2. Capítulo

Madison no solía tener molestias abdominales, menos náuseas repentinas. La excepción fue esa mañana, terminando su desayuno corrió al baño para expulsar todo lo que había devorado, no era capaz de estar ni un solo minuto, sin el horrible dolor que la aquejaba. Aborrecía con todas sus fuerzas pasar por eso.

Su madre, Emma, la invitó a comer, sabía que estaría el hijo menor de Lauren, la amiga inseparable de su progenitora. Y no es que el chico fuera una molestia, no, pero Madison tenía la ligera sensación de que su padre los observaba a ambos de una forma diferente. No podía explicarlo.

—¿Te has puesto enferma y por eso no puedes venir? —reclamó su madre al teléfono.

—No, no es eso, solo... —expiró.

—Madison —interrumpió Bruno, su padre, cambiando todo en ella.

—¿Papá?

Desde la discusión, no había hablado con él.

—¿Quién si no? Ven al almuerzo, hazlo —pronunció, no era una petición, sino una orden.

—Vale, allí estaré.

Se aferró a su móvil, odiando no ser tan decidida y contundente con su padre.

Lloró después de la llamada, ya se temía lo peor, no era un miedo sin fundamento. Había cavado su propio estropeo con su insensatez de esa noche. El bar, sus besos, ese sujeto... un hilo de escenas que no debieron pasar.

No recordaba ni su nombre. Todo fue esporádico y raro. Al tiempo que en el fondo de su ser, inolvidable.

Por su parte, Nickolas intentaba recordar a la chica, pero no podía. Solo a su perfume por algunos segundos parecía atinarle. A ciencia cierta no sabía cómo había terminado acostándose con una desconocida.

—Ha de haber tomado mucho esa noche, señor —comentó Melisa.

La miró con malos ojos.

—¿Quién te ha pedido tu comentario? Solo sal de mi oficina y haz tu trabajo.

—Lo siento, con permiso.

Expiró. Su padre que estaba presente, lo observó.

—¿Hay algo mal contigo? Ni recuerdas el nombre de esa mujer. Ten más cuidado, tienes una imagen que cuidar, un solo traspiés y se quebrará tu reputación. Que no te afecte el qué dirán, no significa que no saldrás salpicado por lo que se informe.

—No creo que ella sepa quién soy, ha de estar igual que yo.

—Debo verme con tu madre, se enfadará si no me voy ahora. Trabaja duro y sé cauteloso, hijo —aconsejó por última vez, antes de salir de la oficina.

El CEO sabía que su padre tenía razón.

Fue tan idiota al no darse cuenta que no era Harper. Sacudió la cabeza, al menos intentaría buscarle, ya sea por algun dato que arrojara luz sobre su estancia en el bar.

Antes de ponerse a revisar la portátil, alguien tocó a la puerta.

—Señor, han venido a buscarle —avisó Melisa.

...

Él día llegó. Madison se arregló lo más que pudo, eligiendo un vestido elegante y sencillo a la vez. El color perlado de la tela iba a juego con los accesorios. A esa hora, casi mediodía, seguía sola en el apartamento, la ausencia de su compañera y amiga se había prolongado un poco.

Tal vez ya estaba por llegar.

Se puso perfume y marchó con dirección a la salida. Si bien sus padres no tenían una posición muy elevada, su madre había logrado conseguir mucho, siendo amiga de Lauren, quien era directora de una compañía de cosméticos importante, y su hijo menor el vicepresidente, asumiendo un cargo que lamentablemente no pudo tomar su hermano mayor, Leonard Evans.

La joven se sentía tan ajena a ese mundo, no podía entender como Lauren y su mamá, de diferentes mundos, lograban congeniar tan bien.

No sabía cuál sería su próximo movimiento, pero nada bueno parecía. No sé quedaría quieto hasta lograr moverla a su antojo.

Fue corto el camino a casa de sus padres. Ubicada en una zona privilegiada, gracias a las conexiones con los Evans, se hallaba la propiedad. Era grande, un terreno que la recibía el cálido sol, jardines verdosos, la fachada de la casa de dos plantas había sido remodelada hacía dos meses.

Si bien el aire llenaba plácidamente sus pulmones, sentía andar rumbo a la prisión.

Saludó a su madre en el encuentro.

—¿Estás mejor? —susurró dándole un abrazo.

—Sí, ¿solo es un almuerzo familiar?

Le mostró una amplia sonrisa.

—Bueno, ya sabes que Lauren y Oliver nos consideran familia, tu padre y yo también los vemos así.

No dijo más. Se lo temía. Posterior a eso, atravesaron el pasillo, en la sala los miró a todos reunidos.

—¡Madison, que alegría verte! Estás tan preciosa —alardeó la mujer, de tez blanca y ojos vibrantes, Lauren estaba feliz de verle.

Y luego se acercó Oliver a ella.

—Madison, ¿cómo estás?

—Oliver, es bueno verte —emitió dándole un abrazo.

Durante el almuerzo, Bruno no le quitaba la mirada de encima a su hija. Por eso, luego de una charla distendida entre los presentes, decidió llamarla aparte, lejos del resto.

—Papá, de seguro estás pensando en volver a mencionar lo de la universidad y ya he tomado una decisión. No quiero estudiar leyes, ese no es mi sueño y espero que de una vez lo entiendas.

—No se trata de eso, ya me he dado por vencido en ese aspecto, pero hay algo más —admitió poniéndose cómodo sobre ese sofá, le dio un sorbo a su bebida —. Quiero que contraigas matrimonio con Oliver Evans. Ustedes se conocen, él es un buen hombre. Oye, debes asegurar tu futuro.

Se le desencajó el rostro por lo que estaba diciendo, no podía creer que otra vez tomaba decisiones por ella, nunca había pasado por su cabeza ser la esposa de la persona a quién consideraba un amigo.

—¿Hablas en serio?

—¿Y por qué no lo haría? ¡¿Por qué no puedo pensar en tu futuro y asegurarte una vida llena de comodidades?!

Llena de consternación se levantó de su lugar y rugió.

—¡Porque soy una adulta y no tienes derecho de imponer nada en absoluto! —se atrevió a decir en forma de reclamo, aunque la voz se le quebrara.

—¿Eres consciente de lo que dices?

Alguien llamó a la puerta en ese momento.

Después de que su padre le permitiera entrar a la persona que estaba tocando la puerta, obtuvo la respuesta.

—Madison, sé que todo esto te está tomando por sorpresa, pero yo también creo que eres la candidata perfecta para casarse con mi hijo. Se conocen desde hace bastante tiempo y tienen mucho en común, no veo por qué negarse a una unión marital.

—Lo único que yo veo es que no están tomando en cuenta lo que siento al respecto, lo siento, no aceptaré, con permiso.

Y pasó de largo, saliendo de ahí.

—¡Vuelve Madison! —le exigió su padre, pero ella no se detuvo.

Emma quiso impedir que se fuera, pero no pudo.

...

Los días posteriores recibió cuantiosas llamadas de parte de su padre, no descolgó jamás el teléfono, estaba cansada de sus intentos por manejarla. No era una marioneta.

Con el paso de los días, se hallaba más nerviosa, sus sospechas crecían, anunciando la agresiva realidad. Los test podrían arrojar un resultado erróneo, por lo que se sometió a pruebas de laboratorio días atrás.

Nada la ponía más temerosa que la espera, le dolía el estómago de solo imaginar que se confirmaran las sospechas.

Siendo así tendría mucho que perder.

Si ella resultaba estar embarazada, terminaría entre la espada y la pared, acorralada. Poco faltaba para conocer el resultado, ya la carcomía la espera. No podía quedarse quieta; para aligerar la tensión caminaba de un lado al otro, hasta que se detuvo.

Las ganas de vomitar regresaron, acabando en el baño. Se sentía fatal, volvió a la habitación aquejada.

—¿Por qué tuve que beber ese día? No debí tomar a raudales, ¡¿por qué estuve con un desconocido?! —exclamó a todo pulmón y se puso a lloriquear, hasta escuchar el sonido proveniente de la portátil.

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