7

*—Luna:

Había enloquecido. 

Hace un momento había ido al bar de Izbel para tomar una copa y buscar una conquista de una sola noche, solo que no había esperado que la persona que atraparía en sus redes sería nada más y nada menos que el hombre que la había rescatado en dos ocasiones del tirano de su novio.

Theo, el hombre que siempre aparecía en los momentos menos esperados para salvarla, ahora estaba frente a ella, y la coincidencia de sus encuentros la dejó sin aliento, así como sus besos. Cada vez que sus labios rozaban los suyos, un escalofrío recorría su espalda. Era como si el destino los hubiera unido en un juego impredecible y lamentablemente no podía negar la atracción magnética que sentía hacia él.

Ahora, en el ambiente tenue de aquella habitación de hotel y con el sonido de sus respiraciones agitadas de fondo, la tensión entre ellos se sentía más palpable que nunca. Luna se preguntó si el destino había jugado sus cartas para reunirlos aquí y ahora, ofreciéndoles una oportunidad que ninguno había previsto.

Luna gimió, sintiendo sus rodillas volverse gelatina, mientras el hombre que la sostenía entre sus brazos la presionaba contra la puerta sin dejar de devorar su boca. Sus besos eran tan excitantes y maravillosos, Theo la besaba con tanta pasión que Luna estaba anonadada. Era la primera vez que la trataban así, pero entendía que un hombre como Theo no bromeaba cuando quería algo. 

—Luna —murmuró Theo contra sus labios, su voz ronca por el deseo, pero ella solo pudo responder con otro gemido mientras Theo volvía a devorarla. Las manos firmes de este la exploraban su cuerpo con una mezcla de ternura y urgencia, y Luna no podía evitar rendirse a sus caricias, permitiéndose sentir cada emoción que él despertaba en ella.

Cada movimiento y cada toque le hacía ver a Luna que Theo la deseaba de una manera tan extraña, pues se habían conocido recientemente. Sin embargo, aunque el miedo y la inseguridad todavía rondaban en su mente, Luna decidió dejarse llevar, entregándose completamente a ese hombre que parecía hecho para volverla loca esta noche.

En ese momento, Theo la levantó suavemente y Luna rodeó la cintura del hombre con sus piernas para aferrarse a él. Sin dejar de besarse, Theo la llevó hacia la cama. Cuando la espalda de Luna cayó sobre las sábanas, tiró de él para que la siguiera.

Luna se dijo que no podía dejar que Theo llevará por completo el control. Era una mujer que complacía, pero también, le gustaba ser la que mandaba y viendo que Theo era de los que controlaban, lo sentía por él, pero no iba a ser así esta noche. Este era su momento de felicidad, así que Luna hizo acopio de sus fuerzas y colocando las manos en los fuertes hombros de Theo, lo empujó hacia un lado, sentándose al instante sobre su regazo cuando la espalda de este estuvo sobre el colchón. 

Sintió su sexo endurecido entre sus piernas y el que llevará falda ayudaba bastante. Le dio una mirada lasciva a Theo, pasando la vista por todo él y empapándose de este. Theo era muy atractivo, más bien, Luna dudaba haber conocido a un hombre tan guapo como él y estaba segura de que, bajo ese traje hecho a su medida, había un maravilloso cuerpo que iba a besar y a tentar con su boca y manos.

Se relamió los labios y ante la mirada profunda de Theo, decidió desnudarse.

Luna comenzó a tirar de la blusa para sacarla de la falda y una vez que los faldones de esta estuvieron fuera, se la sacó por la cabeza. No llevaba sujetador, por lo que sus pequeños pechos quedaron a la vista de Theo, quien abrió los ojos con sorpresa, lo que le hizo preguntarle a este si le molestaban.

—¿Bromeas? —preguntó Theo ladeando la cabeza y luego vio cómo movía una mano. Luna jadeó cuando cerró la punta de sus dedos índice y pulgar sobre su hinchado pezón—. Que sean pequeños o grandes me tienen sin cuidado, me gustan —comentó este para después inclinarse, con el fin de tomarlo en su boca, pero Luna no se lo permitió.

—Aún no —lo detuvo y vio como las facciones de Theo se tensaron por un momento, mostrando una mezcla de frustración y resignación, pero sus manos se retractaron poco después, cumpliendo con lo que se le había pedido. 

Luna continuó desnudándose. Sacarse la falda y las botas fue una pequeña odisea, pero cuando pudo lograrlo, soltó un gemido de placer. Estaba solo con su tanga y sentir el sexo de Theo bajo su pelvis fue maravilloso. Podía sentir lo engrosado que estaba por debajo de su pantalón y jadeó, deseando sentirlo empujando en ella. 

Odiaba comparar, pero Theo era un espécimen de hombre que solo podría saborear una vez en su vida y luego sería el lamento de toda esta. Estaba segura de que después, cuando sentara cabeza, recordaría este momento y se reiría de ello. 

Decidió dejar los arrepentimientos atrás y disfrutar del momento.

—Está bien —murmuró, más para sí misma que para Theo, mientras sentía su corazón acelerarse—. Vamos a ello.

Theo la miró con una mezcla de deseo y sorpresa, como si no pudiera creer que ella finalmente se había rendido a lo que ambos sentían. Sin más palabras, se acercó y la envolvió en sus brazos, besándola con una pasión que parecía quemar.

Luna cerró los ojos, dejándose llevar por la intensidad del momento. Cada toque de Theo, cada susurro contra su piel, la hacía sentir viva de una manera que nunca había experimentado antes. En ese instante, decidió que no se arrepentiría. Viviría este encuentro con todo su ser, saboreando cada segundo, consciente de que estos momentos con Theo serían inolvidables.

Cuando los besos se tornaron fogosos y ya no eran suficientes, entonces, Luna decidió actuar. Metió una mano entre sus cuerpos y tocó con sus dedos la parte endurecida en la pelvis de Theo, sintiendo su longitud y su grosor. Necesitaba descubrir que había bajo la tela, así que rompió el beso y sin dejar de mirar sus oscurecidos ojos miel, bajó hacia el sur.

Sus manos tentaron el cinturón de sus pantalones, abriéndolo para luego quitar el botón y bajar la cremallera. Su sexo estaba cubierto por la tela negra de su ropa interior, pero se adivinaba mejor que con el pantalón. Luna podía ver como se marcaba su miembro bajo la fina tela y la boca se le hizo agua.

Alzó la mirada rápidamente para ver que Theo la miraba a su vez con una intensidad que la hizo estremecer. Como había mencionado antes, era muy complaciente con sus parejas y disfrutaba del sexo como cualquier otra persona, pero a veces era torpe. Theo pareció captar su vacilación y una suave sonrisa se dibujó en sus labios. 

—No tienes que esforzarte tanto, haz lo que puedas —dijo Theo en un susurro, extendiendo una mano para acariciar su mejilla con una ternura que contrastaba con la pasión de sus besos. 

Vaya, ningún oro hombre le había dicho eso, pero desde el inicio, Theo era uno especial. Solo que le sorprendía que Theo fuera tan permisivo. Era solo un momento de placer, que probablemente Theo olvidaría y ella recordaría. Así que decidió continuar sin pensar más en los arrepentimientos o en lo torpe que a veces era.

Luna sacó el miembro erecto de Theo de su ropa interior, quedando asombrada por su largo y anchura. Theo era alto y aunque esto no siempre iba de la mano con el tamaño, esta vez era un caso de iguales proporciones. Su pene era grueso y sus venas se marcaban fuertemente, tenía un color más oscuro que su piel y su cabeza era de un intenso color canela. Ahora comprendía por qué era tan seguro de sí mismo, debía de recibir varios elogios por su vara, y claro, también porque sabía usarla. 

Sin perder el tiempo, Luna cerró la mano con suavidad sobre la base de su pene, sintiendo su cálido miembro en esta y decidió luego saborear aquel delicioso manjar. Lamió la gota clara en el orificio en su ancha cabeza para luego cerrar los labios en esta. Un alarido de placer salió de Theo mientras Luna lo chupaba, degustando su sabor salado.

Fue a su propio ritmo. Luna chupó con delicadeza la hinchada cabeza, disfrutando del sabor de su líquido pre seminal. Abría la boca y metía toda su punta en esta, luego cerraba los labios y se retiraba. Era torpe, lo sabía, y también sabía que esto no los iba a llevar a ningún lado, pero era lo más que podía hacer por ahora.

No obstante, cuando sintió que estaba acostumbrado a su intenso sabor, decidió probar más. La mano que tenía apoyada en su base, algo peluda, comenzó a moverla, masturbándolo ligeramente mientras chupaba su cabeza con un poco de fuerza. Escuchó a Theo gemir cada vez que hacía la succión, lo cual la excitó y le hizo chuparlo con más ímpetu.

Cuando el momento se estaba tornando picante, sintió como Theo se movía y como tiraba de ella hacia arriba. Theo tomó el control y Luna dejó que lo tuviera.

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