Años antes.
Perla
La lluvia fría cae sobre mí, empapando mi cuerpo y ni siquiera tengo un paraguas para cubrirme. Toda mi ropa está mojada y trato de pensar en dónde voy a dormir esta noche. ¿Por qué me pasan estas cosas a mí? Por qué no simplemente, soy como las hijas normales de algunos padres. De esos que las llevan a sus institutos, las cuidan y ayudan. A mí, al contrario, me premiaron con una madre alcohólica que no quería tener hijos.
¿Por qué mi madre es así conmigo?
El nuevo esposo de mi madre trató de tocarme esta mañana cuando nos quedamos solos. Se lo dije a Emilia y no me creyó, y en vez de eso. Me sacó de la casa en plena madrugada. Ahora me encuentro caminando sola por las calles de Seattle, tratando de buscar algo donde dormir y cubrirme de la lluvia. Al parecer me tocará buscar refugio entre los indigentes.
Soy la única hija de Emilia Lee. Mi madre siempre odió a los niños o algo que tuviese que ver con responsabilidad. Se embarazó de mí, ya que fui el desliz de una noche de copas y mi abuela le dijo que no me abortara, que yo podría ser su bendición en su oscura vida de perdición.
Mi abuela sí me amo desde que nací y me rompí cuando murió. Ella fue la única en mi vida miserable que realmente me amó. Yo tenía aproximadamente unos doce años de edad cuando falleció de cáncer y después de eso me tocó vivir sola con mi madre o mejor dicho. Sola. Sufrí abandono de mi padre y madre, desde que nací y es la razón del porqué a mis veinte años de edad soy una mujer independiente, más madura que mi propia madre y acostumbrada a estar sola.
Mi madre es alcohólica. Emilia tiene un serio problema con el alcohol, que la verdad me preocupa, pero a ella no le importa. Así como tampoco le importo yo. Nunca me ha querido, ella me odia, nunca ha demostrado amor hacia mí. Yo siempre le he demostrado cariño, pero a ella lo único que le interesó de mí, fue explotarme y quitarme el poco dinero que me ganaba trabajando, para comprar alcohol y bebérselo mientras se quedaba en la casa acostada sin hacer nada o en algunas ocasiones irse de fiesta. Siempre resaltando que me dio la vida y que por esa razón yo debo ser agradecida y darle todo.
Desde los nueve años yo he sido la que he tenido que trabajar. Lo hacía en las noches para poder estudiar en el día y todo lo que ganaba ella me lo quitaba para comprar alcohol y si yo no le daba dinero me golpeaba. A la final tuve que dejar mis estudios y trabajar de noche y de día para obtener más dinero. En algunas ocasiones tuve que pedir dinero en la calle, porque si o si, debía conseguir dinero para comer la comida del dia.
Debí irme lejos y dejarla con su vida desastrosa, pero mi abuela una vez me dijo “Hay personas que necesitan de otras para sobrevivir. Cuida a tu madre, muy en el fondo, te ama”
No debí hacerle caso.
Entonces consiguió a un hombre, igual que ella, y lo prefirió a él, que a mí, que soy su única hija.
Ahora sí me he quedado más que sola.
De tanto caminar, me adentro en un callejón con luz tenue, en dónde hay contenedores de basura. Me acerco a uno para mirar si alguien lanzó alguna comida que esté buena y que pueda servir. Enseguida comienzo a revisar entre la basura y logro, conseguir una caja que contiene la mitad de una pieza napolitana. Justamente mi favorita, me supongo que la puerta que está enfrente pertenece a una pizzería, ya que hay varias cajas vacías apiladas cerca de la puerta.
Cuando agarro la Pizza y corto un pedazo, escucho las llantas de autos. Enseguida giro mi rostro para mirar y veo que al callejón ingresaron dos camionetas negras a toda velocidad.
Me quedé quieta mirando con atención.
A continuación, veo que de las camionetas bajan varios hombres con trajes ejecutivos de color oscuro y todos con armas en las manos. De la maletera de la camioneta sacan a un hombre con cinta adhesiva plateada en la boca, con las manos y pies atados.
—¡Me traicionaste, bastardo! —ruge uno de ellos, quien se acerca hasta el hombre de cabello negro que está tirado en el suelo mojado.
—¡Fabiano, lo siento! —suplica el hombre—. ¡No tuve otra opción!
Uno de los hombres que rodean al hombre atado, le mete una patada fuerte en las costillas.
—¡Aaah! —grita de dolor y se retuerce—. ¡No me quites la vida, por favor, Fabiano!
No sé quiénes son esos hombres, pero se ve que son peligrosos.
Asustada por ver la escena, y sin ya no querer presenciar nada más. Como puedo y con rapidez, me lanzó al contenedor lleno de basura podrida, cubro mi nariz por lo hediondo que esta y me quedo allí en silencio, nada más que esperando a que terminen la discusión y que se larguen.
Los minutos empiezan a transcurrir y ahora no puedo escuchar lo que estaban hablando, pero sí algunos gritos de ese hombre y al final un disparo sordo al aire. Brinco a causa del sonido y me adentro más en la basura asquerosa.
Todo queda en sumo silencio, pero aun así permanezco quieta y callada.
—Está allí —escucho que dicen cerca del contenedor donde estoy.
Ni siquiera me da tiempo de esconderme más, cuando dos fuertes manos me agarraron de los brazos y con facilidad me sacan del contenedor de basura, para después lanzarme en el piso mojado.
—¿Quién eres? —pregunta una voz áspera y gélida.
Enseguida levanto el rostro y me encuentro con un hombre alto, de cuerpo robusto, un elegante traje gris, cabello rubio y unos ojos grises. Muy atractivo, pero me mira con asco y lo comprendo, me acaban de sacar de un basurero.
Enseguida me levanto y lo miro. Estoy hecha un desastre. Mi vestido floreado ahora tiene manchas de cualquier basura que hayan botado allí y estoy hedionda. Debo parecer una indigente. Bueno, después de todo me va a tocar dormir con ellos.
—¡Qué asco! Tiene gusanos en el cabello —murmura uno de los hombres, con asco.
Enseguida me sacudo el cabello con rapidez.
—¡¿Quién carajos eres?! —vuelve a preguntar el de ojos grises.
Antes de hablar, trago asustada.
—Mi nombre es Perla, señor —es lo único que digo y con suavidad bajo mi vestido sucio.
—¿Qué hace una joven sola a estas horas de la noche? —levanta la ceja y estrecha los labios.
Vuelvo a tragar.
—No se preocupe, ya me iba, señor —aviso mirando a los hombres que hay a mi alrededor y después decido girarme para comenzar a caminar.
—Tú no irás a ninguna parte. Mucho menos al presenciar lo que acaba de ocurrir —dice.
Enseguida me detengo y me doy la vuelta para volver a posar mis ojos sobre él.
—¡Por favor! ¡No me haga daño! —suplico enseguida.
El hombre rubio se da la vuelta ignorándome y antes de comenzar a caminar, suelta una orden.
—Súbanla a una de las camionetas. Después veré qué hacer con ella —ordena y luego comienza a caminar con elegancia y tranquilidad—. No podemos dejar un testigo —argumenta por último.
—¡No! —grito en cuanto unos de los hombres se acerca mirándome con asco y me agarra del brazo.
No pasa mucho tiempo cuando entre tres me cargaron y me meten a unas de las camionetas, después colocan un pequeño paño en mi nariz y pierdo el conocimiento.
FabianoLos gemidos de Fiorella se escuchaban en toda la habitación, a causa de cada estocada que daba dentro de ella. Debajo de mí la podía escuchar perdida en el placer por mis movimientos, caricias y besos. —¡Más rápido, por favor! —súplica con su voz entrecortada y clavando las uñas en mi espalda. Enseguida poseo sus labios y comienzo a entrar en su interior, moviendo mis caderas con rapidez e impulsándome con fuerza. Los dos con nuestros cuerpos sudados, gozamos del placer que nos proporcionamos mutuamente.Después de lo que sucedió anoche con Leonardo y la testigo de lo que ocurrió, mandé a buscar a Fiorella, mi prometida, para que viniera a pasar la noche conmigo y ella gustosa aceptó, aunque Roberto piensa que su hija está todavía dormida en su habitación. No debía tocarla hasta después de la boda, pero el sexy cuerpo de Fiorella y su seductora personalidad fue imposible de rechazar. Nuestro matrimonio será arreglado, solo por negocios. No estoy enamorado de ella, pero es h
FabianoVuelvo a subir las cortas escaleras, cierro la puerta y salgo de allí. Mi mañana iba muy bien hasta que sucedió esto. Mi tía jamás se había metido en mis asuntos y ella sabe que no debe hacerlo, sin embargo, en esta ocasión lo ignoró y metió a esa mujer a la villa. Una chica que no conozco, ni siquiera sé su nombre y de donde viene, pero que observó todo lo que le hicimos a Leonardo esa noche. No me gusta dejar testigos y ella fue la única que miró todo lo que ocurrió esa noche. Debe morir si o sí. Cuando entro nuevamente a la cocina veo que Dante y Elisa están sentados todavía desayunando mientras conversan. Sin mirarlos tomo asiento y decido saborear mi expreso por primera vez esta mañana. —¿Terminaste con ella? —pregunta Elisa observándome con mucha curiosidad. No le hago caso y solo me tomo un tiempo para recordar nuevamente el hermoso rostro y el exquisito olor de la mujer que acabo de encerrar en el sótano. Me dejó sin palabras. Siempre estoy rodeado de mujeres, pe
PerlaEstoy encerrada en este lugar, en donde ni siquiera hay una ventana. Todo está prácticamente vacío, lo único que hay es el sofá en donde estoy sentada y una bombilla que genera poca iluminación en todo el lugar.De camino cuando ese hombre me trajo, logré ver que me encerró en un sótano, es la razón de que el ambiente se sienta frío. Sin embargo, no sé en dónde estoy. Sé que estoy en una inmensa casa, pero no sé en qué ciudad o región, pero sé que no estoy en Seattle. Anoche me durmieron y no supe nada más de mí, hasta que desperté está mañana. Cuando abrí los ojos estaba aquí, tirada en el sofá con hedor a basura en todo mi cuerpo. Fue gracias a esa señora que logré comer algo y llené mi estómago, me permitió una ducha y me dio ropa limpia para vestir. Pero, me aterra el pensar que ese hombre en cualquier momento entre por la puerta y me asesine. No es justo todo lo que me está pasando. Un hombre intenta tocarme, mi madre me corre de la casa y después me agarran unos criminales
PerlaCon la vista al frente, el hombre pasa por mi lado.—Acompáñeme, señorita Lee —indica caminando en dirección al escritorio.Lo único que hago es seguirlo, al mismo tiempo que observo todo lo que hay a mi alrededor. Mirando el elegante lugar. El hombre rodea el escritorio y toma asiento en su cómoda sillón de cuero fino y acolchado de color caoba. —Por favor, siéntese —señala una de las sillas vacías, que está ubicada frente a él. Hago lo que me dice. Decido tomar asiento frente al escritorio y lo miro. —Muy bien —agarra el teléfono y lo mira—. Su madre se llama Emilia Lee —empieza a decir—. No trabaja y es una mujer con graves problemas de adicción hacia al alcohol, usted no tiene padre, pero si tiene un padrastro —rueda sus ojos grises hacia mí—. ¿Su padre la abandonó? Porque en sus documentos no posee reconocimiento de un hombre como padre, solo aparece el nombre de su madre. ¿Cómo sabe todo eso? La verdad me ha sorprendido con tanta información personal que tiene sobre mi
PerlaCon una caminata imponente se acerca y posa sus ojos sobre mí, se detiene al lado del señor Greco y se inclina para darle un beso en la mejilla y mirarlo a los ojos así como él, ya lo hace con ella. —Ciao, amore mio —lo saluda con una sonrisa dulce, se incorpora y sus ojos se posan en mí—. ¿Y quién es ella? —sus ojos azules me retallan con indiferencia, como si fuera un pequeño bicho en el piso, delante de ella—. Es la primera vez que la veo aquí.—Ella ya se va —dice el señor Greco mirándome con rigidez.Me levanto de la silla con suavidad. —Gracias por todo, señor Greco —refiero con amabilidad.Él afirma y se levanta de la silla, agarra a la mujer de la cintura para luego depositar un beso en su mejilla. —Ya regreso, Fiorella —le dice con voz grave y manteniendo el rostro inexpresivo. Ella le sonríe. —Sí, cariño —toma asiento en el sillón donde él estaba sentado—. Te espero aquí —se cruza de piernas y me mira con asco—. Adiós —mueve los dedos en mi dirección y me sonríe c
FabianoCuando regreso a la oficina, veo a Fiorella sentada en mi sillón con las piernas cruzadas y mirándome fijamente mientras mantiene una expresión de pocos amigos. —¿Tu padre llegó contigo? —me detengo al lado de ella.La veo levantarse de mi sillón y acercarse a mí.—No, viene dentro de un rato —anuncia, agarra mis mejillas y se inclina para darme un beso en los labios—. ¿Quién era esa?, ¿y qué hacía en tu oficina?Me alejo de ella y me siento en el sillón.—Fue una chica que encontré anoche —refiero mirándola.Fiorella rodea el escritorio y se sienta en una de las sillas frente a mí.—¿Qué encontraste anoche? —levanta una ceja—. Y más o menos, ¿qué hacías cómo para encontrarla así de la nada? —Estaba en un basurero —comento abriendo la portátil. —¿En un basurero? —se echa a reír soltando una fuerte carcajada—. Con razón, ¿pero cómo fue que llegó aquí? Subo la mirada hacia ella, mirándola con determinación. —Es un asunto complejo del que no quiero hablar, Fiorella —coloco l
FabianoPor la puerta entra Leo, con su típico cabello liso y sus cuencas azules claras, sobre mí. Esta mañana lleva un vestido ceñido de color azul cielo y mantiene su típica expresión amable. Carlos y Enzo se mantienen en silencio, mientras en el despacho se escucha el tono de sus tacones al acercarse a mí. Se detiene al lado de Enzo y de Carlos, luego los mira y les obsequia su típica sonrisa afectuosa.—Buenos días, señor Vitale —mira a Carlos, con una suave sonrisa.—Buenos días, señorita Pucci —la saluda Carlos con respeto. Esta vez Leonor desvía sus ojos hasta Enzo. —Buenos días, señor Génova. Enzo voltea a mirarla con una expresión inexpresiva. —Buenos días, señorita Pucci.Leonor me mira. —¿Qué necesitaba de mí, señor Greco? —abrazando su tablet, me mira atenta.—Necesito que agregues a la nómina una nueva empleada —le notifico—. Te pasaré los datos por correo, ella va a empezar el día de hoy. Leonor asiente una sola vez. —Sí, señor. ¿Algo más? —¿Te quedarás para el
PerlaHoras antes.Salgo acompañada de la habitación de despensa junto con Elisa, nos encaminamos por un camino de asfalto. Volteo a mirar hacia atrás para mirar la edificación de la villa. Es gigante, de tres pisos, con paredes blancas y ventanas grandes con vidrios que parecen espejos. La verdad es solo una parte trasera de casa. Admirada, vuelvo a mirar al frente y veo otra casa de dos pisos que se eleva entre tres altos árboles de cipreses y un hermoso jardín pequeño. La casa es del mismo modelo que la villa, pero esta es más pequeña. Comparada a la casa rodante donde vivía con mi madre, es una mansión.Nos cruzamos con varios hombres trabajando en los jardines y todos me observan llenos de curiosidad, sin embargo, noto, que hay varios hombres con trajes elegantes qué ni siquiera me miran y mantienen rostro inexpresivo, pero por su vestimenta me supongo que son la seguridad de la casa.Para ser más directa, la seguridad peligrosa de la villa, ¿cómo escaparme con esos postes allí vi