Evelyn:
¿Quién eres?
Pero Evelyn lo sabe, por supuesto. Solo es la posible prometida de alguien en el mundo en este momento.
Número desconocido:
¿Tienes tantos pretendientes que no puedes reconocer a uno?
Evelyn:
Ni siquiera puedo ver tu foto.
Evelyn siente los nervios crecer dentro de ella y juguetea con sus dedos. En la pantalla aparecen los tres puntitos que indicaban que el número está escribiendo.
Número desconocido:
Dame un segundo.
Evelyn entra al perfil de W******p y lo refresca. Ante ella aparece la imagen del hombre que no se ha podido sacar de la cabeza todo el día.
Ahí estaba: Wilhelm Evans.
En su foto, está sentado en lo que parece ser un escritorio de trabajo. Detrás de él hay un ventanal que da a una ciudad enorme vista desde el cielo. Sin embargo, lo que más acapara la atención es el propio Wilhelm. Tiene un traje negro con una corbata del mismo color y una playera blanca con botones asoma por entre las solapas. Su rostro es duro, marcado por sus fuertes pómulos y una barba casi tosca que le da un aire poderoso. A Evelyn su cara le hace pensar en las esculturas de dioses griegos que se remontan a la antigüedad, es como ver al Alexandre Pontes recién pulido. Sus ojos, por otro lado, brillan de un verde oscuro y su mirada, junto a su postura regia y la seriedad latente de su posición, mandan escalofríos a la espalda de Evelyn.
Sin embargo, sobre todo, a Evelyn le siente unas ganas tremendas de dibujarlo una y otra vez. Ver si puede capturar la energía que emana y encerrarla en una hoja de papel para hacerlo solo suyo.
El pensamiento la asusta tanto que deja caer el teléfono en la mesa y da un respingo.
Se muerde la uña de su dedo medio y mira desesperada hacia Liana, pero su amiga sigue recostada y ajena a la pena de ella. Evelyn sacude la cabeza, se supone que lo ha olvidado y, de cualquier manera no es la primera vez que lo ve en todos estos años, las revistas sacan fotos de él todo el tiempo; pero, por otro lado, esas son otro tipo de fotos. En las revistas, Wilhelm sale con una sonrisa tensa, forzada, sin brillo en los ojos y, generalmente, en poses que no parecen cómodas. En su foto de perfil, incluso si parece serio, se ve más natural.
A Evelyn se le viene a la mente el único recuerdo que tiene de él, la noche del aniversario de sus padres.
Sacude la cabeza y comienza a ordenar las bolsas. Liana ha traído algo de carne y pollo, pero también hay arroz y algo de ensalada. Puede durarles unos tres días. En la última bolsa hay un bote frío y parece que tuvieron suerte porque también hay helado. Esto hace feliz a Evelyn y casi puede fingir que nada está pasando mientras acomoda el refrigerado, pero su celular suena insistentemente tres veces más.
Trata de ignorarlo.
¿Qué bien puede hacerle hablar con Wilhelm? Un hombre con el que solo tuvo sexo una vez (bueno, si era justa con ella misma, tal vez el sexo se contaba por orgasmos y ella había tenido tres, así que tal vez fueron tres veces) y nunca más había visto en persona. Además de que este hombre es el jefe de su padre que está pidiéndola a ella en matrimonio como chantaje para que su padre pueda escalar en el mundo empresarial.
Vuelve a poner su atención en la comida.
Pueden cenar el pollo revuelto con el tomate que dejaron el otro día, así evitaría que se arruinara. El olor podría ser raro, porque el pollo no se veía tan bien, pero con algunos clavos de olor tendría otro toque.
El teléfono suena.
Evelyn le mira por sobre su hombro, Liana sigue dormida.
El celular insiste.
Ella saca una fridera de la alacena y prende el fuego. Está buscando el tomate cuando su tono de llamada cobra vida. Es Michael Jackson el que canta, pero es el Número desconocido en la pantalla lo que la sobresalta.
Cuelga sin pensarlo y se mete a los mensajes.
Número desconocido:
Listo, ahora puedes verme.
¿Sabes quién soy ahora?
¿Evelyn?
¿Estás ahí?
¿Me estas ignorando?
Increíble, no puedes ser más maleducada.
Oye, enserio. Tenemos que hablar.
Te llamaré.
Si no me contestas te llamaré.
La sucesión de mensajes escalan en lo que parece ser enojo y a Evelyn no puede importarle menos. Agrega el contacto y luego contesta.
Evelyn:
No tengo tiempo para esto ahora.
¿Qué es lo que quiere, señor Evans?
Wilhelm Evans:
No me llames así.
¿En qué demonios estas tan ocupada que no puedes contestarme?
Evelyn:
¿Qué no le llame por su nombre?
No tiene que importarle lo que hago, soy una adulta independiente.
Wilhelm Evans:
Tutéame, yo lo haré contigo.
Quiero saber lo que mi prometida hace, evitar que se meta en problemas.
Evelyn:
Señor Evans, con todo respeto, no sabe lo poco que mi importa su opinión.
Evelyn observa como Wilhelm escribe y deja de escribir. No sabe si se ha pasado. Hablar con él, incluso pocas líneas, la hace desconectarse de sí misma.
Wilhelm Evans:
Te importará. Serás mi esposa.
Evelyn:
No he aceptado nada.
Wilhelm Evans:
¿Tienes miedo?
Evelyn:
¿De qué podría tener miedo?
Wilhelm Evans:
De mí.
Evelyn piensa por un momento y el recuerdo de ellos vuelve a llegar a su mente. Fue su primera y la única vez que ha tenido relaciones con un hombre. La trató bien, tierno incluso, pero luego la olvidó. Evelyn cree que la recuerda, su padre suele hablar mucho de ella, pero no está segura si después de todos estos años recuerda esa noche. Wilhelm es un hombre cotizado y cada cierto tiempos salen rumores de sobre de que anda con una modelo o una actriz. Últimamente se le ha visto muy empalagoso con Rebecca Gollbing, la productora estadunidense de series top.
Evelyn sabe que tiene una imagen. El hombre de pocas palabras y expresión seria que esconde secretos bajo sus palabras ingeniosas. A todos les inspira miedo, pero a Evelyn no. Piensa en su vez juntos y no puede creer que un hombre cuyas manos la trataron como si fuera porcelana sea capaz de destruir y mancillar la carrera de varios de sus empleados.
Evelyn:
No tengo miedo de usted.
Wilhelm Evans:
Eso dices ahora. ¿Pero sí hay miedo? Dime a qué le temes y lo solucionaré.
Evelyn:
Tengo miedo a muchas cosas, pero no puede hacer nada por ello.
Wilhelm Evans:
Pruébame.
Evelyn:
Mejor dígame lo que necesita de mí, señor Evans.
Wilhelm Evans:
Solo quería hablar con mi futura esposa.
Evelyn:
Entonces se equivocó de número.
Wilhelm Evans:
Dime que necesito hacer para que seas mi esposa.
Lo que quieras, lo tendrás.
El desconcierto golpea a Evelyn. ¿Qué le pasa a este hombre? Quiere comprarla como si fueran los tiempos antiguos.
Está a punto de bloquearlo cuando el recuerdo de sus padres llega para atormentarla. La mira pérdida, la esperanza de que su única hija, a la que criaron con nada más que amor y cariño, los salve de la miseria. También piensa en que nadie más ha pedido salir con ella, no es como si tuviera un compromiso que cumplir. Y, sobre todo, siente una especie de rabia, como si fuera capaz de casarse con él solo para luego ponerlo en su lugar, mostrarle que ella no es lo que él piensa.
Evelyn:
¿Cumplirá el trato que le hizo a mi padre?
Wilhelm Evans:
Te doy mi palabra.
Evelyn:
Bien.
Tarda un momento en contestar.
Wilhelm Evans:
Reunte conmigo en esta cafetería mañana a las cuatro de la tarde, luego de tu última clase, para discutir los términos de nuestro arreglo. Te queda camino a tu departamento.
Y junto al mensaje le manda una dirección.
Evelyn se pregunta cómo sabe dónde vive y su horario del día, pero la voz de Liana la saca de sus pensamientos.
—Ese pollo se está quemando.
Evelyn sabía que era buena en el arte, se había probado a sí misma innumerables veces cuando sus tutores le ponían retos y la alentaban a desarrollar su creatividad. Le gustaba sentir la arcilla en las manos, la textura de la piedra y la fuerza que se tenía que ejercer para moldarla a un rostro, también se fascinaba con la música, pero no era la mejor en ello, más que nada sabía tocar los instrumentos clásicos, porque sus padres pensaron que era bueno para su educación formal. Sin embargo, era la pintura lo que siempre le había llamado la atención.Al principio, sus padres le apoyaron. Con el dinero a expensas, no necesitaba seguir una carrera “útil” a sus ojos, pero conforme el dinero menguo llegó la necesidad de que ella se convirtiera en sus sustento. Su padre quería que siguiera la carrera de Administración de Empresas, para recuperar su legado, pero ella se negó. Sus padres no se enojaron, solo se decepcionaron y fue peor. No sabe si podrá con ello de nuevo, por eso sabe que debe
La última clase del día toma desprevenida a Evelyn y los nervios comienzan a trepar por su estómago hasta instalarse en su garganta seca. No confía en su voz para hablar y hacer las dudas que le han quedado sobre su trabajo de escultura semanal. Piensa en el señor Evans y piensa que tendrá que trabajar el doble y desvelarse para hacer encargos de dibujos si quiere conseguir el material necesario para su tarea… también piensa que no tendrá que hacerlo si negocia bien los términos con el señor Evans.Sale de su facultada con su bolso colgado del hombro. Liana suele quedarse para practicar con los músicos hasta tarde, así que va sola. Siente el peso de sus cuadernos de arte y el rebote de los lápices de color. Ha roto dos de ellos hasta ahora y tendrá que jugar bien con la teoría del color si quiere sobrevivir al semestre con la misma caja. No puede permitirse otros si quiere pasar el curso de cerámica.Sus compañeros de clase la despiden con la mano y ella les devuelve el saludo antes d
Aparte de ellos dos, la cafetería está vacía.Evelyn comienza a jugar con sus dedos debajo de la mesa, su tic nervioso. Siente su garganta seca y la presencia de Wilhelm Evans es realmente intimidante, por más que su sonrisa petulante parezca más suave de lo normal. De hecho, Evelyn se pregunta si lo ha visto sonreír en todas esas revistas en las que es fotografiado y se da cuenta de que no. Esa simple realización le da un poco de confianza y está a punto de hablar cuando el mesero se acerca.—Buenas tardes, ¿desean ordenar?Es un muchacho bajo y de aspecto trillado, por no decir más, pero el señor Evans pierde la sonrisa en cuanto lo ve. Su rostro se vuelve serio y de repente Evelyn puede sentir la tensión emanando de él. El mesero parece sentir lo mismo, Evelyn lo ve tragar nervioso.—No te he llamado —dice el señor Evans—, pero ya que has decidido interrumpir, ordenaremos— ni siquiera se molesta en tomar la cartilla que el muchacho le tiende cuando vuelve a hablar—. Quiero un café
—No voy a tener sexo contigo.Wilhelm parece sorprendido por el pánico en las palabras de Evelyn, pero no se asusta ante la declaración.—Puedo entender que pienses eso en este momento. Pero, no, no te voy a obligar si es lo que te preocupa. El trato con tu padre solo involucra tu mano en matrimonio, el resto… vendrá con consentimiento.Evelyn se relaja visiblemente.—¿Qué es lo que pensabas? ¿Qué te tomaría sólo así? —Wilhelm habla de manera brusca, pero no hay esa molestia dirigida a ella como con el camarero, parece estarse controlando —. No soy… ¿qué rumores circulan por ahí sobre mí?Evelyn no sabe que decir y da otro trago a su té.Sí, hay muchos rumores sobre Wilhelm Evans en el mundo empresarial en el que los padres de Evelyn se han mantenido. Se dice que es un hombre temido y ella puede ver ahora que es verdad, pero hasta este momento su ira no ha ido en contra de ella, así que lo toma más como un carácter fuerte que pocos tiene la capacidad de soportar. El padre de Evelyn so
Cuando llega a su puerta, Evelyn se siente sin aliento, pero sabe que no es por las escaleras.Poco a poco, comienza a salir del shock en el que se encuentra. Nunca había hablado tanto con Wilhelm Evans en su vida y darse cuenta de que posiblemente le agrade es una cuestión que la incómoda. Había llegada a su reunión con la intención de aceptar el trato, con o sin negociaciones, pero siente que Wilhelm, en parte, la dejó ganar.No puede ni siquiera pensar en el hecho de que él dijo que le gustaba. Evelyn es linda, lo sabe, tiene una belleza que ha heredado de buenas líneas de sangre. Además, sus familias son conocidas, su apellido tiene poder incluso estando en la quiebra silenciosa. Sin embargo, Wilhelm es aún más que ella, en todo. Es un hombre guapo que también lo sabe y ni hablar de la gran influencia empresarial que es. Evelyn entiende el hecho de que se sienta atraído físicamente por ella, igual que ella de él, pero no es capaz de procesar la idea de que Wilhelm quiera más que u
Liana se queda practicando algunas de sus canciones y Evelyn sale de la habitación tratando de hacer el menor de los ruidos para no interrumpir su concentración. Se dirige a las escaleras con nada más que su celular en la mano y un abrigo grueso. Sube las escaleras hasta el último piso y ahí, a diferencia de los otros pisos, hay una tercera puerta en el centro. No tiene candado, Evelyn no está segura de sí la señora que alquila los cuartos ha pensado en cerrarla con llave alguna vez, pero agradece que no lo haga. Detrás de la puerta hay una pequeña rampa que Evelyn escala sin problemas. Cuando llega a la cima, el viento fresco le pega en la cara y hace que el frío se cuele en sus huesos, pero también se siente a libertad. La terraza tiene una buena vista. Se puede ignorar los apartamentos cercanos y luego llegan las luces de la universidad: pequeños puntos que hacen de farolas y luego espacios grandes, edificios completos que refugian a los estudiantes de la jornada nocturna. Y si Ev
A la mañana siguiente, camino a la universidad, con los bolsos haciendo peso y en medio de una conversación relajada, Evelyn y Liana son abordadas por un auto negro. Se para en la acera junto a ellas y ambas dan un paso atrás.La ventanilla de la parte trasera se abre y Evelyn se queda pasmada al ver a su madre sonriéndole desde dentro. Hay un brillo en sus ojos que a Evelyn le da algo de miedo, está tramando algo.—Hola, cariño. Que gusto verte levantada temprano.—¿Mamá? ¿Qué haces aquí?—Bueno, te dije que teníamos que conseguirte un vestido— su mamá habla como si fuera lo más obvio del mundo. Tiene puesto uno de sus abrigos grandes, de piel de oso si Evelyn no recuerda mal. Se ha maquillado suavemente y unos pendientes rojos cuelgan de sus orejas. Irradia belleza y emoción.Evelyn levanta la mirada, la mayoría de estudiantes las están viendo con curiosidad. Se retuerce los dedos, no había llamado nunca la atención de esa manera, pocos realmente saben su apellido y su madre no hace
El chofer se estaciona en el John Lewis Car Park, así que las tres mujeres caminan el resto del camino hacia el Victoria Quarter.Evelyn lleva casi tres años sin pisar ese centro comercial, pero recuerda que era un lugar que solía visitar con su madre. Está casi segura de que Liana nunca ha entrado y no le sorprende verla deslumbrada.El Victoria Quarter es un distrito comercial histórico ubicado en el corazón de Leeds. Suele impresionar mucho por su arquitectura, ya que los edificios están diseñados con detalles más victorianos, como fachadas de terracota, vidrieras ornamentadas y techos abovedados. Los locales se regocijan en el lujo y la elegancia. Tiene un cierto encanto único.Las mujeres caminan por entre la poca gente que hay a esa hora de la mañana. El centro comercial tiene una amplia selección de tiendas de alta gama y boutiques exclusivas que hacen ropa a la medida. Evelyn observa los escaparates con marcas de renombre internacional y también de diseñadores locales y especi