4. Capítulo

—¡¿Me tomas del pelo?! —gritó furioso el CEO, mientras azotaba con su puño cerrado la superficie de su escritorio.

La asistente se movió insegura, Melisa solo le estaba comunicando lo que se le había informado; lamentablemente el investigador no halló nada extraño en Harper, ella no tenía el reloj.

—También tengo que añadir que la señorita Harper quiere hablar con usted. ¿Le aviso que pase? —emitió insegura.

—¡No! —volvió a maldecir —. ¿Harper?

—Sí.

—¿Y todavía se atreve a venir? Es increíble, no tengo mucho tiempo, dile que entre —se resignó.

—Sí señor, con su permiso.

De esa manera Nickolas volvió a sentarse en su silla, molesto. No pasó demasiado tiempo cuando ingresó la mencionada, conservaba una amplia sonrisa en el rostro que no se borró ni un poco al verlo lleno de enfado. Ella no tenía qué temer.

—Nick, ay Nick, querido ya te dije que no me he robado ese reloj. ¿En serio sigues dudando de mi palabra? ¡Ya han pasado casi tres meses! —le recordó tomando asiento —. La próxima vez pídele a una persona más discreta y prudente que te haga el favor de indagar en mi vida. Pero ya no creo que sea importante, pues me vas a descartar de tu lista, ¿no?

Puso los ojos en blanco y bufó, antes de responderle.

—Supongo que has ganado, Harper. ¿Sabes lo valioso que es ese reloj para mí? No, no eres consciente de ello.

—¿Ah no? —se hizo la ofendida —. Quizá no hagamos más que estar juntos sin involucrar los sentimientos, puede que no te ame, pero en algún punto me has hablado de cosas...

—Nunca de ese reloj.

Ya se arrepentía de haberle dejado entrar. Era una mujer tan molesta, siempre sacándolo de quicio.

—He visto las iniciales, sí, Nickolas Jones, eso significa. ¿Lo ves? —sonrió victoriosa.

Él lleno de exasperación golpeó sonoramente el escritorio y ella dio un respingo.

—Definitivamente no sabes nada, tampoco te lo contaré. ¿Has terminado?

—Nick —susurró su nombre y luego chasqueó la lengua —. Todavía no lo comprendo, ¿cómo es que me confundes con cualquier mujer?

—Y tú, ¿acaso no eres una más del montón?

—¿Eh? —se llevó una mano al pecho, con el rostro desencajado —. Estabas con alguien en esa habitación...

—¡Debiste hacer algo!

—¿Es un chiste? Al fin y al cabo no soy tu novia, no tenía que intervenir. Además, esa noche me la estaba pasando bien con alguien más. Por eso me marché, tú también parecías estar divirtiéndote —agregó, al CEO ya le estaba hirviendo la sangre —. Oye, ¿no has pensado en la posibilidad de que esa chica te robó el reloj? No ha de ser más que una pobretona, vio la oportunidad y la aprovechó.

—¿Por qué llegas a esa conclusión? Eso no tiene... —se frenó, lo que le estaba diciendo esa mujer frente a él, lo había puesto a pensar, por más que se esforzara por recuperar el hilo de la situación con nitidez, su rostro era borroso, no podía ver con claridad el pasado —. Olvídalo, vete.

—¿Sentido? Claramente lo tiene, si quieres recuperar ese reloj que es valioso para ti, entonces no pierdas más el tiempo conmigo o con cualquier otra persona. Es ella, la chica con la que pasaste la noche, es a ella a quien debes encontrar —le recalcó con firmeza, sin un apice de dudas y salió de la oficina.

Se cubrió el rostro, porque volvía a estar en el punto de partida, sin idea de quién era ella.

Sin embargo, como una especie de revelación, un dulce perfume se paseaba en su cabeza, y con ello vino el delirio de poder oler ese aroma femenino en su despacho.

Tal vez ya estaba perdiendo la cabeza. Porque no le encontraba sentido en absoluto.

—Debo estar perdiendo la cabeza. Pero... debo recuperar ese reloj —pronunció decidido, no había tiempo que perder.

Se puso en contacto con su mejor amigo, él le aseguró encargarse de ese asunto, a pesar de ser tan poderoso, un empresario con mucho impacto, sus intentos se volvieron en vano, los días pasaron de volada, semanas y meses.

No hubo ni un solo dato, nada...

Era como si lo que pasó esa noche solamente fue una construcción de su imaginación y no un hecho que se había llevado aquel objeto; con el tiempo se dio por vencido

...

Un año después la joven Madison sostenía a su bebé, lo arrullaba. Estaba segura de que cantándole suavemente una dulce canción de cuna, lograría adormecer a la criatura. Era tan pequeño, pero saludable y fuerte a la vez, que no podía sentirse más tranquila.

—Natt... —susurró, así lo había llamado, se le ocurrió después de permanecer durante todo ese tiempo con lo único que tenía del desconocido.

Quizás era un poco extraño, pero solo se le ocurrió. Además, era un nombre agradable.

—¡Ha llegado la tía Kenia! —anunció cargando las compras del mercado, Madison le hizo señas, su bebé ya casi se quedaba dormido y podría despertar con el alboroto de su amiga —. Lo siento, ya llegué. Pero mira nada más como se ve dormido.

—Es tan hermoso. Cada día me enamoro más de él, me convenzo de que ha sido correcto seguir adelante —se le salieron algunas lágrimas, miró a su amiga —. No me importa si papá me odia, o si mamá está completamente decepcionada de mí, incluso Lauren ya no me ve más como esa chica ejemplar. Digamos que tengo todo lo que necesito al verlo, Natt es mi mundo, y tú Kenia, estás allí para ayudarme a mantener el equilibrio.

—Madi, sabes que te quiero mucho, oye, mereces ser feliz, eh. Y lo estás haciendo muy bien, mírate, eres tan fuerte —le dio un abrazo —. ¿Irás hoy a la cita con el pediatra?

—Es hoy —confirmó —. Sé que tienes asuntos por hacer, iré sola, ocúpate de tus pendientes, ¿vale?

—No, iré contigo.

—Insisto.

—En ese caso te prometo que te acompañaré en la próxima visita.

—De acuerdo.

...

Hacía un día espléndido, el sol regalaba su cálida luz. Empujando del cochecito, ya iba de camino al consultorio, a solo diez minutos.

Aprovechaba la caminata para ejercitar sus piernas. siempre era bueno hacer algo para mantenerse saludable. No tenía excusa.

Natt estaba plácido en el cochecito, sin inmutarse siquiera un poco.

Pronto llegó a su destino.

La revisión no duró más de veinte minutos. Encontrar bien a Natt, la llenó de alivio, no había ningún problema con el bebé. El especialista la felicitó por seguir las recomendaciones y la animó a seguir haciéndolo.

Se sentía orgullosa de estar haciendo todo correcto. Aunque habían momentos en los que dudaba de estar siendo una buena madre, ya podía quedarse más tranquila por las palabras de parte del pediatra.

—¡Nos vemos en la próxima cita! —exclamó regalándole una sonrisita a su pequeño también.

—Así será doctor, muchas gracias —se despidió en la marcha.

Mientras Madison caminaba por la sala de espera, Nickolas también lo hacía, tan solo estaban a unos pasos, a nada de todo. Nickolas se frenó en seco, ella también lo hizo. La joven había sentido su corazón latir con rapidez, por su parte, Nickolas aspiraba buscando a la dueña de ese perfume familiar.

Ambos hicieron contacto visual, dos desconocidos, conocidos a la vez, hallando solo confusión. No pudo con su potente mirada, y dejó de verlo, en la desconexión Nickolas era interceptado por una enfermera.

Todo acabo allí, pero sin saberlo, ambos dieron un paso más a lo que apenas estaba por comenzar.

...

Madison ingresó al departamento cerrando la puerta con su pie, tenía las manos ocupadas de bolsas del supermercado. No tenía la costumbre a hacer las compras, de hecho la encargada de ello era su amiga Kenia, sin embargo al ver que estaba cerca del lugar no le molestó en tomar unos minutos de su tiempo e ir por lo que faltaba en casa.

Su pequeño hijo aún dormitaba plácidamente en la carreola, esa imagen se veía tan angelical que involuntariamente las comisuras de su labios se elevaron en una sonrisa.

Estaba fascinada con su pequeño bebé, ese que le había cambiado su mundo convirtiéndolo en uno lleno de retos y desafíos. Pero sin duda no se arrepentía de la decisión de tenerlo.

No cuando sus ojos se posaban en lo más valioso que tenía ahora.

Colocó las bolsas en la encimera y se acercó al refrigerador por un vaso de agua que bebió en un solo trago. De repente, sin verlo venir había recordado aquella mirada de aquel hombre en el hospital que por alguna razón le resultaba conocido y al mismo tiempo no sabía dónde lo había visto antes. Lo más extraño de todo era la sensación en su pecho, esa corazonada de conocerlo, sin verlo nunca antes en realidad.

Ensimismada en sus propios pensamientos olvidó que había invitado a Matt a almorzar con ella. Sacudió la cabeza y dirigiéndose a la cocina, sacó las verduras que aún estaban sin cortar. Prepararía solomillo con verduras salteadas en salsa. La joven no era experta en el arte culinario, sin embargo sabía defenderse y lo poco que había aprendido en los tutoriales de cocina le ayudó a no morir de hambre en el intento. Por otro lado, merecía la pena esforzarse esta vez para darle lo mejor a Matt.

Así que le pondría empeño a la comida. Era lo menos que podía hacer por él luego de todo lo que su amigo hizo por Madison en los momentos más difíciles. Jamás imaginó que aquel barman del club se convertiría en alguien tan cercano a ella, e incluso la apoyara durante su embarazo siendo la única figura masculina que su hijo conocía.

Echó una rápida mirada a su bebé que se removía en la carreola y seguido de esto inundaba la estancia con su llanto. Dejó a un lado lo que estaba haciendo y se acercó para cargarlo entre sus brazos mientras lo mecía con delicadeza.

—Aquí estoy mi cielo, mamá no ha olvidado darte de comer... —le susurró cariñosamente.

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