Mi madre tuvo que sacudirme fuerte para despertarme. Yo le había pedido que me pase la voz para que no me quedara dormida y así lo hizo sin embargo yo no quería ir a la editorial y prefería seguir en los brazos de Morfeo. -Ya te comprometiste con esa señorita, Andrea-, me recordó mi mamá. Ella siempre cumplía su palabra empeñada y deseaba que yo fuera igual de responsable. Después de ducharme, me puse un jean, blusa verde floreada y zapatillas rosadas. Desayuné un jugo de naranjas y tostadas, riendo y contándonos chismes con mis padres, luego me fui a la editorial. Llegué a la siete en punto. -La señorita Reynolds la espera en su oficina-, me dijo la recepcionista. La tal Reynolds era una rubia delgada, alta, de espléndidos ojos verdes, muy hermosa y estilizada. Parecía una princesa de cuento de hadas. Ordenó a su secretaria café y panecillos con mantequilla. Después se sentó junto a su escritorio y cruzó las piernas -Yo te estoy hablando muy en serio, Andrea, me dijo, me gu
Luego de cumplir con mi horario en la clínica, aproveché el resto de la noche para hacer mis poemitas. Leonela me llamó. -¿Es verdad que sacarás un poemario?-, chilló ella a través del móvil. -¿Cómo sabes?-, me intrigó. Se suponía que nadie más sabía la noticia. Yo aún no era ninguna celebridad, ni remotamente. -Claudio tiene amigos en la editorial, todos escriben en el portal de poesías, se conocen entre ellos y Antonella Reynolds es una asidua lectora, todo queda entre amigos, pues, mujer, je je je-, me dijo ella riéndose. -Sí, ya firmé contrato, tengo que entregar doscientos poemas, ya estoy avanzando algunos-, le dije, mordiendo mi lengüita emocionada. -¿Te vas a inspirar en tus amantes?-, se divirtió Leonela. -Por supuesto, je je je, estoy rescatando los mejores momentos que he pasado con ellos je je je-, me contagiaron sus risotadas. -Ay seguro escribirás que "era hermoso, de pecho enorme, con sus brazos gigantes y sus muslos me volvían loca, me excitaban, pren
Davids ya se había infiltrado en la clínica desde la noche anterior, haciéndose pasar por un paciente que requería atención. Se había cortado a cero el pelo de la cabeza y se puso una nariz de plástico para pasar desapercibido, también rengueaba y se amarró una almohada en la cintura para parecer un tipo obeso. Nadie sospechó nada ni tampoco lo reconoció y en efecto aparentaba un tipo inestable urgiendo de ayuda médica. Una vez dentro de la clínica, Davids se dirigió al desván y se ocultó tras las escobas y los baldes donde permaneció toda la noche, entre trapos y detergentes. Karlson le había avisado a su móvil que mi hora de ingreso era las 8 de la mañana. Davids había llevado un revólver lleno de balas. -Esta vez, esa perra se muere, le aseguró Davids a Karlson, le voy a llenar el pecho de balazos y ya no la veremos nunca más- Karlson para evitar toda sospecha que estaba involucrado con Davids llamó a Gladys y le reportó que llegaría tarde. Pensaba que entre las ocho y nueve
Fue un gravísimo error de Davids el de perder el tiempo golpeándome en lugar de escapar por uno de los grandes ventanales del pasadizo. Uno de los vigilantes de la clínica que tenía contratados Brown, alarmado por mi gran alarido, llegó con su arma desenfundada y viendo a Davids listo a llenarme el cráneo de plomo, le atinó un certero disparo en medio de los ojos que le reventó la cabeza igual a una calabaza. Davids cayó de bruces en medio del pánico y los gritos aterrados de doctores y pacientes por el balazo que reventó igual a un petardo de dinamita. La clínica entonces se convirtió en un caos y la vocinglería se hizo muy intensa. Jessica y Brenda llegaron de prisa y al encontrarme derrumbada en el suelo, aturdida, luego del golpe que me dio Davis en la cabeza, me atendieron de inmediato, me dieron agua, me abanicaron la cara, incluso me hicieron rehabilitación, pero yo estaba bien, únicamente mareada y aún desconcertada luego de mi encuentro imprevisto con Davids. Sangraba
Después que se llevaron el cadáver de Davids, recién fui donde Brown, a su consultorio. Yo tenía la certeza de que Karlson ya había sido detenido acusado de estar comprometido en el intento de matarme. -No, Andrea, Karlson está no habido, la policía lo busca-, me dijo él, también descorazonado. La noticia de lo ocurrido estaba en todos los portales del internet, se difundía en la televisión y eso, obviamente, iba en contra del prestigio de la clínica. Eso no le gustaba para nada a Brown. Renegaba y llevaba la boca estrujada. -Estábamos en nuestro mejor momento y viene ocurrir ésta balacera-, tenía él la cara ajada. -Solo fue un balazo, no ha sido el fin del mundo-, quise ser divertida pero ni él ni yo teníamos ganas de reír. Brown continuaba enfadado y malhumorado, pensando en los alcances que tendría esa noticia en el ánimo no solo de los pacientes sino de sus familiares, pensaba incluso en una masiva deserción. -La policía está detrás de Karlson. Caerá pronto-, me di
No pude resistirme más. Necesitaba los besos de Marcus, de sus caricias. Yo estaba demasiado sensible, requiriendo, con locura, estar en los brazos de ese hombre tan divino que me despeinaba y hacía burbujear mi sangre. Lo ansiaba, lo anhelaba, lo deseaba. Por las noches soñaba con su cuerpo enorme, igual a un camión, lleno de vellos y quería volver a saborear nuevamente el dulzor de sus labios, hasta quedar ebria de él, sumirme en la inconsciencia y urgía que me haga completamente suya. Me estremecía pensando en él, en sus manos recorriendo mi piel, en su aliento, quería verme en sus ojos y quedar eclipsada a su mirada tan dominadora y de auténtico macho alfa. En mis horas de alcoba él aparecía señorial como un caballero de las cruzadas, en su corcel blanco, gallardo y altivo y convertido en un guerrero persa en su carruaje, hermoso y cautivante. Yo rendida a él, me le entregaba plenamente. Hacíamos el amor bajo las estrellas, junto al arco iris, en paradisíacos oasis, en islas desi
Marcus al fin superó la sorpresa y sus manos sujetaron mis posaderas y empezó a estrujarlas con deleite. Los leggins habían surgido efecto, yo me veía muy apetitosa, mostrando mis redondeces, y él no pudo resistir más a la tentación. Se empalagó con mis sentaderas que a él tanto le gustaban. Él no me lo había dicho pero yo sabía que se deleitaba con mis curvas y formas cuando me veía irme, mirando y admirando mis caderas, mi cadencia y la forma cómo menaba la cintura igual a un barco naufragando en medio del océano. Mis llamas se alzaban como en un gran incendio y yo no podía controlarme. Besaba afanosa la boca de Marcus, lo encadenaba mis tobillos y mis uñas se aferraron a su inmensa espalda, haciéndole surcos enormes. Él logró zafarse de mis besos y comenzó a lamer mi cuello, mis orejas, el canalillo de mi busto y eso hizo que yo me excitara aún más, echando mucho humo de mis narices, de mi aliento y hasta de las orejas. La candela chisporroteaba en todos los poros de mi adorabl
Me duché apurada. En el baño encontré cepillos sin estrenar, pasta dentífrica, jabones recién comprados y toallas, también, novísimas. A Marcia le gustaba renovar siempre los artículos de aseo. Ella sabía que Marcus llevaba casi en forma cotidiana a sus amantes a casa cuando ella y Doris se iban, por ello habían en toda ocasión los utensilios recién comprados, alineados junto a la ducha. Después de eso fui de prisa a preparar el desayuno a Marcus, él seguía durmiendo, tumbado en la alfombra. Apenas me desperté lo cubrí con una gran frazada. Él aún tenía el rostro pintado de felicidad y no podía borrar la larga sonrisa que se dibujaba en sus toscos labios. La velada había sido, en realidad inolvidable. Yo había llevado ropa interior en mi canasta, también un short y una camiseta bien dobladitas. Ya saben, chica prevenida, goza toda la vida. Había de todo en el refrigerador. En eso también se preocupaba Marcia, para que la casa estuviera bien abastecida. Esa mujer me parecía muy e