CAPÍTULO 127

Cuando la noche cayó y luego de que cenaron, Soren fue a la habitación a cambiarse por algo más adecuado. Sin que Clarisse lo notara, pues estaba fuera del vestidor, abrió algunos compartimientos ocultos y guardó un par de cuchillas debajo de la chaqueta de cuero y el arma en la funda que llevaba en la pantorrilla.

—Que extraño que Ariah te haya pedido ir tan tarde a su casa, ¿es grave? —le preguntó Clarisse sin apartar los ojos de la pantalla plana que estaba en la pared. Amaba el televisor de su novio.

—No realmente. Tiene inconvenientes con una de las propiedades de nuestros padres que quedó a su nombre y debe resolverlo antes de que vaya mañana a entregar el papeleo —contestó el pelinegro, colocándose un Rolex—. Te diría que me esperes despierta, pero tal vez no regrese hasta que solucionemos eso.

—¿Y no pueden hacerlo por la computadora?

—Los archivos están en papel, además, Daliah necesita mi firma cómo testigo. Así que se soluciona el problema de una buena vez —declaró, mostran
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