de sucesos.En sí, quedé tachada como una oveja negra.Alessandro sonrió y me da un apretón de mano. —Te vi en las noticias, es inevitable no conocerte. —aclara, y me desplomó.Conocía la verdad, y aún está a mi lado. ¿Por qué no se alejó de mí?¿Por qué está aquí sabiendo lo que soy?Asentí con el corazón comprimido.Pero
Alessandro Cowell.El peso de la misión sobre cae en mi y me hiere en el corazón. La presión de amarla a todo dar me golpea en lo más profundo de mi ser. Y duele no poder hacerlo con toda la libertad.La veía dormir en mi pecho desnudo, abrazada a mi, su respiración en calma, su corazón latiendo con amor y paz, en sus labios se formó una sonrisa de felicidad.Verlo es tener en cuenta que he dado lo mejor de mí y está dando buenos resultados.La veo y no puedo evitar no enamorarme de ella, no puedo arrancarla de mi corazón, de mi cabeza. Quisiera imaginar que nada es real, que sólo es producto de mi imaginación; pero no, es real como el aire que respiro.Es bella, dulce, sensual, cálida, divina, es sólo ella. Y sé que el día en el que la deba entregar a Joseph, su abuelo, no quiero dejarla ir de mi lado.Sería mi último día de vida.Daría la vida por Elena, sé que es muy prematuro sentirme de una manera no ideada, no planeada, sin embargo, se siente más de lo que se espera, me lleva m