*—Theo:
—Mi empresa, mis reglas, Theo —expresó su abuelo frente a él con tanta decisión que, aunque Theo Santini era un experto en el arte de la convicción, sabía que a su abuelo no iba a hacerlo cambiar de opinión. Cuando algo se le metía a la cabeza a Giovanni Santini era difícil que este tomara una decisión diferente a la que ya había tomado.
Un suspiro cansado salió de Theo, quien desvió la mirada lejos de los claros ojos de su abuelo, mirando hacia otro sitio en aquel café, menos a la cara de este.
Sabía que era una pérdida de tiempo, sí, pero nunca estaba de más intentarlo y Theo tenía que intentar convencer a su abuelo de que podía tomar su puesto aun cuando no estaba casado.
Era una época moderna y viejas tradiciones como la que tenía tatuada su abuelo en la cabeza de que, para recibir una herencia u obtener un puesto, debía de saciar un requisito tan importante como hacer una familia. A sus treinta y cuatro años, Theo no tenía planes de ello. Se había pasado los mejores años de su vida estudiando y trabajando para la empresa familiar, como para que ahora que tenía más tiempo libre, decidiera sentar la cabeza y echar por la borda la diversión de la cual disfrutaba tanto.
Comprendía un poco la actitud de su abuelo, este era un inmigrante italiano que había venido al país cuando era joven con su novia en busca de una mejor vida. Ambos habían dejado el pellejo y habían hecho de su pequeña tienda artesanal que ofrece vinos y quesos, una gran marca de la cual gozaban hoy en día. Para su abuelo, este era su legado y entendía que no quería que alguien con la mente desenfocada, se hiciera cargo por completo de este.
Sin embargo, Theo era el hombre más enfocado que su abuelo podía conocer.
Desde joven, al ser el mayor de cuatro hermanos, su mente siempre estuvo enfocada en ser el heredero de su abuelo, ya que, el único hijo de este, lamentablemente no había querido seguir sus pasos. Por la decisión de su padre de no ser quien llevara las riendas del negocio familiar, Theo se preparó para ello y ha sido su meta desde entonces. Ahora que por fin su abuelo estaba decidido a retirarse, venía este y le ponía un impedimento, dándole un ultimátum de que debería tener una compañera antes de tomar la dirección de la empresa.
A pesar de ello, Theo iba a refutar su regla.
—Estamos en una época moderna, abuelo —comenzó expresando Theo—. Para ser felices, no es necesario estar con una persona —insistió con su mejor sonrisa—. Soy feliz estando soltero, puedo quedarme hasta tarde trabajando y viajar hacia donde quiera sin dar explicaciones —explicó y movió la cabeza—. Déjame tomar tu puesto, abuelo —pidió Theo mirándolo a los ojos—. Soy el mejor y lo sabes —terminó diciendo, pero su abuelo seguía mirándolo poco convincente.
—No lo entiendes —dijo el hombre mayor para luego bajar la mirada hacia la taza vacía de café que había en la mesa, pero lo que miraba en sí, era su anillo de casado en su dedo, el cual había tenido desde siempre—. No hay nada mejor que tener a la persona que amas brindándote tu apoyo y ayudándote a crecer —murmuró para luego alzar la mirada hacia él—. Es lo que siempre he querido para ti, Theodore —expresó su abuelo viéndolo con una expresión amorosa y la misma llegó al corazón de Theo, quien se sintió afligido por su abuelo.
—Está bien, comprendo esa parte —continuó Theo tratando de dar su punto—. Tu relación con la abuela es hermosa, lo admito. Han estado juntos desde jóvenes, se arriesgaron para comenzar una nueva vida lejos de casa y han creado un gran imperio con mucho sacrificio —murmuró Theo sonriendo al pensar en sus abuelos y en la hermosa unión que tenían. Sin embargo, eso no es algo que él quería—. No obstante, no todos corremos con la misma suerte —le hizo saber y vio cómo su abuelo frunció el ceño—. Estoy soltero por varias razones. En primer lugar, entiendo que no es necesario estar con una persona para ser feliz. En segundo lugar, estoy muy enfocado en mis proyectos y la verdad es que no quisiera tener en mi vida a alguien que no esté en la misma línea que yo. Y, por último, tampoco es fácil encontrar la indicada, hoy en día es difícil encontrar pareja —terminó diciendo y todo lo que dijo era verdad, pero para alguien de la vieja escuela, como su abuelo, sería difícil de comprender, no obstante, para gente de su edad, esta era la mera realidad.
—Es porque las buscas en los lugares erróneos —bromeó su abuelo, pero vamos, era más fácil encontrar pareja antes, puesto que la vida en ese entonces era más sana y la gente era más cercana.
—¿Y dónde quieres que la encuentre? —preguntó Theo arqueando las cejas—. ¿En la iglesia? —sugirió, pero su abuelo sabía que Theo no era muy religioso, aun cuando se había criado en una casa muy católica y cuando, por su abuela, iba a la iglesia los domingos con ella. Por mucho que las jóvenes del lugar lo miraran, no estaba interesado en ellas y lo sentía, pero no era su sitio para ligar.
Los hombros anchos de su abuelo se alzaron.
—Es un buen comienzo —dijo y Theo volvió a suspirar cansado. Ahora entendía de dónde había sacado su terquedad, porque no comprendía por qué su abuelo no cedía. Parecía que tenía que intentar otras tácticas.
—Abuelo, soy tu único heredero —dijo Theo inclinándose hacia delante y buscando las manos ancianas de su abuelo para tomarlas entre las suyas—. Mi padre decidió ser veterinario porque eso siempre le apasionó y no quiso seguir tus pasos. De sus hijos, solo yo soy el que te entiende y que quiere continuar tu legado —continuo y sonrió—. He aprendido a hacer los vinos y los quesos que vendemos porque es algo que también me apasiona. He hecho todo por la compañía y es como injusto que no permitas que cubrir tu puesto como presidente, solo porque no estoy casado a mis treinta y cuatro años —expresó—. Dejaremos esta discusión para después, pero me gustaría que pienses en ello, Giononno —murmuró con amor la combinación del nombre de su abuelo y la palabra abuelo en italiano que Theo había usado siempre con él y que sabía que ponía feliz a este.
Sin embargo, su abuelo le miró con sus ojos de color miel que Theo había heredado de este y se quedó pensativo. Theo sonrió ligeramente, parecía que su abuelo estaba pensando sobre ello y sabía que cedería. Era cierto que era el único que podía seguir sus pasos, puesto que sus hermanos menores habían decidido tomar otros rumbos. Sus hermanos gemelos, Diego y Gabriello, ambos habían decidido estudiar Derecho y eran abogados que tenían una pequeña firma en la ciudad, mientras que la menor de todos, Sofía, era maestra de niños porque era algo que siempre le apasiono. Si no era él, ¿quién más podría ser?
—Giononno…
—Mi decisión es esa, Theo —expresó su abuelo y soltó sus manos. Theo lo vio ponerse de pie y arreglarse la chaqueta de su traje gris hecho a su medida. Parecía que el final de esta charla había llegado y Theo no había hecho cambiar de parecer a su abuelo—. Si te propones algo, sé que lo lograras. Siempre he estado orgulloso de ti por eso y sé que encontraras una buena mujer, pero claro, debes comenzar a recoger tu vida y solo así, podrás encontrar el amor de tu vida.
—Giononno… —insistió Theo, pero por el momento era un caso perdido.
—Ese es mi deseo, piccolino —respondió su abuelo para luego caminar lejos de él. Theo vio como el asistente de toda la vida de su abuelo, quien había estado sentado cerca, se ponía de pie y seguía a este hacia fuera del local.
Cuando su abuelo desapareció del pequeño café, Theo soltó otro pesado suspiro para luego pasar su mano por su cabello oscuro, sacándolo de su sitio.
Esto era inaudito. No podía creer que su abuelo le haya lanzado tal golpe. De todos los pedidos que podía soltar, había lanzado el peor. ¿Theo encontrando al amor de su vida? Ja, eso nunca va a pasar. Sabía lo que era el amor, cuando era un adolescente supo lo que era este y lo duro que a veces era. Su corazón se rompió y estuvo roto por mucho tiempo por culpa de una mujer que solo lo había visto como un banco andante y después de ello, se dijo que no iba a volver a caer.
Admitía que en sus planes estaba tener hijos, pero podía tenerlos con un vientre de alquiler, con su esperma, y unir su vida a una persona estaba lejos de ser una de sus metas. Podía dormir con un sinfín de mujeres y disfrutar de su vida de soltero, pero el aferrarse a alguien no iba a ser lo suyo. Así que era un poco difícil lo que su abuelo propone para hacerse de su herencia como su nieto y de paso, pedirlo tarde.
Si Theo hubiera sabido desde hace años que eso era lo que quería el abuelo, hubiera trabajado para ello, pero… ¿Cómo es que iba a casarse y formar una familia real tan pronto? Podía hacerlo con dinero, solo había que pagarle a alguien, sin embargo, eso no era lo que quería su abuelo y notando lo difícil que era su pedido, Theo sabía que, en los planes de su abuelo, era probable que nunca iba a dejarlo ser su heredero.
Theo bajó la cabeza con tristeza.
Sus planes no estaban saliendo como había deseado y esto iba a ser un dolor de cabeza. No obstante, no se rendiría. De alguna forma su abuelo iba a ceder y mientras tanto, Theo continuaría tratando de convencerlo.
Decidió salir del café para seguir con su vida. El aire fresco le golpeó la cara ni bien salió del cálido lugar y Theo subió el cuello de su gabardina para luego marchar hacia el estacionamiento. Estaban cerca de diciembre y el invierno venía por ahí, por lo cual, la ciudad de Chicago comenzaba a tornarse fría y era cuestión de tiempo antes de que la primera nevada le cayera encima.
Era probable que, para las fiestas navideñas, su abuelo exigiera que llevara alguien, pero lamentablemente, Theo no iba a poder cumplir con su deseo. No salía con nadie, no estaba enamorado y tampoco había una mujer con la cual salir para esos fines. Como había dicho antes, solo había tratado de salir con alguien para tener sexo y la única experiencia de enamorarse que tuvo, le marcó tanto que decidió no volver a intentarlo.
No iba a atarse a nadie nunca en su vida.
Poco tiempo desde, estaba en su vehículo dirigiéndose hacia su apartamento cuando se detuvo en una luz roja y vio que, en el auto a su lado, había una pareja discutiendo. Theo recordó un suceso de hace varios días y se rio. Las discusiones eran situaciones que se daban cuando había diferencia de opiniones, pero admitía que estas le molestaban y más si era algo de pareja.
Otro punto negativo que se sumaba a su rechazo hacia las relaciones.
Hace unos días había estado caminando en la ciudad cuando se topó con una torpe pareja discutiendo en medio de la vía pública con todos mirando su pelea. Había sido bastante vergonzoso, pero de alguna manera sintió pena por la joven muchacha, más porque la mujer había tenido una expresión aterrada y todos los que pasaban por el lado de la pareja, los ignoraba, pero Theo era un hombre italiano, familiar y responsable, era imposible que ignorara algo como eso, así que decidió intervenir. Sin embargo, no pensó que la tortilla se voltearía.
A pesar de ser amable con la mujer, admitía que hizo un comentario fuera de lugar y esto hizo que la misma fuera grosera con él. Después de que cada quien se fue por su camino, Theo reparó en lo que dijo y se sintió mal, pero solo lo había dicho porque era cierto, había mujeres que eligen muy mal a sus hombres y seguían con estos sin importar el daño que les hacían. Solo que no pensó que sería tomado de mal manera su comentario. Aun así, Theo la ayudó y se sintió bien hacerlo, y depende de ella si quería seguir con esa clase de basura de hombre, pero ya Theo había hecho su parte.
Theo recordó a la mujer, la cual era guapa a pesar de estar mal ataviada. La joven era hermosa, con sus enormes ojos grises y su larga cabellera negra, había escuchado que se llamaba Luna y podía decir que su aspecto le hacía justicia a su nombre, pero era un desperdicio que estuviera con una clase de hombre así, si fuera Theo…
Se detuvo y vio que la luz del semáforo se tornaba verde, lo cual hizo que arrancará su vehículo y continuará su rumbo.
Theo estaba seguro de que la joven era atractiva debajo de ese traje formal que tenía y admitía que sería interesante llevar a su cama a esta, para destapar el hermoso regalo que estaba envuelto. Se veía que era una mujer decidida por la forma en la que mandó a su novio varias veces al perderse lejos de su vida y claro, también por encararlo. Tenía actitud y a Theo se excitaba con mujeres así.
Sin embargo, a Theo se le hacía conocida, como si la hubiera visto en algún momento de su vida, pero quizás solo era eso. No parecían del mismo mundo, así que dudaba que se hubieran cruzado en la vida antes y lo de ese día, solo fue casualidad, por lo que, dudaba que volvieran a encontrarse.
Llegó a la torre residencial donde vivía y entró por el estacionamiento subterráneo para luego aparcar su vehículo en su plaza correspondiente, saliendo apresuradamente de este para ir hacia los ascensores. Era viernes y el cuerpo lo sabía, iba a tomar una siesta y después iría a divertirse. Sabía que su abuelo no aprobaba su vida nocturna, pero tenía que entender que era joven y estaba en el momento indicado de su vida para disfrutarla.
Estaba esperando uno de los ascensores, cuando el otro llegó y vio salir una pareja de este. Theo reconoció rápidamente al hombre como el mejor amigo de su hermano Diego.
—¡Kenneth! —lo llamó y el hombre ataviado en un traje marrón se volvió hacia él.
—Señor Santini —le saludó Kenneth, quien era un joven abogado. Theo lo conocía un poco por Diego, puesto que su hermano había estudiado su carrera con este y aunque no trabajaban en las mismas firmas, a veces hacían colaboraciones.
—¿Estabas donde Diego? —preguntó Theo. Su hermano vivía en el piso bajo él y de vez en cuando se encontraba con sus amigos o viceversa.
—Así es, dado que está indispuesto, su firma ha pasado algunos casos a la mía y vine para tener una breve reunión con él —explicó y Theo asintió. Su hermano había sufrido un ligero accidente hace unos días cuando se estaba ejercitando y ahora tenía una pierna lastimada, por lo que estaba guardando reposo, o eso había creído.
—Entiendo —expresó Theo y miró hacia la mujer tras Kenneth que se mantenía oculta. Parecía ser su asistente y… Espera un minuto. Theo conocía a esa mujer. Ese cabello largo como la oscuridad, ese traje mal ataviado. Una sonrisa surcó en su rostro—. Nos volvemos a ver —dijo hacia ella y en ese momento, la joven alzó la mirada, fijando sus enormes ojos grises en él.
—Oh, eres tú —dijo la mujer fingiendo una sonrisa, pero para Theo no pasó desapercibida la mueca de desagrado que hizo antes.
—¿Se conocen? —preguntó Kenneth pasando la mirada desde su asistente hacia él, como si estuviera sorprendido de que fuera así.
—Un poco —dijo Theo metiendo sus manos en los bolsillos de sus pantalones.
—Entiendo —expresó Kenneth para luego mirar la hora en el reloj en su muñeca—. Ya tenemos que irnos —dijo alzando la mirada hacia él y le sonrió—. Espero verlo pronto, señor Santini —se despidió el compañero de su hermano, quien luego hizo señas a la mujer para que continuaran su camino.
Theo se despidió de ellos y los vio marchar hacia un vehículo, sintiéndose un poco extraño mientras veía a la mujer. Kenneth y su hermano tenían años conociéndose, Theo inclusive había visitado la firma de ese hombre, sin embargo, nunca había visto a Luna. ¿Había comenzado a trabajar recientemente para Kenneth? No parecía ser el caso y era probable que antes la hubiera ignorado por su mal aspecto, solo que había intervenido en su vida y había visto su cara, parecía llamarle la atención.
Hizo una mueca y movió la cabeza para regresar a lo suyo.
¿Qué estaba pensando? Luna no debería llamarle la atención, pero de alguna forma, se encontró mirando de más, sin embargo, se dijo que era por el suceso del otro día y porque la joven dama se veía tan misteriosa.
Theo asintió. Sí, debía de ser su deseo de satisfacer una curiosidad, pero se quedaría de esa forma, como un deseo.
Aun así, era extraño que después que dijera que dudaba que volviera a encontrarse con ella, esta se aparecía ante él como si nada. Sin embargo, Theo no tenía tiempo para pensar en las casualidades de su encuentro. Tenía cosas más importantes como disfrutar de su vida y en medio de esto, tratar de convencer a su abuelo.
No necesitaba una mujer en su vida para obtener lo que quería.
*—Luna:De todos los problemas que tenía, Peter se había convertido en el más molesto de todos.Cuando comenzó con él, Peter había sido un amor. Lo conoció de casualidad en un café a medio día cuando sus órdenes habían sido colocadas erróneamente. A Luna le había encantado la sonrisa de este y había caído por él al instante. Coincidieron tantas veces en ese café que comenzaron a compartir mesa, consejos y chistes, hasta que intercambiaron números y el resto ya es historia. Su relación fue bonita hasta que los indicios de la infidelidad de Peter empezaron a llegar a ella, pero había querido darle una oportunidad. No obstante, la gota que derramó el vaso fueron esas últimas fotos enviadas por su amante. Luna no podía perdonarlo y por eso decidió cortarlo de raíz, pero Peter era como hierba mala que seguía crecido sin parar.Con el dedo, Luna presionó el icono rojo en la pantalla táctil de su teléfono, rechazando la llamada que entró por enésima vez ese día. Peter había estado buscándol
*—Theo:A su abuelo se le había ido un poco la mano.Theo cerró la puerta de su vehículo, quizás con un poco de fuerza, pero esto reflejaba su estado de ánimo y estaba encolerizado. Era jueves por la noche y había aceptado una cena con su abuelo para ver si podía aliviar la situación entre ellos, Theo pensando que podía convencerlo, solo que cuando llegó al lugar del encuentro, su abuelo no estaba allí y una joven mujer esperaba por él.Había sido un truco sucio del viejo de citarlo sin decirle en una cita a ciegas con la nieta de un viejo amigo. Theo tuvo que aguantar su furia y fingir que todo estaba bien mientras mostraba sus mejores sonrisas por educación.¿Qué había estado pensando su abuelo al hacer esto? Le había dicho que quería que Theo encontrará el amor de su vida, pero ir a citas con mujeres desconocidas no iba a funcionar. Theo dio lo mejor hasta que la joven muchacha entendió que no iba a pasar más de una cena. Se disculpó con ella y cada quien se fue por su lado.Aun a
*—Luna:Un día de perros era lo que había tenido Luna hoy.El juicio había salido maravillosamente bien a pesar de que tuvieron inconvenientes, pero su jefe y el equipo de este habían cosechado una gran victoria y esto significaba que vendrían más trabajos, lo cual podía hacer que su jefe incrementara su paga. Era maravilloso si pensaba de esa manera positiva, no obstante, a pesar de que Kenneth fue grandioso como el abogado defensor, una cosa era como actuaba profesionalmente y otra personal.Luna miró hacia su muñeca cubierta por pulseras de cuencas negras y doradas, la cual ocultaba la marca que Kenneth, su jefe, le había hecho cuando se le pasó demasiado la mano. En los dos años que tenía trabajando para él, se había acostumbrado a los comentarios y miradas, pero nunca pensó que Kenneth cruzaría la línea de esa manera.Después de ganar el juicio, todo el equipo de la firma fue a almorzar y a Luna podía decir que pasó una grata velada con sus compañeros, hasta que cada quien tuvo q
*—Luna:A sabiendas de que Luna necesitaba crear un límite entre ellos, decidió actuar profesionalmente y puso su mejor sonrisa.—No hay confianza entre nosotros, señor Santini —expresó Luna, aclarando la línea entre ellos y esto parecía molestarla a este, puesto que el hombre a su lado la miró con una mirada penetrante para luego soltar una carcajada, la cual resonó con una fuerza arrolladora. Su risa era profunda y grave, llena de una confianza innata que captaba la atención de todos a su alrededor.Los ojos de color miel se posaron en ella y los hombros del señor Santini se alzaron.—Siempre hay una primera vez, ¿no?Luna fingió una sonrisa. Lo sentía, pero no iba a ceder. Era una persona que pensaba demasiado en las consecuencias y con Theodore Santini iba a tener una gran lista de ellas. No le respondió.—Sin embargo, veo que estás levantando una pared entre nosotros —continuó el señor Santini para luego soltar un suspiro—. ¿Es por tu jefe? —quiso saber y Luna parpadeó con confus
*—Luna:Había enloquecido. Hace un momento había ido al bar de Izbel para tomar una copa y buscar una conquista de una sola noche, solo que no había esperado que la persona que atraparía en sus redes sería nada más y nada menos que el hombre que la había rescatado en dos ocasiones del tirano de su novio.Theo, el hombre que siempre aparecía en los momentos menos esperados para salvarla, ahora estaba frente a ella, y la coincidencia de sus encuentros la dejó sin aliento, así como sus besos. Cada vez que sus labios rozaban los suyos, un escalofrío recorría su espalda. Era como si el destino los hubiera unido en un juego impredecible y lamentablemente no podía negar la atracción magnética que sentía hacia él.Ahora, en el ambiente tenue de aquella habitación de hotel y con el sonido de sus respiraciones agitadas de fondo, la tensión entre ellos se sentía más palpable que nunca. Luna se preguntó si el destino había jugado sus cartas para reunirlos aquí y ahora, ofreciéndoles una oportuni
*—Luna:El hombre la besó nuevamente con pasión, barrió su lengua con la suya mientras giraba en la cama y empujaba su cuerpo contra el colchón. Luna abrió las piernas y rodeó la cintura de Theo, quien rompió el beso para comenzar a quitarse la ropa. Parecía desesperado, puesto que se deshizo rápidamente de la chaqueta, de la corbata azul y de la camisa en un santiamén, y cuando estuvo libre de estas, volvió a buscar sus labios.Se enfrascaron en ardientes besos, tirando de sus bocas y lengua con ganas. Sintió las grandes y suaves manos de Theo sobre sus senos, los cuales abarcó y apretó con estas. Luna comenzó su juego por igual. Aprovechando que rodeaba su cintura con sus piernas y que sus pelvis estaban una contra a otra, comenzó a frotarse contra esta. No podía esperar para sentirlo deslizándose por ella y Theo parecía que tampoco quería prolongar más el momento.Su hombre se deshizo de las últimas piezas que cubrían su cuerpo, quedando como vino al mundo y Luna se empapó de él. E
*—Luna:El recuerdo de una maravillosa noche era lo que podía llevarse consigo.La mirada de Luna se posó en el hombre acostado boca abajo en la cama de doble plaza, el cual dormía tranquilamente sin saber que, cuando despertara, lo haría en soledad. Luna no planeaba continuar con lo que había comenzado esa noche.Se levantó con cuidado, asegurándose de no hacer ruido que pudiera despertarlo. Theo había sido todo lo que podría haber soñado en un amante: apasionado, atento, y sorprendentemente tierno, pero Luna sabía que dejarse llevar por lo que sentía solo complicaría las cosas más adelante.Recogió su ropa del suelo y se vistió lentamente, cada movimiento impregnado de una tristeza silenciosa. Sabía que lo correcto sería marcharse sin decir adiós y sin promesas que no estaba segura de poder cumplir. Aunque su corazón latía con fuerza al pensar en la intensidad de su momento juntos, su mente le decía que debía ser sensata.No había cometido un error, claro que no, era sexo casual, el
*—Luna:Era tiempo de comenzar de nuevo.Nunca tenía problemas para tomar riesgos, lo había hecho con sus parejas y cuando salió de su pequeño pueblo para conseguir una mejor vida en la ciudad, por lo cual, dejar su hogar hasta ahora y empezar otra vez, no era impedimento para ella. Además, lo hacía para descansar un poco y para aligerar su mente.Luna se despertó temprano esa mañana, con los primeros rayos de sol filtrándose por las cortinas de su pequeño apartamento. El silencio del amanecer la envolvía, un contraste bienvenido después del caos de los últimos días. Se sentó en la cama, observando las maletas que había empacado la noche anterior. Hoy era el día.Después de aquella noche con Theo, la cual sucedió hace dos semanas, Luna había tomado una decisión. La situación con su jefe, Kenneth, se había vuelto insostenible, y la sombra de su exnovio Peter aún la perseguía por las calles de la ciudad. Necesitaba escapar y comenzar de nuevo en un lugar donde pudiera encontrar paz.Con