-¿Por qué tan triste, Andrea?-, se sentó junto a mi mesa el doctor Brown. Yo estaba recién por almorzar en la cafetería de la clínica, aunque había pedido tan solo ensalada y jugo. No tenía humor ni deseos de comer algo, me sentía bastante mal, apagada, apática y mis ojos continuaban encharcados en lágrimas. Mi jefe ya se había dado cuenta de que estaba demasiado apática, sombría, sin mi clásica sonrisa ni el brillo de mi mirada que a él le gustaba tanto y que lo había seducido. Por el contrario aparecía sumamente afligida. Las chicas también le habían contado que yo no estaba con mi mejor ánimo y no mentían porque yo me sentía muy decaída. Y es que estaba convencida que había fracasado en mi tratamiento con Marcus. No se trataba únicamente de devolverlo a la realidad, acabar con su paranoia y convencerlo de que él no pertenecía a otra época, sino también de quitarle las ínfulas de mujeriego y de andar enamorando muchachas por doquier, lo que no pude lograr. Y lo peor es que Marcus
Esa noche, cuando volvía a mi casa, muy cansada después de una intensa jornada de trabajo, vi que Louis, el chico que atiende en la panadería, tenía muchas dificultades para cerrar las persianas metálicas del negocio. Se habían enrollado demasiado y por más que Louis brincaba no alcanzaba para poder jalar la malla de fierro y lograr al fin cerrar las puertas del negocio en forma hermética. Yo en la cajuela del auto siempre llevo una banquita para cualquier eventualidad. Al verlo tan desesperado, me detuve de golpe, bajé de prisa, abrí la caja, saqué la banca y fui de prisa a ayudarlo. -Sube aquí Louis, así podrás alcanzar las mallas-, le dije sonriente. -Uffffffff, Andrea, qué bueno que llegaste, ya no sabía qué hacer-, se alegró él, muy sudoroso y agitado pues había estado brincando mucho rato. Gracias a la banquita Louis subió y pudo desenredar las cortinas metálicas y logró cerrar las puertas de la panadería con un gran candado. -Has terminado de atender bien tarde ésta noche
Esta vez nos atacaron varios hombres armados, con la intención de matar a Michel Trevor, incluso a plena luz del día. Yo recién había entrado a la clínica, a cumplir con mis labores cotidianas. Marqué mi tarjeta y fui a mi consultorio. Me puse mi mandil, abrí mi laptop y llamé al anexo de Karlson para saber si ya había algún paciente en espera, para atención ambulatoria, pero él no me contestó. Me sorprendió porque Karlson se supone que estaba una hora antes en la clínica, haciendo el triaje respectivo. Llamé a recepción. -Hay cinco pacientes esperando doctora Povilaityté, el doctor Karlson no ha venido, recibí un mensaje a mi móvil informándome que se le había hecho tarde-, me dijo preocupada Gladys. -Me haré cargo del triaje hasta que llegue el doctor Karlson-, le anuncié. Le pedí la lista de doctores que ya estaban en la clínica y empecé a auscultar, consultar y derivar a los pacientes que estaban en la lista de espera. No eran casos complicados. Fue entonces que llegaron
Media hora después, la situación estaba controlada y reinaba la paz en los jardines. Ya no se escuchaban los disparos aunque seguían estallando los fuegos artificiales, llenado de colores el cielo El jefe de seguridad llamó a Brown y le informó de que los hombres armados habían sido repelidos y que huyeron en los autos en diferentes direcciones. -La policía tiene las pistas y está en persecución de ellos-, le detalló. -Después que termines con tu paciente, te cercioras si todo está bien, Andrea-, me pidió Brown. Escuché también que Brown llamaba a Tadeus Howard, que era el benefactor de la clínica. -Necesito reforzar la seguridad de la clínica, Tadeus, nos han vuelto a atacar-, le dijo con un tono de angustia. -No te preocupes, respondió Howard por el altavoz, te envío un cheque para que contrates más seguridad, armas, cámaras de vigilancia, todo lo que necesites, si requieres más dinero se lo pides a mi secretaria-, subrayó. Me sentí contenta y segura. ¡¡¡El país nec
Al fin pude relajarme un poco, estirarme de brazos y piernas, y sacarme los zapatos que me estaban triturando, je je je. Mis pobres piecitos me mataban después de tanta tensión y recorrer una y otra vez todo el hospital. Me puse a repasar en todo lo que había pasado la clínica en esos últimos días, desde que Trevor fue internado por mandato judicial y los incidentes con Davids, culpándome de su despido. -Y siempre han ocurrido esos ataques cuando tengo que encargarme del triaje, parece que ese consultorio tiene un imán para atraer a los facinerosos-, me reí sola, lanzando mis pelos aire. Sin embargo, de repente, se me congeló la sonrisa y abaniqué mis ojos pasmada. -Triaje-, balbuceé como una idiota y pensé en el interés de Karlson si es que había pasado algo en la clínica durante su ausencia. -Karlson nunca está cuando ocurren los ataque-, seguí con la boca abierta, tratando de atar cabos. Volví a recordar cuando él entró a la clínica, sorprendido, mirando a todos lados,
Aproveché que tenía terapia con Hughes para indagar sobre Katty Woodward. Él, sin embargo, se puso a la defensiva otra vez. -Ella es solo una amiga-, me dijo con el rostro fruncido, chasqueando los dientes. -Katty te ha visitado varias veces el último mes, te trae dulces y se queda buen rato contigo-, yo intentaba mostrarme natural, distendida y coloquial, no quería alarmarlo ni provocarle una rabieta como las que había tenido antaño. -Es una amiga, ya le dije-, siguió él porfiándome enfadado. Le pedí, entonces, a Gladys que me informara de inmediato apenas Katty Woodward llegaba a la clínica para visitar a Frederick Hughes. Mientras tanto seguí atendido al paciente que había perdido la memoria. Practicamos diferentes juegos, hicimos rompecabezas, recordamos capitales del mundo y también le exigí un poco de memoria, evocando sucesos mundiales y él respondió a todo de maravillas. Justo en ese momento me llamó Gladys. -La señorita Woodward ha venido, doctora-, me dijo la
El primer beso que se dieron Hughes y Katty fue cuando paseaban muy acaramelados junto a la piscina de la clínica. Jefersson Wait me lo contó. -Él la tomó de los brazos y le dio un besote en la boca. Ella al principio se resistió, pero después puso sus manos en el pecho de él, cerró los ojos y se deleitó con los labios de Hughes, incluso alzó un pie encandilada. Fue una escena muy romántica, como en una telenovela-, me dijo al final de su terapia. Volví a enfrentar a Katty. Ella había llegado cargada de chocolates a la clínica. -Estás enamorada de Hughes-, le increpé entonces. Ella había empezado a tenerme antipatía por mis celos. -El amor no sabe de terapias ni de tratamientos, doctora, aparece y ya, no se puede evitar y es bueno cuando dos personas se quieren sin importar enfermedades o traumas, el amor es independiente a todo-, me dijo ella molesta, alzó su naricita y se fue hacia la terraza a verse con Hughes, meneando sus caderas, llevando las cajas de chocolates a cuest
Después de muchos días volví a entrar al portal de poesías. Me había desinteresado en realidad, a raíz de que Leonela y "Flecha" habían iniciado un tórrido romance. A mí me gustaba mucho esa web, escribir poemas, compartir mis versos y comentar las obras de otros poetas y poetisas pero una de las razones que me motivaba a estar en esa dirección electrónica era justamente, "Flecha". Me encantaba seducirlo, recitarle versos encendidos, inquietarlo con mis rimas y me prendaban sus comentarios, siempre eróticos, y también, por supuesto, sus poemitas que me dedicaba muy solemne y romántico, no con la agresividad con las que yo le escribía, je je je. Leonela había logrado enamorarlo, sin necesidad de poesías y ella me colmaba mi móvil con selfies de ellos besándose, muy acaramelados, disfrutando del amor que surgió de repente, entre versos. Como había llegado temprano a casa, después de ducharme y cenar, hablar largo rato con mis padres (papá se había vuelto a pelear, ésta vez con un s