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Capítulo 2: El trato

Evelyn observa a su padre con atención.

Ella y él comparten rasgos físicos: ambos tiene una cara con forma de corazón, la nariz pequeña y algo respingada e incluso comparten el color de ojos azul marino. De su madre heredó la estatura baja y la forma del cuerpo, que era igual de pequeño. El color de pelo de Evelyn, rojo, proviene de su lado materno, de los abuelos que no conoce. Sin embargo, ella también se parece más a su padre en los gestos y las actitudes. Por eso nota como su padre restriega los dedos unos contra otros y sabe que está nervioso.

—¿Qué es? —pregunta.

—¿Recuerdas a Wilhelm Evans?

Evelyn desvía la mirada por un momento y siente como el latido de su corazón se acelera. Se sonroja, pero sus padres parecen no notarlo.

—¿Tu nuevo jefe? —duda, pero en el fondo ya conoce la respuesta.

—Sí —dice su padre —. Su empresa se ha unido a la nuestra y nos facilita la integración extranjera. Él ha sido uno de los pilares más grandes durante nuestras… circunstancias.

Evelyn sabe que habla del dinero, de la perdida de dinero masiva que sus padres han tenido en los últimos meses y que ha provocado todo el desvanecimiento de los lujos que ellos conocían como felicidad. Solo han sostenido la mentira gracias a los fondos de su madre, los que sus padres le dieron el día que se casó y ya nunca le volvieron a hablar. Ni siquiera es mucho, porque nadie pensó jamás que Henry Taylor, con la cabeza fría, podría acabar con la fortuna familiar.

—Nunca he tenido el placer de conocerlo.

—Lo viste una vez —le recuerda su madre. Se sienta junto a ella y permanece con la vista sobre sus manos, parece casi tímida —, para nuestra fiesta de aniversario, hace tres años.

Evelyn lo recuerda, vívidamente. Sus padres no tienen ni idea.

—Ah —se limita a contestar apartando la mirada. El rojo de sus mejillas crece.

Su padre se aclara la garganta.

—Ha conseguido una gran oportunidad para mí, aquí en Leeds. Es un empleo con mayor sueldo y beneficio de ingreso. Está dispuesto a ofrecerme el puesto como director general de ventas de una cadena de restaurantes magníficos que ha pertenecido a su familia por un tiempo.

—¡Eso es genial, papá! —exclama Evelyn, lo cual es muy cierto. Desde el incidente en la empresa, su papá fue cayendo de puesto y un aumento como este sería la vuelta de dinero y comodidad para ambos. Aun así, su padre parece contrariado —. ¿No es una buena noticia?

Su madre se levanta y comienza a caminar por el cobertizo, tiene las manos en su cintura y el abrigo se arrastra por el suelo, Evelyn sabe que está inquieta. Pasa la vista de su madre a su padre, pero parece que se pelean consigo mismos.

—¿Qué? —pregunta, ahora todo el asunto le da mala espina.

—El señor Evans me lo ha ofrecido todo… con una sola condición.

Evelyn frunce el ceño.

—¿Cuál condición? Papá, si es algo que involucre avergonzarte o someterte a ese hombre no creo que valga la pena. Sé que te cae bien y no niego que haya ayudado a la familia en más de una ocasión, pero sabes lo que dicen sobre él los rumores y no es correcto que tu…

—No, nena, nada de eso —su padre levanta la mano en negación, pero sus ojos siguen negándose a verla—. El señor Evans me ha asegurado el puesto, pero a cambio quiere tenerte.

Evelyn ríe.

—Papá, yo no sé nada sobre trabajar en empresas— dice sonriendo —. Soy pintora, apenas lograba pasar matemáticas en la secundaria, no sé nada sobre llevar la contabilidad o la administración.

Su padre niega con la cabeza y su madre suspira. Evelyn pierde la sonrisa.

—No, cariño. El señor Evans te ha pedido a ti… te quiere, bueno, a ti.

 Evelyn tarda un momento en procesarlo.

—Como… ¿a mí? ¿Mi… yo… mi cuerpo?

Su padre se atraganta y su madre se apresura a llegar a su lado y le palmea la espalda. Evelyn se levanta bruscamente.

—No, no— dice su madre—. Ha pedido tu mano en matrimonio.

Ahora es Evelyn la que tose con fuerza. Siente la saliva trabarse en su garganta seca y su estómago da una vuelta que envía escalofríos por todo su cuerpo. Observa a sus padres, que se han tomado de la mano y la ven con miedo, pero, Evelyn lo descubre, también esperanza.

—¿Matrimonio? —sus padres asienten —. No puede hacer eso.

—Nos lo ha pedido de manera formal.

—¿Es siquiera legal? Parece que es una especie de chantaje, papá —su voz sube una octava y se siente desesperada.

—Lo sugirió… sutilmente.

Evelyn se imagina la escena, la voz profunda: “Todo esto, Henry, por tu hija”. Se estremece.

—¿Y por qué yo?  Nunca en mi vida he hablado con él. Nos vimos UNA vez, sin intercambiar más de una mirada —oh, Evelyn sabe que no es cierto, pero sus padres no pueden saberlo —. ¿Cómo es esto posible?

—Lo sé, Evvy —dice su padre —. Nosotros tampoco lo entendemos.

Evelyn lo hace, un poco. Recuerda el aniversario de sus padres. Las manos de Wilhelm sobre su cuerpo y la mirada penétrate del hombre, pero también recuerda como la ignoró después de eso.

—Evvy…

Su padre vuelve a usar el apodo, sabiendo lo que le hace a ella.

—No pueden esperar a que acepte —dice —. Es ridículo. Es como treinta años mayor que yo, posiblemente ya se haya divorciado dos veces y vive en Estados Unidos. Tendría que ir allá y apenas estoy empezando mi tercer semestre en la universidad. No puedo.

—Solo es dieciocho años mayor que tú, él tiene treinta ocho. Nunca se ha casado, tampoco tiene hijos esparcido por los continentes y, sí, posiblemente tengas que irte a vivir a Estados Unidos, pero  vivirás cómodamente en uno de sus grandes edificios en una gran ciudad con muchas cosas para hacer —las palabras de su madre parecen buscar consolarla.

—Además, cariño —interviene su padre —. Sabes lo que pensamos de tu carrera universitaria.

Sí, Evelyn lo sabía. Ellos pensaban, cuando el dinero era fuente común en su familia, que la universidad era algo que ella no debía hacer, no cuando podía heredar el puesto importante de su padre; pero, luego de la perdida, sus padres insistieron que la carrera de arte era vaga e inútil para su vida. Es uno de los motivos por los que se alejó de sus padres y luchó por seguir sus sueños sin ningún apoyo económico, aunque tampoco podrían darle alguno.

Evelyn nota, sin embargo, que sus padres solo temen a su reacción, pero no están dando su negación.

—Ya lo han decidido.

Sus padres se miran el uno al otro.

—Es una gran oportunidad para tu padre, Evvy. Este puesto nos permitiría volver a tener una vida.

—¡Ya tiene una vida! El dinero no significa vida —dice exasperada.

—No sabes lo que es para nosotros —a su madre le tiembla la voz—, vivir como vivimos. Apenas podemos sobrevivir semana a semana sin tener que prestar dinero a nuestros amigos. Ya no nos invitan a ningún lado y nuestra reputación anda por los suelos. El señor Evans no ha sido más que amable en lo que respecta a darnos ayuda.

—¡Eso no significa que tenga que darle mi cuerpo!

—No lo digas así, Evvy — dice su padre, tiene los ojos caídos y parece avergonzado, pero sigue decidido —. Es un gran hombre, de cualquier manera. Nunca se ha portado de manera incorrecta o insinuado algo perverso.

—Papá, ¿qué crees que pasará si me caso? ¿Qué crees que me hará?

Evelyn sabe lo que le hará, el recuerdo de su noche juntos la persigue hasta el día de hoy.  

—Evvy, quiero que pienses en nosotros.

Las palabras de su padre la hacen titubear. Desde que era niña, le dieron todo. Juguetes, ropa a la moda, viajes y amor incondicional. Le enseñaron a manejar bicicleta y le ayudaron en sus tareas escolares. No fueron como otros padres ricos que dejaban a sus hijos de lado y los mandaban con tutores eternos. Ellos la apoyaron en todo hasta que el dinero se acabó. Si pudieran volver a ser felices… tal vez aceptarían su carrera y sus sueños. Quizás los haría orgullosos de la hija que criaron.

—Tengo que pensarlo —dice finalmente —. ¿Esto tiene plazo?

—Dijo que la oferta estaba abierta hasta la siguiente semana.

Oferta.

Evelyn suspira.

—Bien. Los llamaré el domingo con mi respuesta.

Sus padres la miran con los ojos brillantes y Evelyn no puede sostenerles la mirada mientras los abraza y se despide de ellos.

Camina hacia dentro de la mansión y en cuanto pisa el vestíbulo, Silvia sale a su encuentro desde detrás de las escaleras. Le entrega su bolsa de materiales sin decir nada. Evelyn no cree que sepa lo que está ocurriendo realmente, solo partes. La sonrisa que le da tiene un toque de pena y miedo. Ella también depende de la decisión de Evelyn.

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