3

*—Luna:

De todos los problemas que tenía, Peter se había convertido en el más molesto de todos.

Cuando comenzó con él, Peter había sido un amor. Lo conoció de casualidad en un café a medio día cuando sus órdenes habían sido colocadas erróneamente. A Luna le había encantado la sonrisa de este y había caído por él al instante. Coincidieron tantas veces en ese café que comenzaron a compartir mesa, consejos y chistes, hasta que intercambiaron números y el resto ya es historia. 

Su relación fue bonita hasta que los indicios de la infidelidad de Peter empezaron a llegar a ella, pero había querido darle una oportunidad. No obstante, la gota que derramó el vaso fueron esas últimas fotos enviadas por su amante. Luna no podía perdonarlo y por eso decidió cortarlo de raíz, pero Peter era como hierba mala que seguía crecido sin parar.

Con el dedo, Luna presionó el icono rojo en la pantalla táctil de su teléfono, rechazando la llamada que entró por enésima vez ese día. Peter había estado buscándola y llamándola insistentemente para que hablaran desde ese día en que terminaron. Además de eso, se le aparecía en cualquier lugar donde estuviera y no la dejaba en paz. 

No sabía que más hacer para que la dejara ir y se largara con su amante. Hablarle fuerte y amenazarlo no era suficiente, y ya Luna estaba en un nivel de cansancio que estaba histérica. No podía pedir días libres en su trabajo porque su jefe estaba trabajando en un caso importante y la necesitaba. Ya había tomado sus días de vacaciones y no tendría estos días hasta el próximo año, pero para su suerte, estaban cerca de fin de año y eso significaba que tendrían varios días libres.

Luna suspiró y se dijo que solo tenía que aguantar un poco más. Cuando tuviera esos días, podría tomar un descanso y liberarse de Peter. Algún día se olvidaría de ella.

Estaba verificando lugares para los cuales ir en Navidad cuando fue llamada por su jefe, haciendo que Luna se sorprendiera.

—Sí, señor Boyle —respondió la misma con educación.

Las cejas oscuras de Kenneth se arquearon.

—Ken, Luna, Ken —insistió su jefe en que lo tuteara, pero para Luna, era una línea que no iba a cruzar. Desde el momento que tuteabas y había confianza entre un jefe y un empleado, ciertos límites dejaban de existir y Luna tampoco era ciega, sabía que su jefe estaba un poco interesado en ella.

Sumándole a eso, desde que supo que rompió con Peter, Kenneth había estado más atento que antes e incluso, a veces se mostraba celoso cuando no debería. Luna estaba muy pendiente a las cosas que decía o como se movía, no quería que su jefe se llevara otra idea o que se imaginara algo que no era cierto. Lo menos que quería era que la despidieran ahora.

—¿En qué puede ayudarle, señor Boyle? —preguntó Luna con su sonrisa profesional y no tomando el pedido de su jefe.

Ken movió la cabeza.

—Somos de la misma edad y me hablas demasiado formal, Luna —continuó este sin dejarlo ir, pero Luna no iba a dar su brazo a torcer. Seguiría manteniendo la formalidad entre ellos. Kenneth se percató de que no iba a ceder, por lo que tosió y asintió—. Puedes retirarte este día, mañana es el juicio y no es necesario quedarnos hasta tarde.

Luna se mantuvo regia, pero sintiendo una felicidad en su ser. 

Últimamente, estaba cansada del trabajo y tener que soportar a Peter, así que iba a aprovechar estas horas libres para estar fresca como una lechuga al día siguiente.

—Muchas gracias, señor.

Kenneth hizo una mueca para luego suspirar. Le sonrió y se despidió con la mano regresando hacia su oficina. Luna no se tomó su tiempo preparándose para irse, pero sí revisó rápidamente la agenda de su jefe para verificar si tenía una reunión, pero como mañana era el juicio de un caso en el que estaba trabajando ahora, estaba libre. Después de recoger su escritorio, tomó sus cosas y decidió irse.

Una vez fuera del edificio, Luna respiró aire fresco y sonrió al pensar en las fiestas de Navidad y fin de año que estaban a la vuelta de la esquina. Podía aguantar un poco más hasta estar libre, puesto que, para esas festividades, su jefe no tomaba tantos trabajos, la jornada era más suave y a veces este le daba una semana libre, por lo que podría tomarse más tiempo y siempre salían temprano.

Animada, tomó su camino de siempre, pero como si el destino no quisiera verla feliz, el intenso de Peter estaba esperándola en el mismo sitio de siempre para interceptarla, el cual era el café donde se habían conocido. Era muy tarde para darse la vuelta, así que Luna continuó su andar hasta la parada de autobús, pasando por su frente e ignorándolo, pero este le tomó de la muñeca ni bien dio unos pasos lejos de él, deteniéndola.

Luna suspiró cansada.

—¿Hasta cuándo, Peter? —le preguntó Luna hastiada de verlo diariamente como si Peter no tuviera trabajo.

—¿Por qué no tomas mis llamadas? —exigió Peter con un tono fuerte, siendo como siempre el tóxico que ella había ignorado. 

—¿Quizás porque no deseo hablar contigo? —sugirió Luna y movió la cabeza para luego comenzar a caminar hacia la entrada del café de siempre.

Por lo que veía, Peter no iba a dejar de molestarla hasta que le diera una lección, así que iba a llevarlo a un sitio público y hacerle una escena. A Luna no le importaba lo que la gente pensara de ella, pero a Peter sí.

—Luna, por favor… —suplicó Peter con una falsa expresión de arrepentimiento.

Luna le dio una mirada. Seguía sin comprender por qué insistía estar tanto con ella, como había señalado antes, no era buena amante y era tan aburrida que cualquier estaría feliz de librarse de ella, pero Peter seguía insistiendo como un obsesivo. 

—¿Acaso tu amante te ha dejado desamparado? —preguntó Luna volviéndose hacia él.

—No tengo amante —negó Peter por enésima vez y las cejas oscuras de Luna se alzaron.

—Sigues insistiendo en que las fotos son falsas, ¿verdad? —preguntó Luna divertida porque Peter no dejaba de negar su infidelidad cuando había pruebas. 

Al ver que este se quedaba callado, Luna decidió buscar su teléfono para llamar a su amante y pedirle que evitará que este continuara buscándola si no tendría que tomar medidas extremas, y si, una era meterse con su jefe y tratar de seducirlo para que así Peter entenderá que lo de ellos había terminado.

Cuando conectó la llamada, como si este supiera que era a su amante que llamaba, Peter lanzó la mano y le dio un manotazo a su teléfono, el cual resbaló de esta y terminó sobre el cemento de la vía pública. Luna miró su móvil de cara al suelo y luego su mirada fue hacia Peter.

—¡¿Qué diablos haces?! —exclamó Luna encolerizada para luego recoger su móvil y ver el daño que el golpe le había hecho, la pantalla estaba rota en una esquina y parpadea como si estuviera buscando vivir hasta que se quedó negra. Luna presionó el botón de encendido para ver si quizás solo se había dormido, pero no, no prendía. M*****a sea, aún no había terminado de pagarlo. Miró airada hacia Peter—. ¡Has roto mi teléfono! —gritó hacia su exnovio con furia.

—¿Estabas llamando a Amelia? —preguntó Peter ignorando que había malogrado su teléfono.

Luna estaba perdiendo la paciencia que tenía y decidió que este era el fin. No podía seguir en esta zozobra diaria con Peter, necesitaba respirar y que este entendiera que lo de ellos había acabado.

—¿Por qué sigues insistiendo? —le preguntó y movió la cabeza—. No entiendo por qué sigues queriendo que sigamos juntos cuando ya no hay amor y cuando te gusta otra mujer —Luna se pasó una mano por la frente, sintiendo como comenzaba a dolerle la cabeza como cada vez que discutía con Peter—. Hazme entenderlo, Peter —pidió.

Peter se vio un poco liado, como si estuviera dudando. Luna en parte entendía que era por sus perfectos padres. De todas las novias que Peter había tenido, Luna era la única que había sido aceptada por estos, tanto que habían comentado que, si algún día se casaban, iban a patrocinar su boda. Además de que, cuando comenzaron a salir, esto hizo que Peter se ganara el respeto por sus padres porque había dejado de tontear y había llevado a una buena prospecta a casa a pesar de que Luna era una mujer aburrida para él. 

—Te amo, Luna —escuchó que este decía y Luna soltó una carcajada.

—Te había dado una oportunidad para que entendieras y me dejaras en paz, pero voy a tener que hablar con mi jefe y utilizar mis contactos —expresó Luna mientras se cruzaba de brazos y refiriéndose a la orden de alejamiento—. Vamos por las buenas y ahorrarnos un mal rato, Peter.

—Pero Luna… —replicó Peter dando un paso hacia ella, a lo que Luna alzó una mano colocándola entre ellos para que mantuviera su distancia. Peter se quedó mirándola, sorprendido por su decisión hasta que frunció el ceño y Luna supo lo que venía después—. ¿Sabes por qué lo hice? —preguntó Peter y soltó una carcajada burlona. Vio como los verdes ojos de Peter la recorrían, mirando su feo traje de chaqueta y pantalón de color marrón que usaba para trabajar—. Cuando te conocí, eras diferente, pero ahora te has tornado en una mujer horrible —expresó refiriéndose a su aspecto y Luna ladeó la cabeza.

—Ah, ¿sí? —preguntó Luna con diversión. 

Se vestía y andaba de esa forma a propósito para que su jefe dejara de mirarla tanto. Cuando comenzó a trabajar para Kenneth había usado su guardarropa decentemente, pero al este empezar a coquetear con ella y Luna no querer cruzar la línea, tuvo que implementar medidas drásticas. Solo que no pensó que esa sería una de las razones por la cual Peter rompería con ella, por su apariencia física. 

—Eres tan fría y tan aburrida —continuó Peter—. Siéntete feliz de que estoy tratando de salvar nuestra relación cuando bien sabemos que nadie va a hacerte caso —se burló de ella y ese comentario hizo que se sintiera un poco avergonzada y luego triste.

Cuando se conocieron, había alabado lo bello y exótica que era. Toda su vida Luna se había sentido un poco incómoda por su largo pelo negro y sus ojos extraños. En el instituto algunos se habían burlado de ella por parecer la chica de la película del Aro, pero Peter había resaltado que era hermosa tal como era, pero ahora…

Luna aspiró aire y mantuvo su compostura, mostrándole que, si podía ser más fría de lo que creía, pero antes de que hablara, vio como los ojos de Peter se abrían ampliamente y luego un perfume caro rodó en sus fosas nasales. Una pesada y enguantada mano se colocó en su hombro y Luna, sin tener que girarse, sabía quién era. 

—Parece que esa orden de alejamiento no te ha detenido, ¿eh? —susurró una voz masculina, una que hizo que Luna se estremeciera por el poder que su tono irradiaba. 

—¡Otra vez! —exclamó Peter con su ceño fruncido.

—Sí, otra vez —expresó el desconocido que había dejado de ser tan desconocido. Ahora Luna sabía cómo se llamaba y lo poderoso que era este hombre.

Aquel día, cuando se encontraron en el estacionamiento, Luna se había quedado sorprendida al verlo y más al saber que era hermano de un amigo cercano de su jefe. Se había quedado pensando que era una casualidad, pero viendo como este volvía a aparecer la nada, ya no creía que era una mera coincidencia.

Luna se volvió hacia Theodore Santini y vio como este le sonreía cuando conectaron miradas. Sintió sus mejillas calentarse y más al ver lo guapo que estaba ese día. Llevaba una vez más un traje hecho a la medida, pero esta vez era de color gris oscuro que se sentaba muy bien.

—Ah, ya veo —escuchó que decía Peter y Luna miró hacia su exnovio, quien a su vez, miraba  entre el señor Santini y ella—. Ahora comprendo por qué te niegas a volver conmigo, es por él, ¿verdad?

Luna abrió sorprendida la boca. ¿Estaba hablando en serio? ¿Acaso creía que estaba saliendo con el señor Santini? ¿Ella? 

—¿Bromeas, Peter? —preguntó Luna mirándolo atónita—. Este hombre es amigo de mi jefe y por eso nos conocemos —le explicó a su exnovio y al instante en que lo dijo, Peter miró hacia el hombre sorprendido. Conocía su mente y estaba segura de que pensaba que iba a meterse en problemas si era cierto que el señor Santini era cercano al jefe de Luna.

—Sería bueno que empezaras a tomar en serio la amenaza de la señorita —murmuró el hombre a su lado—. No sano ni legal que estés acosándola cada vez que puedas, ¿sabes?

Peter abrió y cerró la boca para luego quedarse callado. Volvió a mirar entre ellos y pareció pensar que era mejor que tomara su vuelo, puesto que se giró sobre sus talones y caminó lejos de ellos. Cuando desapareció, Luna soltó un pesado suspiro y miró hacia su teléfono hecho una porquería. Gracias a Peter tendría que conseguir uno pronto porque no podía estar sin comunicación cuando tenía un importante día junto a su jefe mañana. 

Se volvió hacia el señor Santini.

—Otra vez volvemos a encontrarnos —fue ella que dijo en esta ocasión y vio como el hombre sonreía con una amplia sonrisa.

—¿Es algo habitual suyo? —quiso saber el señor Santini y Luna arqueó las cejas.

—¿Se refiere a mi exnovio acosándome? —preguntó Luna y el hombre ante ella asintió—. Bueno, desde que terminamos ese día que nos encontramos, ha estado siguiéndome la pista —le explicó Luna y soltó un suspiro—. Me llama constantemente, a veces va a mi apartamento o viene a mi trabajo —Luna movió la cabeza—. Sé que dirás algo supermachista, pero créeme que he tratado de quitármelo de encima sin tomar medidas legales porque no quiero lastimarlo —terminó diciendo, porque si quisiera joder su vida, solo tenía que pedirle el favor a Kenneth, quien sabía que este movería cielo y tierra para hacerle ese favor y que Luna se lo debiera.  

—Con relación a eso, discúlpame —se lamentó el señor Santini logrando que Luna lo mirara sorprendida, porque nunca pensó que un hombre como este se arrepentiría por un comentario a una desconocida—. No quise hacer ese tipo de comentario, pero hay cosas que se evitan y a veces me da un poco de rabia ver como ustedes actúan tontamente —expresó y Luna sintió curiosidad. ¿Lo decía por experiencia propia? Sintió curiosidad, pero decidió ignorarla porque no había confianza para hacer ese tipo de preguntas.

—Gracias por su preocupación, lo tendré en mente.

El hombre asintió y señaló con la barbilla por donde se había ido Peter.

—Otra cosa es que trata de no andar sola, los hombres posesivos son peligrosos —expresó y esta vez Luna no pudo agarrar su lengua.

—¿Lo dices por experiencia? —quiso saber y las cejas oscuras del hombre se arquearon, viéndola como si estuviera ofendido.

—¿Parezco un hombre posesivo? —preguntó este y Luna se mordió los labios.

Siendo sincera, lo parecía y también podía ver que uno que la enviaría a terapia directamente si jugaba con este. Quizás estaba exagerando y estaba juzgándolo por su atractivo aspecto, pero Theodore Santini era un mujeriego y sí, había hecho una investigación en las redes cuando supo quién era su salvador aquella vez que se encontraron en el estacionamiento. Había visto los artículos de este saliendo con modelos e influencers. Este hombre era un peligro para una mujer sería como ella y era mejor que tomara su distancia.

—No —respondió Luna—. Muchas gracias por rescatarme por segunda vez, señor Santini —le agradeció Luna con su mejor sonrisa—. Ya debo de irme —murmuró mientras señalaba hacia su camino—. Le agradezco nuevamente por su ayuda y espero que siga salvando damiselas en apuro, señor Santini.

El hombre ante ella la miró con una sonrisa para luego asentir. Antes de que la conversación se alargara, Luna decidió tomar su distancia, comenzando a caminar lejos de él. Sin embargo, cuando llegó a la parada de autobús y miró hacia donde había dejado al señor Santini, vio que este seguía en el mismo sitio donde lo había dejado.

¿Qué pasaba por la mente de ese hombre? 

Luna apartó rápidamente la mirada y se concentró en las cosas pendientes que tenía, pero no podía dejar de pensar en Theodore Santini y en su hermosa sonrisa. 

Era un hombre muy atractivo, digno de retratar y colgar en un cuadro. Admitía que le entraba curiosidad por saber más de él, pero vamos, como había comentado antes, era un hombre que podía enviarla a terapia si se ligaba con él. Otra cosa es que dudaba de que pasara algo entre ellos, puesto que eran de mundos diferentes y un hombre de su calibre no ligaría con una mosca muerta como ella. 

Theodore Santini tenía sus estándares y lamentablemente, Luna ni encajaba en estos.

Era mejor que se olvidara de este y que dejara de pensar tonterías. Aunque ya habían tenido tres encuentros, no era el destino, era solo una coincidencia. Además, estaba atravesando una ruptura, y si bien no era dolorosa, seguía siendo el final de relación amorosa. Tenía muchas cosas que resolver como para pensar en ese hombre y lo menos que deseaba era que otro gran error se le estrellara en la cara, por ahora iba a estar tranquila.

No más ligues y prometía que con la próxima persona que relacionara, con esta iba a tener su final feliz. 

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