Capítulo Dieciocho.

Roberto Ramírez.

Acabé con él, con el hijo de perra de José.

El Tiburón.

Es una alegría de hacerle pagar como se debe pagar al que traiciona, al que roba y al que destruye lo que no le pertenece.

Él se echó de muy buena onda, muy cabrón, trabajó conmigo por años. Pero, resultó ser un traidor, y es un error inaceptable.

Jugar al que soy un grande siendo aliado de mis pies, no le va bien, en un abrir y cerrar de ojos el sol ya deja de alumbrarle.

Sonrío, y continúo la búsqueda de Juliana, la hija del pecado, la mujer que nunca debió nacer. Sólo está de muy fresca por la vida, sin nada, su vida para mí ya no vale.

La vendí, sí, y el dinero se duplicó más, vendí su corazón, y la vendí al líder de la mafia en Italia, un precio invaluable. Me llevó al éxito, sí, pero deseo más.

Y la seleccionada es Elena, la niña de la mentira, la que jamás llevará un nombre real, ni un apellido que la cuide, es una mala influencia, en la que debo acabar.

Soy lo único bueno que el mundo a traído a la vida,
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