Capítulo Veinticuatro.

Elena Voncelli.

La adrenalina recorre por mi piel con ardor, estoy en sudor, con la respiración acelerada, con el corazón latiendo con furor.

Vencí al enemigo, y no eso, también le robé su fortuna.

Lo muy pendejos de hombres fueron más lentos, un hecho que me regaló mucha ventaja a todo.

Les pude huir, con todo el dinero que el miresable guardaba bajo códigos, mi especialidad en descubrir, tomé un par de armas, drogas, y la iba colocando en una camioneta negra muy grande, era una vans.

En el búnker me cambié de ropa, por una más cómoda, un legguis negro, una camisa de fuerza negra conjuntamente con el chaleco antibalas, y unas botas largas de artillería, preparada para escapar.

Las heridas las cubrí en polvo, tomé varias aspirinas de la droga, las molí y la coloqué en cada una.

Debía hacerlo, el dolor es muy intenso. Y no quería fallar con el plan.

Al salir de aquel lugar, grité de alegría, encendí la radio y subí el volumen a la música del estéreo. La libertad al recibirla es un may
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