Elena Voncelli.Y unas ansias de enfrentarlos se me atora en el corazón, es una manera de hacerle un favor a mi padre.Estaría a la mano, debo ser agradecida por los buenos años en que me enseñó en que la vida todo se la juega, y que si no conoces el truco, crea uno para ganar.Y lo haré.Me creé un perfil muy distinto, me veo muy diferente, pero me agrada lo que miro en el espejo, dejaré a más de un hombre con el corazón revolcado.Sonreí.Es el objetivo de lo que sucederá ésta noche.Lo planifiqué todo, llamé a los mejores amigos de mi padre, aperturé de nuevo el negocio que tenían abordando desde años atrás. Se alegraron al verme crecida y muy valiente a todo.Doña Gloria, una mujer de cincuenta años, quién ama a mi padre con orgullo de madre, lo adoptó a sus cinco años, al ser su nana, me agradó su corazón, es muy dulce pero también objetiva.Al reunirme con cada uno de ellos, fueron dándome la bienvenida, y que estarían para las que sea.Pero Doña Gloria me pidió que antes de que
Juliana De Voncelli.Estoy a la espera de Alberto, pero nada que llega, la desesperación me embarga, mi piel se erizó y tiembla de los nervios.Al adentrarme a un kiosko para tomarme un café, y escuché en la radio que el vendría a México por un viaje de compromisos.El compromiso era yo.Una mujer se acerca a mí con un aspecto muy abstracto dándome una mala sensación de que soy perseguida por ella.Me miraba con cierta ansiedad de la cual me hizo pensar que es una de las personas que mi padre envió para capturarme y cumplir su deseo, que es matarme.Respiré profundo, e intenté hacerme la desentendida y poder huir de su plan.Al salir del kiosko grandes hombres invadían la avenida y acera de la que no tenía ninguna escapatoria, estaba rodeada de grandes hombres que al verme salir tomaron cada uno en sus manos mis brazos, comencé a gritar, pidiendo auxilio del que nadie se digno en darme.Me adentraron a un auto blindado con la mujer que me miraba en el kiosko, uno de sus hombres le pre
Roberto Ramírez.Qué maravilla de mujer. Toda una belleza admirable.Jadeo con deseo, verla envuelta en ese conjunto diminuto, en que se le observa cada atributo es una bendición.—Perdón por haberte colgado de ese modo por la llamada.— me dice Verónica con los ojos de amor. — A último momento se presentó un inconveniente, pero ya lo resolví. — añade y acerca a mi.— No me debes explicaciones, sé que eres una mujer muy ocupada, y que como futuro esposo debo darte el espacio que mereces.— le expreso mirándola sonreírme.Toma en sus manos mi corbata y la jaló hacia ella. — Eres el mejor. — declaró y me besa con ansiedad en mis labios.La tomé por el cuello y la acerqué a mí y profundizo el beso, y a ella le pareció buena idea.Enseguida se subió en mi regazo y comienza a mover sus caderas en un vaivén pasional, prohibido, nada bueno.Tal como me gusta, a lo duro, a lo salvaje.Gimo contra sus labios, apretando sus nalgas, ella suelta un susurro de placer.Verónica decide avanzar y es lo
Francesco Voncelli.Gabrielle es una joven muy simpática, en el viaje me agradó su buen humor, pese a las condiciones en la que la encontré en el bar.Compartí a su lado ciertos atajos, le mencioné que me hacía recordar a mi hija Elena, y se sonroja. Sólo me decía que algún día la quería conocer y decirle lo agradable que soy, a lo que le respondí menos cuando estoy molesto, soy pésimo.Y sí, y quién en su sano juicio estando molesto se convierte en un santo de devoción, nadie, absolutamente nadie.Seguí a su lado, recorriendo casi medio país, había caído en el golfo que rodea a México, para arribar a la cuidad era difícil, debía recorrer por muchas horas en carretera.En unas me cobraban el pasaje, en otras no, ya que me conocían y me tenían cierto respeto. Y lo valoré mucho.Al arribar a la plaza de la paz me encontré con un alboroto, una mujer gritaba pidiéndole auxilio, su timbre de voz me recordó a ella, a Juliana.Gabrielle se colocó nerviosa, su mirada se nubló de temor. La tom
Elena Voncelli.Y me convertí en una tendencia peligrosa, maligna, en una influencia demoníaca, me reí al leer el periódico.Gloria me servía el desayuno. — ¿De qué te ríes, mi niña? — me pregunta Gloria con una sonrisa en sus comisuras, podía ver la alegría en sus ojos.—De las especulaciones que lanzan sobre mí, es exagerado, el mundo me teme. — le digo mostrándole la información que leía.Gloria medio lee algo, y se ríe.—Nada bueno se hablará de las críticas se los demás, son más las destructiva que las que ayudan a salir adelante, hija. — me dice tomando asiento a mi lado.Y le sonrío.—Es la verdad, pero no me dejaré vencer por lo que dicen, me da horror sus lenguas, al más bueno lo desacreditan, y al malo lo alaban. — le digo y Gloria asiente, y le doy una mordida a mi tostada a la francesa.—Está divina. — le expreso con ojos llenos de alegría. —Son deliciosas. — le vuelvo a decir y Gloria se ríe.—Es la receta secreta de mi abuela, es una maga en la cocina. — me dice y me son
Juliana De Voncelli.No podía creerlo, ni menos en una persona desconocida. Pero por qué me duele lo que me dice.Es absurdo, es cruel, es aberrante.Mi mamá no habló de ella, decía que era de una familia muy lejana, que nadie quería verla. Pero me mintió.Qué horror.En la llamada es su voz, es su llanto, para mí es reconocible, vivía día a día en una insólita depresión del que no tenía ni la más mínima idea de lo que en realidad estaba sucediendo.Al parecer la vida me seguirá sorprendiendo, y no de la buena manera. Todo una mentira he vivido por años.Mi padre siempre la trató como su fuese una loca, pero no. Ella no era. Se escondía de mí para ocultar la verdad, para que yo no lo supiera.Mal hecho.Su experiencia con él me fuese advertido del hombre quién se hace llamar, mi padre.Hubiera huido de él cuando me enamoré de Francesco Voncelli, en mi adolescencia, pensé que él no conocía de mi relación con él, pero sí. El muy cabrón me espiaba, me tenía cada paso contado, al igual q
Diego Torres.Ahora sé que puedo morir con el alma cargada de emociones que jamás pensé sentir, y decirle a Elena la verdad.No podía esconderlo más, en algún momento él vendrá por ella, y la subirá a su trono y la hará una mujer importante, una persona de bien.La veo mirar un punto fijo en la pared, está sumida en sus pensamientos, y yo en los míos, cada quién en su mundo.Después de haberle contado la verdad pensé que me mataría, pero no lo hizo. Es un hecho que obligó a reconocer que me burlé de su noble corazón.Elena nunca sería capaz de apuntar contra aquel que le hizo el bien, aunque fuese una mentira.Sé que para Elena soy un hombre distinto a los demás, que a mi lado en pocos días vivió los momentos más felices de su vida, cargado de amor, libertad, felicidad, paz, de todo lo que se merece tener.Pero a mi lado, siendo Diego Torres no lo podrá cumplir, mi vida depende de la justicia, de lo que harán, y que Elena al ver a su abuelo Roberto Ramírez le dirá todo lo que le dije,
Roberto Ramírez.Respiro, una y otra vez. La vida es buena a veces, pero en otras te saca lo peor de ti.No merezco estar enrabietando por lo demás, es una punzada en el trasero. Me cabrea de inmediato.Miro de arriba abajo Ignacio su excusa me parece ante una basura, una niñez.—Pensé que eras el más listo, él audaz del grupo, pero resultaste ser una rata, al igual que la demás.— le grito mirándolo con ira.—Patrón, la verdad, fue esa. La teníamos en nuestras manos pero escapó de inmediato. — vuelve a decirme y parte en rabia.Me acerco a él más. Y le lanzó un golpe hacia su ojo derecho. — No seas cabrón, pendejo. Si la viste, le fuera disparado y ya. — y le vuelvo a dar pero en el otro.—Patrón, pero la presa era suya, y sigue siendo suya, no mía. Lo pensé hacer, pero sé que a usted le correspondía hacerlo. — continúa diciéndome y más aumenta mi ira.—¡Cállate, imbécil! — exclamo cerca de su rostro, y comienzo a darle múltiples golpes en su cuerpo, no lo dejaré hasta no verlo envuel