*—Luna:
A sabiendas de que Luna necesitaba crear un límite entre ellos, decidió actuar profesionalmente y puso su mejor sonrisa.
—No hay confianza entre nosotros, señor Santini —expresó Luna, aclarando la línea entre ellos y esto parecía molestarla a este, puesto que el hombre a su lado la miró con una mirada penetrante para luego soltar una carcajada, la cual resonó con una fuerza arrolladora. Su risa era profunda y grave, llena de una confianza innata que captaba la atención de todos a su alrededor.
Los ojos de color miel se posaron en ella y los hombros del señor Santini se alzaron.
—Siempre hay una primera vez, ¿no?
Luna fingió una sonrisa. Lo sentía, pero no iba a ceder. Era una persona que pensaba demasiado en las consecuencias y con Theodore Santini iba a tener una gran lista de ellas. No le respondió.
—Sin embargo, veo que estás levantando una pared entre nosotros —continuó el señor Santini para luego soltar un suspiro—. ¿Es por tu jefe? —quiso saber y Luna parpadeó con confusión. No tenía que ver nada con Kenneth, pero antes de que replicara su comentario, este prosiguió—. No soy amigo de tu jefe, mi hermano es su amigo, así que no tienes que poner límites conmigo por Kenneth —dijo y se inclinó hacia ella—. Además, vamos, no eres ciega, ¿o si lo eres? —preguntó dejando a Luna más confundida.
¿De qué hablaba? Luna movió la cabeza y en ese momento, el señor Santini alzó un delgado dedo señalándolos sucesivamente a ambos.
—Hay algo aquí —expresó Theodore y Luna trató de que no se mostrara en su rostro, que estaba consciente de esa química rara que había entre ellos.
Debía de admitir que desde que se conocieron, sintió una ligera atracción por el señor Santini y por lo que vía, era mutua. No obstante, era una conexión que no podía permitir. Como había venido diciendo varias veces, Theodore Santini era peligroso y lo menos que quería era involucrarse con alguien que podía arruinarla. Bastante tenía con Peter y con Kenneth en su plato para que agregara uno más a la lista.
Volvió a sonreír con su mejor sonrisa, aquella con la que irradiaba una confianza inquebrantable.
—No creo que…—comenzó a decir, pero el hombre alzo una mano, interrumpiéndola.
—Comencemos de nuevo —insistió y extendió una mano hacia ella—. Soy Theo Santini —se presentó una vez más, pero esta vez se notaba más seguro de sí mismo, con una chispa de determinación en sus ojos. Su voz, firme y clara, llevaba consigo una promesa de sinceridad y compromiso.
M*****a sea. Por lo que veía, no iba a ser fácil sacárselo de encima, así que decidió jugar su juego por ahora.
—Luna Stone —respondió Luna correspondiéndole el saludo. Al estrechar su mano, sintió la calidez y la fuerza de su apretón. Sus manos eran suaves y podía notar que nunca había trabajado con estas, pero era algo obvio, Theo había nacido con una cuchara de oro en sus manos.
—Un placer conocerte correctamente y espero que podamos dejar atrás cualquier malentendido —dijo Theo mientras una sonrisa coqueta se dibujaba en su rostro. Sus ojos brillaban con una mezcla de curiosidad, y su voz tenía un tono que la invitaba a dejar ir y aceptar lo que parecía inevitable. También, mientras estrechaban sus manos, Luna sintió una conexión palpable, como si este simple gesto marcara el comienzo de algo significativo entre ellos.
Luna no le respondió el comentario, porque, sinceramente, no era un placer para ella. Theo era un tipo que podía mandarla a terapia, mucho peor que Peter u otro ex que hubiera tenido. Era mejor que no alimentara falsas esperanzas. A veces, el silencio era la respuesta más elocuente que podía dar.
Decidió ignorarlo y se volvió hacia Miguel, uno de los bartender del lugar.
—Joel me invita la primera copa —le hizo saber al joven muchacho quién sonrió y aceptó.
No tenía que decir que iba a tomar, era conocida por esos lados, así que cuando Miguel colocó el Martini frente a ella, Luna le agradeció con una leve inclinación de cabeza antes de llevar el vaso a sus labios. Saboreó el cóctel, dejando que el sabor refrescante y ligeramente amargo se desplegara en su paladar. La bebida parecía calmar su mente, ofreciéndole un momento de serenidad en medio del torbellino de emociones que la rodeaban.
Sin embargo, el momento fue arruinado por Theo, quien no se rendía aun cuando Luna le estaba dando el hombro frío.
—¿Así que viniste a buscar una conquista? —preguntó Theo y los ojos de Luna rodaron en su lugar mostrando su irritación.
—Ya me escuchaste antes —replicó, tratando de mantener la compostura mientras tomaba otro sorbo de su Martini.
—Sí, pero quiero saber más de eso —expresó el hombre—. Además, ¿por qué anteriormente te vestías de una forma y hoy estás diferente? —continuó cuestionando y Luna sonrió.
—¿Te has fijado tanto en mí, Theo? —respondió ella con una sonrisa juguetona, tomando otro sorbo de su Martini—. Tal vez simplemente me gusta sorprender.
Theo se quedó en silencio por un rato para luego volverse hacia donde estaba Miguel. Lo escuchó pedirle que le sirviera nuevamente otro vaso con whisky. Cuando lo tuvo en su mano, Luna vio como este le daba un sorbo a la bebida y luego suspiraba. Parecía gustarle, quizás era hasta su favorita.
—Cuando veo una cara bonita, es difícil que no mire más de una vez —confesó Theo, admitiendo que se sentía atraído a ella y está que había creído que había ocultado bien sus atributos de malos ojos como los de Theo y Kenneth, pero parecía ser que había fallado.
—¿Crees que vendría a tener un encuentro de una noche pareciendo Betty la Fea? —replicó ella con una sonrisa traviesa, arqueando una ceja mientras tomaba otro sorbo de su Martini.
Theo le miró al fin y soltó una carcajada, el sonido profundo y atractivo resonando en el ambiente.
—No, definitivamente no lo creo —murmuró Theo—. Aunque antes eras igual de hermosa, pero hoy, estás despampanante, Luna.
Bajó la mirada, sintiendo el calor subir a sus mejillas. Había algo en la forma en que Theo la miraba, que la hacía sentir expuesta, pero también deseada.
—Supongo que me gusta mantener a la gente adivinando —dijo siendo su turno para encogerse de hombros.
Theo se inclinó un poco más cerca, sus ojos brillando con una intensidad que la hizo estremecer.
—Y definitivamente lo estás logrando, ¿pero sabes qué? Creo que hay más en ti que lo que muestras. Algo más profundo, más intrigante —murmuró Theo y Luna se sintió desnuda aun cuando estaba vestida.
Luna tragó saliva, su corazón acelerándose. Había una tensión palpable en el aire, una atracción que no podía negar.
—Quizás tengas razón —admitió Luna—. Quizás haya más de lo que se ve a simple vista —expresó sintiendo el Martini comenzando a subir a su cabeza. Vamos, tomaba más que eso para que se dejara llevar, pero quizás lo que había pasado con Kenneth hoy, lo cansada que estuvo de Peter y su deseo por tener una noche de pasión era lo que estaba haciendo, que dijera esas cosas y que le mostrara a Theo que sí estaba muy interesada.
Theo sonrió con esa sonrisa que hacía que su corazón latiera más rápido.
—Entonces, ¿qué dices? ¿Nos damos una oportunidad para conocernos mejor? —preguntó Theo sin pelos en la lengua. Claro, un hombre de su altura debía de estar acostumbrado a soltar propuestas y que estas fuesen aceptadas al instante. Estaba segura de que tenía muchas mujeres bajo sus pies, porque vamos, no era ciega. Theo era muy atractivo y esos ojos de color miel suyos debían de cautivar un sinfín de corazones.
Luna lo miró detenidamente, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza. Dudó por un momento, pero la intensidad de su deseo hacia Theo era innegable. Finalmente, dejó salir un suspiro y lo miró a los ojos.
—Admito que hay algo en ti que me atrae, algo que no puedo ignorar —aceptó, porque cuando quería algo, era sincera, y era mejor tenerlo y sacárselo de encima, que perder la oportunidad y lamentarse por ello después.
—Entonces, dejemos de lado las dudas y veamos a dónde nos lleva esto —continuó Theo para luego levantar su vaso en señal de brindis mientras la miraba con esos cautivadores ojos, haciéndola desear pecar.
Esto iba a marcarla, lo sabía, pero la vida era una sola y después de besar un montón de sapos, se merecía besar a un príncipe como Theo.
—Está bien —dijo Luna y sonrió con una sonrisa traviesa.
—Por una sola noche —expresó el hombre con su voz baja y cargada de misterio.
—Por una sola noche, ¿eh? —respondió Luna, tratando de mantener su voz firme, aunque su corazón latía con fuerza.
Theo se inclinó hacia ella, sus labios rozando su oído mientras susurraba.
—Una noche puede ser el comienzo de algo increíble —susurró el hombre con su rica voz—. Si me lo permites, te mostraré lo que puede ser, Luna.
Luna sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral. La manera en que Theo la miraba, la forma en que su voz se deslizaba sobre su piel, todo en él despertaba un deseo que nunca había experimentado antes. Sabía que estaba jugando con fuego, pero había algo en Theo que la hacía querer arriesgarse.
—Entonces, vamos a ver a dónde nos lleva esta noche —dijo Luna, devolviéndole la sonrisa con un toque de desafío en sus ojos. Luna levantó su Martini, chocando suavemente su vaso con el de él.
Los vasos chocaron suavemente, el sonido cristalino resonando como una promesa en el aire. Theo la miró con una intensidad que hacía difícil apartar la vista, y Luna se dejó llevar por el momento, sabiendo que, aunque el camino por delante sería incierto, estaba dispuesta a enfrentarlo.
Mientras bebían las últimas gotas de sus bebidas, ambos sabían que esta noche no era solo un encuentro casual, sino el preludio de algo mucho más profundo. La chispa que había entre ellos no podía ignorarse, y mientras las luces del bar brillaban a su alrededor, se dieron cuenta de que estaban a punto de embarcarse en una aventura llena de desafíos y descubrimientos.
*—Luna:Había enloquecido. Hace un momento había ido al bar de Izbel para tomar una copa y buscar una conquista de una sola noche, solo que no había esperado que la persona que atraparía en sus redes sería nada más y nada menos que el hombre que la había rescatado en dos ocasiones del tirano de su novio.Theo, el hombre que siempre aparecía en los momentos menos esperados para salvarla, ahora estaba frente a ella, y la coincidencia de sus encuentros la dejó sin aliento, así como sus besos. Cada vez que sus labios rozaban los suyos, un escalofrío recorría su espalda. Era como si el destino los hubiera unido en un juego impredecible y lamentablemente no podía negar la atracción magnética que sentía hacia él.Ahora, en el ambiente tenue de aquella habitación de hotel y con el sonido de sus respiraciones agitadas de fondo, la tensión entre ellos se sentía más palpable que nunca. Luna se preguntó si el destino había jugado sus cartas para reunirlos aquí y ahora, ofreciéndoles una oportuni
*—Luna:El hombre la besó nuevamente con pasión, barrió su lengua con la suya mientras giraba en la cama y empujaba su cuerpo contra el colchón. Luna abrió las piernas y rodeó la cintura de Theo, quien rompió el beso para comenzar a quitarse la ropa. Parecía desesperado, puesto que se deshizo rápidamente de la chaqueta, de la corbata azul y de la camisa en un santiamén, y cuando estuvo libre de estas, volvió a buscar sus labios.Se enfrascaron en ardientes besos, tirando de sus bocas y lengua con ganas. Sintió las grandes y suaves manos de Theo sobre sus senos, los cuales abarcó y apretó con estas. Luna comenzó su juego por igual. Aprovechando que rodeaba su cintura con sus piernas y que sus pelvis estaban una contra a otra, comenzó a frotarse contra esta. No podía esperar para sentirlo deslizándose por ella y Theo parecía que tampoco quería prolongar más el momento.Su hombre se deshizo de las últimas piezas que cubrían su cuerpo, quedando como vino al mundo y Luna se empapó de él. E
*—Luna:El recuerdo de una maravillosa noche era lo que podía llevarse consigo.La mirada de Luna se posó en el hombre acostado boca abajo en la cama de doble plaza, el cual dormía tranquilamente sin saber que, cuando despertara, lo haría en soledad. Luna no planeaba continuar con lo que había comenzado esa noche.Se levantó con cuidado, asegurándose de no hacer ruido que pudiera despertarlo. Theo había sido todo lo que podría haber soñado en un amante: apasionado, atento, y sorprendentemente tierno, pero Luna sabía que dejarse llevar por lo que sentía solo complicaría las cosas más adelante.Recogió su ropa del suelo y se vistió lentamente, cada movimiento impregnado de una tristeza silenciosa. Sabía que lo correcto sería marcharse sin decir adiós y sin promesas que no estaba segura de poder cumplir. Aunque su corazón latía con fuerza al pensar en la intensidad de su momento juntos, su mente le decía que debía ser sensata.No había cometido un error, claro que no, era sexo casual, el
*—Luna:Era tiempo de comenzar de nuevo.Nunca tenía problemas para tomar riesgos, lo había hecho con sus parejas y cuando salió de su pequeño pueblo para conseguir una mejor vida en la ciudad, por lo cual, dejar su hogar hasta ahora y empezar otra vez, no era impedimento para ella. Además, lo hacía para descansar un poco y para aligerar su mente.Luna se despertó temprano esa mañana, con los primeros rayos de sol filtrándose por las cortinas de su pequeño apartamento. El silencio del amanecer la envolvía, un contraste bienvenido después del caos de los últimos días. Se sentó en la cama, observando las maletas que había empacado la noche anterior. Hoy era el día.Después de aquella noche con Theo, la cual sucedió hace dos semanas, Luna había tomado una decisión. La situación con su jefe, Kenneth, se había vuelto insostenible, y la sombra de su exnovio Peter aún la perseguía por las calles de la ciudad. Necesitaba escapar y comenzar de nuevo en un lugar donde pudiera encontrar paz.Con
*—Luna:Había llegado a su pueblo natal al atardecer, después de un largo viaje en autobús, y lo primero que notó, fue que la estación apenas había cambiado, seguía viéndose abandonada. Al bajar del autobús, sintió una mezcla de nostalgia y alivio. Estaba de vuelta, en el lugar donde todo comenzó.Aun cuando todo en su pueblo quedaba cerca, tuvo que tomar otro transporte por sus maletas para ir a la casa familiar. En el camino hacia esta, Luna notó que, aunque la estación era la misma, en el pueblo sí había cosas que habían cambiado. Las casas, los edificios, el ambiente, la gente. Todo era diferente.¿Tanto tiempo había pasado?Se fue de Springvalley tan pronto como terminó sus estudios secundarios y no había vuelto ni siquiera para las celebraciones familiares o el nacimiento de sus sobrinos. Simplemente, Luna había ignorado todo lo relacionado con su familia. Y sí, tal vez por eso era considerada la oveja negra que ahora regresaba, pero tuvo sus razones. En una familia convencional
*—Theo:¿Por qué estaba obsesionado con una mujer con la que solo había tenido una aventura de una sola noche?Theo maldijo por enésima vez ese día y miró su teléfono, pero luego lo guardó, puesto que era obvio que no iba a recibir un mensaje o llamada de una persona con la que no había intercambiado contacto. Tuvo el momento para pedirlo o para saber más de ella, pero cuando estuvieron unidos en cuerpo, solamente pensaron en satisfacerse mutuamente. Sin embargo, ahora se arrepentía de ello.Luna había sido magnífica en la cama, para Theo, había sido la amante perfecta si se lo preguntaban. Aunque no era muy experimentada como otras que había tenido en sus manos, había algo en ella que lo había atrapado. Quizás era su forma de moverse, sus toques delicados y la intensidad con la que se entregaba al momento, que había dejado una impresión profunda en él. Quién sabe, pero lo que sí sabía era que fue diferente en comparación con otras ocasiones. Además, la conexión que había sentido con
*—Theo:Su abuelo seguía haciéndose el difícil. Un pesado suspiro salió de Theo mientras entraba al elegante restaurante, que vibraba con la energía festiva de la época navideña. Las luces brillantes decoraban el lugar, reflejándose en los adornos dorados y plateados que colgaban de las paredes. El aroma de pino y canela llenaba el aire, mezclado con el de la comida gourmet que se servía en las mesas bien vestidas.Se quitó el abrigo, doblándolo en su brazo mientras sentía el contraste entre el frío exterior y el cálido ambiente interior. La música suave de villancicos en vivo, tocada por un pequeño grupo de músicos en un rincón del restaurante, creaba una atmósfera encantadora que contrastaba con el estado de ánimo aburrido de Theo. Theo buscó a su acompañante entre la multitud de comensales y empleados que se movían con agilidad, y finalmente lo encontró sentado en una mesa cerca de las ventanas. La luz suave de las bombillas del lugar iluminaba su rostro mientras él tomaba una co
*—Theo:Al día siguiente, Theo comenzó a sentirse extraño. Estaba más cansado de lo habitual; se había levantado sudando y con un malestar general. Creyó que era porque había amanecido con hambre y que se le pasaría con el desayuno, pero Theo no pudo ni siquiera tomar una taza de café, puesto que ni bien su ama de llaves colocó la taza de café en la mesa de comedor frente a él y el olor comenzó a llenar la habitación, Theo sintió una oleada de náuseas. Intentó tomar un sorbo, pero el simple aroma del café le resultó asqueroso y le hizo sentir aún peor. Su empleada, notando su malestar, le ofreció otra cosa, y el aroma del jugo de manzana le apaciguó las náuseas de inmediato. No tuvo un desayuno de campeones para comenzar el día, pero se dijo que lo compensaría cuando se mejorara y tomara el almuerzo. Theo se fue a trabajar con normalidad y a pesar de sentirse algo aliviado, no podía dejar de preguntarse qué era lo que le había sentado mal esa mañana. No era común que se sintiera as