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Capítulo 3: Pensamientos

Evelyn sale de la mansión sin hacer un escándalo.

Esa mañana, cuando su madre le llamó para pedirle que se reunieran, avisó a Liana para que la recogiera de regreso de su trabajo. No tiene dinero para pagar más taxis y, de cualquier manera, su mejor amiga nunca se niega a darle un aventón. Viven juntas, así que tampoco es mucho problema.

Dirige sus pasos hacia la fuente de su antiguo hogar y la mira con nostalgia. Cuando era pequeña, Silvia solía salir para platicar con el hombre que la limpiaba (Evelyn entiende ahora que se gustaban y la primera hija de Silvia es de ese hombre, aunque nunca se hizo responsable, como ninguna de las parejas de la ama de llaves) y ella solía sentarse a jugar con el agua. Pensaba, en su fantasía infantil, que era una fuente mágica, como la que salían en los cuentos que su madre le contaba antes de dormir. No tiraba monedas, porque sus padres preferían su dinero en billetes, pero solía arrancar flores pequeñas y lanzarlas al agua a cambio de deseos.

Deseaba cosas que solo los niños pensaban: muñecas nuevas, un mejor peinado, vestidos más alborotados y zapatos de cristal; pero, sobre todo, venía y se sentaba a desear amigos. Crecer en una familia rica era un sueño, más con el tipo de padres que le habían tocado a Evelyn, amorosos y presentes, pero los otros niños ricos de su círculo no tenían tanta suerte. Los hijos de los amigos de sus padres no podían jugar con ella porque sus padres no se lo permitían. Estaban condenados a clases de música o cursos de etiqueta. Evelyn no tenía que asistir tan seguidamente a ese tipo de tareas, sus padres le dieron más libertad: escuelas privadas en lugar de tutores personales y maestros especializados en arte para desarrollar sus técnicas de pinturas. Esto último fue lo que le despertó su mayor sueño, el ser una pintora reconocida.

Ahora, sin embargo, la fuente estaba descolorida y vieja, sin mantenimiento, y ella tiene una decisión que tomar.

Se adelanta hacia el camino principal y comienza a caminar a un ritmo tranquilo. Debe atravesar parte del territorio de sus padres para llegar a la carretera.

El bosque del exterior le daba miedo cuando era pequeña, pero, conforme creció se dio cuenta que los animales salvajes que habitaban ahí estaban solo en su cabeza y en las historias que los jardineros le inventaban para que no se acercara. Ahora, con la caída del día y los primeros atisbos de oscuridad, el bosque cobraba vida y ella lo aprecia. De hecho, sus manos pican por poder dibujar la estampa de grandes árboles cubiertos de luciérnagas y tal vez un búho parado en sus ramas.

Hay paz a su alrededor, pero por dentro siente un tumulto de emociones que le hacen repetir las palabras de sus padres en su cabeza una y otra vez.

Por un lado, entiende la necesidad de sus padres hacia el dinero. La familia Taylor, la de su padre, siempre fue rica. Su línea de herencia puede seguirse hasta unos humildes campesinos que comenzaron a comercializar sus productos hacia América en la época de la conquista. Desde ese momento, a su familia no le faltó dinero y se relacionó con las personas nobles y de alta cuna. Su tatarabuelo fundó la empresa que ahora es de Wilhelm Evans, su abuelo y su padre la dirigieron por casi sesenta años entre los dos, pero su padre perdió los derechos sobre ella luego del accidente.

La familia de su madre, de apellido Brown, también tuvo dinero desde el inicio de su apellido. Fueron zapateros hasta escalar a convertirse en una marca de ropa que abarca toda Europa y crea desfiles de moda que rápidamente se vuelven virales en las redes sociales. Sin embargo, su madre dejó de lado a sus padres cuando se casó con su padre y desde entonces nadie de su familia le habla o le da dinero. Evelyn solo sabe partes de esa historia, pero se imagina que el motivo es ella misma: un embarazo adolescente.

Es capaz de comprender la necesidad de sus padres por el dinero, nunca conocieron nada más. Sus ventajas, su vida social y sus amigos dependen de ello. Su padre está en un puesto tan bajo que se avergüenza de compartirlo y su madre ha vendido varios de sus abrigos de piel falsa que han estado por generaciones en su familia. Solo con ver la decadencia de la mansión cualquiera se daría cuenta de que los Taylor están acabados y la imagen, aunque no sea más que una ilusión, es algo importante para sus padres. Ya no hay compañeros de trabajo que los inviten a fiestas, viajes entre amigos hacia islas remotas o reuniones amistosas para hablar sobre inversiones. Sin dinero, sus padres se sienten aislados.

Y una cosa muy importante sobre Evelyn es que adora a sus padres como la que más.

Aprendió que ellos la criaron lo mejor que pudieron, la llenaron de lujos, pero nunca la dejaron de amor. Veían sus dibujos y la felicitaban, pero toda esa felicidad venía cuando ellos eran felices y son felices cuando tiene dinero. Evelyn no cree que sea malo, porque así los criaron y nunca han conocido otra vida, no hasta entonces. Además, todavía son relativamente jóvenes incluso si esta crisis los ha envejecido unos años.

Quiere hacerlo, realmente la mayoría de conocidos que tiene (hijos de magnates con los que convivía de pequeña en grandes y extravagantes fiestas cuando sus padres se emborrachaban) se han casado por las apariencias o por la escala social. Nunca habló del compromiso arreglado con sus padres, porque Evelyn confiaba en que ellos serían diferentes en ese aspecto también y lo fueron, sabe, hasta que no tuvieron otra salida. Piensa que sería fácil casarse con alguien que no amara, pero ¿con al alguien con quien solo vio una vez y ni siquiera habló?

Bueno, sí que compartieron algunas palabras.

El recuerdo de esa noche hace que Evelyn sienta un temblor en el cuerpo. No pueden contar los gemidos o las maldiciones que ambos soltaron mientras hacían el amor, pero eran palabras y tal vez fuera una conversación que solo ellos dos podrían entender.

Sin embargo, Wilhelm nunca volvió a hablarle o buscarla y ahora la quiere reclamar como su esposa.

Evelyn sabe que ser su esposa no será un conflicto. Wilhelm Evans es guapo, lo ha visto en las revistas a lo largo de los años y el único problema parece ser su actitud. Todos sus trabajadores hablan de lo tosco que es, de sus cambios de humor y de la personalidad tan demandante que tiene. Un alfa en todo sentido. El padre de Evelyn, por otro lado, nunca ha tenido más que palabras agradables sobre él y ella ya no sabe que creer. Además, están esos rumores sobre sus fetiches que a Evelyn intrigan y asustan de igual manera.

Piensa en la balanza.

De un lado, sus padres, infelices y taciturnos por toda su situación y, del otro, Wilhelm Evans, el sueño húmedo de muchas chicas y mujeres que pagarán por estar con él, pero que la quiere a ella. Y Evelyn, en el centro, capaz de equilibrar todo y hacer feliz a sus padres y, quizá, piensa de repente, poder conseguir algo más.

Tiene una idea de lo que puede hacer para cuando llega a la carretera principal y el carro que la espera baja la ventanilla.

La mujer dentro es bonita. Tiene un moño revuelto en la cabeza y el uniforme de camarera algo sucio, pero su maquille es impecable y le da una sonrisa brillante.

—Buenas, chica —dice con la voz aguda, burlona —. No hagas caso a mi cara de muerta viviente. ¿Nos vamos a casa?

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