Alessandro Cowell.La invitación a viajar a las mejores playas del mundo, es un lujo. Nunca en mi vida viví una vida llena de dinero, de comida, de ropa, de todo que quiera. Crecí un barrio llamado “La muerte” aquí en Colombia, mi madre vendía empanadas en las calles, y mi padre era un adicto al alcohol. Éramos escasos en todo, jamás llegué a tener nada, lo poco que mi madre Esmeralda me daba, mi padre Octavio lo destruyó en sus peleas.No crecí en cuna de oro, por la razón que conocí al camino fácil, el mismo que conllevó a cometer delitos, tras delitos, creando un peligroso expediente. Me involucré con los mayores narcotraficantes para la entrega de mercancías, ajustar cuentas con los deudores que hoy en día son cadáveres. Duré muchísimos años en ello, envuelto en la mafia, pero en una perdí todo, y caí en manos de la justicia.Pasé diez años en la cárcel, intentando salvarme de todo, enfrentarme a grandes y peores hombres que yo, sus acciones eran múltiples y pesadas que las mías
Francesco Voncelli.—No lo quería hacer, Alberto. Pero él muy desgraciado, hijo de perra me amenazó con matarla. —le digo a Alberto. Y me llevo las manos a la cabeza.—La vendiste al diablo. —anuncia él y sé lo dice y por qué lo dice.—La mandé al infierno en una firma, Alberto…— vocifero dolido.—Y sí, porque hoy Elena ya no está en Colombia. — suelta él mostrándome fotografías de mi hija en una sala de un aeropuerto. — Recibí la información por la mañana. —agrega mirándome.Tomé las fotografías y las comencé a ver, y el corazón se partió en pedazos.Mi niña…En una está sola, y otra está al lado de un hombre.—¿Quién es él? —le pregunto Alberto señalándolo en la fotografía.Alberto suspira.Y yo me alerto.—Lo llaman “El tigre” trabajó por años contigo en un buen momento muy atrás en Italia, ahora es un aliado de Roberto. —saca un sobre blanco de su maletín.— Aquí está su expediente.— dice extendiéndome el sobre.Lo tomé enseguida y lo comencé a leer el documento del sobre.—Su nomb
Alessandro Cowell.Y al fin llegamos a Cancún, y la buena vibra del ambiente nos embargó. En el aterrizaje todo fue chiste, el miedo me invadió y Elena aprovechó, tomó mi celular y grabó.Nos reímos al ver el vídeo, yo gritando como un demente, pidiendo auxilio y ella riéndose a carcajadas.—Qué divino hotel, Ale. —dice con la boca entreabierta. — Es ideal.—Bienvenida a Cancún, y a la suite más exquisita del lugar. —anuncio como un promotor de turistas. Y Elena se ríe. —Vivirás la mejor experiencia de la mano de expertos….Me empuja. —Cállate, que nos sacarán de aquí a patadas. —dice sonriéndole a las personas que nos veían mientras caminaban.—Ay, no, pues, qué molleja. —digo mirándola colocándome las manos en mi cintura.Elena se ríe. — ¿Hablas maracucho? —inquiere un poco cohibida.—Para usted. —le un gesto de reverencia. — Sé hablar en todos los idiomas y acentos del mundo.Elena se sonroja con una sonrisa. Su expresión es hermosa.—Eres un bilingüe… — dice mirándome.—Lo que qui
Alessandro Cowell.El aliento expiró de mí.El oscuro pasado llegó en el equivocado momento, y al lado de la persona menos indicada.Elena.— ¿Diego Torres, eres tú? —volvió a insistir él, al hombre que jamás deseé en la vida.Elena me miró con los ojos entrecerrados, confundida. Está esperando por mí reacción.No puede conocer mi verdadera identidad, no.Y él me tomó por el hombro, y me volteó de un solo jalón. Me miró, y agrandó sus ojos.Oh, por Dios, no.Estoy a espalda de ella.—Señor, está usted equivocado. —digo en un acento desconocido, es para despistar, y me quedé mirándolo con la frente arrugada.—Oh, perdón. —le sonríe a Elena. — Te asimilé a un viejo amigo. — dice él tendiéndome la mano. — Pensé que eras…—Pues, como ves, no lo soy. —contesto interrumpiéndolo y dándole una mala mirada.Él conoce que sí lo soy, pero sé está colando el muy cabrón.—Ah, sí. —dice y tiró sus ojos a Elena. — ¿Usted es? —le pregunta dándose un paso más delante de mí.—Mi novia. —zanjé con los d
Elena Voncelli.Me desperté a unos minutos de llegar al hotel en el que nos estábamos hospedando. Y él me tomó de la mano y la lleva a sus labios, y la besa.—Qué delicioso duermes, Elena…— expresó mirándome con los ojos llenos de brillo.Pero, me frené.¿Me llamó Elena?¿Cómo conoce mi nombre?Todo en mí cabeza está hecho revoltijo.Lo miré con los ojos entrecerrados. — ¿Cómo conoces mi nombre? — pregunto. — Creo no habértelo dicho. —declaro.Y sí, yo poco digo mi nombre. Porque la mayoría del mundo me conoce.Soy la hija del líder de la mafia de Italia.Es imposible que nadie pueda reconocerme, salí en pantallas por meses, y lo peor, en las secciones de noticias de sucesos.En sí, quedé tachada como una oveja negra.Alessandro sonrió y me da un apretón de mano. —Te vi en las noticias, es inevitable no conocerte. —aclara, y me desplomó.Conocía la verdad, y aún está a mi lado. ¿Por qué no se alejó de mí?¿Por qué está aquí sabiendo lo que soy?Asentí con el corazón comprimido.Pero
Alessandro Cowell.El peso de la misión sobre cae en mi y me hiere en el corazón. La presión de amarla a todo dar me golpea en lo más profundo de mi ser. Y duele no poder hacerlo con toda la libertad.La veía dormir en mi pecho desnudo, abrazada a mi, su respiración en calma, su corazón latiendo con amor y paz, en sus labios se formó una sonrisa de felicidad.Verlo es tener en cuenta que he dado lo mejor de mí y está dando buenos resultados.La veo y no puedo evitar no enamorarme de ella, no puedo arrancarla de mi corazón, de mi cabeza. Quisiera imaginar que nada es real, que sólo es producto de mi imaginación; pero no, es real como el aire que respiro.Es bella, dulce, sensual, cálida, divina, es sólo ella. Y sé que el día en el que la deba entregar a Joseph, su abuelo, no quiero dejarla ir de mi lado.Sería mi último día de vida.Daría la vida por Elena, sé que es muy prematuro sentirme de una manera no ideada, no planeada, sin embargo, se siente más de lo que se espera, me lleva m
Roberto Ramírez. Estar al lado de mi coneja es tocar cielo, es hablar con Dios.La muy condenada me da en el punto en el que quiero, me deja ser toda una bestia, le agrada lo salvaje y duro que puedo serlo.La edad no me complica a nada, no hay mal que por mí no venga, ni nada que una pastilla no cure.La aspirina del placer.Y soy prueba de ello.Le doy con dureza por detrás, tomándola del pelo, y dándole nalgadas, gruño por la excitación, la coneja gime con placer y pide más.Le encanta que le dé con rudeza, entre más duro sea mejor se goza, es la finalidad del buen sexo, es una buena mujer para tener sexo.No es como Eva, toda encapotada, muy pesada, fría, ni un dedo movía, se ponía toda nerviosa y con unos dramas estúpidos, un infierno viví al lado de ella, no sirvió para nada, sólo me dejó una niña que al crecer me traicionó.Pero las oportunidades existen, y la coneja es una.Su visita a mi oficina es una delicia, es un escape de la rutina.Ricardo entró sin avisar, al vernos s
Alessandro Cowell.La miré de reojo y sonreí.Está molesta por lo frío que decidí estar, sólo por hoy.Estoy enamorado de Elena.—No iré. —zanjó cruzándose de brazos y fijó sus ojos al mar.Qué delicioso perfil, una admiración de arte contemporánea.— ¿Ah, no? — y me acerqué a ella con la expresión dura, me divierto en ello.Amo verla de una forma que pocos no aprecian, el enojo.En mi caso, soy un monstruo al sentirlo arder por mis venas.La coloqué a pruebas, no daría una puntada sin hilo. Le dolió la indiferencia que le apliqué, sé que el debe ser, es de esa manera, no habrá de otra, pero quiero aprovecharme de ello, de los días a su lados, a qué nivel seré capaz de llegar por amor, aunque lo esté arriesgando todo.Inclusive la vida.Sé que nadie me observa, soy el ángel de la guarda de Elena, es bien verlo de ese modo, a lo que realmente es.Y a Elena le da un alivio de que sea así, pese a que la conocí hace una semana, directamente, obviando enla noche que la miré en la habitación