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*—Theo:

Al día siguiente, Theo comenzó a sentirse extraño.

Estaba más cansado de lo habitual; se había levantado sudando y con un malestar general. Creyó que era porque había amanecido con hambre y que se le pasaría con el desayuno, pero Theo no pudo ni siquiera tomar una taza de café, puesto que ni bien su ama de llaves colocó la taza de café en la mesa de comedor frente a él y el olor comenzó a llenar la habitación, Theo sintió una oleada de náuseas.

Intentó tomar un sorbo, pero el simple aroma del café le resultó asqueroso y le hizo sentir aún peor. Su empleada, notando su malestar, le ofreció otra cosa, y el aroma del jugo de manzana le apaciguó las náuseas de inmediato. No tuvo un desayuno de campeones para comenzar el día, pero se dijo que lo compensaría cuando se mejorara y tomara el almuerzo.

Theo se fue a trabajar con normalidad y a pesar de sentirse algo aliviado, no podía dejar de preguntarse qué era lo que le había sentado mal esa mañana. No era común que se sintiera as
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