Evelyn conoció a Liana en su primera clase de universidad.
La facultad de artes a la que Evelyn logró inscribirse, con muy poco tiempo de antelación, tiene el primer semestre como un conducto introductorio hacia las diferentes ramificaciones del arte. Conocer a Liana justo antes de entrar al aula fue una especie de milagro para Evelyn, porque con ella no solo vino una compañera de habitación que le ayudaba a completar el pago de la renta, sino una amiga que no parpadeó cuando escuchó su apellido y la reconoció.
Desde el día en que se encontraron, ambas con expresiones nerviosas e inseguras de no pertenecer al mundo artístico, se convirtieron en mejores amigas. Para el segundo semestre, sus caminos se separaron en la universidad, una hacia las clases de pintura y otra hacia los cursos avanzados de música. Sin embargo, viven en el mismo cuarto y no se separan mucho estos días. Se cuentan todo, pero Evelyn no puede siquiera pensar en cómo explicarle que sus padres la quieren vender al mejor postor.
Bueno, quizá no con esas palabras.
—¿Qué tal los jefes, chica? —pregunta Liana mientras pone el auto en movimiento.
Evelyn siente que los nervios vuelven con la palabra “jefe”.
—No era lo que esperaba —le confiesa.
—Si te están dando m****a de nuevo sobre tu carrera, no les hagas caso. Ya verán ellos que hacer cuando tus pinturas sean expuestas en los museos esos a los que tanto te gusta ir —le tranquiliza con una palmadita amistosa y volteándola a ver el tiempo suficiente para que Evelyn se preocupe por ser atropellada. Liana no era una fuente confiable dentro de un auto en movimiento, pero sus manos pronto están de vuelta en el volante.
—Y tú cantaras en mis exposiciones, por supuesto —se alegra Evelyn.
—Los anuncios dirán en letra grande “Evelyn Taylor, arte por el arte” o algún otro título de esos tan profundos tuyos, pero abajo, en letras un poco más pequeñas, pero no tanto porque necesito algo de protagonismo “Liana Chalow, la desconocida cantante”.
—No seas tan pesimista.
Liana solía tener tan pocas expectativas sobre su carrera artística que siempre parecía más interesada en la industria coctelera. Había trabajado como mesera a lo largo de su vida para pagarse los estudios y no era algo que se le complicara. Evelyn sabía que, sobre su carrera musical, era la opción más viable para ella. Una lástima, porque la voz de Liana era asombrosa.
—E, tú tienes talento que incluso puede comprarse por eBay. Lo cual es increíble. Serás rica de un modo u otro— se encoge de hombros —. El talento vocal por otro lado… si puedo cantar de vez en cuando en los bares que me contratan soy feliz, pero necesito el dinero.
Ahí está de nuevo el problema que siempre parece perseguir a Evelyn: el dinero. El crecer con dinero parece haber hecho que lo odie por necesitarlo tanto. Personas como Liana, que nunca habían sido parte de la alta sociedad o habían nacido en cuna de oro, parecían resignarse a ello, pero Evelyn y su familia vivirían perseguido por el recuerdo de haber sido ricos y felices… si Evelyn no aceptaba el trato.
—Ojalá pudiera hacer algo para ayudarte, Li.
Liana se ríe y niega con la cabeza. No sabía nada de que la familia de Evelyn estaba escasa de dinero, solo sabía que Evelyn no tenía porque sus padres no la apoyaban en su carrera, pero aunque no fuera el caso, nunca aceptaría dinero por lástima.
—Te voy a decir algo —dice Liana mientras baja la vista a su teléfono y lo conecta a la bocina del carro.
El carro se desvía hacia la izquierda y Evelyn coloca su mano sobre el timón para evitar salirse del camino mientras un auto pasa a gran velocidad a su lado. Liana parece encontrar lo que busca porque aparta la mano de Evelyn y una música que ambas conocen bien empieza a sonar.
Evelyn no pudo evitar sonreír y compartir una mirada con su amiga.
—I work all night, I work all day to pay the bills I have to pay —comienza a cantar con su voz grave y melodiosa.
—Ain't it sad? —Evelyn le hace el coro.
Pronto ambas se encontraron cantando la canción de ABBA sin tapujos, con los vidrios bajados y la ciudad a la vista.
— In my dreams I have a plan, If I got me a wealthy man…
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El departamento que Evelyn y Liana compartían no era un departamento como tal. Estaba a unas pocas calles de la universidad y en realidad eran un conjunto de unos cuatro edificios pegados el uno con el otro que tenían siete niveles y en cada nivel había tres pequeños cuartos que combinaban una cocina con una, dos camas y un baño privado. Era un lugar decente, solo que con poco espacio. La encargada de los edificios, una mujer anciana y algo demente, solía hacer ruidos de madrugada persiguiendo a su gato imaginario por las escaleras. Los vecinos de Liana y Evelyn eran una pareja de chicos que también estudiaban con ellos, pero eran bailarines y casi nunca los veían.
No era la mansión de sus padres, incluso en sus condiciones actuales era mucho mejor, pero era el hogar actual de Evelyn. Vivir ahí no era tan malo una vez que te acostumbrabas a ello. Además, estaba limpio y las expectativas de ambas eran así de bajas para el buen precio de alquiler mensual que se compartían.
Evelyn ayuda a Liana a sacar las bolsas plásticas del maletero y se adentran en el edificio. La señora White, la encargada, está en la recepción y les lanza una mira molesta, pero no les dice nada. Ambas se ríen mientras avanzan, no saben que tan mal estaba la cabeza de la mujer, pero generalmente las deja en paz o les brinda comentarios despectivos que les dan gracia. Ellas nunca le causan problemas si poden evitarlo.
Las escaleras eran un martirio, pero solo están en el tercer piso, por lo que pronto se encuentran frente a su puerta.
—Olvide mi llave —dice Liana.
—Que sorpresa —responde Evelyn con sarcasmo, pero ya está sacando su copia. Liana nunca salía sin olvidar algo.
Bajo la puerta hay publicidad de la universidad sobre cursos extra para ganar créditos, pero siempre son de pago, así que ninguna les presta atención.
Las paredes de su habitación son blancas y existe una clara diferencia en el espacio. Hacia la derecha hay una estufa, un microondas, una alacena, un refrigerador y una mesa con dos sillas. Junto a eso, una puerta que cierra el baño. Sin embargo, la parte izquierda tiene dos camas bajo sus respectivas ventanas. El lado de Liana está revuelto, la cama a medio hacer y un montón de posters de sus cantes favoritos colgados por todos lados. Además, bajo la cama asoma una caja grande que estaba repleta de discos. Evelyn, por su parte, tiene la pared cubierta de dibujos que ella ha hecho. Son una mezcla de flores, rostros de pintores y pequeños garabatos que nunca llegaron a nada. En medio, entre las dos camas, está el ropero que comparten.
Liana se tira a la cama sin precedentes y comienza a roncar en diez segundos. Evelyn rueda los ojos y lleva las bolsas a la mesa. Son sobras del restaurante lujoso en el que Liana trabaja los fines de semana y les ahorra la comida de dos o tres días, así que se dispone a calentarla cuando su celular suena en su bolsillo trasero.
Evelyn sacaba el dinero para la renta vendiendo arte por encargo a través de eBay, como bien había dicho Liana. Eran, generalmente, retratos de familiares o pinturas realistas de mascotas muertas. Algunas veces, los días más extraños, le llegaban solicitud de dibujos… cuestionables. Era porno la mayoría de las veces, pero la necesidad de dinero hacia que Evelyn aceptara todo. Además, en el fondo, no le molestaba dibujar ese tipo de escenas.
Así, su primer pensamiento alegre del día es la idea de ponerse a trabajar en otro encargo.
Sin embargo Evelyn se sorprende al ver que no es eso.
Es un mensaje por W******p.
Evelyn suele hablar con poca gente por teléfono, de hecho, la mayoría de sus contactos eran compañeros de la universidad con los que solo se comunicaba por trabajos en grupo. Sus mensajes estaban vacíos a excepción de los chats con su madre y Liana.
El mensaje nuevo proviene de un número que no tiene foto y que no está guardado en su celular.
Número desconocido:
Buenas noches, prometida.
Evelyn:¿Quién eres?Pero Evelyn lo sabe, por supuesto. Solo es la posible prometida de alguien en el mundo en este momento.Número desconocido:¿Tienes tantos pretendientes que no puedes reconocer a uno?Evelyn:Ni siquiera puedo ver tu foto.Evelyn siente los nervios crecer dentro de ella y juguetea con sus dedos. En la pantalla aparecen los tres puntitos que indicaban que el número está escribiendo.Número desconocido:Dame un segundo.Evelyn entra al perfil de WhatsApp y lo refresca. Ante ella aparece la imagen del hombre que no se ha podido sacar de la cabeza todo el día.Ahí estaba: Wilhelm Evans.En su foto, está sentado en lo que parece ser un escritorio de trabajo. Detrás de él hay un ventanal que da a una ciudad enorme vista desde el cielo. Sin embargo, lo que más acapara la atención es el propio Wilhelm. Tiene un traje negro con una corbata del mismo color y una playera blanca con botones asoma por entre las solapas. Su rostro es duro, marcado por sus fuertes pómulos y una
Evelyn sabía que era buena en el arte, se había probado a sí misma innumerables veces cuando sus tutores le ponían retos y la alentaban a desarrollar su creatividad. Le gustaba sentir la arcilla en las manos, la textura de la piedra y la fuerza que se tenía que ejercer para moldarla a un rostro, también se fascinaba con la música, pero no era la mejor en ello, más que nada sabía tocar los instrumentos clásicos, porque sus padres pensaron que era bueno para su educación formal. Sin embargo, era la pintura lo que siempre le había llamado la atención.Al principio, sus padres le apoyaron. Con el dinero a expensas, no necesitaba seguir una carrera “útil” a sus ojos, pero conforme el dinero menguo llegó la necesidad de que ella se convirtiera en sus sustento. Su padre quería que siguiera la carrera de Administración de Empresas, para recuperar su legado, pero ella se negó. Sus padres no se enojaron, solo se decepcionaron y fue peor. No sabe si podrá con ello de nuevo, por eso sabe que debe
La última clase del día toma desprevenida a Evelyn y los nervios comienzan a trepar por su estómago hasta instalarse en su garganta seca. No confía en su voz para hablar y hacer las dudas que le han quedado sobre su trabajo de escultura semanal. Piensa en el señor Evans y piensa que tendrá que trabajar el doble y desvelarse para hacer encargos de dibujos si quiere conseguir el material necesario para su tarea… también piensa que no tendrá que hacerlo si negocia bien los términos con el señor Evans.Sale de su facultada con su bolso colgado del hombro. Liana suele quedarse para practicar con los músicos hasta tarde, así que va sola. Siente el peso de sus cuadernos de arte y el rebote de los lápices de color. Ha roto dos de ellos hasta ahora y tendrá que jugar bien con la teoría del color si quiere sobrevivir al semestre con la misma caja. No puede permitirse otros si quiere pasar el curso de cerámica.Sus compañeros de clase la despiden con la mano y ella les devuelve el saludo antes d
Aparte de ellos dos, la cafetería está vacía.Evelyn comienza a jugar con sus dedos debajo de la mesa, su tic nervioso. Siente su garganta seca y la presencia de Wilhelm Evans es realmente intimidante, por más que su sonrisa petulante parezca más suave de lo normal. De hecho, Evelyn se pregunta si lo ha visto sonreír en todas esas revistas en las que es fotografiado y se da cuenta de que no. Esa simple realización le da un poco de confianza y está a punto de hablar cuando el mesero se acerca.—Buenas tardes, ¿desean ordenar?Es un muchacho bajo y de aspecto trillado, por no decir más, pero el señor Evans pierde la sonrisa en cuanto lo ve. Su rostro se vuelve serio y de repente Evelyn puede sentir la tensión emanando de él. El mesero parece sentir lo mismo, Evelyn lo ve tragar nervioso.—No te he llamado —dice el señor Evans—, pero ya que has decidido interrumpir, ordenaremos— ni siquiera se molesta en tomar la cartilla que el muchacho le tiende cuando vuelve a hablar—. Quiero un café
—No voy a tener sexo contigo.Wilhelm parece sorprendido por el pánico en las palabras de Evelyn, pero no se asusta ante la declaración.—Puedo entender que pienses eso en este momento. Pero, no, no te voy a obligar si es lo que te preocupa. El trato con tu padre solo involucra tu mano en matrimonio, el resto… vendrá con consentimiento.Evelyn se relaja visiblemente.—¿Qué es lo que pensabas? ¿Qué te tomaría sólo así? —Wilhelm habla de manera brusca, pero no hay esa molestia dirigida a ella como con el camarero, parece estarse controlando —. No soy… ¿qué rumores circulan por ahí sobre mí?Evelyn no sabe que decir y da otro trago a su té.Sí, hay muchos rumores sobre Wilhelm Evans en el mundo empresarial en el que los padres de Evelyn se han mantenido. Se dice que es un hombre temido y ella puede ver ahora que es verdad, pero hasta este momento su ira no ha ido en contra de ella, así que lo toma más como un carácter fuerte que pocos tiene la capacidad de soportar. El padre de Evelyn so
Cuando llega a su puerta, Evelyn se siente sin aliento, pero sabe que no es por las escaleras.Poco a poco, comienza a salir del shock en el que se encuentra. Nunca había hablado tanto con Wilhelm Evans en su vida y darse cuenta de que posiblemente le agrade es una cuestión que la incómoda. Había llegada a su reunión con la intención de aceptar el trato, con o sin negociaciones, pero siente que Wilhelm, en parte, la dejó ganar.No puede ni siquiera pensar en el hecho de que él dijo que le gustaba. Evelyn es linda, lo sabe, tiene una belleza que ha heredado de buenas líneas de sangre. Además, sus familias son conocidas, su apellido tiene poder incluso estando en la quiebra silenciosa. Sin embargo, Wilhelm es aún más que ella, en todo. Es un hombre guapo que también lo sabe y ni hablar de la gran influencia empresarial que es. Evelyn entiende el hecho de que se sienta atraído físicamente por ella, igual que ella de él, pero no es capaz de procesar la idea de que Wilhelm quiera más que u
Liana se queda practicando algunas de sus canciones y Evelyn sale de la habitación tratando de hacer el menor de los ruidos para no interrumpir su concentración. Se dirige a las escaleras con nada más que su celular en la mano y un abrigo grueso. Sube las escaleras hasta el último piso y ahí, a diferencia de los otros pisos, hay una tercera puerta en el centro. No tiene candado, Evelyn no está segura de sí la señora que alquila los cuartos ha pensado en cerrarla con llave alguna vez, pero agradece que no lo haga. Detrás de la puerta hay una pequeña rampa que Evelyn escala sin problemas. Cuando llega a la cima, el viento fresco le pega en la cara y hace que el frío se cuele en sus huesos, pero también se siente a libertad. La terraza tiene una buena vista. Se puede ignorar los apartamentos cercanos y luego llegan las luces de la universidad: pequeños puntos que hacen de farolas y luego espacios grandes, edificios completos que refugian a los estudiantes de la jornada nocturna. Y si Ev
A la mañana siguiente, camino a la universidad, con los bolsos haciendo peso y en medio de una conversación relajada, Evelyn y Liana son abordadas por un auto negro. Se para en la acera junto a ellas y ambas dan un paso atrás.La ventanilla de la parte trasera se abre y Evelyn se queda pasmada al ver a su madre sonriéndole desde dentro. Hay un brillo en sus ojos que a Evelyn le da algo de miedo, está tramando algo.—Hola, cariño. Que gusto verte levantada temprano.—¿Mamá? ¿Qué haces aquí?—Bueno, te dije que teníamos que conseguirte un vestido— su mamá habla como si fuera lo más obvio del mundo. Tiene puesto uno de sus abrigos grandes, de piel de oso si Evelyn no recuerda mal. Se ha maquillado suavemente y unos pendientes rojos cuelgan de sus orejas. Irradia belleza y emoción.Evelyn levanta la mirada, la mayoría de estudiantes las están viendo con curiosidad. Se retuerce los dedos, no había llamado nunca la atención de esa manera, pocos realmente saben su apellido y su madre no hace