Madison no solía tener molestias abdominales, menos náuseas repentinas. La excepción fue esa mañana, terminando su desayuno corrió al baño para expulsar todo lo que había devorado, no era capaz de estar ni un solo minuto, sin el horrible dolor que la aquejaba. Aborrecía con todas sus fuerzas pasar por eso.
Su madre, Emma, la invitó a comer, sabía que estaría el hijo menor de Lauren, la amiga inseparable de su progenitora. Y no es que el chico fuera una molestia, no, pero Madison tenía la ligera sensación de que su padre los observaba a ambos de una forma diferente. No podía explicarlo.—¿Te has puesto enferma y por eso no puedes venir? —reclamó su madre al teléfono.—No, no es eso, solo... —expiró.—Madison —interrumpió Bruno, su padre, cambiando todo en ella.—¿Papá?Desde la discusión, no había hablado con él.—¿Quién si no? Ven al almuerzo, hazlo —pronunció, no era una petición, sino una orden.—Vale, allí estaré.Se aferró a su móvil, odiando no ser tan decidida y contundente con su padre.Lloró después de la llamada, ya se temía lo peor, no era un miedo sin fundamento. Había cavado su propio estropeo con su insensatez de esa noche. El bar, sus besos, ese sujeto... un hilo de escenas que no debieron pasar.No recordaba ni su nombre. Todo fue esporádico y raro. Al tiempo que en el fondo de su ser, inolvidable.Por su parte, Nickolas intentaba recordar a la chica, pero no podía. Solo a su perfume por algunos segundos parecía atinarle. A ciencia cierta no sabía cómo había terminado acostándose con una desconocida.—Ha de haber tomado mucho esa noche, señor —comentó Melisa.La miró con malos ojos.—¿Quién te ha pedido tu comentario? Solo sal de mi oficina y haz tu trabajo.—Lo siento, con permiso.Expiró. Su padre que estaba presente, lo observó.—¿Hay algo mal contigo? Ni recuerdas el nombre de esa mujer. Ten más cuidado, tienes una imagen que cuidar, un solo traspiés y se quebrará tu reputación. Que no te afecte el qué dirán, no significa que no saldrás salpicado por lo que se informe.—No creo que ella sepa quién soy, ha de estar igual que yo.—Debo verme con tu madre, se enfadará si no me voy ahora. Trabaja duro y sé cauteloso, hijo —aconsejó por última vez, antes de salir de la oficina.El CEO sabía que su padre tenía razón.Fue tan idiota al no darse cuenta que no era Harper. Sacudió la cabeza, al menos intentaría buscarle, ya sea por algun dato que arrojara luz sobre su estancia en el bar.Antes de ponerse a revisar la portátil, alguien tocó a la puerta.—Señor, han venido a buscarle —avisó Melisa....Él día llegó. Madison se arregló lo más que pudo, eligiendo un vestido elegante y sencillo a la vez. El color perlado de la tela iba a juego con los accesorios. A esa hora, casi mediodía, seguía sola en el apartamento, la ausencia de su compañera y amiga se había prolongado un poco.Tal vez ya estaba por llegar.Se puso perfume y marchó con dirección a la salida. Si bien sus padres no tenían una posición muy elevada, su madre había logrado conseguir mucho, siendo amiga de Lauren, quien era directora de una compañía de cosméticos importante, y su hijo menor el vicepresidente, asumiendo un cargo que lamentablemente no pudo tomar su hermano mayor, Leonard Evans.La joven se sentía tan ajena a ese mundo, no podía entender como Lauren y su mamá, de diferentes mundos, lograban congeniar tan bien.No sabía cuál sería su próximo movimiento, pero nada bueno parecía. No sé quedaría quieto hasta lograr moverla a su antojo.Fue corto el camino a casa de sus padres. Ubicada en una zona privilegiada, gracias a las conexiones con los Evans, se hallaba la propiedad. Era grande, un terreno que la recibía el cálido sol, jardines verdosos, la fachada de la casa de dos plantas había sido remodelada hacía dos meses.Si bien el aire llenaba plácidamente sus pulmones, sentía andar rumbo a la prisión.Saludó a su madre en el encuentro.—¿Estás mejor? —susurró dándole un abrazo.—Sí, ¿solo es un almuerzo familiar?Le mostró una amplia sonrisa.—Bueno, ya sabes que Lauren y Oliver nos consideran familia, tu padre y yo también los vemos así.No dijo más. Se lo temía. Posterior a eso, atravesaron el pasillo, en la sala los miró a todos reunidos.—¡Madison, que alegría verte! Estás tan preciosa —alardeó la mujer, de tez blanca y ojos vibrantes, Lauren estaba feliz de verle.Y luego se acercó Oliver a ella.—Madison, ¿cómo estás?—Oliver, es bueno verte —emitió dándole un abrazo.Durante el almuerzo, Bruno no le quitaba la mirada de encima a su hija. Por eso, luego de una charla distendida entre los presentes, decidió llamarla aparte, lejos del resto.—Papá, de seguro estás pensando en volver a mencionar lo de la universidad y ya he tomado una decisión. No quiero estudiar leyes, ese no es mi sueño y espero que de una vez lo entiendas.—No se trata de eso, ya me he dado por vencido en ese aspecto, pero hay algo más —admitió poniéndose cómodo sobre ese sofá, le dio un sorbo a su bebida —. Quiero que contraigas matrimonio con Oliver Evans. Ustedes se conocen, él es un buen hombre. Oye, debes asegurar tu futuro.Se le desencajó el rostro por lo que estaba diciendo, no podía creer que otra vez tomaba decisiones por ella, nunca había pasado por su cabeza ser la esposa de la persona a quién consideraba un amigo.—¿Hablas en serio?—¿Y por qué no lo haría? ¡¿Por qué no puedo pensar en tu futuro y asegurarte una vida llena de comodidades?!Llena de consternación se levantó de su lugar y rugió.—¡Porque soy una adulta y no tienes derecho de imponer nada en absoluto! —se atrevió a decir en forma de reclamo, aunque la voz se le quebrara.—¿Eres consciente de lo que dices?Alguien llamó a la puerta en ese momento.Después de que su padre le permitiera entrar a la persona que estaba tocando la puerta, obtuvo la respuesta.—Madison, sé que todo esto te está tomando por sorpresa, pero yo también creo que eres la candidata perfecta para casarse con mi hijo. Se conocen desde hace bastante tiempo y tienen mucho en común, no veo por qué negarse a una unión marital.—Lo único que yo veo es que no están tomando en cuenta lo que siento al respecto, lo siento, no aceptaré, con permiso.Y pasó de largo, saliendo de ahí.—¡Vuelve Madison! —le exigió su padre, pero ella no se detuvo.Emma quiso impedir que se fuera, pero no pudo....Los días posteriores recibió cuantiosas llamadas de parte de su padre, no descolgó jamás el teléfono, estaba cansada de sus intentos por manejarla. No era una marioneta.Con el paso de los días, se hallaba más nerviosa, sus sospechas crecían, anunciando la agresiva realidad. Los test podrían arrojar un resultado erróneo, por lo que se sometió a pruebas de laboratorio días atrás.Nada la ponía más temerosa que la espera, le dolía el estómago de solo imaginar que se confirmaran las sospechas.Siendo así tendría mucho que perder.Si ella resultaba estar embarazada, terminaría entre la espada y la pared, acorralada. Poco faltaba para conocer el resultado, ya la carcomía la espera. No podía quedarse quieta; para aligerar la tensión caminaba de un lado al otro, hasta que se detuvo.Las ganas de vomitar regresaron, acabando en el baño. Se sentía fatal, volvió a la habitación aquejada.—¿Por qué tuve que beber ese día? No debí tomar a raudales, ¡¿por qué estuve con un desconocido?! —exclamó a todo pulmón y se puso a lloriquear, hasta escuchar el sonido proveniente de la portátil.La muchacha, había estado esperando demasiado tiempo para ser admitida en la universidad, cuando al fin lo había conseguido llegaba a su bandeja de entrada aquel correo revelando las pruebas de laboratorio que días anteriores se realizó. Nunca antes había temblado como ahora, incluso el sudor perlando su frente y el acreciento de los latidos de su corazón fueron encarcelados por ese temor a saberse a punto de girar hacia otra dirección. Madison no podía creer que ese era el resultado definitivo, la incertidumbre que no la había dejado dormir y descansar plácidamente durante las últimas noches, había finalizado dando paso a lo peor. Estaba embarazada.Se sentía fatal de ni siquiera saber el nombre de ese sujeto. No existía ni una forma de recordar su rostro. Sus ojos se direccionaron hacia la mesita de noche donde yacía aquel reloj costoso, la única pertenencia que tenía de aquel hombre.Las lágrimas comenzaron su recorrido por su rostro desencajado por la sorpresa y una miríada de e
—¡¿Me tomas del pelo?! —gritó furioso el CEO, mientras azotaba con su puño cerrado la superficie de su escritorio. La asistente se movió insegura, Melisa solo le estaba comunicando lo que se le había informado; lamentablemente el investigador no halló nada extraño en Harper, ella no tenía el reloj. —También tengo que añadir que la señorita Harper quiere hablar con usted. ¿Le aviso que pase? —emitió insegura. —¡No! —volvió a maldecir —. ¿Harper? —Sí.—¿Y todavía se atreve a venir? Es increíble, no tengo mucho tiempo, dile que entre —se resignó. —Sí señor, con su permiso. De esa manera Nickolas volvió a sentarse en su silla, molesto. No pasó demasiado tiempo cuando ingresó la mencionada, conservaba una amplia sonrisa en el rostro que no se borró ni un poco al verlo lleno de enfado. Ella no tenía qué temer. —Nick, ay Nick, querido ya te dije que no me he robado ese reloj. ¿En serio sigues dudando de mi palabra? ¡Ya han pasado casi tres meses! —le recordó tomando asiento —. La próx
Después de un rato, el pequeño se había dormido de nuevo permitiéndole acabar de preparar el almuerzo. Sonrió complacida ante el exquisito olor que desprendía su comida, seguro que Matt se chuparía los dedos al probarla. Y de pronto, cómo si lo hubiera invocado, el timbre sonó anunciando la llegada de su amigo.—Hola Madi —pronunció apenas la chica le abría la puerta.Sus ojos brillaron al verla.—Matt —le devolvió el saludo al tiempo que plantaba un beso en su mejilla cubierta por su barba insipiente—. No la has cortado todavía, ¿no pensarás dejarla, o sí?—¿Estás insinuando que me queda mal? Madison ahogó una risita mientras negaba divertida. Cruzaron la estancia y tomaron asiento en el comedor dejando un puesto en medio de ambos, distancia que le resultó innecesaria al castaño, pero no comentó nada al respecto.—Creo que será bueno para tu negocio, atraerás chicas —guiñó un ojo en su dirección con coquetería.Matt bufó en respuesta, pero le pareció gracioso el comentario de la jov
Madison se sacudió de su agarre con fiereza, aturdida por lo que había pasado ella también se sentía así, indignada por lo que ese hombre frente a ella se atrevió a inventar por ambos. Por su culpa estaba metida en una farsa en la que no quería ser participe y siquiera tuvo tiempo de explicar el malentendido. Y cómo si la situación no podía ser peor, había dejado su portafolio dentro de la oficina de aquel señor.—¿Quién te crees que eres para hacer tal cosa? —bramó molesta.—El heredero de esta empresa —respondió guardando las manos en los bolsillos de su pantalón negro, luciendo relajado.Su respuesta le molestó aún más.—¿Y eso le da derecho a actuar de esta manera? Si tan desesperado se sentía entonces debió contratar a alguien que fingiera ser su pareja, no haber mentido diciendo que ama a una desconocida que nunca ha visto en su vida —reclamó sintiéndose frustrada ante la indiferencia de aquel sujeto.—¿Terminaste? —preguntó mirando sus uñas con fingida atención—. Estás haciendo
—Los tiempos desesperados requieren de medidas desesperadas, ¿no? —se defendió sin entrar en detalles.Un poco de gracia le había causado sus palabras, ella no tenía que contarle la razón a detalle de su desesperación, motivo por el que estaba allí y necesitaba el dinero, si bien lo había rechazado anteriormente, ahora se retractaba de su decisión, la urgía poder resolver esos problemas económicos. Además de que todo lo estaba haciendo por su pequeño, a él lo ponía en primer lugar y pese a no querer hablar de alguien como él, pensaría en su bebé, por eso quería estar estable. Si tan solo hubiera encontrado la manera de poder solucionar sus problemas financieros con un trabajo de medio tiempo, lo habría hecho.Sin embargo, todo eso se volvería más complicado para ella. —¿Tanto te urge el dinero cómo para cambiar de opinión drásticamente?La jóven aparentó no oír lo último, tuvo la impresión de que aquel hombre insistía en saber el motivo. Pero no tenía razones para dársela. Ya estar
—Nickolas no te quería molestar, la verdad lo he pensado durante todo este tiempo, pero mi padre se ha puesto muy enfermo y no tengo a quién recurrir, me da mucha vergüenza llamarte para pedir dinero pero sé que tú eres la única persona que podría salvarlo. El hombre se llenó de impotencia. Liam había sido uno de los amigos de su hermano mayor que lo había tirado de alguna forma al mal camino, un adulto de más de treinta años, que no había logrado en la vida nada, solo se buscaba problemas y deudas por doquier, eso era lo que no había cambiado en él. Pero su padre, el señor Tony, fue bueno ese día. No lo olvidaría. Se disculpó por su hijo, por todo y lloró a su par. Incluso cuando no tenía nada que ver con la muerte de su hermano, de todos modos lo hizo. Se puso en su lugar y eso lo alivió. —Liam, ¿en dónde quieres que nos veamos? —terminó diciendo tras ver la hora en su reloj de muñeca. El hombre al otro lado de la línea le dictó la dirección
Por su lado, Madison terminaba de arreglar a su pequeño Natt que había estropeado su ropa, así que tuvo que cambiarlo con premura, no tenía demasiado tiempo. Al principio era más difícil hacer eso, era inexperta y le resultaba complicado atender a su bebé sin sentirse torpe. Ciertamente amaba ser mamá pero conllevaba un desafío, pero solo era suficiente con ver su ojitos para recordar que valía la pena asumir el reto. Por él hasta la vida daría. —Cariño, aguarda un momento, ya mami va a terminar, solo debe ser un poco más paciente y terminaré rápido —le habló al pequeño que no dejaba de removerse en la cama, dificultándole el trabajo de vestirlo—. Listo, estás precioso, bueno, déjame decirte que tú siempre estás hermoso. Lo cargó entre sus brazos y lo acunó en su pecho para darle de comer con su biberón. Luego de alimentar a su bebé, decidió que era hora de ir al lugar que había acordado junto a Nickolas.—¿Ya te vas? —preguntó Kenia asomándose
Nickolas jamás pensó que aquella jóven pelinegra aparecería junto a un bebé que estaba sosteniendo justo en ese instante. Siquiera había tenido tiempo de negarse cuándo de pronto ya lo tenía en brazos, y al ver esa mirada llena de ternura del pequeño niño, no pudo apartar sus ojos de él. Había algo extraño que sintió en ese momento, puede que fuera el hecho de que no cargara a menudo a un bebé, sin embargo algo en su interior se removió y no supo a qué se debía. Después de la cafetería habían ido a esa boutique. —Oh, este me encanta —él levantó la vista llevándola hacia Madison que hablaba con la dependiente de la tienda—. ¿Crees que puedas conseguir una talla más grande? Este de seguro me quedará ajustado.La dependiente le sonrió de manera forzada, aquello que pedía la jóven le parecía una barbaridad. ¿Cómo es que no se preocupaba por cuidar su figura? No entendía cómo es que dos personas completamente diferentes eran pareja, no tenían nada en común. Una era sencilla y carecía de