Capítulo Treinta seis

Francesco Voncelli.

Gabrielle es una joven muy simpática, en el viaje me agradó su buen humor, pese a las condiciones en la que la encontré en el bar.

Compartí a su lado ciertos atajos, le mencioné que me hacía recordar a mi hija Elena, y se sonroja. Sólo me decía que algún día la quería conocer y decirle lo agradable que soy, a lo que le respondí menos cuando estoy molesto, soy pésimo.

Y sí, y quién en su sano juicio estando molesto se convierte en un santo de devoción, nadie, absolutamente nadie.

Seguí a su lado, recorriendo casi medio país, había caído en el golfo que rodea a México, para arribar a la cuidad era difícil, debía recorrer por muchas horas en carretera.

En unas me cobraban el pasaje, en otras no, ya que me conocían y me tenían cierto respeto. Y lo valoré mucho.

Al arribar a la plaza de la paz me encontré con un alboroto, una mujer gritaba pidiéndole auxilio, su timbre de voz me recordó a ella, a Juliana.

Gabrielle se colocó nerviosa, su mirada se nubló de temor. La tom
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