PerlaCon una caminata imponente se acerca y posa sus ojos sobre mí, se detiene al lado del señor Greco y se inclina para darle un beso en la mejilla y mirarlo a los ojos así como él, ya lo hace con ella. —Ciao, amore mio —lo saluda con una sonrisa dulce, se incorpora y sus ojos se posan en mí—. ¿Y quién es ella? —sus ojos azules me retallan con indiferencia, como si fuera un pequeño bicho en el piso, delante de ella—. Es la primera vez que la veo aquí.—Ella ya se va —dice el señor Greco mirándome con rigidez.Me levanto de la silla con suavidad. —Gracias por todo, señor Greco —refiero con amabilidad.Él afirma y se levanta de la silla, agarra a la mujer de la cintura para luego depositar un beso en su mejilla. —Ya regreso, Fiorella —le dice con voz grave y manteniendo el rostro inexpresivo. Ella le sonríe. —Sí, cariño —toma asiento en el sillón donde él estaba sentado—. Te espero aquí —se cruza de piernas y me mira con asco—. Adiós —mueve los dedos en mi dirección y me sonríe c
FabianoCuando regreso a la oficina, veo a Fiorella sentada en mi sillón con las piernas cruzadas y mirándome fijamente mientras mantiene una expresión de pocos amigos. —¿Tu padre llegó contigo? —me detengo al lado de ella.La veo levantarse de mi sillón y acercarse a mí.—No, viene dentro de un rato —anuncia, agarra mis mejillas y se inclina para darme un beso en los labios—. ¿Quién era esa?, ¿y qué hacía en tu oficina?Me alejo de ella y me siento en el sillón.—Fue una chica que encontré anoche —refiero mirándola.Fiorella rodea el escritorio y se sienta en una de las sillas frente a mí.—¿Qué encontraste anoche? —levanta una ceja—. Y más o menos, ¿qué hacías cómo para encontrarla así de la nada? —Estaba en un basurero —comento abriendo la portátil. —¿En un basurero? —se echa a reír soltando una fuerte carcajada—. Con razón, ¿pero cómo fue que llegó aquí? Subo la mirada hacia ella, mirándola con determinación. —Es un asunto complejo del que no quiero hablar, Fiorella —coloco l
FabianoPor la puerta entra Leo, con su típico cabello liso y sus cuencas azules claras, sobre mí. Esta mañana lleva un vestido ceñido de color azul cielo y mantiene su típica expresión amable. Carlos y Enzo se mantienen en silencio, mientras en el despacho se escucha el tono de sus tacones al acercarse a mí. Se detiene al lado de Enzo y de Carlos, luego los mira y les obsequia su típica sonrisa afectuosa.—Buenos días, señor Vitale —mira a Carlos, con una suave sonrisa.—Buenos días, señorita Pucci —la saluda Carlos con respeto. Esta vez Leonor desvía sus ojos hasta Enzo. —Buenos días, señor Génova. Enzo voltea a mirarla con una expresión inexpresiva. —Buenos días, señorita Pucci.Leonor me mira. —¿Qué necesitaba de mí, señor Greco? —abrazando su tablet, me mira atenta.—Necesito que agregues a la nómina una nueva empleada —le notifico—. Te pasaré los datos por correo, ella va a empezar el día de hoy. Leonor asiente una sola vez. —Sí, señor. ¿Algo más? —¿Te quedarás para el
PerlaHoras antes.Salgo acompañada de la habitación de despensa junto con Elisa, nos encaminamos por un camino de asfalto. Volteo a mirar hacia atrás para mirar la edificación de la villa. Es gigante, de tres pisos, con paredes blancas y ventanas grandes con vidrios que parecen espejos. La verdad es solo una parte trasera de casa. Admirada, vuelvo a mirar al frente y veo otra casa de dos pisos que se eleva entre tres altos árboles de cipreses y un hermoso jardín pequeño. La casa es del mismo modelo que la villa, pero esta es más pequeña. Comparada a la casa rodante donde vivía con mi madre, es una mansión.Nos cruzamos con varios hombres trabajando en los jardines y todos me observan llenos de curiosidad, sin embargo, noto, que hay varios hombres con trajes elegantes qué ni siquiera me miran y mantienen rostro inexpresivo, pero por su vestimenta me supongo que son la seguridad de la casa.Para ser más directa, la seguridad peligrosa de la villa, ¿cómo escaparme con esos postes allí vi
Perla—¿Qué hacemos aquí, mamá? —Miro por la ventanilla de la camioneta, la gigante mansión frente a mí. Inmensa y digna de un hombre muy poderoso. Me pregunto, ¿quién vive aquí y qué hacemos aquí?El vehículo se detiene, frente a las gigantescas puertas dobles, para ingresar a lo que me supongo es el interior de la casa.Vuelvo a mirar a mi madre en busca de una respuesta. Emilia acomoda su cabello negro mientras mira el reflejo de su rostro atractivo, a través del espejo de su pequeño compacto. —Pronto lo sabrás, Perla —cierra el espejo con suavidad y se vuelve hacia mí —. Desde hoy dejarás de huir de tu exmarido. Yo no puedo seguir escondiéndote. Conseguí a alguien que si te va a proteger y podrás vivir otro tiempo más. Se me llena el corazón de dolor de tan solo escuchar eso y recordar a Fabiano. El hombre que creí que sería mío para toda la vida. Será difícil para mí olvidarme de él, mucho más después de lo que vivimos y de haberme quitado a mi único hijo. Ahora Fabiano me odia
Años antes. PerlaLa lluvia fría cae sobre mí, empapando mi cuerpo y ni siquiera tengo un paraguas para cubrirme. Toda mi ropa está mojada y trato de pensar en dónde voy a dormir esta noche. ¿Por qué me pasan estas cosas a mí? Por qué no simplemente, soy como las hijas normales de algunos padres. De esos que las llevan a sus institutos, las cuidan y ayudan. A mí, al contrario, me premiaron con una madre alcohólica que no quería tener hijos. ¿Por qué mi madre es así conmigo?El nuevo esposo de mi madre trató de tocarme esta mañana cuando nos quedamos solos. Se lo dije a Emilia y no me creyó, y en vez de eso. Me sacó de la casa en plena madrugada. Ahora me encuentro caminando sola por las calles de Seattle, tratando de buscar algo donde dormir y cubrirme de la lluvia. Al parecer me tocará buscar refugio entre los indigentes. Soy la única hija de Emilia Lee. Mi madre siempre odió a los niños o algo que tuviese que ver con responsabilidad. Se embarazó de mí, ya que fui el desliz de una
FabianoLos gemidos de Fiorella se escuchaban en toda la habitación, a causa de cada estocada que daba dentro de ella. Debajo de mí la podía escuchar perdida en el placer por mis movimientos, caricias y besos. —¡Más rápido, por favor! —súplica con su voz entrecortada y clavando las uñas en mi espalda. Enseguida poseo sus labios y comienzo a entrar en su interior, moviendo mis caderas con rapidez e impulsándome con fuerza. Los dos con nuestros cuerpos sudados, gozamos del placer que nos proporcionamos mutuamente.Después de lo que sucedió anoche con Leonardo y la testigo de lo que ocurrió, mandé a buscar a Fiorella, mi prometida, para que viniera a pasar la noche conmigo y ella gustosa aceptó, aunque Roberto piensa que su hija está todavía dormida en su habitación. No debía tocarla hasta después de la boda, pero el sexy cuerpo de Fiorella y su seductora personalidad fue imposible de rechazar. Nuestro matrimonio será arreglado, solo por negocios. No estoy enamorado de ella, pero es h
FabianoVuelvo a subir las cortas escaleras, cierro la puerta y salgo de allí. Mi mañana iba muy bien hasta que sucedió esto. Mi tía jamás se había metido en mis asuntos y ella sabe que no debe hacerlo, sin embargo, en esta ocasión lo ignoró y metió a esa mujer a la villa. Una chica que no conozco, ni siquiera sé su nombre y de donde viene, pero que observó todo lo que le hicimos a Leonardo esa noche. No me gusta dejar testigos y ella fue la única que miró todo lo que ocurrió esa noche. Debe morir si o sí. Cuando entro nuevamente a la cocina veo que Dante y Elisa están sentados todavía desayunando mientras conversan. Sin mirarlos tomo asiento y decido saborear mi expreso por primera vez esta mañana. —¿Terminaste con ella? —pregunta Elisa observándome con mucha curiosidad. No le hago caso y solo me tomo un tiempo para recordar nuevamente el hermoso rostro y el exquisito olor de la mujer que acabo de encerrar en el sótano. Me dejó sin palabras. Siempre estoy rodeado de mujeres, pe