*—Theo:Su abuelo seguía haciéndose el difícil. Un pesado suspiro salió de Theo mientras entraba al elegante restaurante, que vibraba con la energía festiva de la época navideña. Las luces brillantes decoraban el lugar, reflejándose en los adornos dorados y plateados que colgaban de las paredes. El aroma de pino y canela llenaba el aire, mezclado con el de la comida gourmet que se servía en las mesas bien vestidas.Se quitó el abrigo, doblándolo en su brazo mientras sentía el contraste entre el frío exterior y el cálido ambiente interior. La música suave de villancicos en vivo, tocada por un pequeño grupo de músicos en un rincón del restaurante, creaba una atmósfera encantadora que contrastaba con el estado de ánimo aburrido de Theo. Theo buscó a su acompañante entre la multitud de comensales y empleados que se movían con agilidad, y finalmente lo encontró sentado en una mesa cerca de las ventanas. La luz suave de las bombillas del lugar iluminaba su rostro mientras él tomaba una co
*—Theo:Al día siguiente, Theo comenzó a sentirse extraño. Estaba más cansado de lo habitual; se había levantado sudando y con un malestar general. Creyó que era porque había amanecido con hambre y que se le pasaría con el desayuno, pero Theo no pudo ni siquiera tomar una taza de café, puesto que ni bien su ama de llaves colocó la taza de café en la mesa de comedor frente a él y el olor comenzó a llenar la habitación, Theo sintió una oleada de náuseas. Intentó tomar un sorbo, pero el simple aroma del café le resultó asqueroso y le hizo sentir aún peor. Su empleada, notando su malestar, le ofreció otra cosa, y el aroma del jugo de manzana le apaciguó las náuseas de inmediato. No tuvo un desayuno de campeones para comenzar el día, pero se dijo que lo compensaría cuando se mejorara y tomara el almuerzo. Theo se fue a trabajar con normalidad y a pesar de sentirse algo aliviado, no podía dejar de preguntarse qué era lo que le había sentado mal esa mañana. No era común que se sintiera as
*—Theo:Estaba en buena salud, sin embargo, su vida seguía siendo un caso complicado. Desde el día en que enfermó de la nada, Theo había estado sintiéndose desconcertado. La visita al hospital confirmó que no había una causa médica grave detrás de su malestar, pero el episodio lo dejó con una preocupación persistente. Más porque, desde ese entonces, sus síntomas empeoraron. Theo seguía levantándose cansado y con dolores en el estómago. Siempre se sentía mareado y con náuseas, y cuando olía o comía algo que no le sentaba bien, terminaba devolviendo todo. No entendía por qué los resultados de los análisis habían salido limpios cuando era evidente que algo le sucedía. Todo parecía estar desajustado, como si su cuerpo estuviera en un estado de caos.Al principio pensó que era el estrés, pero los síntomas no desaparecían; al contrario, parecían empeorar. Theo estaba agotado, ya no sabía qué pensar ni a dónde acudir. Estaba cansado de buscar en internet sobre lo que podía hacer. Cada vez
*—Luna:¿Por qué era tan difícil sacar a la luz una noticia tan normal como un embarazo? Luna no era una adolescente, pero se sentía como tal mientras se preparaba para enfrentar a sus padres y hermanas, a quienes estaba a punto de revelar su secreto. La incertidumbre la envolvía como una neblina espesa y el peso de la verdad se sentía aún más abrumador por la complejidad de sus emociones.Había pasado otra semana desde que se enteró de su estado y Luna lo había estado ocultando desde entonces. Ahora que sabía qué le pasaba, sus síntomas se habían intensificado. Se levantaba todas las mañanas mareada y el simple acto de caminar hasta la cocina se sentía como una travesía épica. Las paredes parecían inclinarse y girar a su alrededor, y un cansancio abrumador se asentaba en sus huesos. Luna no sabía cómo iba a sobrevivir con esto, pero esta era su realidad ahora.En esos momentos, Luna se encontraba en su habitación con el corazón latiendo a mil. La idea de decirles a sus seres querido
*—Luna:Era un nuevo año y una nueva ella. Luna estaba abrazando los cambios con una mezcla de nerviosismo y esperanza. Estaban finalizando febrero, por lo que, dada la fecha de concepción, tenía tres meses y su estado comenzaba a mostrarse. Una sonrisa surcó en los labios de Luna al verse frente al espejo en su recámara, observando los cambios que su embarazo había traído. Con una mano en su panza, notaba cómo su abdomen se redondeaba cada vez más, marcando una evidente diferencia con la figura que había tenido antes de quedar embarazada.El vestido ajustado que llevaba acentuaba su figura y realzaba la curva de su vientre. A pesar de que la ropa que había traído desde Chicago ya no le quedaban tan bien como antes, el vestido era cómodo y le permitía sentirse bien consigo misma. La transformación de su cuerpo era un recordatorio constante de la vida que crecía dentro de ella, y aunque algunos días se sentía cansada o incómoda, la emoción de convertirse en madre lo superaba todo.S
*—Theo:Ya no podía más.Llevaba tres meses con esta incertidumbre y no valía que visitara a profesionales de la salud y de la mente, Theo estaba agotado. Cada día se levantaba con los mismos síntomas, la misma angustia, y sin respuestas claras. Había llegado al punto de sentir que estaba perdiendo la cordura.Un día, mientras estaba en su oficina, Theo decidió que ya no podía seguir ignorando lo evidente. Necesitaba respuestas, por lo que contactó a su cuñada Ariel, quien a su vez hizo algunas investigaciones. Como Theo había estado pensando intensamente sobre que había sido embrujado por una mujer y que por su culpa estaba sufriendo estos síntomas, la idea era visitar a alguien que supiera de esas artes oscuras para que resolviera el misterio y Theo ponerle fin a esto.Ariel había encontrado a un profesional en ello, por lo que, habían decidido venir a la casa de esa persona especial este fin de semana para que leyera a Theo y le dijera qué pasaba con él. Si la ciencia no podía dar
*—Theo:Serafina decía que tenía un vínculo con alguien y que esta persona de paso estaba embarazada de él, pero… Theo estaba dudoso.No podía tener una conexión con nadie, tampoco una mujer que estuviera en estado de él y que no viniera a exigirle la responsabilidad. Vamos, era Theodore Santini, un excelente hombre de negocios y rico de cuna, sin embargo, algo le decía que podía ser esto. Porque no había ciencia que explicara lo que le pasaba y todo lo que decía Serafina tenía más peso.Theo tragó nervioso y miró por todas las paredes, intentando procesar las palabras de Serafina. Las luces de las velas parpadeaban y las sombras danzaban en los símbolos antiguos, creando una atmósfera aún más inquietante.Pensó en la mujer y quién podría ser, pero no había nadie que llegar a su mente. Más bien, se sentía bloqueado.Serafina lo miró con una expresión tranquila, como si entendiera que su mente era una bruma.—Las conexiones emocionales y espirituales no siempre siguen la lógica que con
*—Theo:Ahora que tenía un punto por donde partir, lo primero que Theo hizo fue ir al lugar donde tuvo el encuentro definitivo con Luna. Theo entró con determinación al bar y notó que este seguía siendo igual desde la última vez que estuvo por allí, solo que el olor a tabaco que antes había ignorado, ahora le molestaba.Ignorando el olor y con pasos rápidos, caminó hacia la barra. Su corazón latía con fuerza, impulsado por una mezcla de esperanza y miedo, puesto que era probable que aquel hombre que atendía a otros clientes en la barra, se negara a darle a Theo lo que este quería saber: el paradero de Luna.No obstante, era un hombre de negocios, y con una sonrisa profesional y las palabras correctas, se podía obtener cualquier cosa.El hombre que se llamaba Izbel, al verlo, se acercó con una sonrisa.—¿Qué te pongo? —preguntó Izbel con voz ronca.Al principio había creído que eran amantes, pero viéndolo de cerca, era obvio que no bateaba para el lado de Luna y que el género de Theo e