Luego de aquel golpe, era necesario regresar lo más pronto a Italia y eso hicimos. No podíamos corrernos el riesgo de sufrir un enfrentamiento en un territorio que no manejaba Luciano. Al llegar a Italia nos desplazamos rápidamente de vuelta a casa, Bruno baja de la camioneta, Ludovico se acerca y baja de mala manera a una Laura quien parece una gata rabiosa gritando y moviéndose. —¡Suéltame maldito imbécil! —Llévala adentro —Pido Luciano . Ludovico le sigue el paso, entramos detrás de ellos y al llegar a mitad de la sala Bruno se le acerca cortando los zunchos que sujetaban sus manos. Cuando trata de dar un paso y acercársele me le paro en frente deteniendo su mano. —Es mejor que te calmes o...—¿O qué? —Responde desafiante —. ¡Eres una maldita hija de puta! Suelto su mano ignorando sus palabras, veo su intención nuevamente de alzar su mano y esta vez sacó rápidamente mi arma apuntándole. —Estás colmando mi paciencia Laura —Retrocede —. Es mejor que no la hagas llegar al lími
Habían pasado dos semanas desde que habíamos traído a la fuerza a Laura. Seguía comportándose como una chiquilla caprichosa haciendo rabietas a cada rato. Ludovico se encargaba de tenerla bien vigilada mientras Bruno y Luciano investigaban con sus hombres el paradero de Antonio. Sabía que iba a ser imposible dar con él, manejaba a la mayoría de los narcotraficantes de México y ellos darían su vida por mantenerlo a salvo pese a lo que fuera. —¿En que tanto piensas? La voz de Luciano me saca de mis pensamientos. Me giro y lo veo detrás mío con las manos dentro de sus bolsillos mirándome de manera fija. —Nada —Le sonrió —. Solo analizaba lo que ha estado pasando todo este tiempo. —Tranquilla nena —Deja un beso en mi frente —. Daremos con él cueste lo que cueste así sea lo último que haga. —¿Qué han investigado? —Enrollo mis manos sobre su cuello y dejo un casto beso en sus hermosos y carnosos labios.—Conde abandonó México y en estos momentos se encuentra en Colombia siendo cuida
El encierro y la convivencia forzada con Laura estaban empezando a asfixiarme. Sus constantes pataletas, sus quejas interminables, me tenían al borde del colapso.Han pasado tres semanas desde que llegó aquí, y cada día ha sido una tortura mayor que el anterior.Luciano está fuera de la ciudad, ocupado con sus negocios y manejando sus compañías. Me parece raro que no esté aquí, vigilando de cerca sus otros negocios... los ilegales. Pero para eso está Ludovico, quien parece estar manejando las cosas con bastante soltura.Nos mantenemos en contacto a lo largo del día a través de mensajes, y cada noche hablamos por videollamada, poniéndonos al día, contándonos los detalles de nuestras vidas. Aunque sé que, en el fondo, Luciano no tiene paz mientras Antonio siga respirando.Paula se ha vuelto insoportable, así que he decidido trasladarla a los chalets en el jardín, donde sus rabietas no pueden agotarnos más de lo que ya estamos.Exhalo un largo suspiro mientras me miro en el espejo por úl
Había sido un viaje largo pero finalmente Luciano regreso antes de tiempo. Estaba en su oficina, un lugar que siempre había sido su refugio, rodeado de documentos, mapas y teléfonos que no dejaban de sonar. Los negocios, legales e ilegales, se manejaban desde ese centro de operaciones. Pero ese día, su mente estaba en otra parte. Un presentimiento sombrío le recorría la piel, como una advertencia que no podía ignorar.Ludovico entró a la habitación con un gesto serio, sosteniendo un teléfono en la mano. Apenas cruzó el umbral, Luciano lo miró con una intensidad que podría partir el aire.—Dime que no es lo que estoy pensando —gruñó Luciano, sus ojos oscuros encendidos de preocupación.—Es Katrina —respondió Ludovico, con una voz grave que apenas contenía su propia tensión—. La emboscaron. Mataron a todos los hombres que la acompañaban. El tiempo se detuvo. La habitación pareció encogerse alrededor de Luciano, el aire se volvió más pesado, más denso. Se levantó de su asiento, derriba
La noche había caído, y el cielo sobre la ciudad estaba encapotado, como si incluso las estrellas se negaran a iluminar la oscuridad que envolvía a Luciano. De pie en su oficina, frente a la ventana que daba una vista amplia de la ciudad, su silueta se recortaba como una sombra implacable, un rey caído en una guerra personal.Su mirada estaba fija en las luces distantes, pero su mente era un torbellino de pensamientos oscuros, planes de venganza y estrategias. Ludovico, de pie a un lado de la habitación, lo observaba con preocupación. Sabía que cuando Luciano estaba en este estado, no había nada que lo pudiera detener.—Luciano, necesitamos un plan más estratégico —dijo Ludovico con cautela, sabiendo que un mal movimiento podría desatar la furia de su jefe—. Antonio tiene la ventaja ahora. No podemos lanzarnos a ciegas o podríamos perder todo.Luciano giró lentamente hacia él, sus ojos eran dos pozos oscuros de pura determinación y rabia contenida.—No me hables de estrategias, Ludovi
El frío de esta celda me cala hasta los huesos, y no sé si es por la humedad o por la sensación de desesperanza que intenta apoderarse de mí. Mi cuerpo está adolorido, cada movimiento es una punzada de dolor, pero mi mente, mi mente es lo único que no pueden quebrar. Mi espíritu arde con una sola llama: la certeza de que Luciano vendrá por mí.Pero tengo miedo. No del dolor, ni de la oscuridad de este lugar. Tengo miedo por él. Por lo que Antonio podría hacerle si logra arrastrarlo a esta trampa mortal. Luciano es fuerte, implacable, pero el amor que siente por mí podría ser su mayor debilidad, y eso es justo lo que Antonio está usando para destrozarnos.Me niego a dejar que el miedo me controle. Me obligo a recordar cada momento junto a Luciano, sus caricias, su voz, la manera en que sus ojos me hacen sentir segura incluso en el infierno más profundo. No importa cuántas veces Antonio intente quebrarme, no dejaré que me arrebate esa esperanza.La puerta de la celda se abre y ahí está
¿Cómo he llegado a esto? ¿Cómo es posible que Katrina, mi Katrina, ya no esté a mi lado?Cada segundo que ella pasa con él es como un puñal que se hunde cada vez más profundo en mi pecho. No puedo permitirlo, no puedo aceptarlo. Katrina me pertenece.Katrina era la pieza central de mi venganza. Mi plan era destruir a Antonio a través de ella, pero lo que nunca imaginé es que ella se convertiría en mi mayor tesoro.Antonio... él es el obstáculo que debo eliminar, una sombra que no puedo ignorar y que debe desaparecer cuanto antes.Necesito ser más inteligente, más astuto. Debo encontrar la manera de destruirlo sin que él siquiera se dé cuenta de lo que estoy haciendo. Para eso, necesito una ventaja, una pieza clave que me acerque a su talón de Aquiles."Laura."El nombre se desliza en mi mente como un veneno dulce. Laura, la caprichosa y ambiciosa hermana de Katrina.Katrina me había contado lo ambiciosa que era, y ahora usaría esa información a mi favor. Con Laura, puedo atraer a Anto
Nos encontrábamos en el territorio de Antonio. Ludovico había estado entrenando la mente de Laura durante semanas. Yo lo había observado de cerca, esperando algún signo de debilidad en ella, algo que pudiera hacer tambalear nuestro plan. Pero Laura resultó ser más ambiciosa de lo que imaginaba, dispuesta a todo por esos malditos cinco millones de dólares.Ella era el tipo de mujer que solo piensa en su bienestar. Alguien como ella no titubea ante la traición, ni siquiera si se trataba del hombre con quien dormía y compartía.—Tenemos todo listo —dijo Ludovico mientras estudiaba su iPad—, pero hay un problema.Me giré hacia él, impaciente. A estas alturas no necesitábamos más complicaciones.—¿Cuál es? —pregunté, frunciendo el ceño.—Ella sugiere ser golpeada. Dice que así su escape será más creíble —Ludovico me miró, y noté una sombra de disgusto en su rostro—. Quiere que la golpeen lo más brutal posible. Dice que él no se lo creerá si no hay heridas reales.Me crucé de brazos, sintie