El Rey Alfa y la Cazadora: Destinos Entrelazados
El Rey Alfa y la Cazadora: Destinos Entrelazados
Por: Fénix Vm
Capítulo 1

NARRADOR

En una noche fría y lluviosa, donde los rayos cruzaban el cielo y la lluvia arreciaba.

Se podía escuchar los gritos de una mujer en una pequeña casa.

Los gritos de la Reina Luna, llenaban la pequeña habitación mientras doncellas corrían de un lado a otro con paños ensangrentados.

—Mi Reina, ya falta poco, solo, puje un poco más.

La Luna de la pequeña manada donde se encontraba, la animaba para seguir, pero en su ser estaba escondida la envidia y la venganza.

Afuera, el Rey junto con un puñado de sus hombres se mantenían al frente, ajeno a lo que ocurría dentro la pequeña casa de la manada donde su esposa estaba dando a luz.

Los ojos dorados de su lobo se mantenían al frente, donde se podían oír los gruñidos de los lobos.

Un rayo cruzó el cielo seguido de un estruendoso trueno. Los llantos fuertes y persistentes de un bebé llenaron el aire de la pequeña habitación.

Las doncellas sacaron al bebé de la habitación, dejando a su Luna con la Reina, que se encontraba débil y cansada.

—¿A dónde... a dónde llevan a mi bebé?, ¡Tráiganlo!

—Él ya no regresará, esta noche acabaremos con dos pájaros de un tiro, es hora de que el trono sea tomado por alguien más.

Sacó un puñal detrás de su espalda y con una mirada desquiciada comenzó a avanzar a ella.

Afuera la pelea se desató, estaban siendo superados en número, pero sabían que acabar con el mayor de todos sería un desafío.

Después de todo, era el Rey y no llevaba el título por nada.

El imponente lobo negro, de ojos dorados, cortaba y desgarra la garganta de sus enemigos, hasta que cayó al suelo aullando de dolor.

Sintiendo el vínculo de su compañera romperse.

En el otro extremo del bosque, una mujer cubierta por una capa gris, cubriendo su olor, se apresura a llegar a la pequeña manada, evitando quedar atrapada en tres frentes.

Sigilosamente, se escabullía por los callejones oscuros y las calles desoladas, evitando a toda costa, que su presencia se notara.

Se paró a mitad de la carretera, mirando los faros del auto que se acercaba a toda velocidad.

Alzó su arma, esperando el momento, cuando las luces la alumbraron por completo, accionó el gatillo.

El auto giró de forma brusca a solo centímetros de ella, impactando con fuerza en la pared de ladrillos.

Los llantos del bebé se podían escuchar desde adentro del auto, hasta que la mujer llegó y abrió la puerta.

Se aseguró de que las lobas al frente estuvieran muertas, antes de sacar el recién nacido del auto en llamas, a poco de explotar.

—Diosa, por favor, protégenos hasta llegar a un lugar seguro y entregarlo a su padre.

Envolvió al pequeño con su capa y se apresuró a salir de allí.

A lo lejos, comenzaron a escucharse explosiones, otro enemigo que también iba por el pequeño, pero sus planes con él, eran mucho más crueles.

Ella lo sabía, porque estaba en esa sala, escuchando como el líder de los cazadores; su esposo. Planificaba su ataque, aliándose con lobos rebeldes para derrocar al actual Rey.

—Mama...

—Victoria, te dije que esperaras en el auto, es peligroso.

—Quería asegurarme de que estabas bien, los hombres de papá ya entraron, si él te descubre; va a matarte.

Ella agarró el brazo de su hija y comenzó a arrastrarla con ella por los callejones.

Aullidos resonaban en todos lados y los disparos de armas se escuchaba cada vez más de cerca.

Su preocupación se elevó, no solo por el pequeño que intentaba salvar a toda costa, sino porque ahora su hija, se había sumado a ella.

Se movían rápido de un lugar a otro, hasta que no tuvieron opción de escapar.

Ailena llevó a su hija hasta una especie de bodega, mientras hombres y lobos comenzaron a rodear el lugar.

—Mamá.

—Escucha Victoria, debajo de nosotras hay un túnel subterráneo que conduce a las afueras de la manada.

Ella removía una cosa tras otra dentro de la bodega, buscando la entrada.

Grandes torres de barriles se alzaban por todas partes brindando algo de escondite para ellas.

Las puertas se abrieron de golpe y ambas jadearon de sorpresa.

Ailena miró a su hija, estaba asustada y lágrimas rodaban por sus mejillas.

Ella sabía quién era el que había entrado, cerró los ojos por un instante, frunciendo el ceño de vez en cuando.

Cuando los abrió, le entregó el pequeño a su hija y comenzó a arrastrarla hasta el fondo del lugar.

—Mi querida esposa, no te escondas de mí, entrégame al pequeño y todo estará mejor.

La voz resonaba en todo el lugar poniéndole los pelos de punta a Ailena y a Victoria.

—Sé que mi querida hija está contigo, ayudándote en esto, sal de una vez y prometo no lastimarla.

Ella abrió una pequeña compuerta escondida y sus esperanzas brillaron.

—Escucha Victoria, debes bajar y corre sin mirar atrás, yo te alcanzaré, ahora corre.

Ella se dio la vuelta parándose a la vista del hombre con el que estuvo casada por más de 20 años.

Victoria no se fue, en cambio, se acercó para ver qué pasaba.

—¿Dónde está el niño?

—Jamás lo encontrarás Black, es un error lo que están haciendo...

Sacó el arma, apuntando directo a ella y disparó justo en su estómago.

Victoria se tapó la boca antes de dejar escapar un grito, dejando que más lágrimas se derramarán, observando como el cuerpo de su madre caía.

—Sabía que ibas a traicionarme, pero no lo esperé de Victoria, igual ella morirá.

Apuntó su arma de nuevo y disparó una vez justo en su pecho.

—A ti, mi querida Victoria, te espera una agonía peor...

—Señor, rastreamos el olor del recién nacido, está afuera de la manada— llegó un hombre informándole y su mirada se volvió oscura.

—Quemen el lugar—, gritó antes de salir, dejando a sus hombres que esparciendo gasolina por todo el lugar, incendiando todo antes de salir.

En segundos, las llamas comenzaron a cubrir todo y el humo se hacía sofocante para respirar.

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