Capítulo Veinte.

Francesco Voncelli.

Abro mis ojos, y miro a mi alrededor, veo a lo lejos una isla, veo pisar tierra.

Mi cuerpo está engarrotado por el gran esfuerzo de paleadar, de sobrevivir, de pensar por ellas, por todo. Sin embargo, no me detendré en lo absoluto, no descansaré hasta no verlas a mi lado, siendo lo que somos, una familia.

Respiro hondo, extiendo mis brazos sobre la madera y continúo el labor, mi objetivo por ahora es salir del mar.

A las cinco horas de haber comenzado, de luchar contra la corriente, entré en zona baja, más fácil de andar. Estoy a un metro de distancia de la orilla del mar.

Me bajo de la tabla de madera, inhalo y exhalo, recupero un poco de aliento y presión en mis pulmones, e inicio a nadar.

A los minutos arribo a la orilla, al salir del agua, salto de la emoción, extendí mis brazos al cielo azul, al sol y agradecí.

Miro hacia atrás, una imponente belleza de isla o selva está frente a mí, es un laberinto del que tendré que colocarme andar.

Camino, y respiro el air
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