Francesco Voncelli.Me sumerjo y emerjo del agua, mi piel se arruga, mi cuerpo duele de lo mucho que intentado nadar, pero la presión de la corriente es muy fuerte, doy un paso hacia adelante y retrocedo dos.Pero un objeto pesado golpea contra mi, lo miré y la vida volvió a sonreírme.Inhalo y exhalo, poco a poco me acerqué al pedazo de madera que flota en el agua, extiendo mi mano, y la agarro.Me aguanté en la madero y me emerjo para subirme, y al estar un par de minutos queriendo subirme, lo logro.Quedo bocabajo, y sonrío. Estoy a salvo.Extiendo mis brazos y con mis manos comienzo a paladear y la madera con la fuerza de la corriente de agua empezó a andar sobre el agua.Grito de felicidad, en medio de la inmensidad de un mar, en su centro, y le doy un beso al pedazo de madera."Eres mi héroe, nena" —le digo al objeto.Le rezo a Dios por su ayuda, y le pido por ella, por el amor de mi vida, por Juliana, y un pálpito se afincó en mi pecho.Y en mi cabeza apareció su nombre.Elena,
Roberto Ramírez.Acabé con él, con el hijo de perra de José.El Tiburón.Es una alegría de hacerle pagar como se debe pagar al que traiciona, al que roba y al que destruye lo que no le pertenece.Él se echó de muy buena onda, muy cabrón, trabajó conmigo por años. Pero, resultó ser un traidor, y es un error inaceptable.Jugar al que soy un grande siendo aliado de mis pies, no le va bien, en un abrir y cerrar de ojos el sol ya deja de alumbrarle.Sonrío, y continúo la búsqueda de Juliana, la hija del pecado, la mujer que nunca debió nacer. Sólo está de muy fresca por la vida, sin nada, su vida para mí ya no vale.La vendí, sí, y el dinero se duplicó más, vendí su corazón, y la vendí al líder de la mafia en Italia, un precio invaluable. Me llevó al éxito, sí, pero deseo más.Y la seleccionada es Elena, la niña de la mentira, la que jamás llevará un nombre real, ni un apellido que la cuide, es una mala influencia, en la que debo acabar.Soy lo único bueno que el mundo a traído a la vida,
Alessandro Cowell.Maldigo una y otra vez. Revisé toda la habitación y no consigo nada. Ni una pista de ella.Salí de la habitación y me voy a la recepción de la enfermería.Al llegar todas están reunidas conversando, aseguro que es de ella, de Elena.—¿Tienen cámaras? —inquiero con la respiración acelerada.Todas asienten.—Quiero ver qué evidencia encuentro, a Elena la pudieron haber secuestrado y nadie cuidó de ella. —les digo, y decidí colocar más presión. Usaré el poder de ser parte de la DEA. —Y si no quieren hacerlo, serán cómplices de su desaparición, soy agente de la DEA. —añado mostrándole el carnet que Roberto y el director de la DEA me dieron.Todas quedaron bocaabierta, mirándose una a otras, sé ocultan alguna información.Una de ellas se levantó. —Señor, Cowell, no puede culparnos de un hecho que no hicimos, sólo cumplimos con nuestro trabajo. — me dice en defensa con voz firme. Y me reí.Me creyó ser un pendejo.—¿Qué trabajo? Si hubieran hecho su trabajo.— me acerco a
Francesco Voncelli. Abro mis ojos, y miro a mi alrededor, veo a lo lejos una isla, veo pisar tierra.Mi cuerpo está engarrotado por el gran esfuerzo de paleadar, de sobrevivir, de pensar por ellas, por todo. Sin embargo, no me detendré en lo absoluto, no descansaré hasta no verlas a mi lado, siendo lo que somos, una familia.Respiro hondo, extiendo mis brazos sobre la madera y continúo el labor, mi objetivo por ahora es salir del mar.A las cinco horas de haber comenzado, de luchar contra la corriente, entré en zona baja, más fácil de andar. Estoy a un metro de distancia de la orilla del mar.Me bajo de la tabla de madera, inhalo y exhalo, recupero un poco de aliento y presión en mis pulmones, e inicio a nadar.A los minutos arribo a la orilla, al salir del agua, salto de la emoción, extendí mis brazos al cielo azul, al sol y agradecí.Miro hacia atrás, una imponente belleza de isla o selva está frente a mí, es un laberinto del que tendré que colocarme andar.Camino, y respiro el air
Juliana De Voncelli.La noche en el bar y atender a los hombres del pueblo se convirtió en un total desafío para mí. Cada pedido es un asco de trato que ellos me dan como mujer que soy, me dicen expresiones muy indecentes y no propias de decirle a una mujer, otros intentan sobrepasarse en querer tocarme y poseer tal como una presa para un león hambriento.La mujer del bar sentada en la caja registradora se reía de la incomodidad que el trabajo me produce, con su típico mal humor de mujer perversa me incita a seguir, pero no de la forma en la que quiero y deseo.Miro a mi alrededor, y el mundo me da muchas vueltas, solo deseo escapar y estar al lado de mi familia, y tener la vida que llevaba.Todo era felicidad, todo era amor, todo era lo que necesitaba, ser una mujer feliz al lado de un hombre que me ama con locura y a una hija que me motiva a ser mejor cada día. Pero, la maldad de una despreciada obsesión, quitó lo que jamás deseé que me quitaran.Me dirigí al baño, coloque a un lad
Elena Voncelli.Él me atacó, me hirió de nuevo, solté un quejido de dolor al adentrarse la bala en mi cadera.Lo miré con los ojos fuera sí, él se reía.—Te mataré, maldito perro de mierda. —zanjé con la voz apretada.—No podrás, niña estúpida.—se acerca a mí y apunta su arma en mi frente. —Eres una Voncelli, una nadie en la vida. —añade él con la voz dura.Sin él darse cuenta, le enterré el cuchillo en su abdomen, soltó una maldición.Bajó su mano con el arma, moví mi mano con el cuchillo dentro de él, deseaba profundizar más, quería dejarlo muerto.No soy una asesina, él me convirtió en una. Debía defenderme de su maldad, una manera de acabar con él.Gritaba pidiendo auxilio, y antes que soltase el arma al suelo, la tomé con rapidez y apunté con mi mano izquierda su cabeza.—No eres quién para decirme de lo que no soy capaz de hacer, hijo de mierda.— le digo con voz dura, con la quijada apretada, con el pecho ardiendo en odio. Él quedó enmudecido del dolor. Sus exclamaciones eran
Alessandro Cowell.Me alojé en un pensión pequeña, cerca de cuidad, compré un auto para movilizar mis pasos de manera más cómoda y fácil, planifiqué en crear un nuevo perfil, para evitar sospechas, debía hacer las cosas de la mejor forma.Me vestí con buena ropa para impresionar un poco, crear confianza a los nuevos aliados de la mafia es de mucha importancia, me doy una semana para hablar con facilidad el idioma, con absoluta presión y constancia logré ser más ágil de lo que pensé.Entrené, me alisté, me comencé a crear cuentas bancarias con una alta cantidad de dinero. Era parte del pago de recompensa de Roberto Ramírez comencé a preparar lo que haría para formar parte de la mafia.Encontré un contacto que me ayudó a participar en varias reuniones y eventos, me presenté con algunos de ellos, y realicé una alianza de próximos negocios de exportación de droga.Al nuevo contacto, le tomé la vuelta, dejé que me conociera un poco, no del todo, pero lo hice. Me mantiene informado de cual
Elena Voncelli.La adrenalina recorre por mi piel con ardor, estoy en sudor, con la respiración acelerada, con el corazón latiendo con furor.Vencí al enemigo, y no eso, también le robé su fortuna.Lo muy pendejos de hombres fueron más lentos, un hecho que me regaló mucha ventaja a todo. Les pude huir, con todo el dinero que el miresable guardaba bajo códigos, mi especialidad en descubrir, tomé un par de armas, drogas, y la iba colocando en una camioneta negra muy grande, era una vans.En el búnker me cambié de ropa, por una más cómoda, un legguis negro, una camisa de fuerza negra conjuntamente con el chaleco antibalas, y unas botas largas de artillería, preparada para escapar.Las heridas las cubrí en polvo, tomé varias aspirinas de la droga, las molí y la coloqué en cada una.Debía hacerlo, el dolor es muy intenso. Y no quería fallar con el plan.Al salir de aquel lugar, grité de alegría, encendí la radio y subí el volumen a la música del estéreo. La libertad al recibirla es un may