NARRADORADesde que Freya entró en la habitación del ama de llaves, se arrepintió un poco, pero ya estaba allí.—Siéntese, siéntese aquí —la Sra. Prescott la invitó cortésmente a tomar asiento en el sillón pegado a la chimenea, pero casualmente de espaldas al baño.—Dígame, ¿en qué puedo ayudarla? —se quedó de pie frente a la anciana, apretando una mano contra la otra para disimular sus temblores.—Bueno, usted entregó el libro de contabilidad y la Duquesa me indicó que lo revisara…—¿Usted? ¿Pero si es una nana, qué iba a saber de contabilidad? Digo… —el ama de llaves se dio cuenta de su grosería.Ahora que la veía con el libraco en las viejas manos, recordó otro pequeño detalle importante que también la incriminaba.—Sí, soy nana, pero también fui administradora de un hogar por décadas, no tan grande como este castillo, pero hay cosas básicas muy obvias —el tono de Freya fue adquiriendo dureza.Esta era la razón por la que debió esperar a Katherine, pero es que estaba insultada de c
NARRADORAEN EL CAMPAMENTO DEL DUQUE THESIO…—¿Han podido sacarle algo a ese espía? —Thesio le preguntó al mensajero que regresaba a caballo.Estaba apostado en un campamento improvisado, algo lejos del campamento principal que controlaba su general.—No, señor, ni siquiera bajo tortura ha dicho nada útil —le informó.Thesio frunció el ceño, sentado sobre el tronco caído de un árbol.Hubiese querido intimidar a ese hombre él mismo, pero no le convenía estar en ese sitio tan comprometedor.Conocía a Elliot; ese hombre se agarraría de lo que fuese para incriminarlo y, ahora con esa caja de seguro en su poder, Thesio se temía lo peor.En un caso extremo podría buscarse un chivo expiatorio, decir que Arthur fue el cerebro pensante, que actuó a su espalda, por eso no le convenía dar el frente.—Regresa y dile a Arthur que lo elimine, que desmantele todas las evidencias, que recoja el campamento sin dejar nada atrás —tomó su decisión al instante.Ya basta de jugar al gato y al ratón.Era ev
NARRADORA—¡Aggrr, suel… tame… maldi…to! —Arthur luchaba como un tigre acorralado.Su torso se contorsionaba intentando girarse para quitarse de encima a la alimaña que le había saltado sobre la espalda.Las manos de Álvaro temblaban más y más a medida que apretaba la soga entre sus muñecas.Las venas se veían abultadas, haciendo relieves sobre la piel, y las heridas escurrían con rastros de sangre.Apretó los dientes, viendo solo oscuro, a punto de perder la consciencia, pero las ganas de vengarse mantenían su ira funcionando.Sin embargo, no fue suficiente.Aflojó solo un segundo, solo uno, y su cuerpo entero giró cayendo de lado sobre la dura tierra.Se golpeó la cabeza, gimiendo de dolor, la garganta desollada.A lo lejos, los rugidos de la lucha; cerca, la tos ahogada de su enemigo.Álvaro intentó incorporarse, pero esta vez su cuerpo no le respondió. El golpe de adrenalina ya estaba pasando.—¡Maldito desgraciado, ahora verás si no acabo contigo! —sintió el alarido y el peso sob
NARRADORAAlzó la cabeza y rugió a los cielos, un sonido gutural salido del fondo de su garganta que espantó a los pájaros, escapando en bandadas por el depredador absoluto que estaba por aparecer.Alexia lo vio todo, un líquido turbio amarillo bajó por entre sus piernas; el olor a acre, a miedo, a muerte, se respiraba en el aire.Aun así, vio la última oportunidad de escapar, mientras Elliot lidiaba con todas esas nuevas sensaciones raras, que ya no reprimía y estaba dejando fluir como una presa por completo abierta.Se levantó con el orine escurriendo por sus muslos y comenzó a correr a trompicones, alejándose más y más de la bestia.Elliot cayó al suelo, apoyado en sus manos y rodillas; las uñas negras, incluso de los pies, se alargaban rompiendo las botas, duras, como cuchillas afiladas.La mandíbula se remodelaba, a punto de expandirse en un fiero hocico; la piel ardía como si estuviese en carne viva y los folículos pilosos se dilataban para dar paso al pelaje.Parecía inminente
NARRADORAAldo nunca pensó que viviría para ver algo tan extraordinario.La enorme pared de hielo y piedras, que le impidió la escapada a él y a Tomas, no era ningún obstáculo para un lycan.Miró hacia arriba, viéndolo escalar a pura fuerza bruta.Las garras de las patas se encajaban haciendo huecos en el hielo, y se impulsaba hacia arriba.En su espalda, atado a él, llevaba un saco hecho con restos de ropas de los cadáveres dejados en la lucha anterior, llenas de sangre y suciedad.Dentro, iba desmayada la valiosa hija del ama de llaves.No pudo resistir el dolor agonizante de los “arreglos” que le hizo el jornalero, para asegurarse de que no los delatara.Aldo lo vio saltar, ya en la cima, y arrojarse al vacío, varios metros mortales hasta el otro lado, perdiéndose de su visión.Cuánto poder.Ojalá pudiera salvar a su hembra, porque si ese poderoso ser perdía a su compañera de manera violenta, iba a sembrar caos en este reino.*****KATHERINE—¡MÁS DEPRISA! —le grité al jinete que l
NARRADORA —¿Se… señora? — la doncella se atrevió a dar un paso adelante, empujando suavemente la madera —. Lo lamento si duerme, es algo urgente, no sabemos si la Duque… ¡Aahhh! Gritó llevándose las manos a la boca cuando vio tendida a la nana Freya sobre la alfombra, con un charco de sangre alrededor de su cabeza. El instinto la hizo moverse hacia adelante en vez de quedarse congelada o escapar. —¡Señora Freya! —se arrojó de rodillas al lado del cuerpo inerte. Laura había sido voluntaria en el centro de tratamientos, sabía las cosas básicas. Estiró los dedos temblorosos, sus labios también temblaban. ¡Todo en ella se movía incontrolablemente! —Que esté viva, por todos los cielos, por favor, Sra. Freya —las yemas frías tocaron el pulso en el costado del cuello. Luego de unos segundos, Laura cerró los ojos y unas lágrimas se escurrieron desde las esquinas. —¡¿QUÉ LE HICISTE A FREYA?! —el rugido de la Duquesa la hizo reaccionar. Laura abrió los ojos de golpe, para ver la expre
NARRADORAEl impacto fue brutal; el aire de la mujer se escapó de sus pulmones con un jadeo ahogado mientras su cabeza chocaba contra la piedra.El dolor fue inmediato y cegador.Katherine sintió que el mundo giraba a su alrededor antes de desplomarse, sin fuerzas, sobre la mullida alfombra.Su visión se nublaba y desde el suelo, apenas pudo distinguir a Francis alejándose, una sombra que desaparecía por la puerta.*****Mientras tanto, Francis corría como un condenado por el pasillo, esquivando a algunas doncellas que revisaban las habitaciones, internándose en un área abandonada.El “tesoro” que se robó en las manos, directo hacia el ala de los difuntos Duques, donde casi nadie buscaba y se encontraba su boleto de salida de esta prisión.*****KATHERINE— ¡Señora! - en medio de mi nebulosa escuché un grito femenino que me llamaba y unas manos que intentaban incorporarme.Mis ojos algo turbios lograron concentrarse por un segundo.Era una doncella y dos mozos que me ayudaban, parece
KATHERINE Sudaba y sudaba; los dientes repiqueteaban dentro de mi boca de manera incontrolable, parecía que los segundos se convertían en horas.Escuchaba el traqueteo de las poleas pasando por las ruedas, el rozar del metal contra las piedras y la madera estremeciéndose.Solo fue un instante, y a mí me pareció un tiempo infinito.Cuando llegué al final del destino, el montaplatos o lo que fuera esta caja instalada, se detuvo.Me quedé tranquila, en silencio, solo oyendo mi propia respiración acelerada, jadeante y los sonidos del corazón golpeando contra mi pecho.Abrí un poco los ojos y sentía húmedas las pestañas; estiré la mano para accionar la palanca.Detrás de esas paredes metálicas quizás encontraría mi muerte; no lo sabía, pero ya no había vuelta atrás.Con un chirrido comenzaron a abrirse de nuevo.Me pegué más al fondo, luchando por liberarme de mis fantasmas, preparándome para dar guerra, pero nada de eso fue necesario.Afuera estaba medio oscuro, se veía como un subterrán