Después de un rato, el pequeño se había dormido de nuevo permitiéndole acabar de preparar el almuerzo. Sonrió complacida ante el exquisito olor que desprendía su comida, seguro que Matt se chuparía los dedos al probarla. Y de pronto, cómo si lo hubiera invocado, el timbre sonó anunciando la llegada de su amigo.
—Hola Madi —pronunció apenas la chica le abría la puerta.Sus ojos brillaron al verla.—Matt —le devolvió el saludo al tiempo que plantaba un beso en su mejilla cubierta por su barba insipiente—. No la has cortado todavía, ¿no pensarás dejarla, o sí?—¿Estás insinuando que me queda mal?Madison ahogó una risita mientras negaba divertida. Cruzaron la estancia y tomaron asiento en el comedor dejando un puesto en medio de ambos, distancia que le resultó innecesaria al castaño, pero no comentó nada al respecto.—Creo que será bueno para tu negocio, atraerás chicas —guiñó un ojo en su dirección con coquetería.Matt bufó en respuesta, pero le pareció gracioso el comentario de la joven que se dedicó a servir la comida.—¿Cómo está Natt? —preguntó al tanto de la visita con el pediatra.—Ha aumentado de peso, el doctor aseguró que es un bebé sano pero me recomendó vitaminas en pequeñas cantidades para el funcionamiento del organismo —mencionó cortando un pedazo de carne y llevándolo a su boca.—Me alegra que esté bien, es un bebé fuerte y saludable. Has hecho un buen trabajo, eh —la joven sonrió.Cada que escuchaba ese tipo de comentarios, se sentía animada. Porque había dudado de su papel como mamá, incluso cuando se había esforzado. Pero se daba cuenta de que la mejor decisión de su vida fue seguir adelante, pese a que sus padres le habían dado la espalda. Había aprendido a valorar mucho más el apoyo de sus dos únicos amigos que cada día le impulsaron a no rendirse.Sin embargo, le hubiera gustado que sus padres estuvieran allí con ella dándole el cariño a su nieto. Pero eso estaba muy lejos de la realidad...—Comamos, se enfriará la comida —dijo percatándose del rumbo de sus pensamientos.—Veo que te has esmerado, espero esté igual de deliciosa a como huele —bromeó Matt dándose cuenta de la tristeza cruzar en el rostro de la joven.—Hice lo mejor que pude, no te quejes — advirtió con la mirada.El castaño entrecerró los ojos poniendo en duda sus palabras, pero cambió de expresión al comprobar que decía la verdad. ¡Aquel pedazo de carne estaba exquisito!—Vaya, debo decir que has mejorado muchísimo. Esto está... umm, no tengo palabras para describirlo —devoró la comida en un santiamén.—¿Te apetece otro plato?—No puedo negarme —se encogió de hombros y la joven fue a por ello.Al cabo de un rato, ambos decidieron ver una película mientras esperaban que el pastel de chocolate que se estaba horneando, estuviera listo. Madison apareció junto al pequeño Natt que vestía un trajecito de marinero, regalo de parte de la tía Kenia.—Mira que precioso está este campeón —dijo Matt derritiéndose por la ternura del pequeño—. Es tan precioso.El castaño lo anhelaba con amor en sus pupilas, el parecido a su madre era evidente, tenía el color de cabello azabache y era igual de gruñón que su madre. A decir verdad, debía de parecerse más a su padre ausente, sujeto que siquiera conocía ni sabía el nombre. Madison nunca había hablado sobre ello y siempre le había evadido el tema, pero intuía que aquel hombre algún día iba a aparecer en sus vidas, y aunque le deseaba lo mejor a su amiga y al pequeño, por otro lado estaban esos sentimientos los cuales nunca se había atrevido a confesar en voz alta.Suspiró profundamente al reparar la hora en su Rolex. Era hora de regresar al bar si no quería tener problemas con su primo Dylan.—Debo irme —se incorporó de la silla y la joven lo imitó—. Gracias por la comida, he quedado satisfecho.—Aguarda, ¿no esperarás el postre?—Se me hará tarde... —hizo una mueca.La joven asintió comprendiendo la prisa del castaño, por lo que no insistió.—Te guardaré una gran porción —prometió despidiéndose de su amigo—. Ve con cuidado.—Llámame si necesitas cualquier cosa —plantó un beso en la mejilla de ambos y se marchó del apartamento.Madison ingresó al piso ahora que se encontraba sola con su bebé, la residencia donde vivía contaba con seguridad y le brindaba protección. Sin embargo, al no tener la compañía de Kenia, se sentía extraña.Se ubicó en el sofá acomodando a su hijo entre su regazo, y agarró el control remoto encendiendo el televisor. En pantalla se proyectó la imagen de un hombre importante, que a pesar de saber que no lo conocía, extrañamente le pareció familiar.Nickolas Jones. Ese ere el nombre de aquel empresario codiciado por las féminas que según la reportera del programa estaban pendientes de la vida privada del CEO. Sin tener ningún interés en la información que a su parecer era irrelevante, cambió de canal dejando una película animada que estaban presentando.(...)Salió del ascensor tan pronto como se abrieron las puertas de metal, apresurando el paso hacia la oficina que le había indicado la pelirroja de recepción, Madison se dirigía con los nervios a flor de piel. El último piso de aquel imperioso edificio era el décimo, dónde se encontraba el despacho del señor Jones. Jennifer al darse cuenta de la llegada de la chica, se levantó de su puesto y le regaló una sonrisa cortés a las demás jóvenes interesadas en las pasantías.—Les estaré llamando a cada una de ustedes para que se presenten en la oficina del jefe. Él les pedirá su información personal y hará varias preguntas al respecto, ¿de acuerdo?Todas asintieron, menos la joven Madison que se hallaba perdida entre sus pensamientos inquietantes. No se sentía segura de haber venido, pero Kenia había insistido en qué al menos lo intentara y no le quedó más remedio que ceder ante su amiga. La empresa era bastante reconocida, de hecho había ganado por cinco años consecutivos el premio de mejor industria automotriz. Nathan Jones era el presidente llevándose la mayor parte de los logros alcanzados y ahora su hijo le seguía detrás.Sintió su móvil vibrar en su cartera, lo sacó y leyó el nombre de su amiga en la pantalla por lo que se alarmó respondiendo rápidamente la llamada.—¿Qué sucede, Natt está bien? —fueron las primeras palabras que salieron de su boca.—Sí, descuida. Solo llamaba para saber dónde dejaste la lec... Ah, ya la conseguí, olvídalo —la joven suspiró aliviada.No es que no confiara en Kenia cuando quedaba a cargo de su pequeño, sin embargo, era inevitable no imaginarse que algo malo podría ocurrirle a su hijo que estaba indefenso ante el mundo.—Vale, me avisas si...—Si Natt comienza a llorar, sí, tranquila. Sé cuidar un bebé, Madison —le había repetido mil veces lo mismo antes de salir de casa—. No te preocupes, está sano y salvó con tía Kenia, ¿verdad cariño?La joven sonrió al oír el balbuceo ininteligible de su pequeño, sintiendo su pecho palpitar de emoción cada que lo escuchaba.—Hablamos más tarde —finalizó la llamada al ver a la última chica salir de la oficina con una expresión que no supo cómo decifrar, pero era todo menos emoción.—Señorita Liberman —escuchó decir a la recepcionista que la miraba desde la puerta—. Adelante.—O-oh, sí... —se levantó abruptamente y caminó torpemente hacia su dirección.Tomó una bocanada de aire y se armó de valor antes de ingresar a la oficina. Un hombre mayor se encontraba detrás del escritorio con semblante serio e imponente que no hizo más que volver un manojo de nervios a la joven.—Buenos días —gesticuló llamando su atención.—Buenos días. Siéntate, por favor —señaló sin sonar demandante.No quería espantarla cómo a las tres últimas chicas que salieron despavoridas de su despacho. Nathan Jones se le conocía por ser un hombre déspota y apático, un ser difícil de complacer cuando de trabajo se trataba.—Bien, permíteme tus documentos —ordenó recibiendo la carpeta negra de la muchacha—. A ver, te llamas Madison Jones, tienes veintitrés años, y dice aquí que no culminaste los estudios. ¿Por qué?La chica tragó grueso ante su pregunta, no estaba muy segura de relatar la razón de su cambio de planes. Pero también sabía que debía hablar siempre con la verdad, era algo que le inculcaron sus padres de pequeña.Abrió la boca para hablar, sin embargo, un tercero irrumpió en la oficina salvando a la joven de mencionar el motivo de no haber podido ir a la universidad.Un motivo que no solo le cambió la vida a ella, sino que también haría lo mismo con el sujeto que había interrumpido el momento de su entrevista.—Estoy ocupado, puedes esperar a que termine... —habló el señor Jones sin levantar la cabeza de los documentos.—¿Por qué lo está haciendo? —inquirió ignorando a su padre.—¿A qué te refieres? —lo miró inocente.—¡Sabes perfectamente a qué me refiero, padre! Y no voy a seguir tus juegos de nuevo —negó escuchándose firme.Su padre le sostuvo la mirada al tiempo que se ponía en pie, estaba cansado de la inmadurez de su hijo y lo terco que era respecto a contraer matrimonio lo más pronto posible.—Ya lo he decidido y no cambiaré de opinión —intentó mantener intacta la limitada paciencia que poseía.—He accedido hacer todo lo que se te ha antojado, te he complacido en cada uno de tus caprichos. Pero ¡no puedes obligarme a casarme con alguien que no amo! —se sentía cabreado, molesto con su padre.La joven que sin intención presenciaba todo aquel escándalo, no pudo evitar levantarse de la silla dispuesta a darles privacidad. Vacilante, se quedo cerca de la puerta sin saber qué hacer realmente.—Eso es lo que menos te importa, todos sabemos que odias los compromisos y el amor no es lo tuyo. ¿Ahora quieres que me trague esto? —soltó una risa sarcástica sin inmutarse ante la mirada furibunda de su hijo—. A menos que hubiera alguna razón por la cual no puedes casarte, entonces te aseguro que olvidaría todo eso. Pero como sé que no las tie...—Las tengo —sus palabras despertaron el interés y la curiosidad de su progenitor que lo veía dudoso.Nickolas no tenía idea de lo que estaba diciendo, sin embargo, si así lograba hacer cambiar de opinión a su padre, entonces no le quedaba de otra que buscar la salida más fácil.Mentirle.Casualmente, su mirada reparó en la chica pelinegra que parecía ajena a todo o quizá se le daba bien simular que no había presenciado nada. Pero obvio que lo había hecho. No la conocía, aunque algo en su interior le decía que había visto aquella mirada en algún otro lado, pero en ese momento lo que más le importaba era librarse de las ideas absurdas de su padre, y no en lo familiar que le resultaba la chica.—A ver, dime qué razón es esa —apremió el señor Jones mirándole expectante—. No creeré hasta tener pruebas de ello.Se acercó a la joven que estaba a punto de marcharse de la oficina, y la tomó entre los hombros. Sería atrevido de su parte posar su mano en la cintura de la chica que lo observaba con la misma confusión de su padre. Tal vez estaba siendo impulsivo, pero para situaciones como estas tenía poco tiempo para idear algo mejor en su cabeza y no se detenía a pensar en las consecuencias.—¿Q-qué haces? —intentó saber Madison pero no recibió respuesta de parte de él.—Ella es la mujer que amo, padre.—¡¿Qué?! —soltaron ambos al unisono.Su padre no creía lo que sus oídos estaban escuchando, le parecía descabellado. Por otro lado, la chica tenía el rostro desencajado su poder procesar lo que sucedía.—¿Es verdad lo que está diciendo? —le preguntó a la chica que estaba consternada.Lo miró espabilante.—¡N-no! por supuesto que no es...—Cariño, no temas —su oración quedó a medias al sentir el tacto de unos dedos en su cintura, haciéndola tensar—. Este momento iba a llegar algún día y pase lo que pase estaré contigo. Estoy cansado de ocultar lo nuestro.Sus ojos verdes se posaron en los de la chica que parpadeó atónita.Madison no entendía por qué aquel sujeto de pronto actuaba de esa manera, y había armado todo un drama del cual no tenía idea y estaba involucrada.—¡¿Me pueden explicar qué ocurre?! —indagó el señor Jones golpeando el escritorio con su puño.—Ocurre que amo a esta mujer y por eso no puedo casarme con otra. No espero que me entiendas, padre, pero te pido por favor que no te opongas a mi amor por... Madison —leyó rápidamente el nombre en su carpeta.Ella seguía perpleja. El señor Jones no daba crédito y su hijo no le permitió decir una palabra más, tampoco a la joven que estaba a punto de refutar, cuando ya había tomado la mano de Madison, sacándola a rastras de la oficina.Madison se sacudió de su agarre con fiereza, aturdida por lo que había pasado ella también se sentía así, indignada por lo que ese hombre frente a ella se atrevió a inventar por ambos. Por su culpa estaba metida en una farsa en la que no quería ser participe y siquiera tuvo tiempo de explicar el malentendido. Y cómo si la situación no podía ser peor, había dejado su portafolio dentro de la oficina de aquel señor.—¿Quién te crees que eres para hacer tal cosa? —bramó molesta.—El heredero de esta empresa —respondió guardando las manos en los bolsillos de su pantalón negro, luciendo relajado.Su respuesta le molestó aún más.—¿Y eso le da derecho a actuar de esta manera? Si tan desesperado se sentía entonces debió contratar a alguien que fingiera ser su pareja, no haber mentido diciendo que ama a una desconocida que nunca ha visto en su vida —reclamó sintiéndose frustrada ante la indiferencia de aquel sujeto.—¿Terminaste? —preguntó mirando sus uñas con fingida atención—. Estás haciendo
—Los tiempos desesperados requieren de medidas desesperadas, ¿no? —se defendió sin entrar en detalles.Un poco de gracia le había causado sus palabras, ella no tenía que contarle la razón a detalle de su desesperación, motivo por el que estaba allí y necesitaba el dinero, si bien lo había rechazado anteriormente, ahora se retractaba de su decisión, la urgía poder resolver esos problemas económicos. Además de que todo lo estaba haciendo por su pequeño, a él lo ponía en primer lugar y pese a no querer hablar de alguien como él, pensaría en su bebé, por eso quería estar estable. Si tan solo hubiera encontrado la manera de poder solucionar sus problemas financieros con un trabajo de medio tiempo, lo habría hecho.Sin embargo, todo eso se volvería más complicado para ella. —¿Tanto te urge el dinero cómo para cambiar de opinión drásticamente?La jóven aparentó no oír lo último, tuvo la impresión de que aquel hombre insistía en saber el motivo. Pero no tenía razones para dársela. Ya estar
—Nickolas no te quería molestar, la verdad lo he pensado durante todo este tiempo, pero mi padre se ha puesto muy enfermo y no tengo a quién recurrir, me da mucha vergüenza llamarte para pedir dinero pero sé que tú eres la única persona que podría salvarlo. El hombre se llenó de impotencia. Liam había sido uno de los amigos de su hermano mayor que lo había tirado de alguna forma al mal camino, un adulto de más de treinta años, que no había logrado en la vida nada, solo se buscaba problemas y deudas por doquier, eso era lo que no había cambiado en él. Pero su padre, el señor Tony, fue bueno ese día. No lo olvidaría. Se disculpó por su hijo, por todo y lloró a su par. Incluso cuando no tenía nada que ver con la muerte de su hermano, de todos modos lo hizo. Se puso en su lugar y eso lo alivió. —Liam, ¿en dónde quieres que nos veamos? —terminó diciendo tras ver la hora en su reloj de muñeca. El hombre al otro lado de la línea le dictó la dirección
Por su lado, Madison terminaba de arreglar a su pequeño Natt que había estropeado su ropa, así que tuvo que cambiarlo con premura, no tenía demasiado tiempo. Al principio era más difícil hacer eso, era inexperta y le resultaba complicado atender a su bebé sin sentirse torpe. Ciertamente amaba ser mamá pero conllevaba un desafío, pero solo era suficiente con ver su ojitos para recordar que valía la pena asumir el reto. Por él hasta la vida daría. —Cariño, aguarda un momento, ya mami va a terminar, solo debe ser un poco más paciente y terminaré rápido —le habló al pequeño que no dejaba de removerse en la cama, dificultándole el trabajo de vestirlo—. Listo, estás precioso, bueno, déjame decirte que tú siempre estás hermoso. Lo cargó entre sus brazos y lo acunó en su pecho para darle de comer con su biberón. Luego de alimentar a su bebé, decidió que era hora de ir al lugar que había acordado junto a Nickolas.—¿Ya te vas? —preguntó Kenia asomándose
Nickolas jamás pensó que aquella jóven pelinegra aparecería junto a un bebé que estaba sosteniendo justo en ese instante. Siquiera había tenido tiempo de negarse cuándo de pronto ya lo tenía en brazos, y al ver esa mirada llena de ternura del pequeño niño, no pudo apartar sus ojos de él. Había algo extraño que sintió en ese momento, puede que fuera el hecho de que no cargara a menudo a un bebé, sin embargo algo en su interior se removió y no supo a qué se debía. Después de la cafetería habían ido a esa boutique. —Oh, este me encanta —él levantó la vista llevándola hacia Madison que hablaba con la dependiente de la tienda—. ¿Crees que puedas conseguir una talla más grande? Este de seguro me quedará ajustado.La dependiente le sonrió de manera forzada, aquello que pedía la jóven le parecía una barbaridad. ¿Cómo es que no se preocupaba por cuidar su figura? No entendía cómo es que dos personas completamente diferentes eran pareja, no tenían nada en común. Una era sencilla y carecía de
Kenia aún estaba a solas en el apartamento, durante la ausencia de su amiga, la contactó Matthew, en ese preciso momento sintió como su corazón comenzó a latir, se sintió emocionada de que seguro el chico se había interesado en ella y por eso la estaba llamando. Era algo que en realidad estaba esperando durante mucho tiempo después de su ruptura con Marc, había tenido la chance de poder volver a tener una vida amorosa como cualquier otra chica, tal vez ella se ponía el límite, pero ahora que estaba teniendo la oportunidad de poder acercarse a un chico, no lo dejaría ir. La joven, tomó una bocanada de aire antes de contestar. Ya deslizaba una sonrisa en su rostro, animada, soltando algunos suspiros. Estaba enamorada de aquel castaño, pero él siquiera notaba los sentimientos de la chica.¿Al fin se me dado cuenta de lo que yo sentía por él por eso la estaba invitando a salir? Tal vez había llegado el momento adecuado, y le iba a confesar sus sentimientos, no quería precipitarse para e
Ambos se miraron fijamente, estaban tan cerca que con solo un movimiento sus labios podían rozarse. A la jóven le recorrió una corriente eléctrica por todo su cuerpo al sentir la intensidad de aquella mirada azul, de pronto se sentía nerviosa y lo mismo podría decirse del CEO que tenía el corazón latiendo frenéticamente. Sin embargo, su burbuja no tardó mucho en ser explotada al escuchar la voz del chófer quien los devolvió a la realidad. Los dos se apartaron bruscamente cómo si de repente estar cerca quemara.La joven todavía seguía sintiéndose un poco nerviosa todo, lo que había pasado fue demasiado rápido que apenas le dio tiempo de actuar, se daba cuenta de que su corazón seguí igual, sí, latía demasiado rápido, casi deseando salir de su lugar, era tan poderoso, el efecto sobre ella todavía no desaparecía. —Disculpe señor, ¿se encuentran bien? —la preocupación se instaló en el rostro del conductor.No había sido culpa del chófer aquel pequeño incidente, sino más bien de la person
Suplicó la jóven sin importar que Nickolas quién se encontraba a una distancia de ella, la viera en ese aprieto. En ese momento lo único que le importaba era lo que pasaría con ella y su pequeño hijo.Estaba destrozada de solo saberse desamparada, lo más próximo a ella y así bebé. No podía creer que eso estuviera ocurriendo. La impotencia se incrementó por dentro de su ser, porque a pesar de no estar pensando con claridad, no encontraba cómo desenredar ese nudo que se había formado. —Lo siento, lamentablemente no puedo hacer nada por ustedes esta vez, es un asunto que no está en mis manos, así que solamente pido consideración, que se respete lo que se ha dicho —el encargado le dedicó una mirada de pena y se retiró dejándole a solas.¿Respeto? Eso era tan ilógico. Ellos no lo habían. De manera que no tenía por qué decir eso. Estaba fuera de lugar. Kenia se apresuró a entrar al apartamento, y Madison fue tras ella deteniéndola. Quería arreglar todo, ya no soportaba seguir atravesando