PerlaLeonor deja caer sus cosas sobre la mesa del escritorio mientras mira a Fiorella fijamente.—Entonces, esperemos juntas —dice y se vuelve a sentar a mi lado.—Pueden ir a descansar —dice con voz suave mientras mira sus uñas color rosa.Leonor me observa y luego le sonríe a Fiorella.—Nuestro jefe no nos ha dicho que tenemos descanso, querida —dice Leonor cruzándose de brazos. Yo solo me mantengo en silencio, esperando que Fabiano aparezca. Sin embargo en ese preciso momento Fabiano entra al despacho, y al instante siento una mezcla de esperanza y ansiedad en mi pecho. Me levanto de la silla, y Leonor hace lo mismo, ambas preparadas para la conversación que se avecina. Sin embargo, la atmósfera se vuelve más tensa cuando Fiorella, con una amplia sonrisa en su rostro, se levanta y se acerca a Fabiano.—¡Qué alegría verte! —dice, abrazándolo con efusividad.Fabiano, visiblemente incómodo, mantiene la distancia y responde con un simple:—Me alegro de verte también —responde sin toca
FabianoSalgo de mi oficina, la frustración burbujeando en mi interior. No puedo creer que Fiorella haya cruzado esa línea. Mi mente está llena de pensamientos desordenados mientras me dirijo hacia la sala principal, buscando a la última persona con la que quiero lidiar, pero que tengo que enfrentar esta situación se debe acabar. Cuando entro en la sala, la veo cruzando el espacio, sus pasos firmes y decididos. Con un impulso, la alcanzo y la llamo.—¡Fiorella!Ella se detiene, dándose la vuelta con un gesto de molestia visible en su rostro. El desdén que irradia es palpable, y no me importa. —¿Qué? —exclama molesta y mirándome fijamente.—Que me doy cuenta quien eres realmente, aunque ya lo sospechaba —respondo, sintiendo cómo mi voz se endurece—. ¿Qué te dio derecho a entrar a mi casa con un arma? o peor aún, amenazar a Perla, quien no te ha hecho nada, por cierto.Su risa suena sarcástica, y levanta las manos como si fuese lo más normal del mundo.—Sabes que eso es normal en nues
PerlaNo dudo en acceder al beso suave de Fabiano. Para besarlo mejor lo sujeto de las mejillas y él agarrando mis caderas me pega a su cuerpo, besandome con más intensidad. Lentamente, el beso va culminado y al despegar nuestros labios nos miramos fijamente. —No quiero que seas mi secretaria —dice Fabiano, rompiendo el silencio que nos envuelve—. No hay necesidad. Hablaré con las chicas del servicio para que se encarguen de todas tus cosas. Quiero que compartas mi habitación, porque tú vas a ser mi mujer. Debes tener tu lugar en la casa y es en mi habitación, como debe ser.Sus palabras me llegan al corazón. Me sorprende tanto que el aire se me escapa de los pulmones. Para mí, la idea de ser su mujer suena como un sueño. Pero al mismo tiempo, instinctivamente, una parte de mí lucha contra la idea de quedarme sin hacer nada.—Está bien —le respondo, sintiendo una oleada de emoción en mi pecho—. Estoy de acuerdo, Fabiano. Pero no quiero estar sin hacer nada. No quiero que pienses que
Perla La tarde se desliza suavemente, y el aroma del postre que Ángela ha preparado llena la cocina. Estoy sentada en una de las sillas de la barra del desayuno, con Leonor ya que decidimos hacer un pequeño espacio en el trabajo para hablar un rato y comer algo. —En algunos momentos he tenido que viajar en representación de Fabiano, ya que él está ocupado con otras cosas —comenta Leonor—. Ahora que tu estas, será un poco más relajado —me regala una sonrisa amable. —Sé que estoy con él, pero seguiré en el mismo lugar de trabajo. —Me parece bien —afirma con lentitud. —¡Aquí está! —vocifera Angela, llegando a la berra y nos entrega el trozo de pastel de chocolate a cada una. Miro el pastel y sonrío de inmediato. —Se ve tan exquisito —agrego, luego miro a Angela con una sonrisa—. Gracias, de verdad. —Si, gracias. Teníamos mucha hambre —dice Leonor. —Yo conseguí extraño que no recibí ni una llamada de ustedes —comenta Angela mirándonos. Agarro la pequeña cuchara, después miro a A
Perla La noche ya ha caído, y el silencio de la casa me rodea como un manto suave. Termino de ducharme y el agua caliente me ha dejado una sensación de relajación que disfruto al máximo. Salgo del cuarto de baño, envuelta en una toalla, y me dirijo al vestidor. Con la luz intensa y blanca del lugar, busco en mi lado del vestidor, el vestido de dormir que desde que llegué a está casa he usado para dormir.Finalmente lo encuentro, un delicado conjunto de encaje que elijo para sentirme bien. Me quito la bata y me coloco la ropa interior. Al aplicarme mi crema corporal, me detengo un momento a mirar mi reflejo en el largo espejo. El vestido es bonito, pero al instante noto que me queda sumamente corto. Un cosquilleo de nerviosismo me recorre el cuerpo. No debería sentirme así; es solo un vestido, pero es la primera vez que voy a compartir una habitación con un hombre, a pesar de que me gusta mucho y decidí estar con él por esa misma razón, de igual manera tengo nervios.Sacudo la cabeza,
PerlaLlego junto a Fabiano al elegante restaurante donde me ha invitado a comer. La noche está fresca, y la emoción burbujea en mi estómago. Angelo estaciona la camioneta y, al bajarse, me ofrece su mano. La tomo con suavidad, sintiendo su calidez mientras me ayuda a descender del vehículo. Caminamos juntos hacia la entrada del lujoso lugar, y al abrirse la puerta, un hombre de traje nos recibe con una sonrisa profesional.—Bienvenidos —dice, guiándonos hacia el ascensor. Fabiano y yo intercambiamos miradas cómplices mientras subimos. —Va a ser una cena privada —me informa Fabiano, con una sonrisa traviesa que me hace sonreír de vuelta.—Me encanta —respondo, sintiendo que la anticipación crece con cada segundo que pasa.El ascensor se detiene y las puertas se abren. Bajamos junto al hombre que nos está guiando, cruzando un pasillo que parece estar decorado con obras de arte modernas. Finalmente nos detenemos frente a unas puertas dobles de vidrio oscuro. El hombre las abre y nos da
PerlaMientras terminamos nuestros postres, el ambiente está lleno de risas y conversación tranquila. Disfruto cada momento a su lado, sintiendo que el tiempo se detiene. Pero de repente, veo que Fabiano se levanta de su silla. Con una sonrisa cautivadora, se detiene junto a mí y extiende su mano.—¿Bailamos? —me pregunta con un brillo en los ojos.Me siento un poco nerviosa al escuchar su propuesta. Sonrío de vuelta, aunque le confieso que no tengo mucha experiencia en esto.—No sé bailar, pero... —comienzo, sintiendo la duda asomarse—. Acepto.Con un ligero tirón de su mano, me levanto de la silla y le miro. Fabiano me sujeta de la cintura y me acerca a él de forma protectora. Su cercanía me hace sentir un cosquilleo en el estómago, y aunque mi inseguridad persiste, me acomodo en sus brazos, dispuesta a seguirle la corriente.La música suave envuelve nuestro entorno, y Fabiano comienza a moverse al compás. Al principio, mis pasos son torpes, pero la forma en que sonríe me da la conf
Perla—¿Qué hacemos aquí, mamá? —Miro por la ventanilla de la camioneta, la gigante mansión frente a mí. Inmensa y digna de un hombre muy poderoso. Me pregunto, ¿quién vive aquí y qué hacemos aquí?El vehículo se detiene, frente a las gigantescas puertas dobles, para ingresar a lo que me supongo es el interior de la casa.Vuelvo a mirar a mi madre en busca de una respuesta. Emilia acomoda su cabello negro mientras mira el reflejo de su rostro atractivo, a través del espejo de su pequeño compacto. —Pronto lo sabrás, Perla —cierra el espejo con suavidad y se vuelve hacia mí —. Desde hoy dejarás de huir de tu exmarido. Yo no puedo seguir escondiéndote. Conseguí a alguien que si te va a proteger y podrás vivir otro tiempo más. Se me llena el corazón de dolor de tan solo escuchar eso y recordar a Fabiano. El hombre que creí que sería mío para toda la vida. Será difícil para mí olvidarme de él, mucho más después de lo que vivimos y de haberme quitado a mi único hijo. Ahora Fabiano me odia