El abrazo de una enredadera: Séptima parte.

Más tarde, cuando Maximiliano abrió lentamente los ojos, por un momento pensó que todo había sido un sueño. Sin embargo, la visión de Eleanor sentada a su lado, sollozando, rompió esa ilusión. Su corazón se encogió al ver sus lágrimas.

– Yo, yo, lo siento – balbuceó Eleanor al verlo despertar – Estaba tan preocupada, no sabía si ibas a despertar. Intenté usar mi poder sagrado, pero no funcionó. Lo siento mucho – Su voz estaba llena de desesperación y arrepentimiento, y cada palabra era como un cuchillo en el corazón de Maximiliano.

La realidad lo golpeó como agua fría. Todo había sido real. Las confesiones, los sentimientos expuestos, la angustia... todo. Su corazón se hundió bajo el peso de esa realidad – Eleanor, perdóname – susurró Maximiliano, su voz quebrada por l

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