Capítulo 3

VICTORIA

Abro mis ojos encontrándome con el cielorraso blanco sobre mi cabeza.

Mi respiración está acelerada y el sudor cubre mi cuerpo.

Aún puedo sentir en mi piel, el miedo y la angustia de aquella pesadilla que parece no querer desaparecer en los últimos años.

Cierro los ojos tomando una gran bocanada de aire antes de soltarlo e intentar levantarme.

La puerta es abierta estrepitosamente, haciéndome saltar, mirando como el pequeño tornado viene a mí corriendo.

—Mamiiiii, ya estás despierta, te hice el desayuno.

—Déjame adivinar... leche y cereal.

—¿Tuviste una pesadilla otra vez mami?

Como mentirle a un pequeño que tiene un montón de rarezas especiales. Entre ellas; la capacidad de saber cuando su madre le miente.

—Estás sudada mami y el calor desapareció de tu cuerpo, déjame calentarte.

Envolví mis brazos alrededor de él, sintiendo el abrazo de oso que me da. Su calor se aferra a mí, haciéndome sentir serena y en completa paz.

—Listo, ahora a desayunar.

Y así como entró, así se fue.

Después de asearme, llego hasta el pequeño comedor, arrastrando mi laptop hacia mí.

Abro las cámaras de seguridad y mientras me como el "desayuno" de mi pequeño garras, observo detenidamente todas las cámaras que rodean no solo nuestro edificio, sino también varias cuadras a la redonda.

Observo cada auto pasar, cada persona que camina, hasta los perros callejeros que pasan por ahí.

Dirán que soy obsesiva, pero no es fácil mi situación. No solo debo estar huyendo constantemente de los asesinos de mi padre, sino también de lobos rebeldes.

A eso sumémosle que los hombres más capaces del Rey Alfa también están al acecho de mi hijo.

Han pasado cinco años desde aquel día y nadie parece rendirse.

Miro a mi pequeño lobo, sus ojos azules me miran con escepticismo y su cabello que parece oro se ondea con la suave brisa de la ventana.

¿De dónde serás mi pequeño, quién será tu madre o tu padre?

Salimos del apartamento directo a su escuela.

Le coloco un suéter con capucha para tapar un poco sus rasgos.

Yo me coloco una peluca roja y gafas de sol por si acaso.

En este lugar hemos estado por más de 6 meses, podría decir que es donde más nos hemos podido quedar.

—Ben, recuerda lo que te dije, si hueles algo mal, si sientes que algo no va bien...

—Presiono el botón uno mami y salgo por la ruta de escape que queda por el comedor, llego al estacionamiento del edificio verde y me escondo.

—Así es, ahora ve y cuídate.

Le doy un beso en su cabecita y lo observo alejarse, mezclándose con otros niños.

Miro a mi alrededor con disimulo antes de salir de allí.

Llego a mi trabajo, uno temporal como todos, lavando pisos y baños sucios en un bar, pero es lo que puedo hacer para mantener mi fachada.

En la tarde, ya terminando mi turno, mi celular suena y rápido contesto al ver qué es de Santi.

El único amigo que tengo y que me ha ayudado a ocultarme.

—Victoria, hay movimiento dentro la ciudad, esta mañana llegaron hombres de tu padre y una hora después...

—Lobos— respondo observando a los hombres que acaban de ingresar al bar.

Observan en todas las direcciones, olfateando el aire.

Aquí todos están acostumbrados a ver hombres lobos mezclándose con humanos, pero ellos, no están aquí para distraerse.

De pronto, algo me paraliza y la adrenalina comienza a bombear por mis venas.

Doy la vuelta y comienzo a recoger por todo el pasillo hacia la salida; fragmentos de armas que voy ensamblando a medida que voy avanzando.

Al salir por la puerta de atrás, me dirijo rápidamente por el callejón, apagando la alarma del dispositivo que le di a Ben.

Subo al carro estacionado al final de la calle y comienzo a avanzar rápido por las calles de la ciudad.

Los altos edificios algo viejos pasan a mi lado mientras los vehículos me pitan para que frene.

Bajo la velocidad solo cuando voy llegando al estacionamiento y salgo.

—Pequeño garras.

Escucho un ruido a mi espalda y luego las manos de Ben envolviendo mi brazo.

Caminamos hasta el otro extremo donde otro auto nos espera.

Los años te enseñan a ser precavida, sea donde sea que estemos, debo dejar autos regados en sitios específicos para poder escapar.

Subo y salgo calmadamente mirando en todas las direcciones. Abro las cámaras del apartamento solo para fijarme en que ya hay hombres ahí, revolviendo todo.

—Demonios.

—Mama…

—Perdón cariño.

Piso el acelerador y avanzo entre las calles angostas que me llevan a través de edificios y edificios antiguos.

Llegamos a otro estacionamiento donde recojo una pequeña maleta escondida en el ducto de ventilación y vuelvo a subir al auto.

—Mami puedo sentir a otros como yo acercarse desde el frente.

Caraj0, esto no puede ser bueno.

Piso el acelerador y salgo a toda velocidad, justo al salir a la calle principal, otros dos carros negros salen de la nada, persiguiéndonos más atrás.

Agacho la cabeza levemente al oír disparos y el choque de las balas en el auto.

—Ben, agáchate y no te levantes.

Lo veo moverse hasta abajo y toca la alfombra con sus manos, sus palmas comienzan a brillar y su cabello se vuelve oscuro.

Observo como una capa eléctrica comienza a envolvernos, chispeando cuando las corrientes eléctricas se rozan.

Las balas vuelven a impactar contra el carro, pero esta vez rebotan en todas las direcciones mientras la electricidad salta.

Aprovecho esta ventaja y comienzo a dar giros repentinos entre las calles.

Pasando por avenidas concurridas y cruces en direcciones opuestas.

Observo por el retrovisor como uno de los carros se estrella contra otro, logrando deshacernos de uno.

Ahora solo queda otro.

—Vamos, ¿dónde estás?

Miro en todas direcciones y nada, de pronto, ahí está de nuevo, justo alado de nosotros, gira su volante para impactarnos por el lateral, pero la jugada no le sale tan bien.

Al tocar nuestro auto, es mandado con fuerza por los aires, incendiándose cuando las chispas eléctricas llegan al combustible.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo