La puerta de la suite presidencial se cerró con un leve clic tras ellos, sellando el mundo exterior en un solo instante. Sandra se quedó de pie en medio de la habitación, su respiración irregular y el cuerpo aún tenso tras el inesperado viaje con Marck. Él, en cambio, se deshizo del saco con calma, lo dejó sobre el respaldo de una silla y se giró para mirarla. La intensidad en sus ojos la atravesó como una ráfaga ardiente. No había prisa en él, pero tampoco paciencia infinita. Solo esa energía contenida… ese algo que siempre los hacía perderse el uno en el otro.—Esto no tenía que ser así. —La voz de Sandra sonó más débil de lo que pretendía. Marck esbozó una media sonrisa.—No tenía que serlo, pero aquí estamos. ─Ella desvió la mirada.—No puedes hacer tu voluntad cada. ez que quieras , Marck. ─Él se acercó con pasos firmes, acortando la distancia hasta que su calor se mezcló con el de ella.—¿Que crees que es mi voluntad, Sandra? —Sandra sintió que su garganta se secaba.—No pued
La camisa de Marck se deslizó por sus hombros. Los dedos de Sandra recorrieron su piel, conociéndolo por primera vez, redescubriendo cada músculo, cada surco de su torso. Sus labios se separaron por segundos, solo para que Marck la mirara con la certeza de quien no piensa soltar nunca.—Dime que eres mía. —su voz sonaba rota, vulnerable. Sandra deslizó sus manos hasta su rostro, acariciándolo con dulzura.—Siempre lo he sido. —Marck exhaló con fuerza y en un solo movimiento, la levantó en sus brazos, llevándola hasta la cama. El peso del mundo desapareció.Las promesas dejaron de ser solo palabras y esa tarde, sin reservas, sin miedos, sin vuelta atrás serían un solo ser. Marck se dedicó a desnudarla con sutileza, como quien descubre el regalo más esperado. Sandra observaba con anhelo como Marck se desenvuelve con cautela. Las manos de Marck tiemblan, se siente como si fuera su primera vez y tal vez sí lo era, pues nunca había hecho el amor como se disponía a hacer esa tarde. Sus r
Mientras Marck y Sandra dsifrutaban de su amor todo en Belgica estaba patas arriba. Marck ha desaparecido sin dejar rastro. El lo habia hecho todo de una manera tan estrategica que nadie se dio cuenta cuando él salió de la mancion Lion. El reloj marcaba más de 24 horas desde la última vez que alguien había visto al heredero y presidente de DL distributor y nadie se había dado cuenta de su ausencia hasta ahora. Aurora estaba de pie en la entrada de la mansión, con los brazos cruzados, su paciencia al límite, algo no cuadraba. —¿Me está diciendo que nadie sabe cuándo salió? —preguntó con frialdad. La ama de llaves, que llevaba años trabajando en la residencia Lion, asintió con seriedad. —El señor Marck no mencionó ningún viaje, ni pidió que se preparara su equipaje. —Aurora achicó los ojos. —¿Y cuándo fue la última vez que alguien lo vio en la casa? —La mujer titubeó. —Ayer por la mañana entró a su habitación… pero no puedo asegurar si estuvo ahí todo el día. —Aurora sintió un e
Sandra sostuvo el anillo entre sus dedos, sintiendo el frío del metal contra su piel. La decisión estaba tomada. No podía casarse con Akiro. No después de lo que había sucedido con Marck. No cuando por fin había elegido lo que su corazón siempre había querido. Levantó la mirada y encontró los ojos oscuros de Akiro, quien la observaba con una calma inquietante. Un hombre como él no aceptaba el fracaso y lo que estaba a punto de hacer sería una humillación para él. Sandra tomó aire y extendió la mano, dejando el anillo en la palma de Akiro. —No puedo casarme contigo. —Las palabras flotaron en el aire, pesadas como una sentencia. Akiro bajó la mirada lentamente hacia la joya en su mano. Sus dedos se cerraron en torno a ella, pero su expresión no cambió, no parpadeó, no mostró sorpresa, no mostró furia y eso fue lo que más asustó a Sandra. Porque cuando Akiro no reaccionaba de inmediato, significaba que ya estaba planeando su próximo movimiento. —Así que elegiste creerle. —Su voz fue b
Akiro estaba sentado en su oficina de Bruselas, su padre había insistido en que montara sus oficinas allí para que esté más cerca de Sandra, en ese momento tenía la vista fija en la pantalla de su computadora más no su mente. Del otro lado del mundo, en Japón, Ronin Yamada escuchaba en silencio. Su voz finalmente rompió la tensión. —Espero que no me hayas llamado solo para decirme algo que ya sé. —Akiro sonrió, pero su paciencia estaba al límite. —No, te llamé porque tengo una propuesta. —Ronin se mantuvo en silencio.bAkiro tomó aire y fue directo al punto. —Marck Lion no está bajo tu control. Pero Sandra Willis sí. —Ronin apoyó su codo sobre el escritorio. —Sigue. —Akiro se inclinó sobre el escritorio, con la mirada afilada. —Si Sandra me deja, haré que DL Distribution caiga. —Ronin dejó escapar un suspiro pesado. —¿Cómo? —Akiro sonrió con suficiencia. —¿Quién crees que la propuso para el puesto de presidenta interina? —Ronin frunció el ceño. —¿Y cómo piensas manejarlo? —Ak
El ambiente en la sala era un campo de batalla silencioso. Sandra seguía procesando la propuesta del Jeque. "¿Un viaje a Medio Oriente?" La idea la tomó por sorpresa. No era algo que hubiese considerado, pero antes de que pudiera responder, una voz resonó con firmeza en la sala.—Si ella viaja, no lo hará sola. —Akiro levantó su voz, él sabía que dejarla ir sola era perder toda posibilidad. Sandra se giró, encontrándose su mirada firme. Había hablado con autoridad, con posesión y su intervención no fue casualidad. Él sabía exactamente lo que el Jeque estaba intentando hacer. Haifa Shalabi entrecerró los ojos al ver cómo Akiro se interponía. Él ya conocia quién era Akiro Yamada, entendia que era un rival peligroso si no actuaba pronto.Sandra, por su parte, tardó un segundo en reaccionar, pero antes de que pudiera procesarlo todo, sintió una mirada clavada en ella. Marck, estaba de pie en la entrada, con el ceño fruncido, sus ojos fijos en ella con una mezcla de confusión y dolor. San
La ciudad seguía su curso, indiferente al caos en su mente. Marck estaba apoyado contra su auto, con la cabeza baja, el cuerpo tenso y la mente hecha un desastre. No había dormido bien. No podía dormir bien. Cada vez que cerraba los ojos, veía a Sandra alejándose en aquel elevador y él sin hacer nada. No más. No iba a permitir que el miedo lo convirtiera en un cobarde otra vez.Sacó su teléfono con manos temblorosas. Su dedo se deslizó por los contactos, buscando ese nombre que ya tenía grabado en el alma “Sandra”.Exhaló lentamente, el peso de su decisión cayendo sobre él. Si enviaba este mensaje, no habría vuelta atrás. No podía seguir fingiendo que todo estaba bajo control. Su familia lo rechazaría.Aurora desataría su furia. Perdería su posición, lo perdería todo, pero por primera vez, eso no le importaba. Porque ya no podía seguir sin ella.Tecléo con determinación: 📱 Marck: "Necesito verte. He tomado una decisión." ─No dudó. No se permitió pensarlo demasiado. Presionó "enviar
El sonido de sus propios pasos rebotaba en el pasillo vacío del edificio. Marck estaba furioso, preocupado, cada segundo sin respuesta de Sandra era una daga clavándose en su pecho. Tocó la puerta de su apartamento una vez, dos veces y nada. Sacó su teléfono. Llamó. El tono sonó una vez… dos… tres…Buzón de voz. ─Maldita sea. ─Iba a insistir cuando escuchó un ruido detrás de él. Un susurro bajo, una risa controlada. Marck giró la cabeza lentamente… y allí estaba, Akiro Yamada, apoyado contra la pared, con una maldita sonrisa de suficiencia pintada en el rostro. —Vaya, Lion. No te imaginaba tan desesperado. ─Marck apretó los puños. No tenía paciencia para sus juegos. —¿Dónde está Sandra? ─Akiro soltó una carcajada suave. —Oh, Marck… —dijo con falsa compasión—. Sigues pensando que ella es una damisela en apuros, ¿no? ─Marck dio un paso adelante. No iba a tolerar más rodeos. —Te lo preguntaré una última vez. ¿Dónde está? ─Akiro se tomó su tiempo para responder. Se alisó la chaqueta,