Cinco años después.El Imperio Humano había florecido de una manera que nadie se había imaginado. Las calles de la capital eran un bullicio constante de actividad y color. Los edificios, antes grises y austeros, ahora estaban adornados con banderines y estandartes de diferentes colores, representando la diversidad de reinos con los que ahora comerciaban. Los mercados estaban rebosantes de productos exóticos: frutas tropicales de las islas del sur, especias picantes de los desiertos orientales, y artesanías intrincadas de los bosques élficos. La mezcla de aromas y sonidos creaba una atmósfera vibrante y cosmopolita.Viajeros de diversas razas caminaban por las calles, sus ropas y acentos agregando una capa más de riqueza cultural a la ciudad. Incluso algunos humanos, impulsados por la nueva era de exploración, se habían aventurado fuera del imperio. Regresaban con historias y descubrimientos qu
Durante este periodo, Valeria, la hija de Constantino, intentó acercarse a Eleanor en varias ocasiones. Los jardines del palacio, llenos de flores de colores brillantes y fuentes de mármol que emitían un suave murmullo de agua, eran testigos silenciosos de estos intentos, Valeria solía buscar a Eleanor en los rincones tranquilos del templo y del palacio.– Eleanor, ¿podemos hablar? – preguntaba Valeria con suavidad, su voz cargada de esperanza y cariño.Eleanor, sin embargo, siempre encontraba una excusa para rehuir estos encuentros. Sus ojos, que antes brillaban con calidez, ahora estaban apagados, reflejando un vacío interno. Sentía que su vida había perdido el propósito, que cada día se deslizaba en una monotonía sin fin. Su corazón, antes lleno de amor y compasión, ahora se sentía pesado y adormecido.—Lo siento, princesa estoy ocupada &
– Gracias, Rose. No sé qué habría hecho sin tu ayuda – dijo Eleanor, su voz temblando ligeramente por la emoción.– No hay de qué, mi señora – respondió Rose, con una mezcla de preocupación y alivio en su mirada.Eleanor apretó los labios, conteniendo las lágrimas que amenazaban con brotar. Con la cabeza gacha y sorprendida de que Rose la reconociera en su estado tan lamentable, se disculpó tímidamente:– Rose, lamento llegar sin avisar, pero el rey Maximus me envió una carta urgente, así que vine a toda prisa. Lamento si mi visita es inoportuna.Rose, con expresión comprensiva, se inclinó respetuosamente ante la santa y respondió con humildad – Lamentamos mucho este trato, santa. Nosotros, como humildes sirvientes, debemos tratar con cuidado a nuestros nobles invitados, y realmente me disculpo.
Maximiliano cerró los ojos por un momento, intentando procesar sus sentimientos – Las cosas no siempre salen como uno espera – dijo finalmente, abriendo los ojos para mirarla directamente – He cometido errores, y... nunca dejé de pensar en ti, Eleanor.Pero Maximiliano no se quedó ahí y dijo – pero no he sabido nada de ti, y nunca me mandaste una carta desde hace mucho – Sus palabras resonaron en la habitación, cargadas de un dolor acumulado que apenas podía contener.Eleanor, aún con la cabeza gacha y apretando un poco las manos, respondió en voz baja – No sería correcto mandarle cartas a alguien que acababa de casarse – Sus palabras estaban llenas de una mezcla de tristeza y resignación. Recordaba claramente los días en los que había escrito y vuelto a guardar cartas que nunca envió, temiendo las repercusiones.Maximiliano, con tono de reproche, replicó – ¿Y por eso cortaste cualquier tipo de comunicación conmigo? El lazo que antes tuvimos... pensé que m
Eleanor, al ver la escena, se sintió tan fuera de lugar que, reprimiendo cualquier otra palabra, dijo – Yo creo que vine en un mal momento, lo siento mucho, no debería haber venido – Su voz sonó ahogada y trémula. Dio un paso hacia atrás, y sin esperar nada más, salió corriendo por el pasillo.La mansión, con sus largos corredores decorados con alfombras de terciopelo rojo y cuadros antiguos que parecían observarla con cada paso, se volvía una prisión de recuerdos y emociones no resueltas. Las lágrimas se deslizaban por su rostro mientras corría, cada gota un reflejo del dolor que había tratado de ocultar durante tanto tiempo.No sabía por qué, pero ahora solo quería tomar un caballo de la caballeriza y volver al templo del imperio. Tal vez, todo lo que hizo al ir a la casa de Maximiliano de forma tan intempestiva fue demasiado. Sentía que había abierto viejas heridas sin saber cómo sanarlas.Mientras casi corría por el pasillo, el eco de sus pasos resonab
Más tarde, cuando Maximiliano abrió lentamente los ojos, por un momento pensó que todo había sido un sueño. Sin embargo, la visión de Eleanor sentada a su lado, sollozando, rompió esa ilusión. Su corazón se encogió al ver sus lágrimas.– Yo, yo, lo siento – balbuceó Eleanor al verlo despertar – Estaba tan preocupada, no sabía si ibas a despertar. Intenté usar mi poder sagrado, pero no funcionó. Lo siento mucho – Su voz estaba llena de desesperación y arrepentimiento, y cada palabra era como un cuchillo en el corazón de Maximiliano.La realidad lo golpeó como agua fría. Todo había sido real. Las confesiones, los sentimientos expuestos, la angustia... todo. Su corazón se hundió bajo el peso de esa realidad – Eleanor, perdóname – susurró Maximiliano, su voz quebrada por l
Ella estaba en su habitación sollozando, perdida en su dolor, hasta el punto de que ni siquiera se dio cuenta de que ya era el día siguiente. La luz del sol entraba tímidamente por las ventanas, iluminando el cuarto con un resplandor suave y cálido.De repente, escuchó un suave golpe en la puerta. Era Rose, la sirvienta, con el desayuno listo. Rose, con su amabilidad y dedicación, se adentró en la habitación y, al ver el desastroso estado de Eleanor, se acercó con preocupación en sus ojos.– Santa Eleanor – dijo Rose con voz suave – debe comer algo. No puedes seguir así.Eleanor, con los ojos hinchados y el rostro marcado por las lágrimas, apenas levantó la mirada – No tengo hambre – murmuró, su voz quebrada por el dolor.Rose suspiró y se sentó a su lado – Sé que es difícil, pero necesitas fuerzas. Vamos, le ayudaré a vestirte y comer algo de comida.Con una paciencia infinita, Rose ayudó a Eleanor a levantarse y la guió hacia el tocador. La ayudó a peinarse, a lavarse el rostro y a
La mención de Constantino hizo que Eleanor apretara los labios. La idea de casarse con alguien a quien no amaba era un peso que había llevado durante mucho tiempo. Maximiliano intentó continuar, pero Eleanor lo interrumpió, mirándolo directamente a los ojos.– Y también recuerda ese conflicto que tenía con la familia Virtus – Su voz era firme, pero sus ojos delataban el dolor que sentía.Maximiliano frunció el ceño, recordando el conflicto de hace años que recordaba a grandes rasgo – Para este momento supongo que ese conflicto ya se habrá resuelto, ¿no?Eleanor suspiró, cruzando los brazos sobre su pecho como si intentara protegerse de más dolor – El conflicto sigue ahí, Maximiliano. La familia Virtus siempre ha sido una espina para mí. Casarme con Constantino podría resolver algunos problemas, pero tambi&eac