Capítulo 81

Esa noche, cuando volvía a mi casa, muy cansada después de una intensa jornada de trabajo, vi que Louis, el chico que atiende en la panadería, tenía muchas dificultades para cerrar las persianas metálicas del negocio. Se habían enrollado demasiado y por más que Louis brincaba no alcanzaba para poder jalar la malla de fierro y lograr al fin cerrar las puertas del negocio en forma hermética. Yo en la cajuela del auto siempre llevo una banquita para cualquier eventualidad. Al verlo tan desesperado, me detuve de golpe, bajé de prisa, abrí la caja, saqué la banca y fui de prisa a ayudarlo. -Sube aquí Louis, así podrás alcanzar las mallas-, le dije sonriente.

-Uffffffff, Andrea, qué bueno que llegaste, ya no sabía qué hacer-, se alegró él, muy sudoroso y agitado pues había estado brincando mucho rato. Gracias a la banquita Louis subió y pudo desenredar las cortinas metálicas y logró cerrar las puertas de la panadería con un gran candado.

-Has terminado de atender bien tarde ésta noche
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