—¡No! ¡Detente papá! —le imploró Natt sacudiendo su cuerpo mientras ríe.—¡Devuélveme el móvil! —ordenó su padre sin detener sus manos haciéndole cosquillas al niño.—¡Vale! ¡Lo haré! —dijo entre risas.Nickolas en algún momento se detuvo y se tumbó en la cama boca arriba, riéndose a la par con su hijo que tenía las mejillas sonrojadas. Le tendió el móvil y se acomodó a su lado, ambos cansados por la guerra de cosquillas.—Eres un tramposo —emitió su padre luego de unos minutos de recuperar el aliento.—Claro que no, yo jamás juego sucio —replicó el niño subiéndose encima del pecho de Nickolas, intentando aplastarlo.Pero fue en vano, su pequeño cuerpecito no era nada comparado con el de su padre.—¿Y si vamos a ver qué hacen las chicas? —inquirió y Natt asintió enérgico.Cargó a su hijo sobre su espalda provocando más risas de su parte, y abandonaron la habitación bajando las escaleras tratando de no hacer ruido. Madison se encontraba en la sala mientras le daba de comer a su pequeña
La música estaba por todos lados, altavoces potentes que iban a la par del ambiente distendido en ese club nocturno, Madison se la estaba pasando de lo mejor sin alejarse demasiado de la desconocida, su nombre era Adelaida; resultó ser una amigable mujer, la conoció a las afueras de aquel recinto. —¡¿Puedes ver desde aquí a ese tipo de allá?! —exclamó animada, ya se dibujaba en su cara una pícara expresión. El bullicio era terrible y casi era imposible escucharle, pero alcanzó a hacerlo, y su gesto le confirmó que iría a por ello. El sujeto que ella estaba señalando parecía dominante, incluso a la distancia. Tenía un traje, sí, un poco extraño que llevara corbata. Se miraba tan formal para la ocasión, pero al mismo tiempo imperioso. —No me digas que... —no le dio tiempo a decir más, ya se estaba alejando de su persona, mientras contorneando las caderas también capturaba la atención de varios. Se dirigió a la barra, ansiosa por una copa, no era asidua al alcohol, pero ella misma e
Madison no solía tener molestias abdominales, menos náuseas repentinas. La excepción fue esa mañana, terminando su desayuno corrió al baño para expulsar todo lo que había devorado, no era capaz de estar ni un solo minuto, sin el horrible dolor que la aquejaba. Aborrecía con todas sus fuerzas pasar por eso. Su madre, Emma, la invitó a comer, sabía que estaría el hijo menor de Lauren, la amiga inseparable de su progenitora. Y no es que el chico fuera una molestia, no, pero Madison tenía la ligera sensación de que su padre los observaba a ambos de una forma diferente. No podía explicarlo. —¿Te has puesto enferma y por eso no puedes venir? —reclamó su madre al teléfono. —No, no es eso, solo... —expiró. —Madison —interrumpió Bruno, su padre, cambiando todo en ella. —¿Papá?Desde la discusión, no había hablado con él. —¿Quién si no? Ven al almuerzo, hazlo —pronunció, no era una petición, sino una orden. —Vale, allí estaré. Se aferró a su móvil, odiando no ser tan decidida y contunde
La muchacha, había estado esperando demasiado tiempo para ser admitida en la universidad, cuando al fin lo había conseguido llegaba a su bandeja de entrada aquel correo revelando las pruebas de laboratorio que días anteriores se realizó. Nunca antes había temblado como ahora, incluso el sudor perlando su frente y el acreciento de los latidos de su corazón fueron encarcelados por ese temor a saberse a punto de girar hacia otra dirección. Madison no podía creer que ese era el resultado definitivo, la incertidumbre que no la había dejado dormir y descansar plácidamente durante las últimas noches, había finalizado dando paso a lo peor. Estaba embarazada.Se sentía fatal de ni siquiera saber el nombre de ese sujeto. No existía ni una forma de recordar su rostro. Sus ojos se direccionaron hacia la mesita de noche donde yacía aquel reloj costoso, la única pertenencia que tenía de aquel hombre.Las lágrimas comenzaron su recorrido por su rostro desencajado por la sorpresa y una miríada de e
—¡¿Me tomas del pelo?! —gritó furioso el CEO, mientras azotaba con su puño cerrado la superficie de su escritorio. La asistente se movió insegura, Melisa solo le estaba comunicando lo que se le había informado; lamentablemente el investigador no halló nada extraño en Harper, ella no tenía el reloj. —También tengo que añadir que la señorita Harper quiere hablar con usted. ¿Le aviso que pase? —emitió insegura. —¡No! —volvió a maldecir —. ¿Harper? —Sí.—¿Y todavía se atreve a venir? Es increíble, no tengo mucho tiempo, dile que entre —se resignó. —Sí señor, con su permiso. De esa manera Nickolas volvió a sentarse en su silla, molesto. No pasó demasiado tiempo cuando ingresó la mencionada, conservaba una amplia sonrisa en el rostro que no se borró ni un poco al verlo lleno de enfado. Ella no tenía qué temer. —Nick, ay Nick, querido ya te dije que no me he robado ese reloj. ¿En serio sigues dudando de mi palabra? ¡Ya han pasado casi tres meses! —le recordó tomando asiento —. La próx
Después de un rato, el pequeño se había dormido de nuevo permitiéndole acabar de preparar el almuerzo. Sonrió complacida ante el exquisito olor que desprendía su comida, seguro que Matt se chuparía los dedos al probarla. Y de pronto, cómo si lo hubiera invocado, el timbre sonó anunciando la llegada de su amigo.—Hola Madi —pronunció apenas la chica le abría la puerta.Sus ojos brillaron al verla.—Matt —le devolvió el saludo al tiempo que plantaba un beso en su mejilla cubierta por su barba insipiente—. No la has cortado todavía, ¿no pensarás dejarla, o sí?—¿Estás insinuando que me queda mal? Madison ahogó una risita mientras negaba divertida. Cruzaron la estancia y tomaron asiento en el comedor dejando un puesto en medio de ambos, distancia que le resultó innecesaria al castaño, pero no comentó nada al respecto.—Creo que será bueno para tu negocio, atraerás chicas —guiñó un ojo en su dirección con coquetería.Matt bufó en respuesta, pero le pareció gracioso el comentario de la jov
Madison se sacudió de su agarre con fiereza, aturdida por lo que había pasado ella también se sentía así, indignada por lo que ese hombre frente a ella se atrevió a inventar por ambos. Por su culpa estaba metida en una farsa en la que no quería ser participe y siquiera tuvo tiempo de explicar el malentendido. Y cómo si la situación no podía ser peor, había dejado su portafolio dentro de la oficina de aquel señor.—¿Quién te crees que eres para hacer tal cosa? —bramó molesta.—El heredero de esta empresa —respondió guardando las manos en los bolsillos de su pantalón negro, luciendo relajado.Su respuesta le molestó aún más.—¿Y eso le da derecho a actuar de esta manera? Si tan desesperado se sentía entonces debió contratar a alguien que fingiera ser su pareja, no haber mentido diciendo que ama a una desconocida que nunca ha visto en su vida —reclamó sintiéndose frustrada ante la indiferencia de aquel sujeto.—¿Terminaste? —preguntó mirando sus uñas con fingida atención—. Estás haciendo
—Los tiempos desesperados requieren de medidas desesperadas, ¿no? —se defendió sin entrar en detalles.Un poco de gracia le había causado sus palabras, ella no tenía que contarle la razón a detalle de su desesperación, motivo por el que estaba allí y necesitaba el dinero, si bien lo había rechazado anteriormente, ahora se retractaba de su decisión, la urgía poder resolver esos problemas económicos. Además de que todo lo estaba haciendo por su pequeño, a él lo ponía en primer lugar y pese a no querer hablar de alguien como él, pensaría en su bebé, por eso quería estar estable. Si tan solo hubiera encontrado la manera de poder solucionar sus problemas financieros con un trabajo de medio tiempo, lo habría hecho.Sin embargo, todo eso se volvería más complicado para ella. —¿Tanto te urge el dinero cómo para cambiar de opinión drásticamente?La jóven aparentó no oír lo último, tuvo la impresión de que aquel hombre insistía en saber el motivo. Pero no tenía razones para dársela. Ya estar