Verónica Wilson (La impostora)No, Elena no puede asesinarlo.Es hijo de mi jefa, y debo salvarlo a él.No sé cómo disimular delante de él, está feliz, con el corazón inflado de orgullo, Elena actuó de la manera más rápida posible.Debo hacer algo ya.— Es una fiera la niña, ¿no crees?— me dice él mirándola salir en la camioneta a toda una velocidad.— No lo creo, Roberto, la acabas de cagar, Diego conoce las intenciones y los planes que tienes con ella, y si Elena lo consigue será el fin de todo. — zanjé mirándolo de mala manera. — Debiste decir lo que te dije, que un robo, Elena ama a Diego. — le espeté ardida.Él niega con la cabeza. — No lo creo, mija, estás fuera de órbita, Elena es más pendeja de lo que crees, no podrá, además Diego jamás sabrá la libertad que le prometí dar, sólo lo usé, y ahora es perseguido por la DEA. — se sonrié y acerca más a mi. — con el mismo destino con que acabó a Francesco Voncelli. — me asegura él y se da la vuelta y gira, y entra a la casa.Yo niego
Verónica Wilson.No, Dios mío.Roberto Ramirez nos había descubierto, y de lo peor, miró a Juliana, a Francesco, a todos con los ojos aterrorizados, la vida de Elena está en su fin, y si no llegamos a tiempo, será demasiado tarde.—Di una palabra, Verónica, ¿qué te dijo Isabel? — me aborda Juliana acercándose a mi.Niego con la cabeza, todos están a la espera de lo que diré. — Roberto descubrió a Isabel, la encontró con el celular en la mano, en la llamada que me acaba de hacer, la estaba amenazando, ya no tenemos tiempo de que perder, no más, iremos a atacar. —sugiero de inmadiato.— Claro que no, debemos ir por Elena, ya no está la señal de Isabel, debemos encontrarla como ha de lugar. — objeta Francesco mirándome con determinación.Asiento, Juliana se coloca nerviosa, todos atentos a lo que se nos viene. Es momento de actuar.Roberto Ramirez.Ay, pobre de Elena, no conoce en qué manos cayó rendidamente. Sonrío internamente.No ha dejado de llorar, de quejarse, de decir que lo lamen
Elena Cooper.No, no es cierto lo que él me está diciendo.—¿Matarme? — inquiero en un hilo de voz, sin aliento en mí.Caí, caí en lo que él me dijo que no debía caer.—Oh, sí, como lo escuchaste. — me afirma con la voz determinante.Y lo observo aterrorizada.—No... tú no puedes hacerlo. Soy de tu sangre, soy la única persona que te queda en el mundo, no puedes hacerlo, abuelo. — le reclamo mirándolo fijamente a él.Él se echó a reír.—Oh, pero qué mala cabeza tienes, Elena, tienes toda la información más errónea de mí. — me explica acercándose más, y un frío aterrador recorre por mi cuerpo.—Eres lo que me dijo él...— suelto en voz débil, dando un paso atrás, colocándome a la defensiva.Mi corazón palpita erraticamente, con un pánico que me desarma.—¿Quién? ¿El cabrón del que te enamoraste? ¿Al hombre que le abriste las piernas mientras se llenaba los bolsillos de dinero por tenerte y llevarte al matadero? — comienza a decirme subiendo el tono de voz fuerte.Asiento sin dejar de mi
Juliana miró con ansias, con los ojos contraídos en lágrimas el reloj analógico colgado en la pared de la habitación del hotel, en el que se llevaría a cabo la ceremonia nupcial. En un par de horas se convertiría en su esposa, la aclamada señora De Voncelli, sólo de él.Su respiración subía y bajaba con rapidez, deseó que las agujas del reloj se detuvieran, que la realidad impuesta por su padre fuese una idea descabellada, que todo fuese irreal, una pesadilla. Pero no, en cada pálpito sentía la presión del tener que cumplir el propósito que jamás quiso conceder, menos con él. El pánico cubrió su delgado cuerpo; que estaba envuelto en una toalla de baño color blanco. Después de aquel día, en que fue vendida a él, al hombre que amó en su adolescencia, al mismo que en un trágico accidente acabó con su vida de modo esporádica.Porque para él jamás estará con vida, ni vivir para amarlo.El hecho de recordar la llevó a tocarse la cicatriz que traza en medio de su pecho, mientras que en su
Elena Voncelli.Hoy soy libre de ir, y de tener el placer en mis manos. Por muchos años esperé estar en el lugar que me hará ganar el deseo, y es el indiciado para el comienzo de todo.La vida no era justa conmigo, sus días estaban en contra de mí, las expectativas de la existencia son inválidas a la sed de venganza. Pero, nació lo real, lo inicial de una ardua competencia. Y no me dejaré vencer, no ésta vez.Ser Voncelli es un desafío, un riesgo, un peligro, llevar el apellido marcó mi vida, la historia de mi destino.No existe el ser bueno, sólo maldad.Veo la fotografía de mi madre abrazada con mi padre, y la ausencia de no tenerlos aquí en mí clava fuerte. Su dolor es el motivo de la razón de lo que soy, y de lo que seré por siempre.Estoy anclada a la cruel verdad, a lo que otros labios dicen de mí.Sin embargo, decidiré apostar, a dar lo mejor.Dejo de ver la fotografía, inhalo hondo y doy salida.Mi padre, Francesco Voncelli está en prisión, la deuda del pasado me arrojó a la
Elena VoncelliSolté el gatillo del arma, sin tener noción a quién apuntaba, el forcejeo entre él y yo, al sentir la bala fría adentrar a mi cadera solté un aullido de dolor, me doblé en su regazo.Él se quedó mirándome con horror de lo que había hecho. — Joder, pequeña, ¿por qué lo hiciste? — me aborda con las manos nerviosas tocando la herida. Yo sentía mi respiración irse, el dolor agudo me descolocó por completo, y sin más lo miré fijamente. — Sálvame, por favor— rogué con la voz débil y caí inconsciente.Francesco Voncelli.La llamada de Alberto alteró lo peor. El plan perfecto terminó siendo un absoluto desastre.Camino de un lado a otro con las manos en mi cabeza, en mi celda, el policía que vigila de mí me observa bajo perfil, y se posiciona en caso de alguna acción que pueda hacer.El deseo de acabar con él crece cada vez más.El policía recibe en su radio la orden de visita. Y en un sólo gesto de sus ojos lo entendí.Alberto al llegar a mi celda, soltó todo. — Roberto la e
Elena Voncelli. Apagué mi cabeza de sus razones retumbar que lo que ideé está mal. Desabroché mi sostén y lo tiré a la cama. Él aún seguía con sus ojos cubiertos y cerrados, no decía ninguna palabra. Se quedó porque sintió lo que sentí, ningún hombre lo hizo cuando estaba conmigo. Era sólo desahogo y ya.Sin embargo, con Alessandro es diferente. Él lo desea, en sus ojos, en su piel lo puedo ver. Me acerco a él a pasos lentos. Y estando frente a él, quité sus manos sobre sus ojos.— Yo…— tartamudea al verme ante él.— Tómame, ahora. — le ordeno con voz suave.— ¿Segura?— Hazlo.Tomó en sus manos mi cintura y la acercó a su boca, y comenzó a besarme.Dio con mi deseo en qué parte quiero, y cómo lo quiero.Su lengua en mi piel me llevó dejarlo todo atrás, a dar un gran nivel gusto.Se apoderó de mi cintura con su boca, pero con sus manos me estaba dando lentas acaricias en zona intima.Al sentirlo gimo de placer, tomándolo por sus cabellos. Y prosiguió en hacerme suya con su
Elena Voncelli.Desperté abrazada a él, sintiéndome diferente, protegida, con mi respiración en calma, a su ritmo normal, de una manera que jamás la sentí en mi vida.Al principio me negué a tener que traer a la realidad aquel sueño, pero la razón apagó todo y dejé hablar al corazón. Estoy experimentando una experiencia única a su lado, y sé que apenas es el comienzo de un todo. Sé que no lo conozco completamente, pero el corazón sí, en mí percibo de conocerlo toda una vida, como si Dios lo encomendó sólo para mí. Aunque en mi cabeza están las razones que no deseo escuchar, ni las haré.En mis pensamientos apunta a dejarlo, a irme al lugar en el que estaba presa día y noche, en realidad, no tenía vida allí, pese a que mi padre me decía."Allí estarás a salvo, hija. Confía en mí"Un hecho que en mí no procedía a tener, la había arropado la duda, el dolor, y más la muerte de mamá.El modo de ser de Alessandro es atractivo, aventurero, es… ¿me enamoré?Me sonrojé al preguntarlo interna