Evelyn sale de la mansión sin hacer un escándalo.
Esa mañana, cuando su madre le llamó para pedirle que se reunieran, avisó a Liana para que la recogiera de regreso de su trabajo. No tiene dinero para pagar más taxis y, de cualquier manera, su mejor amiga nunca se niega a darle un aventón. Viven juntas, así que tampoco es mucho problema.
Dirige sus pasos hacia la fuente de su antiguo hogar y la mira con nostalgia. Cuando era pequeña, Silvia solía salir para platicar con el hombre que la limpiaba (Evelyn entiende ahora que se gustaban y la primera hija de Silvia es de ese hombre, aunque nunca se hizo responsable, como ninguna de las parejas de la ama de llaves) y ella solía sentarse a jugar con el agua. Pensaba, en su fantasía infantil, que era una fuente mágica, como la que salían en los cuentos que su madre le contaba antes de dormir. No tiraba monedas, porque sus padres preferían su dinero en billetes, pero solía arrancar flores pequeñas y lanzarlas al agua a cambio de deseos.
Deseaba cosas que solo los niños pensaban: muñecas nuevas, un mejor peinado, vestidos más alborotados y zapatos de cristal; pero, sobre todo, venía y se sentaba a desear amigos. Crecer en una familia rica era un sueño, más con el tipo de padres que le habían tocado a Evelyn, amorosos y presentes, pero los otros niños ricos de su círculo no tenían tanta suerte. Los hijos de los amigos de sus padres no podían jugar con ella porque sus padres no se lo permitían. Estaban condenados a clases de música o cursos de etiqueta. Evelyn no tenía que asistir tan seguidamente a ese tipo de tareas, sus padres le dieron más libertad: escuelas privadas en lugar de tutores personales y maestros especializados en arte para desarrollar sus técnicas de pinturas. Esto último fue lo que le despertó su mayor sueño, el ser una pintora reconocida.
Ahora, sin embargo, la fuente estaba descolorida y vieja, sin mantenimiento, y ella tiene una decisión que tomar.
Se adelanta hacia el camino principal y comienza a caminar a un ritmo tranquilo. Debe atravesar parte del territorio de sus padres para llegar a la carretera.
El bosque del exterior le daba miedo cuando era pequeña, pero, conforme creció se dio cuenta que los animales salvajes que habitaban ahí estaban solo en su cabeza y en las historias que los jardineros le inventaban para que no se acercara. Ahora, con la caída del día y los primeros atisbos de oscuridad, el bosque cobraba vida y ella lo aprecia. De hecho, sus manos pican por poder dibujar la estampa de grandes árboles cubiertos de luciérnagas y tal vez un búho parado en sus ramas.
Hay paz a su alrededor, pero por dentro siente un tumulto de emociones que le hacen repetir las palabras de sus padres en su cabeza una y otra vez.
Por un lado, entiende la necesidad de sus padres hacia el dinero. La familia Taylor, la de su padre, siempre fue rica. Su línea de herencia puede seguirse hasta unos humildes campesinos que comenzaron a comercializar sus productos hacia América en la época de la conquista. Desde ese momento, a su familia no le faltó dinero y se relacionó con las personas nobles y de alta cuna. Su tatarabuelo fundó la empresa que ahora es de Wilhelm Evans, su abuelo y su padre la dirigieron por casi sesenta años entre los dos, pero su padre perdió los derechos sobre ella luego del accidente.
La familia de su madre, de apellido Brown, también tuvo dinero desde el inicio de su apellido. Fueron zapateros hasta escalar a convertirse en una marca de ropa que abarca toda Europa y crea desfiles de moda que rápidamente se vuelven virales en las redes sociales. Sin embargo, su madre dejó de lado a sus padres cuando se casó con su padre y desde entonces nadie de su familia le habla o le da dinero. Evelyn solo sabe partes de esa historia, pero se imagina que el motivo es ella misma: un embarazo adolescente.
Es capaz de comprender la necesidad de sus padres por el dinero, nunca conocieron nada más. Sus ventajas, su vida social y sus amigos dependen de ello. Su padre está en un puesto tan bajo que se avergüenza de compartirlo y su madre ha vendido varios de sus abrigos de piel falsa que han estado por generaciones en su familia. Solo con ver la decadencia de la mansión cualquiera se daría cuenta de que los Taylor están acabados y la imagen, aunque no sea más que una ilusión, es algo importante para sus padres. Ya no hay compañeros de trabajo que los inviten a fiestas, viajes entre amigos hacia islas remotas o reuniones amistosas para hablar sobre inversiones. Sin dinero, sus padres se sienten aislados.
Y una cosa muy importante sobre Evelyn es que adora a sus padres como la que más.
Aprendió que ellos la criaron lo mejor que pudieron, la llenaron de lujos, pero nunca la dejaron de amor. Veían sus dibujos y la felicitaban, pero toda esa felicidad venía cuando ellos eran felices y son felices cuando tiene dinero. Evelyn no cree que sea malo, porque así los criaron y nunca han conocido otra vida, no hasta entonces. Además, todavía son relativamente jóvenes incluso si esta crisis los ha envejecido unos años.
Quiere hacerlo, realmente la mayoría de conocidos que tiene (hijos de magnates con los que convivía de pequeña en grandes y extravagantes fiestas cuando sus padres se emborrachaban) se han casado por las apariencias o por la escala social. Nunca habló del compromiso arreglado con sus padres, porque Evelyn confiaba en que ellos serían diferentes en ese aspecto también y lo fueron, sabe, hasta que no tuvieron otra salida. Piensa que sería fácil casarse con alguien que no amara, pero ¿con al alguien con quien solo vio una vez y ni siquiera habló?
Bueno, sí que compartieron algunas palabras.
El recuerdo de esa noche hace que Evelyn sienta un temblor en el cuerpo. No pueden contar los gemidos o las maldiciones que ambos soltaron mientras hacían el amor, pero eran palabras y tal vez fuera una conversación que solo ellos dos podrían entender.
Sin embargo, Wilhelm nunca volvió a hablarle o buscarla y ahora la quiere reclamar como su esposa.
Evelyn sabe que ser su esposa no será un conflicto. Wilhelm Evans es guapo, lo ha visto en las revistas a lo largo de los años y el único problema parece ser su actitud. Todos sus trabajadores hablan de lo tosco que es, de sus cambios de humor y de la personalidad tan demandante que tiene. Un alfa en todo sentido. El padre de Evelyn, por otro lado, nunca ha tenido más que palabras agradables sobre él y ella ya no sabe que creer. Además, están esos rumores sobre sus fetiches que a Evelyn intrigan y asustan de igual manera.
Piensa en la balanza.
De un lado, sus padres, infelices y taciturnos por toda su situación y, del otro, Wilhelm Evans, el sueño húmedo de muchas chicas y mujeres que pagarán por estar con él, pero que la quiere a ella. Y Evelyn, en el centro, capaz de equilibrar todo y hacer feliz a sus padres y, quizá, piensa de repente, poder conseguir algo más.
Tiene una idea de lo que puede hacer para cuando llega a la carretera principal y el carro que la espera baja la ventanilla.
La mujer dentro es bonita. Tiene un moño revuelto en la cabeza y el uniforme de camarera algo sucio, pero su maquille es impecable y le da una sonrisa brillante.
—Buenas, chica —dice con la voz aguda, burlona —. No hagas caso a mi cara de muerta viviente. ¿Nos vamos a casa?
Evelyn conoció a Liana en su primera clase de universidad.La facultad de artes a la que Evelyn logró inscribirse, con muy poco tiempo de antelación, tiene el primer semestre como un conducto introductorio hacia las diferentes ramificaciones del arte. Conocer a Liana justo antes de entrar al aula fue una especie de milagro para Evelyn, porque con ella no solo vino una compañera de habitación que le ayudaba a completar el pago de la renta, sino una amiga que no parpadeó cuando escuchó su apellido y la reconoció.Desde el día en que se encontraron, ambas con expresiones nerviosas e inseguras de no pertenecer al mundo artístico, se convirtieron en mejores amigas. Para el segundo semestre, sus caminos se separaron en la universidad, una hacia las clases de pintura y otra hacia los cursos avanzados de música. Sin embargo, viven en el mismo cuarto y no se separan mucho estos días. Se cuentan todo, pero Evelyn no puede siquiera pensar en cómo explicarle que sus padres la quieren vender al me
Evelyn:¿Quién eres?Pero Evelyn lo sabe, por supuesto. Solo es la posible prometida de alguien en el mundo en este momento.Número desconocido:¿Tienes tantos pretendientes que no puedes reconocer a uno?Evelyn:Ni siquiera puedo ver tu foto.Evelyn siente los nervios crecer dentro de ella y juguetea con sus dedos. En la pantalla aparecen los tres puntitos que indicaban que el número está escribiendo.Número desconocido:Dame un segundo.Evelyn entra al perfil de WhatsApp y lo refresca. Ante ella aparece la imagen del hombre que no se ha podido sacar de la cabeza todo el día.Ahí estaba: Wilhelm Evans.En su foto, está sentado en lo que parece ser un escritorio de trabajo. Detrás de él hay un ventanal que da a una ciudad enorme vista desde el cielo. Sin embargo, lo que más acapara la atención es el propio Wilhelm. Tiene un traje negro con una corbata del mismo color y una playera blanca con botones asoma por entre las solapas. Su rostro es duro, marcado por sus fuertes pómulos y una
Evelyn sabía que era buena en el arte, se había probado a sí misma innumerables veces cuando sus tutores le ponían retos y la alentaban a desarrollar su creatividad. Le gustaba sentir la arcilla en las manos, la textura de la piedra y la fuerza que se tenía que ejercer para moldarla a un rostro, también se fascinaba con la música, pero no era la mejor en ello, más que nada sabía tocar los instrumentos clásicos, porque sus padres pensaron que era bueno para su educación formal. Sin embargo, era la pintura lo que siempre le había llamado la atención.Al principio, sus padres le apoyaron. Con el dinero a expensas, no necesitaba seguir una carrera “útil” a sus ojos, pero conforme el dinero menguo llegó la necesidad de que ella se convirtiera en sus sustento. Su padre quería que siguiera la carrera de Administración de Empresas, para recuperar su legado, pero ella se negó. Sus padres no se enojaron, solo se decepcionaron y fue peor. No sabe si podrá con ello de nuevo, por eso sabe que debe
La última clase del día toma desprevenida a Evelyn y los nervios comienzan a trepar por su estómago hasta instalarse en su garganta seca. No confía en su voz para hablar y hacer las dudas que le han quedado sobre su trabajo de escultura semanal. Piensa en el señor Evans y piensa que tendrá que trabajar el doble y desvelarse para hacer encargos de dibujos si quiere conseguir el material necesario para su tarea… también piensa que no tendrá que hacerlo si negocia bien los términos con el señor Evans.Sale de su facultada con su bolso colgado del hombro. Liana suele quedarse para practicar con los músicos hasta tarde, así que va sola. Siente el peso de sus cuadernos de arte y el rebote de los lápices de color. Ha roto dos de ellos hasta ahora y tendrá que jugar bien con la teoría del color si quiere sobrevivir al semestre con la misma caja. No puede permitirse otros si quiere pasar el curso de cerámica.Sus compañeros de clase la despiden con la mano y ella les devuelve el saludo antes d
Aparte de ellos dos, la cafetería está vacía.Evelyn comienza a jugar con sus dedos debajo de la mesa, su tic nervioso. Siente su garganta seca y la presencia de Wilhelm Evans es realmente intimidante, por más que su sonrisa petulante parezca más suave de lo normal. De hecho, Evelyn se pregunta si lo ha visto sonreír en todas esas revistas en las que es fotografiado y se da cuenta de que no. Esa simple realización le da un poco de confianza y está a punto de hablar cuando el mesero se acerca.—Buenas tardes, ¿desean ordenar?Es un muchacho bajo y de aspecto trillado, por no decir más, pero el señor Evans pierde la sonrisa en cuanto lo ve. Su rostro se vuelve serio y de repente Evelyn puede sentir la tensión emanando de él. El mesero parece sentir lo mismo, Evelyn lo ve tragar nervioso.—No te he llamado —dice el señor Evans—, pero ya que has decidido interrumpir, ordenaremos— ni siquiera se molesta en tomar la cartilla que el muchacho le tiende cuando vuelve a hablar—. Quiero un café
—No voy a tener sexo contigo.Wilhelm parece sorprendido por el pánico en las palabras de Evelyn, pero no se asusta ante la declaración.—Puedo entender que pienses eso en este momento. Pero, no, no te voy a obligar si es lo que te preocupa. El trato con tu padre solo involucra tu mano en matrimonio, el resto… vendrá con consentimiento.Evelyn se relaja visiblemente.—¿Qué es lo que pensabas? ¿Qué te tomaría sólo así? —Wilhelm habla de manera brusca, pero no hay esa molestia dirigida a ella como con el camarero, parece estarse controlando —. No soy… ¿qué rumores circulan por ahí sobre mí?Evelyn no sabe que decir y da otro trago a su té.Sí, hay muchos rumores sobre Wilhelm Evans en el mundo empresarial en el que los padres de Evelyn se han mantenido. Se dice que es un hombre temido y ella puede ver ahora que es verdad, pero hasta este momento su ira no ha ido en contra de ella, así que lo toma más como un carácter fuerte que pocos tiene la capacidad de soportar. El padre de Evelyn so
Cuando llega a su puerta, Evelyn se siente sin aliento, pero sabe que no es por las escaleras.Poco a poco, comienza a salir del shock en el que se encuentra. Nunca había hablado tanto con Wilhelm Evans en su vida y darse cuenta de que posiblemente le agrade es una cuestión que la incómoda. Había llegada a su reunión con la intención de aceptar el trato, con o sin negociaciones, pero siente que Wilhelm, en parte, la dejó ganar.No puede ni siquiera pensar en el hecho de que él dijo que le gustaba. Evelyn es linda, lo sabe, tiene una belleza que ha heredado de buenas líneas de sangre. Además, sus familias son conocidas, su apellido tiene poder incluso estando en la quiebra silenciosa. Sin embargo, Wilhelm es aún más que ella, en todo. Es un hombre guapo que también lo sabe y ni hablar de la gran influencia empresarial que es. Evelyn entiende el hecho de que se sienta atraído físicamente por ella, igual que ella de él, pero no es capaz de procesar la idea de que Wilhelm quiera más que u
Liana se queda practicando algunas de sus canciones y Evelyn sale de la habitación tratando de hacer el menor de los ruidos para no interrumpir su concentración. Se dirige a las escaleras con nada más que su celular en la mano y un abrigo grueso. Sube las escaleras hasta el último piso y ahí, a diferencia de los otros pisos, hay una tercera puerta en el centro. No tiene candado, Evelyn no está segura de sí la señora que alquila los cuartos ha pensado en cerrarla con llave alguna vez, pero agradece que no lo haga. Detrás de la puerta hay una pequeña rampa que Evelyn escala sin problemas. Cuando llega a la cima, el viento fresco le pega en la cara y hace que el frío se cuele en sus huesos, pero también se siente a libertad. La terraza tiene una buena vista. Se puede ignorar los apartamentos cercanos y luego llegan las luces de la universidad: pequeños puntos que hacen de farolas y luego espacios grandes, edificios completos que refugian a los estudiantes de la jornada nocturna. Y si Ev