El primer beso que se dieron Hughes y Katty fue cuando paseaban muy acaramelados junto a la piscina de la clínica. Jefersson Wait me lo contó. -Él la tomó de los brazos y le dio un besote en la boca. Ella al principio se resistió, pero después puso sus manos en el pecho de él, cerró los ojos y se deleitó con los labios de Hughes, incluso alzó un pie encandilada. Fue una escena muy romántica, como en una telenovela-, me dijo al final de su terapia. Volví a enfrentar a Katty. Ella había llegado cargada de chocolates a la clínica. -Estás enamorada de Hughes-, le increpé entonces. Ella había empezado a tenerme antipatía por mis celos. -El amor no sabe de terapias ni de tratamientos, doctora, aparece y ya, no se puede evitar y es bueno cuando dos personas se quieren sin importar enfermedades o traumas, el amor es independiente a todo-, me dijo ella molesta, alzó su naricita y se fue hacia la terraza a verse con Hughes, meneando sus caderas, llevando las cajas de chocolates a cuest
Después de muchos días volví a entrar al portal de poesías. Me había desinteresado en realidad, a raíz de que Leonela y "Flecha" habían iniciado un tórrido romance. A mí me gustaba mucho esa web, escribir poemas, compartir mis versos y comentar las obras de otros poetas y poetisas pero una de las razones que me motivaba a estar en esa dirección electrónica era justamente, "Flecha". Me encantaba seducirlo, recitarle versos encendidos, inquietarlo con mis rimas y me prendaban sus comentarios, siempre eróticos, y también, por supuesto, sus poemitas que me dedicaba muy solemne y romántico, no con la agresividad con las que yo le escribía, je je je. Leonela había logrado enamorarlo, sin necesidad de poesías y ella me colmaba mi móvil con selfies de ellos besándose, muy acaramelados, disfrutando del amor que surgió de repente, entre versos. Como había llegado temprano a casa, después de ducharme y cenar, hablar largo rato con mis padres (papá se había vuelto a pelear, ésta vez con un s
Mi madre tuvo que sacudirme fuerte para despertarme. Yo le había pedido que me pase la voz para que no me quedara dormida y así lo hizo sin embargo yo no quería ir a la editorial y prefería seguir en los brazos de Morfeo. -Ya te comprometiste con esa señorita, Andrea-, me recordó mi mamá. Ella siempre cumplía su palabra empeñada y deseaba que yo fuera igual de responsable. Después de ducharme, me puse un jean, blusa verde floreada y zapatillas rosadas. Desayuné un jugo de naranjas y tostadas, riendo y contándonos chismes con mis padres, luego me fui a la editorial. Llegué a la siete en punto. -La señorita Reynolds la espera en su oficina-, me dijo la recepcionista. La tal Reynolds era una rubia delgada, alta, de espléndidos ojos verdes, muy hermosa y estilizada. Parecía una princesa de cuento de hadas. Ordenó a su secretaria café y panecillos con mantequilla. Después se sentó junto a su escritorio y cruzó las piernas -Yo te estoy hablando muy en serio, Andrea, me dijo, me gu
Luego de cumplir con mi horario en la clínica, aproveché el resto de la noche para hacer mis poemitas. Leonela me llamó. -¿Es verdad que sacarás un poemario?-, chilló ella a través del móvil. -¿Cómo sabes?-, me intrigó. Se suponía que nadie más sabía la noticia. Yo aún no era ninguna celebridad, ni remotamente. -Claudio tiene amigos en la editorial, todos escriben en el portal de poesías, se conocen entre ellos y Antonella Reynolds es una asidua lectora, todo queda entre amigos, pues, mujer, je je je-, me dijo ella riéndose. -Sí, ya firmé contrato, tengo que entregar doscientos poemas, ya estoy avanzando algunos-, le dije, mordiendo mi lengüita emocionada. -¿Te vas a inspirar en tus amantes?-, se divirtió Leonela. -Por supuesto, je je je, estoy rescatando los mejores momentos que he pasado con ellos je je je-, me contagiaron sus risotadas. -Ay seguro escribirás que "era hermoso, de pecho enorme, con sus brazos gigantes y sus muslos me volvían loca, me excitaban, pren
Davids ya se había infiltrado en la clínica desde la noche anterior, haciéndose pasar por un paciente que requería atención. Se había cortado a cero el pelo de la cabeza y se puso una nariz de plástico para pasar desapercibido, también rengueaba y se amarró una almohada en la cintura para parecer un tipo obeso. Nadie sospechó nada ni tampoco lo reconoció y en efecto aparentaba un tipo inestable urgiendo de ayuda médica. Una vez dentro de la clínica, Davids se dirigió al desván y se ocultó tras las escobas y los baldes donde permaneció toda la noche, entre trapos y detergentes. Karlson le había avisado a su móvil que mi hora de ingreso era las 8 de la mañana. Davids había llevado un revólver lleno de balas. -Esta vez, esa perra se muere, le aseguró Davids a Karlson, le voy a llenar el pecho de balazos y ya no la veremos nunca más- Karlson para evitar toda sospecha que estaba involucrado con Davids llamó a Gladys y le reportó que llegaría tarde. Pensaba que entre las ocho y nueve
Fue un gravísimo error de Davids el de perder el tiempo golpeándome en lugar de escapar por uno de los grandes ventanales del pasadizo. Uno de los vigilantes de la clínica que tenía contratados Brown, alarmado por mi gran alarido, llegó con su arma desenfundada y viendo a Davids listo a llenarme el cráneo de plomo, le atinó un certero disparo en medio de los ojos que le reventó la cabeza igual a una calabaza. Davids cayó de bruces en medio del pánico y los gritos aterrados de doctores y pacientes por el balazo que reventó igual a un petardo de dinamita. La clínica entonces se convirtió en un caos y la vocinglería se hizo muy intensa. Jessica y Brenda llegaron de prisa y al encontrarme derrumbada en el suelo, aturdida, luego del golpe que me dio Davis en la cabeza, me atendieron de inmediato, me dieron agua, me abanicaron la cara, incluso me hicieron rehabilitación, pero yo estaba bien, únicamente mareada y aún desconcertada luego de mi encuentro imprevisto con Davids. Sangraba
Después que se llevaron el cadáver de Davids, recién fui donde Brown, a su consultorio. Yo tenía la certeza de que Karlson ya había sido detenido acusado de estar comprometido en el intento de matarme. -No, Andrea, Karlson está no habido, la policía lo busca-, me dijo él, también descorazonado. La noticia de lo ocurrido estaba en todos los portales del internet, se difundía en la televisión y eso, obviamente, iba en contra del prestigio de la clínica. Eso no le gustaba para nada a Brown. Renegaba y llevaba la boca estrujada. -Estábamos en nuestro mejor momento y viene ocurrir ésta balacera-, tenía él la cara ajada. -Solo fue un balazo, no ha sido el fin del mundo-, quise ser divertida pero ni él ni yo teníamos ganas de reír. Brown continuaba enfadado y malhumorado, pensando en los alcances que tendría esa noticia en el ánimo no solo de los pacientes sino de sus familiares, pensaba incluso en una masiva deserción. -La policía está detrás de Karlson. Caerá pronto-, me di
No pude resistirme más. Necesitaba los besos de Marcus, de sus caricias. Yo estaba demasiado sensible, requiriendo, con locura, estar en los brazos de ese hombre tan divino que me despeinaba y hacía burbujear mi sangre. Lo ansiaba, lo anhelaba, lo deseaba. Por las noches soñaba con su cuerpo enorme, igual a un camión, lleno de vellos y quería volver a saborear nuevamente el dulzor de sus labios, hasta quedar ebria de él, sumirme en la inconsciencia y urgía que me haga completamente suya. Me estremecía pensando en él, en sus manos recorriendo mi piel, en su aliento, quería verme en sus ojos y quedar eclipsada a su mirada tan dominadora y de auténtico macho alfa. En mis horas de alcoba él aparecía señorial como un caballero de las cruzadas, en su corcel blanco, gallardo y altivo y convertido en un guerrero persa en su carruaje, hermoso y cautivante. Yo rendida a él, me le entregaba plenamente. Hacíamos el amor bajo las estrellas, junto al arco iris, en paradisíacos oasis, en islas desi