– Gracias, Rose. No sé qué habría hecho sin tu ayuda – dijo Eleanor, su voz temblando ligeramente por la emoción.
– No hay de qué, mi señora – respondió Rose, con una mezcla de preocupación y alivio en su mirada.
Eleanor apretó los labios, conteniendo las lágrimas que amenazaban con brotar. Con la cabeza gacha y sorprendida de que Rose la reconociera en su estado tan lamentable, se disculpó tímidamente:
– Rose, lamento llegar sin avisar, pero el rey Maximus me envió una carta urgente, así que vine a toda prisa. Lamento si mi visita es inoportuna.
Rose, con expresión comprensiva, se inclinó respetuosamente ante la santa y respondió con humildad – Lamentamos mucho este trato, santa. Nosotros, como humildes sirvientes, debemos tratar con cuidado a nuestros nobles invitados, y realmente me disculpo.
Maximiliano cerró los ojos por un momento, intentando procesar sus sentimientos – Las cosas no siempre salen como uno espera – dijo finalmente, abriendo los ojos para mirarla directamente – He cometido errores, y... nunca dejé de pensar en ti, Eleanor.Pero Maximiliano no se quedó ahí y dijo – pero no he sabido nada de ti, y nunca me mandaste una carta desde hace mucho – Sus palabras resonaron en la habitación, cargadas de un dolor acumulado que apenas podía contener.Eleanor, aún con la cabeza gacha y apretando un poco las manos, respondió en voz baja – No sería correcto mandarle cartas a alguien que acababa de casarse – Sus palabras estaban llenas de una mezcla de tristeza y resignación. Recordaba claramente los días en los que había escrito y vuelto a guardar cartas que nunca envió, temiendo las repercusiones.Maximiliano, con tono de reproche, replicó – ¿Y por eso cortaste cualquier tipo de comunicación conmigo? El lazo que antes tuvimos... pensé que m
Eleanor, al ver la escena, se sintió tan fuera de lugar que, reprimiendo cualquier otra palabra, dijo – Yo creo que vine en un mal momento, lo siento mucho, no debería haber venido – Su voz sonó ahogada y trémula. Dio un paso hacia atrás, y sin esperar nada más, salió corriendo por el pasillo.La mansión, con sus largos corredores decorados con alfombras de terciopelo rojo y cuadros antiguos que parecían observarla con cada paso, se volvía una prisión de recuerdos y emociones no resueltas. Las lágrimas se deslizaban por su rostro mientras corría, cada gota un reflejo del dolor que había tratado de ocultar durante tanto tiempo.No sabía por qué, pero ahora solo quería tomar un caballo de la caballeriza y volver al templo del imperio. Tal vez, todo lo que hizo al ir a la casa de Maximiliano de forma tan intempestiva fue demasiado. Sentía que había abierto viejas heridas sin saber cómo sanarlas.Mientras casi corría por el pasillo, el eco de sus pasos resonab
Más tarde, cuando Maximiliano abrió lentamente los ojos, por un momento pensó que todo había sido un sueño. Sin embargo, la visión de Eleanor sentada a su lado, sollozando, rompió esa ilusión. Su corazón se encogió al ver sus lágrimas.– Yo, yo, lo siento – balbuceó Eleanor al verlo despertar – Estaba tan preocupada, no sabía si ibas a despertar. Intenté usar mi poder sagrado, pero no funcionó. Lo siento mucho – Su voz estaba llena de desesperación y arrepentimiento, y cada palabra era como un cuchillo en el corazón de Maximiliano.La realidad lo golpeó como agua fría. Todo había sido real. Las confesiones, los sentimientos expuestos, la angustia... todo. Su corazón se hundió bajo el peso de esa realidad – Eleanor, perdóname – susurró Maximiliano, su voz quebrada por l
Ella estaba en su habitación sollozando, perdida en su dolor, hasta el punto de que ni siquiera se dio cuenta de que ya era el día siguiente. La luz del sol entraba tímidamente por las ventanas, iluminando el cuarto con un resplandor suave y cálido.De repente, escuchó un suave golpe en la puerta. Era Rose, la sirvienta, con el desayuno listo. Rose, con su amabilidad y dedicación, se adentró en la habitación y, al ver el desastroso estado de Eleanor, se acercó con preocupación en sus ojos.– Santa Eleanor – dijo Rose con voz suave – debe comer algo. No puedes seguir así.Eleanor, con los ojos hinchados y el rostro marcado por las lágrimas, apenas levantó la mirada – No tengo hambre – murmuró, su voz quebrada por el dolor.Rose suspiró y se sentó a su lado – Sé que es difícil, pero necesitas fuerzas. Vamos, le ayudaré a vestirte y comer algo de comida.Con una paciencia infinita, Rose ayudó a Eleanor a levantarse y la guió hacia el tocador. La ayudó a peinarse, a lavarse el rostro y a
La mención de Constantino hizo que Eleanor apretara los labios. La idea de casarse con alguien a quien no amaba era un peso que había llevado durante mucho tiempo. Maximiliano intentó continuar, pero Eleanor lo interrumpió, mirándolo directamente a los ojos.– Y también recuerda ese conflicto que tenía con la familia Virtus – Su voz era firme, pero sus ojos delataban el dolor que sentía.Maximiliano frunció el ceño, recordando el conflicto de hace años que recordaba a grandes rasgo – Para este momento supongo que ese conflicto ya se habrá resuelto, ¿no?Eleanor suspiró, cruzando los brazos sobre su pecho como si intentara protegerse de más dolor – El conflicto sigue ahí, Maximiliano. La familia Virtus siempre ha sido una espina para mí. Casarme con Constantino podría resolver algunos problemas, pero tambi&eac
Desde que enfermó, su mente no había sido la misma. Se recordaba a sí mismo como alguien fuerte, con decisiones firmes y un carácter inquebrantable. Pero, en el transcurso de estos cuatro años, sentía que sus propias decisiones y sentimientos se tambaleaban. Las noches eran largas y llenas de dudas, mientras que los días se llenaban de una rutina que apenas le permitía mantener la cordura. Y ahora, con la presencia de Eleanor, era como si su mente estuviera peor que nunca. Los recuerdos de su juventud, de los momentos compartidos con Eleanor, volvían con una fuerza arrolladora, como olas golpeando una roca ya erosionada.Por eso, al inicio, no sabía cómo controlar sus decisiones ni todo lo que decía. Haberle confesado a Eleanor que la amaba, y luego simplemente negar cualquier posibilidad entre ellos, y ahora incluso sugerirle que aceptara a otro hombre y tuviera un hijo con él para cum
Ella había meditado y pensado en muchas cosas en lo que quedaba de ese día. Sentada junto a la ventana, observaba la tenue luz de la luna filtrarse a través de las cortinas, creando sombras danzantes en la pared. Su mente era un torbellino de pensamientos contradictorios, un eterno debate entre el deseo de su corazón y los deberes que no podía ignorar. Suspiró, deseando que, aunque solo fuera por un momento, las cosas se inclinaran a su favor.De repente, un sonido interrumpió sus reflexiones. Alguien tocaba la puerta. Eleanor se levantó lentamente de su asiento, su corazón latiendo con anticipación y un poco de inquietud. Al abrir la puerta, se encontró con Maximiliano, quien se veía terriblemente abatido, su postura encorvada y sus ojos oscuros reflejaban una tristeza profunda.– Eleanor – dijo él, su voz apenas un susurro – Pensé que hasta ahora ya deberías estar descansando.Eleanor intentó ocultar su sorpresa y preocupación – Deberías regresar a tu habitación para que descanses
Maximiliano no recordaba haber dormido tan bien en mucho tiempo. La luz del sol matutino se filtraba suavemente a través de las cortinas, creando un resplandor cálido en la habitación. De manera perezosa, comenzó a abrir los ojos, parpadeando mientras se acostumbraba a la luz. Lo primero que vio fue a Eleanor, sentada en una silla junto a la cama, sosteniendo una taza de té. Parecía perdida en sus pensamientos, ajena al mundo que la rodeaba.La delicada fragancia del té llenaba el aire, pero Maximiliano, con su agudo sentido del olfato, no pudo identificar el tipo de té. Esto le pareció extraño y lo hizo fruncir el ceño. Observó cómo Eleanor miraba la taza con una expresión de duda, como si se preguntara qué contenía realmente.Se sentó en la cama, acomodándose y cubriéndose con las sábanas. Estaba como Dios lo trajo al mundo, y al