"Flecha" trajo de regreso a mi casa a Leonela pasadas las dos de la mañana, no tuve que ir a recogerla. Ella ye me había enviado un mensaje de texto informándome que Claudio, así se llamaba el tal "Flecha", estaba con su carro y que la llevaría a la casa, que no me preocupara, sin embargo la esperé en vela, nerviosa e impaciente. Los vi llegar en un auto muy elegante, moderno, aerodinámico, corrí y abrí la puerta, pero no salí, me escondí detrás de las cortinas de la ventana. Él era bastante alto, buen mozo, de excelente porte, parecía un deportista, muy sobrio y elegante, pulcro en su manera en que caminaba junto a mi amiga, hablándole y riéndole, seguro diciéndole que la habían pasado muy bien. La acompañó hasta la entrada y cuando finalmente se despidieron, la besó tiernamente en la boca. Debió ser muy excitante porque mi amiga cerró los ojos, se estremeció y hasta levantó un pie extasiada. Yo trataba de ver pero me era difícil. Luego Claudio subió a su carro y se marchó igual c
Me puse muy hermosa para ir a ver a Marcus. Me la pasé casi dos horas arreglándome y maquillándome y elegí mi mejor vestido, aquel que resaltaba mis curvas, mis amplias caderas y destacaba mi busto como un gran globo, lo que no podría pasar desapercibido por él. También me puse pantimedias y una cartera de mano. Mi madre me miró sorprendida. -¿Vas a atender a un paciente o acudes a una cita romántica?-, me dijo encandilada por lo bellísima que estaba. -Quiero impresionar a Marcus-, moví coqueta mis hombros. Mi mamá no conocía a Green y yo le había contado muy poco sobre él. -Es un hombre muy dulce, simpático y romántico-, le dije. -Es mejor no te ilusiones, hija, no olvides que es tu paciente, no confundas las cosas-, me advirtió mi madre. Ella tenía razón pero yo estaba ilusionada por él. Justo en el momento que me dirigía a mi auto, me llamó la madre de Marcus. -Doctora, yo sé que hoy le toca terapia a mi hijo, pero él ha salido y me ha dicho que cancela la cita-, me di
Dos días después, me llamó Fabiola, bastante entusiasmada, riendo a cada momento. -Buenas noticias, doctora, la señora Green pagó la terapia de esta semana y se ha comprometido con seguir pagando las consultas de las atenciones de Marcus-, me dijo con un tonito eufórico que me contagió. Eso me devolvió el buen ánimo, porque entonces podría seguir visitando y viendo a Marcus y continuar con su tratamiento. Yo ya pensaba haberlo perdido definitivamente y sin embargo, ahora podría volver a seguir disfrutando de sus ojos brillantes y su sonrisa tan mágica y encantadora. Sin embargo Marcia, me escribió a mi móvil, casi al momento, derribando de un certero plumazo todas mis alegrías y entusiasmo. -Andrea, hay serios problemas entre Marcus y su madre, él ya no quiere seguir las terapias, dice que Julissa lo hace muy feliz y que se irá a vivir a su lado, que él jamás ha estado enfermo, que no se puede cambiar el hecho que él no pertenece a estos tiempos y que Julissa, en cambio, lo hace mu
El esposo de Julissa había vuelto atacar la casa de Marcus. Ésta vez había disparado perdigones estrellándolos en las paredes y astillando las ventanas. La mamá de Marcus presentó de inmediato la denuncia policial. El sujeto tenía, ahora, orden de captura acusado de intento de homicidio. Sin embargo estaba no habido y por lo tanto seguía siendo un peligro latente para Green, para su madre y también para las chicas que trabajaban en la casa. Pese a ello, Marcus desafiaba el peligro, sin importarle las amenazas o que el esposo de Julissa tenía la intención de volarle la cabeza y no solo sacaba a pasear a sus tres perros en forma cotidiana, sino que seguía frecuentando a sus amigas y se veía aún más con Julissa, a escondidas, haciendo el amor en el auto de ella o metidos en cualquier hotelucho de la zona, a sabiendas que el marido estaba pendiente de las traiciones de su mujer y dispuesto a reventarle la cabeza a Marcus igual fuera una gran calabaza. A Marcus parecía no importarl
¡¡¡Esteban me engañaba con mi mejor amiga!!! No podía creer lo que veían mis ojos. Yo sospechaba, desde antes, que él me era infiel. No soy tonta, quizás confiada y noble, pero no bobalicona y su comportamiento era muy sospechoso de buen tiempo atrás. Había dejado de verme los viernes, no contestaba mis llamadas y no quería que le viera el móvil, las veces que nos citábamos en el parque. Siempre olvidaba su celular en casa y eso me parecía muy raro y sintomático, porque cuando nos enamorados, era un maníaco del teléfono. Con la sospecha de que había otra mujer en medio de nosotros y a sabiendas que había salido como lo hacía todos los fines de semana, llamé a su madre y ella atizó aún más la hoguera de mis celos convertidos ya en un gran incendio calcinando mis entrañas: -Esteban salió temprano, Andrea, y no sé a dónde fue, todos los viernes es lo mismo, sale y vuelve muy tarde-, fue lo que me dijo su mamá. Grrrrrrr, sentí al furia y la ira reventando como truenos dentro de mi c
No es que sea una tonta, porque, creo y de eso estoy segura, boba no soy. Lo que pasa es que resulto demasiado confiada y enamoradiza frente a los hombres. La traición de Esteban me marcó mucho y dejó una huella indeleble en mi alma. Yo lo quería demasiado porque él era muy dulce conmigo, súper cariñoso y me adoraba, me hacía pensar que era una princesa de un cuento de hadas que flotaba por el aire y el viento jugaba con mis pelos y con mi enorme falda llena de guirnaldas y flecos. Sin embargo, Pamela, que pensaba era mi mejor amiga, lo había seducido, a mis espaldas, con no sé qué artimañas y él cayó redondito a sus pies, idolatrándola como a una reina y convirtiéndose en su amante. Lo más chistoso es que yo se lo presenté a él a mi amiga Pamela. Qué tonta fui. La que pensaba era mi incondicional amiga, en las buenas y en las malas, había quedado encandilada con Esteban y no la culpo, en ese sentido, porque Esteban es muy lindo, tierno, maravilloso y un soñador empedernido, de
Mi vida amorosa se llenó, entonces, de decepciones. Creo que he pagado tributo muy caro, el ser muy enamoradiza y soñadora, tanto que tengo muchísimos cuadernos repletos de poemas, muy románticos, cantándole no solo al amor, sino a los tantos hombres que me han impactado, seducido, impresionado... y he amado en mi azarosa existencia sentimental. Cuando gané mi primer concurso de poesía, en los juegos florales de la universidad, mis amigas se mofaban de mí. Me decían cursi, tonta y también acomplejada. Decían que mis poemas eran muy banales, carentes de significado y que la idea es hacer versos con mensaje, con reflexiones, ideas y no solo sentimientos como yo escribía. Eso decían. Mi primer poema se lo hice al chico más guapo de la universidad, Eduard. Ay, qué hermoso era él, con sus ojitos encendidos como llamas, la cara dulce pero dominante, los labios toscos, el mentón grande y las manos enormes, como tenazas. Era tan alto como un poste de alumbrado público y tenía un voz
Mi primer enamorado fue Jairo. Yo solo tenía dieciocho años. A él le gustaron mis ojos grandes y pardos, mis pelos muy negros, mi figura armoniosa y por supuesto mis piernas bien torneadas que se evidenciaban en los leggins siempre muy ceñidos que tanto me gustaban llevar. -Soy Jairo, estudio contigo, ¿cómo te llamas?-, me preguntó esa tarde cuando terminó la clase. Yo ya lo había visto, sabía que se llamaba así, que era nuevo, muy flojo, bastante distendido y distraído, un mal alumno, que tenía malas notas y que le hacía conversación a todas las chicas. -Andrea Povilaityté -, le dije. Él quedó boquiabierto, sin entender nada, completamente turbado y pasmado, incluso desorbitó los ojo con mi extraño nombre. -¿Qué?-, balbuceó hecho un tonto. Me dio risa su incredulidad. -Andrea, no más -, le repetí entonces, riéndome. Eso me enamoró. ¿No les digo? Todo me enamora. Me olvidé que Jairo era un mal alumno, que flirteaba con mis otras amigas, que era flojo y distendido y quedé