PerlaHoras antes.Salgo acompañada de la habitación de despensa junto con Elisa, nos encaminamos por un camino de asfalto. Volteo a mirar hacia atrás para mirar la edificación de la villa. Es gigante, de tres pisos, con paredes blancas y ventanas grandes con vidrios que parecen espejos. La verdad es solo una parte trasera de casa. Admirada, vuelvo a mirar al frente y veo otra casa de dos pisos que se eleva entre tres altos árboles de cipreses y un hermoso jardín pequeño. La casa es del mismo modelo que la villa, pero esta es más pequeña. Comparada a la casa rodante donde vivía con mi madre, es una mansión.Nos cruzamos con varios hombres trabajando en los jardines y todos me observan llenos de curiosidad, sin embargo, noto, que hay varios hombres con trajes elegantes qué ni siquiera me miran y mantienen rostro inexpresivo, pero por su vestimenta me supongo que son la seguridad de la casa.Para ser más directa, la seguridad peligrosa de la villa, ¿cómo escaparme con esos postes allí vi
PerlaA la cocina llega el aroma del perfume caro y la presencia de Fiorella. Con una sonrisa se acerca a nosotras, con su imponente manera de caminar. —¡Oh, bambina! —me mira de pies a cabeza—. Estás aquí —esta vez, mira a Elisa—. ¿Cómo estás, Elisa? —le sonríe, para luego acomodarse el cabello con elegancia. —Estoy muy bien, Fiorella —saluda Elisa—. ¿Cómo estás tú?Fiorella le sonríe con amabilidad.—Estupendo, Elisa. Venía a ver a la nueva —enfoca sus ojos sobre mí.—Se llama Perla, Fiorella —presenta Elisa, con una sonrisa amable. Fiorella con una sonrisa forzada me observa.—Sí…—Perla —dice Elisa.Enseguida la miro. —La escucho señora, Elisa —respondo, atenta. —Pronto vendrán las mujeres a preparar el almuerzo para los hombres —informa—. Mientras tanto puedes ir regando las plantas qué están en los balcones de la casa, esta mañana no sé a regado.Afirmo.—Sí, señora Elisa.—La regadera está a fuera —mira a Fiorella—. Cariño, me gustaría quedarme, pero como sabrás hoy inicia
PerlaCon cuidado me levanto completamente mojada y con hojas verdes pegadas a mi cabello y cuerpo, miro en dirección al perro, quien desde afuera de la fuente, sigue ladrando.—¡¿Estás bien?! —pregunta una mujer pelirroja que me mira y sostiene en sus manos una correa de cuero, para perros.Empiezo a exprimir los bordes de mi vestido mojado.—Dentro de lo que cabe, sí —digo mirándola.—¡Oh, vaya! Tu rodilla está sangrando —mira en esa dirección, luego mira al perro—. ¡Batman, quieto! —la mujer lo reprende—. ¿Quién te sacó de casa? No dudo en mirar mi rodilla y en efecto, me la he lastimado, aunque no duele.—Creo que hay piedras dentro de la fuente —comento mirando mi rodilla.—Ya puedes salir —dice la mujer, quien ya ha asegurado al perro con la correa—. No es un perro agresivo, creo que pensó que querías jugar con él, además tampoco te conoce —sonríe con vergüenza—. Lo siento mucho. Destilando agua por mi vestido y las puntas de mi cabello, salgo de la fuente y miro al perro, qui
FabianoLa noche ya había caído. Mientras me acomodo la corbata azul oscuro que hace combinación con mi traje de tres piezas de color gris, no puedo sacarme de la cabeza el rostro de la mujer que conseguí en Seattle, no tuve tiempo de hablar con Leonor y preguntarle, ya que estaba en la sala de juegos con mis invitados, además no estuvo en el almuerzo y solo me respondió el mensaje con un: “Ella está bien, señor” Sin embargo, eso no me mantiene tranquilo, así que he decidido ir a la otra casa para averiguar como está. Al terminar de colocar el reloj negro de aguja en la muñeca, me echo perfume y después de volverlo a colocar en la repisa, agarro el teléfono y salgo de la habitación. Después de bajar las escaleras, me dirijo a la cocina y salgo por la puerta que da a la piscina trasera, para después encaminarme vía a la casa donde viven los obreros. «Los obreros» Estaba tan metido en mi postura y asuntos, qué no presté atención a lo que estaba haciendo con ella. Así que ahora compre
FabianoMientras camino de regreso a la villa, no puedo sacarme de la cabeza la conversación pervertida y asquerosa que he escuchado. Pero, es así, la mayoría de los hombres tienen esos pensamientos acerca de las mujeres. ¿Por qué le estoy dando tanta importancia? Es solo una extraña y pronto me voy a casar.Sacándola nuevamente de mis pensamientos, ingreso a la villa desde la puerta trasera y de inmediato veo que Leonor se me acerca. Luce un elegante vestido negro y lleva el cabello recogido. —Buenas noches, señor Greco —saluda con educación. —¿Cómo estás, Leo? —me detengo, mirándola.—Señor, ya han llegado varios invitados, incluyendo los Ferragamo —informa—. Lo estuve llamando, pero no respondía, tampoco lo conseguí en el despacho.—Estaba ocupado, seguramente tengo el teléfono en silencio —saco el móvil de entre el bolsillo de mi chaqueta, para mirar, que en efecto, estaba en silencio—. Vamos —aviso luego de configurar el teléfono y volverlo a guardar. —Sí, señor. Ambos nos a
FabianoCon la vista puesta en mi amigo Carlos y sin saber qué responderle, porque es más que claro que me está dando a entender que está muy interesado en Perla y yo no le estoy dando el permiso. ¿Estaré siendo muy obvio? ¿Cómo le puede llegar a interesar, una mujer que solo vio a través de la ventana de mi despacho? —¿De qué me perdí? —Julio nos mira a los tres, tratando de buscar una respuesta entre nosotros. Enzo baja el brazo de mi hombro y con una sonrisa, mira a Julio. —Es una empleada nueva de Fabiano —sonríe con picardía—. Es… Bueno, muy interesante —me lanza una mirada—. ¿O no, Fabiano? —con diversión me observa—. Yo siendo tú, ya le hubiera hecho una buena propuesta, digo —levanta las manos con un gesto inocente y divertido—. Digo, todavía no te has casado. —Carajos, tengo días sin venir, me he perdido de mucho al parecer —refiere Julio con una sonrisa, y, por otro lado, expresando curiosidad—. Si la están nombrando es por qué si es interesante. —¿Por qué exagera
FabianoYo no debería de estar aquí. Mi deber es estar acompañando a mi prometida en esa reunión. Sin embargo, estoy de pie, mirando con deseo a la mujer que acabo de conocer la noche anterior. —¿Estabas por ir a la cama? —cierro la puerta detrás de mí. Ella se incorpora, sin quitar su atención de mí. —Creo que tenía que tocar a la puerta, señor —dice con voz molesta y firme. Me agarro las caderas y miro a mi alrededor, para apartar por un momento la mirada de su cuerpo y rostro. De ella. —No, yo puedo hacer lo quiera. Esto es mío —la miro a los ojos—. Recoge tus cosas —le ordeno—. Ahora. —Es… qué… —empieza a decir y da varios pasos hacia mí—. No tengo nada, ¿a dónde me va a llevar? —el miedo se le nota en la voz. Me acerco a ella, pero no tarda en retroceder, tanto, que su espalda pega de la pared y se cubre el rostro. —¡No me haga daño, por favor! —pide con voz quebrada. Detengo el paso, ya frente a ella. —No te haré nada, Perla —le aseguro con voz sutil.Se quita las man
Fabiano Hace un silencio de segundos. —No, señor —dice—. Si le soy sincera no tengo a donde ir —se rasca el cuero cabelludo. Levanta el rostro y me mira de nuevo—. De hecho estuve pensando en escapar —confiesa con cierta preocupación—. Y no debería decirle esto… —no dice otra palabra. Me cruzo de hombros y levanto las cejas, tratando de no sonreír debido a su expresión.Definitivamente, me equivoqué al pensar que es inofensiva. —¡Ah, sí! —alzo una ceja, todavía mirándola. Algo sorprendido, al escuchar como me dice en la cara, que se iba a escapar. En sus sueños iba a suceder. Esta casa está totalmente vigilada ahora, mucho menos la dejaré escapar y le será imposible. De inmediato su cara se enrojece.—Estuve pensando —advierte y una pequeña sonrisa sale de sus labios—. Es pasado, señor. Ya no lo haré, creo que no vale la pena. Además, me he dado cuenta de que es peligroso.—¿Ahora cómo creerte? —levanto las cejas—. Pero, te aconsejo qué no lo intentes. Su garganta trabaja, lueg