El abrazo de una enredadera: Tercera parte.

Durante este periodo, Valeria, la hija de Constantino, intentó acercarse a Eleanor en varias ocasiones. Los jardines del palacio, llenos de flores de colores brillantes y fuentes de mármol que emitían un suave murmullo de agua, eran testigos silenciosos de estos intentos, Valeria solía buscar a Eleanor en los rincones tranquilos del templo y del palacio.

– Eleanor, ¿podemos hablar? – preguntaba Valeria con suavidad, su voz cargada de esperanza y cariño.

Eleanor, sin embargo, siempre encontraba una excusa para rehuir estos encuentros. Sus ojos, que antes brillaban con calidez, ahora estaban apagados, reflejando un vacío interno. Sentía que su vida había perdido el propósito, que cada día se deslizaba en una monotonía sin fin. Su corazón, antes lleno de amor y compasión, ahora se sentía pesado y adormecido.

—Lo siento, princesa estoy ocupada &

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