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Capítulo 5: Número desconocido

Evelyn:

¿Quién eres?

Pero Evelyn lo sabe, por supuesto. Solo es la posible prometida de alguien en el mundo en este momento.

Número desconocido:

¿Tienes tantos pretendientes que no puedes reconocer a uno?

Evelyn:

Ni siquiera puedo ver tu foto.

Evelyn siente los nervios crecer dentro de ella y juguetea con sus dedos. En la pantalla aparecen los tres puntitos que indicaban que el número está escribiendo.

Número desconocido:

Dame un segundo.

Evelyn entra al perfil de W******p y lo refresca. Ante ella aparece la imagen del hombre que no se ha podido sacar de la cabeza todo el día.

Ahí estaba: Wilhelm Evans.

En su foto, está sentado en lo que parece ser un escritorio de trabajo. Detrás de él hay un ventanal que da a una ciudad enorme vista desde el cielo. Sin embargo, lo que más acapara la atención es el propio Wilhelm. Tiene un traje negro con una corbata del mismo color y una playera blanca con botones asoma por entre las solapas. Su rostro es duro, marcado por sus fuertes pómulos y una barba casi tosca que le da un aire poderoso. A Evelyn su cara le hace pensar en las esculturas de dioses griegos que se remontan a la antigüedad, es como ver al Alexandre Pontes recién pulido. Sus ojos, por otro lado, brillan de un verde oscuro y su mirada, junto a su postura regia y la seriedad latente de su posición, mandan escalofríos a la espalda de Evelyn.

Sin embargo, sobre todo, a Evelyn le siente unas ganas tremendas de dibujarlo una y otra vez. Ver si puede capturar la energía que emana y encerrarla en una hoja de papel para hacerlo solo suyo.

El pensamiento la asusta tanto que deja caer el teléfono en la mesa y da un respingo.

Se muerde la uña de su dedo medio y mira desesperada hacia Liana, pero su amiga sigue recostada y ajena a la pena de ella. Evelyn sacude la cabeza, se supone que lo ha olvidado y, de cualquier manera no es la primera vez que lo ve en todos estos años, las revistas sacan fotos de él todo el tiempo; pero, por otro lado, esas son otro tipo de fotos. En las revistas, Wilhelm sale con una sonrisa tensa, forzada, sin brillo en los ojos y, generalmente, en poses que no parecen cómodas. En su foto de perfil, incluso si parece serio, se ve más natural.

A Evelyn se le viene a la mente el único recuerdo que tiene de él, la noche del aniversario de sus padres.

Sacude la cabeza y comienza a ordenar las bolsas. Liana ha traído algo de carne y pollo, pero también hay arroz y algo de ensalada. Puede durarles unos tres días. En la última bolsa hay un bote frío y parece que tuvieron suerte porque también hay helado. Esto hace feliz a Evelyn y casi puede fingir que nada está pasando mientras acomoda el refrigerado, pero su celular suena insistentemente tres veces más.

Trata de ignorarlo.

¿Qué bien puede hacerle hablar con Wilhelm? Un hombre con el que solo tuvo sexo una vez (bueno, si era justa con ella misma, tal vez el sexo se contaba por orgasmos y ella había tenido tres, así que tal vez fueron tres veces) y nunca más había visto en persona. Además de que este hombre es el jefe de su padre que está pidiéndola a ella en matrimonio como chantaje para que su padre pueda escalar en el mundo empresarial.

Vuelve a poner su atención en la comida.

Pueden cenar el pollo revuelto con el tomate que dejaron el otro día, así evitaría que se arruinara. El olor podría ser raro, porque el pollo no se veía tan bien, pero con algunos clavos de olor tendría otro toque.

El teléfono suena.

Evelyn le mira por sobre su hombro, Liana sigue dormida.

El celular insiste.

Ella saca una fridera de la alacena y prende el fuego. Está buscando el tomate cuando su tono de llamada cobra vida. Es Michael Jackson el que canta, pero es el Número desconocido en la pantalla lo que la sobresalta.

Cuelga sin pensarlo y se mete a los mensajes.

Número desconocido:

Listo, ahora puedes verme.

¿Sabes quién soy ahora?

¿Evelyn?

¿Estás ahí?

¿Me estas ignorando?

Increíble, no puedes ser más maleducada.

Oye, enserio. Tenemos que hablar.

Te llamaré.

Si no me contestas te llamaré.

La sucesión de mensajes escalan en lo que parece ser enojo y a Evelyn no puede importarle menos. Agrega el contacto y luego contesta.

Evelyn:

No tengo tiempo para esto ahora.

¿Qué es lo que quiere, señor Evans?

Wilhelm Evans:

No me llames así.

¿En qué demonios estas tan ocupada que no puedes contestarme?

Evelyn:

¿Qué no le llame por su nombre?

No tiene que importarle lo que hago, soy una adulta independiente.

Wilhelm Evans:

Tutéame, yo lo haré contigo.

Quiero saber lo que mi prometida hace, evitar que se meta en problemas.

Evelyn:

Señor Evans, con todo respeto, no sabe lo poco que mi importa su opinión.

Evelyn observa como Wilhelm escribe y deja de escribir. No sabe si se ha pasado. Hablar con él, incluso pocas líneas, la hace desconectarse de sí misma.

Wilhelm Evans:

Te importará. Serás mi esposa.

Evelyn:

No he aceptado nada.

Wilhelm Evans:

¿Tienes miedo?

Evelyn:

¿De qué podría tener miedo?

Wilhelm Evans:

De mí.

 Evelyn piensa por un momento y el recuerdo de ellos vuelve a llegar a su mente. Fue su primera y la única vez que ha tenido relaciones con un hombre. La trató bien, tierno incluso, pero luego la olvidó. Evelyn cree que la recuerda, su padre suele hablar mucho de ella, pero no está segura si después de todos estos años recuerda esa noche. Wilhelm es un hombre cotizado y cada cierto tiempos salen rumores de sobre de que anda con una modelo o una actriz. Últimamente se le ha visto muy empalagoso con Rebecca Gollbing, la productora estadunidense de series top.

Evelyn sabe que tiene una imagen. El hombre de pocas palabras y expresión seria que esconde secretos bajo sus palabras ingeniosas. A todos les inspira miedo, pero a Evelyn no. Piensa en su vez juntos y no puede creer que un hombre cuyas manos la trataron como si fuera porcelana sea capaz de destruir y mancillar la carrera de varios de sus empleados.

Evelyn:

No tengo miedo de usted.

Wilhelm Evans:

Eso dices ahora. ¿Pero sí hay miedo? Dime a qué le temes y lo solucionaré.

Evelyn:

Tengo miedo a muchas cosas, pero no puede hacer nada por ello.

Wilhelm Evans:

Pruébame.

Evelyn:

Mejor dígame lo que necesita de mí, señor Evans.

Wilhelm Evans:

Solo quería hablar con mi futura esposa.

Evelyn:

Entonces se equivocó de número.

Wilhelm Evans:

Dime que necesito hacer para que seas mi esposa.

Lo que quieras, lo tendrás.

El desconcierto golpea a Evelyn. ¿Qué le pasa a este hombre? Quiere comprarla como si fueran los tiempos antiguos.

Está a punto de bloquearlo cuando el recuerdo de sus padres llega para atormentarla. La mira pérdida, la esperanza de que su única hija, a la que criaron con nada más que amor y cariño, los salve de la miseria. También piensa en que  nadie más ha pedido salir con ella, no es como si tuviera un compromiso que cumplir. Y, sobre todo, siente una especie de rabia, como si fuera capaz de casarse con él solo para luego ponerlo en su lugar, mostrarle que ella no es lo que él piensa.

Evelyn:

¿Cumplirá el trato que le hizo a mi padre?

Wilhelm Evans:

Te doy mi palabra.

Evelyn:

Bien.

Tarda un momento en contestar.

Wilhelm Evans:

Reunte conmigo en esta cafetería mañana a las cuatro de la tarde, luego de tu última clase, para discutir los términos de nuestro arreglo. Te queda camino a tu departamento.

Y junto al mensaje le manda una dirección.

Evelyn se pregunta cómo sabe dónde vive y su horario del día, pero la voz de Liana la saca de sus pensamientos.

—Ese pollo se está quemando.

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