—Evans tiene negocios por todo el mundo, los sabes— dice Liam por sobre el humo—. Ha llegado a muchos continentes y no hay sistema de entrega que le haga competencia, tiene un gran sitio web, mucha publicidad y un gran servicio. ¿Quieres transportar algo? Evans es la solución. Hay de todo: pedidos por paquetería, pedidos por aplicaciones, transportes de toda clase. Es normal que necesite ayuda para llevar a todo a todos lados.—Por eso están ustedes —completa Evelyn. Su padre tuvo socios a lo largo de los años, nunca fueron lo suficientemente importantes para ponerlos junto a su nombre en la empresa y confiar demasiado en uno fue lo que le llevó a la quiebra, pero Evelyn sabe la función de los socios en una empresa que comparte título.—Para eso estamos nosotros— Liam asiente—. Yo le proporciono los comercios en América, desde el norte hasta el sur, Lorenzo lo tiene en el continente europeo con sus contactos desde Italia y O’Neil ayudó a cerrar el último trato para expandirse por Asia
Por supuesto, el nombre de Rebecca Gollbing cala en la mente de Evelyn de inmediato. Liam le mencionó el nombre en la noche de cena elegante, le dijo que era muestra de su confianza y Evelyn, en algún punto, lo olvidó por completo. Días al lado de Wilhelm, con eso creciendo entre ellos y la lucha por comenzar a realizar su cuadro para la universidad hicieron que Evelyn perdiera la noción del tiempo. Ahora, la sola imagen de Rebecca Gollbing que se le presenta en mente hace que el estómago se le revuelva. —Rebecca Gollbing —asiente Lorenzo y Evelyn quiere que deje de decir su nombre—. Es la hija menor de Lukas Corallo. —No tiene su apellido. —No— se encoge de hombros—. A Lukas se le conoce en el alto y en el bajo mundo de Europa. Todos los famosos de América están en medio y no quería investigaciones innecesarias. Le dio el apellido de su madre, creo que se llamaba Ava, Ava Gollbing. Era una estrella famosa aquí o algo así— mueve la mano con desgana. —Era una actriz —interviene Lia
Conforme el taxi avanza por el camino de piedra, la casa se acerca poco a poco, apareciendo entre los árboles frondosos como una mansión salida de cuentos de hadas. Es grande y el estilo victoriano se impregna en cada ventanal y escultura decorativa. Es el tipo de mansiones clásicas que pueden encontrarse en Inglaterra, alejadas de la civilización y ocultas entre bosques primitivos. Evelyn contempla su antigua casa por un momento, pero luego baja los ojos para recoger el desastre que ha dejado en el asiento. De manera apresurada, guarda sus cuadernos de dibujo y sus lápices de colores. En el movimiento, escucha el crac de uno de sus colores favoritos y gime de disgusto. No puede permitirse una caja nueva como para andarlos rompiendo. El taxista le dirige una mirada por sobre su hombro, pero ella lo ignora. Por fin, el auto se detiene junto a la fuente decorativa del patio exterior. Evelyn se apresura a bajar, pero el taxista está tan maravillado con la mansión que no se fija en lo ma
Evelyn observa a su padre con atención.Ella y él comparten rasgos físicos: ambos tiene una cara con forma de corazón, la nariz pequeña y algo respingada e incluso comparten el color de ojos azul marino. De su madre heredó la estatura baja y la forma del cuerpo, que era igual de pequeño. El color de pelo de Evelyn, rojo, proviene de su lado materno, de los abuelos que no conoce. Sin embargo, ella también se parece más a su padre en los gestos y las actitudes. Por eso nota como su padre restriega los dedos unos contra otros y sabe que está nervioso.—¿Qué es? —pregunta.—¿Recuerdas a Wilhelm Evans?Evelyn desvía la mirada por un momento y siente como el latido de su corazón se acelera. Se sonroja, pero sus padres parecen no notarlo.—¿Tu nuevo jefe? —duda, pero en el fondo ya conoce la respuesta.—Sí —dice su padre —. Su empresa se ha unido a la nuestra y nos facilita la integración extranjera. Él ha sido uno de los pilares más grandes durante nuestras… circunstancias.Evelyn sabe que
Evelyn sale de la mansión sin hacer un escándalo.Esa mañana, cuando su madre le llamó para pedirle que se reunieran, avisó a Liana para que la recogiera de regreso de su trabajo. No tiene dinero para pagar más taxis y, de cualquier manera, su mejor amiga nunca se niega a darle un aventón. Viven juntas, así que tampoco es mucho problema.Dirige sus pasos hacia la fuente de su antiguo hogar y la mira con nostalgia. Cuando era pequeña, Silvia solía salir para platicar con el hombre que la limpiaba (Evelyn entiende ahora que se gustaban y la primera hija de Silvia es de ese hombre, aunque nunca se hizo responsable, como ninguna de las parejas de la ama de llaves) y ella solía sentarse a jugar con el agua. Pensaba, en su fantasía infantil, que era una fuente mágica, como la que salían en los cuentos que su madre le contaba antes de dormir. No tiraba monedas, porque sus padres preferían su dinero en billetes, pero solía arrancar flores pequeñas y lanzarlas al agua a cambio de deseos.Desea
Evelyn conoció a Liana en su primera clase de universidad.La facultad de artes a la que Evelyn logró inscribirse, con muy poco tiempo de antelación, tiene el primer semestre como un conducto introductorio hacia las diferentes ramificaciones del arte. Conocer a Liana justo antes de entrar al aula fue una especie de milagro para Evelyn, porque con ella no solo vino una compañera de habitación que le ayudaba a completar el pago de la renta, sino una amiga que no parpadeó cuando escuchó su apellido y la reconoció.Desde el día en que se encontraron, ambas con expresiones nerviosas e inseguras de no pertenecer al mundo artístico, se convirtieron en mejores amigas. Para el segundo semestre, sus caminos se separaron en la universidad, una hacia las clases de pintura y otra hacia los cursos avanzados de música. Sin embargo, viven en el mismo cuarto y no se separan mucho estos días. Se cuentan todo, pero Evelyn no puede siquiera pensar en cómo explicarle que sus padres la quieren vender al me
Evelyn:¿Quién eres?Pero Evelyn lo sabe, por supuesto. Solo es la posible prometida de alguien en el mundo en este momento.Número desconocido:¿Tienes tantos pretendientes que no puedes reconocer a uno?Evelyn:Ni siquiera puedo ver tu foto.Evelyn siente los nervios crecer dentro de ella y juguetea con sus dedos. En la pantalla aparecen los tres puntitos que indicaban que el número está escribiendo.Número desconocido:Dame un segundo.Evelyn entra al perfil de WhatsApp y lo refresca. Ante ella aparece la imagen del hombre que no se ha podido sacar de la cabeza todo el día.Ahí estaba: Wilhelm Evans.En su foto, está sentado en lo que parece ser un escritorio de trabajo. Detrás de él hay un ventanal que da a una ciudad enorme vista desde el cielo. Sin embargo, lo que más acapara la atención es el propio Wilhelm. Tiene un traje negro con una corbata del mismo color y una playera blanca con botones asoma por entre las solapas. Su rostro es duro, marcado por sus fuertes pómulos y una
Evelyn sabía que era buena en el arte, se había probado a sí misma innumerables veces cuando sus tutores le ponían retos y la alentaban a desarrollar su creatividad. Le gustaba sentir la arcilla en las manos, la textura de la piedra y la fuerza que se tenía que ejercer para moldarla a un rostro, también se fascinaba con la música, pero no era la mejor en ello, más que nada sabía tocar los instrumentos clásicos, porque sus padres pensaron que era bueno para su educación formal. Sin embargo, era la pintura lo que siempre le había llamado la atención.Al principio, sus padres le apoyaron. Con el dinero a expensas, no necesitaba seguir una carrera “útil” a sus ojos, pero conforme el dinero menguo llegó la necesidad de que ella se convirtiera en sus sustento. Su padre quería que siguiera la carrera de Administración de Empresas, para recuperar su legado, pero ella se negó. Sus padres no se enojaron, solo se decepcionaron y fue peor. No sabe si podrá con ello de nuevo, por eso sabe que debe