5

*—Luna:

Un día de perros era lo que había tenido Luna hoy.

El juicio había salido maravillosamente bien a pesar de que tuvieron inconvenientes, pero su jefe y el equipo de este habían cosechado una gran victoria y esto significaba que vendrían más trabajos, lo cual podía hacer que su jefe incrementara su paga. Era maravilloso si pensaba de esa manera positiva, no obstante, a pesar de que Kenneth fue grandioso como el abogado defensor, una cosa era como actuaba profesionalmente y otra personal.

Luna miró hacia su muñeca cubierta por pulseras de cuencas negras y doradas, la cual ocultaba la marca que Kenneth, su jefe, le había hecho cuando se le pasó demasiado la mano. En los dos años que tenía trabajando para él, se había acostumbrado a los comentarios y miradas, pero nunca pensó que Kenneth cruzaría la línea de esa manera.

Después de ganar el juicio, todo el equipo de la firma fue a almorzar y a Luna podía decir que pasó una grata velada con sus compañeros, hasta que cada quien tuvo que irse por su lado. Su jefe le ofreció un aventón y como siempre Luna declinó la oferta, pero después de tanta insistencia de Kenneth, decidió aceptar. Mala idea.

Ni bien llegaron a su casa, Kenneth bajó con ella y la acompañó a la puerta. Eran las tres de la tarde, nada iba a pasar a esa hora del día y el lugar donde vivía, no era uno con alta delincuencia. Por su insistencia, dejó que fuera a con ella hacia la entrada de su edificio. Otro error suyo.

Luna hizo una mueca de asco al recordar lo que pasó.

Kenneth la había besado. Cuando Luna trataba de abrir la puerta de su hogar, sintió como Kenneth se acercaba por detrás y cuando se volvió, las manos de este estuvieron sobre su rostro y luego sus labios sobre los suyos. Ni bien este la besó, Luna hizo acopio de sus fuerzas y empujó a su jefe tan fuerte que este trastabilló con los pies, terminando sobre su trasero en el pasillo del edificio donde vivía.

No habían dicho nada y se habían quedado asombrados por las acciones de ambos, sin embargo, Luna lo sabía, no podía continuar trabajando para su jefe ahora que este había cruzado una gran línea. Debía de renunciar. Kenneth solo le dio una mirada y luego se levantó, sacudió el polvo de su traje, y así, sin más, se dio la vuelta para regresar a su vehículo.

Luna se había quedado en la entrada, sintiendo una vorágine de emociones negativas. 

No podía creer que Kenneth, después de tanto tiempo, actuara de esa forma. Sabía que podía demandarlo por acoso, pero aun así había traspasado los límites. 

¿Qué había estado pensando su jefe? Luna nunca le había dado señales de que estuviera enamorada o que quisiera algo con él. Tenía su novio y Kenneth había conocido a Peter, pero era probable que desde que se enteró de que andaba soltera, decidió dar el paso. Un gran error suyo. Ahora Luna ya no quería trabajar con él.

Amaba su trabajo como su asistente, pero ya no podía continuar con Kenneth y era mejor que renunciara.

Ahora su vida comenzaba a tornarse en un caos. Con el pensamiento de dejar su trabajo y de que su relación no funcionara, empezaba a pensar que quizás necesitaba un descanso y luego un comienzo. Era joven, y aunque la vida la había golpeado, estaba positiva.

Mañana, iría al trabajo y pondría su carta de renunciar. Para su suerte, podía renunciar al instante y aprovecharía esa salida. Gracias a Dios que Peter, desde aquel último día en que se vieron, la había dejado en paz, comprendiendo que ya no iba a haber nada entre ellos. Se lo encontró una vez en el café, cerca de los trabajos de ambos y donde se habían conocido, pero Peter hizo como si no supiera de ella y Luna agradeció esa acción suya.

Todo estaba moviéndose para que Luna diera el paso y que mejor que comenzando a sacar todo el estrés que tenía encima.

No era tan buena en el sexo como otras mujeres, lo disfrutaba, quién no. También, masturbarse no era tan complaciente cuando estabas acostumbrada a estar con alguien, así que, Luna iría a un sitio que había frecuentado con sus amigos y que pertenecía a uno de estos. 

El taxi en el que se desplazaba, llegó al fin a su destino y Luna pagó al hombre mayor para luego bajar del vehículo. Miró hacía el letrero dorado en fondo negro en una esquina con el nombre del bar. La Perla Negra era el bar del hermano mellizo de su mejor amiga, Irene, por ende, habían venido un sinfín de veces, pero desde que ambas andaban en relaciones serias, habían dejado de frecuentar el lugar más que para tragos sociales que muy rara vez se tomaban por sus ocupadas agendas. 

Era un sitio tranquilo, gente de su edad venía a sacar el estrés tomando o charlando, y claro, también venías a encontrar alguien si se daba el caso. A Luna le había funcionado varias veces, había conocido algunos hombres de una sola noche y aunque había pasado tiempo desde la última vez que hizo esto, no perdía nada intentarlo.

Se acercó a la entrada. Había un guardia de seguridad fuera y Luna se acercó con su mejor sonrisa. El alto y maduro hombre, al verla, abrió la boca enseñando sus dientes, sonriéndole muy alegre.

—¡Vaya, vaya, vaya! —exclamó el guardia de seguridad al verla.

Luna extendió la mano y la chocó con este en un dinámico saludo. Se conocían desde hace mucho tiempo, puesto que Joel, el guardia de seguridad, llevaba años trabajando en dicho lugar.

—Hola, Joel —le saludó Luna.

—¡Estás despampanante! —exclamó Joel pasando su mirada por ella, pero a diferencia de Kenneth, quien la miraba lascivamente, Joel fue muy educado y solo alabó su atractivo de forma muy educada.

Su color favorito era el negro, por lo que Luna vestía la mayor parte del tiempo con este y esa noche no era diferente. Había optado por una blusa manga larga de color negro, la cual tenía un pronunciado escote en V que mostraba el camino entre sus pequeños senos. No era una mujer con pechos enormes, apenas era una copa A, así que aprovechaba que eran pequeños para usar cierto tipo de prendas. Llevaba una falda negra por igual, la cual era corta y de cuero. El talle de esta era alto, así que, el escote de la blusa quedaba muy cerca de la pretina de la falda, viéndose como si fuera algo de una sola pieza.

Había optado por ondular su largo cabello, dándole un toque de vida y glamour, y se maquilló con esmero para la noche. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que tuvo la oportunidad de sentirse así, y si iba a conquistar a alguien esta noche, lo haría con todo su esplendor. Ahora que estaba decidida a renunciar a su trabajo y finalmente era libre de Peter, ya no había necesidad de seguir vistiéndose como si estuviera derrotada. Esta era su noche para brillar, para recordar quién era realmente, y para recuperar la confianza que había perdido en medio del caos.

—Gracias, Joel —le agradeció por su comentario.

Joel asintió y en ese momento, llegaron más clientes y la cara de este se transformó en una dura. Claro, tenía que mantener su imagen de guardia de seguridad en el trabajo. Después de revisar las pertenencias de los clientes, Joel se volvió hacia ella.

—Te dejo, ve a la barra y dile a Izbel que la primera copa va por mí —sugirió Joel.

—Brindaré por ti, Joel.

Joel sonrió por última vez y Luna decidió entrar al bar del hermano de su amiga. Izbel tenía la misma edad que ella y había fundado su negocio hace cuatro años cuando a pensar recién salía de la universidad a los 24. Anteriormente, a este se le había dado bien trabajar ahora lugares de este tipo y con toda esa experiencia acumulada, decidió poner su propio lugar. Desde entonces, Luna había venido a visitar el bar y dada sus visitas al negocio, había conocido a grandes hombres y esperaba que esta noche tuviera suerte.

Se acercó a la barra y vio a un hombre alto y rubio en una esquina hablando con un cliente, pero en el instante que la vio, se disculpó con la persona que hablaba y fue hacia ella.

—Mira que trajo el viento —bromeó Izbel.

—Hola Izbel —saludó Luna mientras le sonreía amablemente.

—¿Qué te trae por aquí, mi querida Luna? —preguntó el hombre viéndola un poco extrañado.

Había pasado tiempo desde que estuvo por este lugar, Peter e Izbel no se llevaban bien, más porque Peter había comentado que el hermano de su amiga estaba enamorado de ella sin saber que Izbel bateaba para el otro lado. También, el otro hombre no pasaba la actitud de imbécil de Peter, así que la cosa era mutua. Sin embargo, ahora que estaba libre, era maravilloso venir a dar la cara y disfrutar de su vida.

—Digamos que he estado ocupada y cierta persona no me dejaba ser —respondió luna encogiéndose de hombros, lo que hizo que Izbel soltara una carcajada, dando a entender que Peter seguía sin agradarle, como casi la mayoría de los amigos de Luna que lo conoció.

—¿Oh, es así? —preguntó Izbel con la sorpresa reflejada en sus ojos azules.

—Ujum, estoy libre de Peter —expresó Luna, orgullosa de ello.

—Luna ha vuelto a sus andanzas, ¿eh? —continuó el hombre—. Hay buenos prospectos esta noche, así que… —Izbel no prosiguió y solo sonrió maliciosamente, pero Luna entendía.

Oh, sí, no había echado el ojo por completo, pero lo haría desde que tuviera la primera copa en su sistema e iría a cazar. Luego de que se quitara el estrés, iba a recoger los pedazos de su vida y comenzar de nuevo.

—Así es, hoy voy a buscar a alguien con quien divertirme, Izbel —expresó Luna mientras echaba su cabello hacia atrás y alzaba el montón, decidida.

Ni bien lo dijo, alguien apareció en su radar. El alto e imponente hombre, se colocó tras ella, pero esa presencia era muy conocida para ella, por lo que, cuando se volvió y vio la cara del tipo, se sorprendió bastante y más cuando cierto comentario salió de los generosos labios de este.

—Ya que eso es lo que deseas, ¿qué tal si nos divertimos juntos esta noche, Luna? —preguntó el señor Theodore Santini de la nada y dejando a Luna sorprendida por su aparición. 

¿Desde cuándo estaba allí? Rápidamente, miró hacia Izbel, quien se encogió de hombros y en silencio se fue de allí. ¡Qué traidor! Luna volvió los ojos hacia Theo, quien, con movimientos ligeros, tomaba el taburete a su lado, girando completamente hacia ella y mirándola con una expresión curiosa.

—Oh, señor Santini —saludó Luna colocándose derecha y tratando de arreglar su ropa. Las veces que se habían visto, siempre había tenido la ropa del trabajo y se había visto diferente a esta noche. Debía de ser una sorpresa para este al verla con otro aspecto.

Vio como las cejas oscuras del señor Santini se arqueaban.

—¿Señor? —cuestionó y movió la cabeza para luego extender una mano hacia ella en un saludo—. Llámeme Theo, por favor —pidió este presentándose, pero Luna se sentía un poco incómoda con su presencia tan intimidante. Era un tiburón y si le dejaba cruzar solo un poco la línea, terminaría devorada. Era mejor que se alejara de él a tiempo.

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