Sandra intentaba concentrarse en el proyecto de importación de licores, pero su mente se negaba a cooperar. Las palabras en los documentos parecían desordenarse, sus pensamientos volvían una y otra vez al beso con Marck. La calidez de sus labios, la intensidad de su mirada… No. No puedes pensar en eso. ─interfiere su conciencia y se obligó a inhalar profundo y cerró la carpeta de golpe.Justo en ese momento, su teléfono vibró. Miró la pantalla que marca el nombre de Marck Lion.Su corazón se aceleró, sentia que queria salir de su pecho. —¿Señor Lion? —respondió con la voz más profesional que pudo reunir buscando disimular sus nervios.—Sandra… —Marck hizo una pausa, como si estuviera debatiendo si debía hablar—. ¿Puedes venir al hospital? ─Sandra se tensó. No puedes seguir cayendo en ese círculo visioso, pero la súplica en su voz la desarmó.—Está bien. ─Colgó y se pasó las manos por el rostro. Eso es un error, pero ya estaba tomando su bolso y llamando al chofer de la empresa al que
Los labios de Marck rozaron los de Sandra en un movimiento apenas perceptible, como si un soplo de viento los hubiese juntado sin querer. Ella contuvo la respiración, sintiendo cómo su corazón golpeaba con fuerza contra su pecho. Sus ojos se entrecerraron, esperando ese beso que parecía inevitable, el que por fin haría justicia a todo lo que había quedado suspendido entre ellos.Sus bocas se encontraron en un juego sublime, un roce que los llevó a alcanzar el cielo. Poco a poco se separaron, y sus miradas se entrelazaron en un silencio cargado de significado.Fue en ese momento cuando Sandra entendió que su lucha había terminado. Ese beso no era solo un gesto; era la entrega de su alma sin que ella misma lo hubiese notado. Y, sin embargo, Marck sentía que algo dentro de él se desgarraba. Por más que había intentado convencerse de lo contrario, los besos de Sandra lo hacían sentir algo que nunca antes había experimentado, algo que Aurora jamás había despertado en él.—Te necesito tanto
El aire nocturno le rozaba la piel como un susurro helado. La ciudad seguía con su vida inquebrantable, el ruido lejano de los autos en la avenida principal mezclándose con el titilar de las luces sobre los edificios. Pero para Sandra, todo se sentía suspendido en un instante eterno, un limbo donde el mundo se había reducido a dos personas: Akiro y ella.Apenas unos metros los separaban, pero Sandra sentía que aquella distancia era la única barrera que la protegía de algo que no terminaba de comprender.Akiro la miraba con esa expresión suya, esa calma que siempre parecía ocultar algo más profundo. No había prisa en sus ojos, pero tampoco paciencia infinita. Era la mirada de alguien que ya tenía todas las respuestas, pero que estaba esperando que ella llegara a las mismas conclusiones.—No pensé que fueras a tardar tanto en responder —murmuró finalmente, cruzándose de brazos.Sandra tragó saliva.Desde que Akiro le había hecho aquella pregunta, su mente había sido un torbellino de dud
El sonido de la puerta al cerrarse con fuerza resonó en la habitación, pero lo que realmente hirió los oídos de Marck fue la voz de Aurora, afilada como una daga.—¿Puedes explicarme qué hacía ella aquí?Él cerró los ojos por un segundo, sintiendo la punzada de dolor en su costado. Sabía que Aurora explotaría, pero la fiereza en su mirada era más de lo que había esperado.—No empieces, Aurora —murmuró, apoyando una mano en la cama para incorporarse.—¡No empieces tú! —exclamó ella, avanzando hasta quedar frente a él—. ¡Porque siempre soy yo la que tiene que fingir que todo está bien! ¿Crees que no sé lo que está pasando?Marck apretó los dientes, odiando la impotencia que sentía.—Sandra solo vino a verme.—¡Dos veces en un mismo día! —espetó ella, cruzándose de brazos—. ¡Dos, Marck! ¿Desde cuándo una simple asistente se toma tantas confianzas contigo?Su tono goteaba veneno.Marck deslizó la mano por su cabello, cansado. No podía decirle que Sandra había venido antes y que, aun así, s
El silencio de la habitación la envolvía como un manto pesado. Sandra estaba acostada en su cama, con la vista fija en el techo, pero su mente estaba a kilómetros de distancia. Había apagado la luz hacía más de una hora, pero no podía dormir. No importaba cuántas veces cerrara los ojos, su mente seguía girando, atrapada en un bucle de pensamientos que no la dejaban en paz. Todo había pasado demasiado rápido. Dos semanas. Ese era el tiempo exacto que llevaba en esa empresa. Catorce días y en ese tiempo, su mundo se había volcado por completo. Nada de esto estaba en sus planes. No planeaba involucrarse con Marck. No debía haberlo hecho, pero lo había hecho y ahora estaba atrapada en una maraña de emociones que no sabía cómo desatar. Se giró sobre un costado y abrazó su almohada, buscando una comodidad que no llegaba. Había aceptado estar con Akiro. Se lo había dicho en la limusina. Había permitido el beso. Entonces, ¿por qué se sentía así? Era lo correcto, ¿no? Akiro le ofrecía se
— Cumpleaños feliz, cumpleaños feliz, cumpleaños Sandra, cumpleaños feliz! —Todas las jóvenes aplauden. Es el cumpleaños número 21 y aunque es un momento feliz para todas, saben que al llegar a esa edad tienen que abandonar el orfanato. —Gracias chicas, me siento muy feliz. —dice Sandra abrazando a sus compañeras. —Sandra, la directora me pidió que te dijera que vayas a su oficina. —habla Cruz la encargada de las habitaciones donde estaban cantándole a la cumpleañera.—Claro, ya mismo voy. —Se pone de pie para salir, pero antes voltea para encarar a sus amigas—. No se la coman toda. —pide refiriéndose al manjar dulce que sostiene la vela con el número 21. —Tranquila ve, que yo me encargo de que te dejen. —comenta Susana su mejor amiga en el orfanato. Ambas llegaron para la misma fecha y desde entonces han sido amigas inseparables.Sandra salió del edificio donde se encuentra para ir directo a las oficinas principales del orfanato. Toca la puerta de la oficina de la mujer que la esper
—¡Mierda! —gritó el castaño al mirar su celular y ver la hora. —Un poco más. —susurra la rubia que tiene a su lado en la cama. Marck no dijo nada más de un salto, se puso el pantalón y tomó las camisa para salir de la habitación de Aurora Hills, su prometida. —Señor, ¿necesita algo? —pregunta la mujer de servicio.—No, Rebeca, dile a Aurora que la veo en la noche, tengo que estar en la oficina en una hora. —contesta a la mujer mayor. —¿Está bien, señor Lion? —La mujer se marcha y Marck sale del apartamento para ir a su casa. Tenía el tiempo justo para bañarse e ir a la reunión con los japoneses, los Hermanso Yamada son uno de los consorcios más importantes de Japon, su padre le habia pedido que usara toda su sagardia para convencerlos para invertir en la empresa. Entró a su Bugatti y sin pensarlo mucho lo puso en marcha. Las carreteras estaban congestionadas pero él conocía los mejores atajos para llegar a su casa. Al entrar se encontró con su padre quien solo negó y se montó en s
Al despedirse de los Yamada, Marck se encerró en su despacho para hacer algunas llamadas, él es el CEO de la empresa pero no era el dueño total de esta, se debía al criterio de su padre y socios. Tomó el teléfono y le explicó a su padre lo que había pasado. No podía decir que había llegado tarde a la reunión, prefirió contar la historia desde donde Sandra le volteo el cafe a los Yamadas y la intervención de ella como traductora de dichos hombres. Su idea era contratarla como asistente personal y dejar a Clara como la secretaria de presidencia pues la mujer había servido por muchos años y nunca había tenido algún problema. Su padre no quiso alentarlo pero lo dejó bajo su criterio. La empresa era una familiar, su único socio era Stephano Hills el padre de Aurora y por esa sociedad es que ellos terminaron comprometidos desde que no tenían uso de razón. Marck a pesar de no estar tan entusiasta llamó a Clara para que hiciera pasar a Sandra. No fue una desicion facil, pero tampcoo se lo pens